Hoy no podría hablar de otra cosa. En consonancia con las predicciones del pulpo “Paul”, este sábado y el domingo pasados la gente me preguntaba por la calle qué es lo opinaba Duke sobre quien ganaría la final del Mundial. Mi respuesta fue que a Duke no le gustaban los mejillones, así que había permaneció indeciso y sin tocarlos ante la oferta de dos hermosos moluscos. El partido estaba al 50 % y había que jugarlo. Y cómo sufrimos durante los 120 minutos que duró, cuánta leña nos dieron y cuántas veces nos acordamos de las madres del árbitro Webb, y de los tulipanes Van Bommel, Haitinga, De Jong y alguno más. Daba toda la impresión de que los holandeses aún no se habían olvidado de lo de la humillante entrega de las llaves de la ciudad de Breda. Pero ningún triunfo se obtiene sin sufrimiento y sacrificio, así que, al final, de tanto ir el cántaro a la fuente…, ya saben. La roja es campeona del mundo, pese a Webb, Haintinga…, y también pese al gilipollas de la barretina que, antes de la entrega del trofeo, tuvo que salir a hacer lo de siempre: el payaso. A este tipo debería de juzgársele en España y, cuanto menos, quitarle el pasaporte y darle un par de hostias. Pa que espabile.
Fue un encuentro tenso y muy emocionante que terminó como deberían de terminar todos los partidos, con la victoria del mejor. De eso se encargó un tímido chico de Fuentealbilla que tuvo mareados a los holandeses durante más de la mitad del encuentro y también nuestro cancerbero que hará soñar a Robben el resto de su vida, sin que nos debamos de olvidar de todo el grupo, sin excepciones, incluido sobre todo “El hombre tranquilo”.
Y los que vimos el partido por televisión (casi toda España) y luego disfrutamos durante unas horas de la celebración para ir a acostarnos más tarde de lo habitual y dormirnos más tarde aún por las bocinas y vuvuzelas de la calle que no pararon durante buena parte de la madrugada, guardaremos en nuestras retinas algunas imágenes que difícilmente se borraran de ella: la salida de Nelson Mandela al terreno de juego, las cómplices caricias entre los Príncipes de Asturias, la indumentaria de Rafa Nadal que talmente parecía al indio Jerónimo, la patada en el pecho a Xabi Alonso, el gol de Iniesta y el entrañable recuerdo para su amigo Dani Jarque, la bufanda del Guaje recordando a Tuilla, las lágrimas de Iker, y sobre todo “El Beso”.
El de Casillas a la Carbonero fue un beso en directo, inesperado y glorioso. Nada que ver con el de Bogart a Bergman, el de Gable a Leight o el de Mastronniani a la Loren, nada que ver. Nunca un beso provocó tantos aplausos. Fue un magnífico colofón a un hermoso día en que, por fín, fuimos Campeones del Mundo. Que se repita, el beso y también la gloria.
Imágenes obtenidas de Google
Fue un encuentro tenso y muy emocionante que terminó como deberían de terminar todos los partidos, con la victoria del mejor. De eso se encargó un tímido chico de Fuentealbilla que tuvo mareados a los holandeses durante más de la mitad del encuentro y también nuestro cancerbero que hará soñar a Robben el resto de su vida, sin que nos debamos de olvidar de todo el grupo, sin excepciones, incluido sobre todo “El hombre tranquilo”.
Y los que vimos el partido por televisión (casi toda España) y luego disfrutamos durante unas horas de la celebración para ir a acostarnos más tarde de lo habitual y dormirnos más tarde aún por las bocinas y vuvuzelas de la calle que no pararon durante buena parte de la madrugada, guardaremos en nuestras retinas algunas imágenes que difícilmente se borraran de ella: la salida de Nelson Mandela al terreno de juego, las cómplices caricias entre los Príncipes de Asturias, la indumentaria de Rafa Nadal que talmente parecía al indio Jerónimo, la patada en el pecho a Xabi Alonso, el gol de Iniesta y el entrañable recuerdo para su amigo Dani Jarque, la bufanda del Guaje recordando a Tuilla, las lágrimas de Iker, y sobre todo “El Beso”.
El de Casillas a la Carbonero fue un beso en directo, inesperado y glorioso. Nada que ver con el de Bogart a Bergman, el de Gable a Leight o el de Mastronniani a la Loren, nada que ver. Nunca un beso provocó tantos aplausos. Fue un magnífico colofón a un hermoso día en que, por fín, fuimos Campeones del Mundo. Que se repita, el beso y también la gloria.
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