martes, 28 de octubre de 2014

PICADORES



 Los que llaman a las puertas
Arancha, la del Círculo

De esos que ustedes que ustedes están pensando hablaremos en otra ocasión. De quienes se han dejado, y aún se dejan la piel en el fondo de la tierra. Hoy tocan ésos, los que llaman a la puerta de nuestros domicilios insospechadamente cuando están a punto de quemársete las lentejas o estás en lo más interesante del culebrón de la tele. Sin avisar antes ni cita previa, cagon to. Aunque hoy en día con el invento de los telefonillos y los videoporteros ya es más difícil que estos individuos se filtren en los edificios. Y si bien hay vecinos que abren indiscriminadamente a cualquiera que toque el timbre desde la calle, así y todo lo hacen. Cada vez tienen más depurada su técnica. Aprovechan la visita del cartero o la entrada de cualquier vecino para entrar donde no han sido llamados e intentar vender su producto. Libros, aspiradoras o robots de cocina, cambios de operador de telefonía y la biblia en verso. Nunca mejor dicho, esos son de los más habituales. Esa pareja de señoras ya maduras que educadamente y con voz de catedral te anuncian el advenimiento del reino de los cielos o del que está por llegar, que Duke aún duda si se refieren a Pablo Iglesias o al mismísimo Zapatero resucitado. Pero como ya conocemos el percal, también de forma educada, les decimos que somos ácratas convencidos y los mismo que hemos abierto cerramos cortésmente. Luego está Arancha, la del Círculo, que llega con la última novela de Ken Follet y te tiene media hora a la puerta contándote que si ye la continuación del anterior que tuvo tantu éxito y bla, bla, bla, mientras ya hueles a quemáo. Poco más que-í falta leételu allí mismo.
Pero de todos estos visitadores sorpresivos hay algunos que pican a la puerta uniformados con mono gris con franjas color naranja fosforito y provistos de destornillador, alicates y un maletín donde no se qué coño traen. Esos ya van más allá y quieren entrar en casa porque dicen que son de Pepoil y van a revisar el gas. Y tú quedes tóu asustáu porque el gas revisose el mes pasáu, pero déjeslos pasar porque tienen cara de ser buenos rapazos y, mientras tú revises les putes lentejes, márchente con to lo que encuentren a mano. Pa eso ye el maletín. Pero también pué pasar que no tengas gas y entonces lo mejor que pués hacer ye dái al puntu una patá en los gemelos mientras le dices que tú no picas y que vaya a revisase los bajos fondos que los tién perjudicáos.

domingo, 26 de octubre de 2014

VAMOS A LA TRENA



La incesante corrupción
 
Asistimos desolados a todo esto que está saliendo a la luz pública en todos los rincones de este puñetero país de diecisiete países distintos, a su vez repartidos en miles de comunidades municipales distintas  que hasta se pelean por las lindes de sus territorios. Nadie ni nada se libra de esta infección que, por todos lados, prolifera como las setas ahora en estos tiempos otoñales. Y Duke ha llegado a pensar, poniendo las cosas por pasiva, que es mejor que quienes estén a buen recaudo en las cárceles españolas sean los ciudadanos de a pie, los inocentes currantes y los infelices contribuyentes.  Porque es que entre los trepas de las tarjetas y las mordidas, aquello del paro, eso del desempleo y lo otro de la mortalidad,  el envejecimiento de la población y la escasa o nula tasa de natalidad estamos quedando en cuadro. No se si se jode poco, mucho o hacemos eso mediopensionistamente, de lo que si estoy seguro es de que por mucho que jodamos, los hay por ahí que nos joden a nosotros mucho más. ¡Qué me vais a contar!
Como meretrices con cama a su disposición nos tratan algunos. Ya saben el dicho popular,  no voy a contarlo así a lo bestia y sin anestesia. Fíjense en la última de Blesa. Para pagar los 16 kilos de mortadelos que le han fijado como fianza para evitar el embargo de sus bienes, quiso tirar de la aseguradora de Caja Madrid que, seguro, dispone también de la famosa tarjeta negra. Ya saben, por aquello del cambio de cromos. Hay que tener cara, morros y poca vergüenza para pretender eso y no ponerse rojo como un pimiento verde. Sólo por eso merecería el Nobel a la imaginación.  Por eso y por más cosas. Por sacar de los bolsillos de los de a pie la viruta que se gastó con la puta tarjeta, la de las preferentes,  la de sus pensiones muchimillonarias y la de la madre que los parió.
Que no vayan a la cárcel, que hay poco sitio para tantos. A la trena vamos nosotros y que nos mantengan ellos, con o sin aseguradoras, que hasta ahora hemos sido nosotros quienes los hemos sostenido a ellos en los ayuntamientos, sindicatos, parlamentos, diputaciones,  gobiernos de aquí y aquises y de casa su madre.  Que purguen sus delitos en la calle, que nosotros pagaremos con cárcel nuestra inocencia de ponerles ahí a todos y estaremos tranquilos y tan contentos. Ya lo dijo el que manda en la justicia, la ley es para los “robagallinas”, no para los grandes defraudadores. Pues si la ley no pasa por ellos, vamos todos a la trena.

martes, 21 de octubre de 2014

MEDIO SIGLO DE LADA

In memoriam

Una de las últimas misas de Don Luis en las Fiestas de San Román de Lada. Con el Coro Santiaguín.
Podemos asegurar que hoy Duke escribe para Langreo entero, pero muy especialmente para los que fueron, son y serán vecinos del distrito de Lada, porque hoy lunes, dia 22 de julio, se cumplen cincuenta años de la llegada de Luis Fernández Alonso al pueblo de los gatos y de La Fuente del Güevu, de los ilustrados Sabino Alonso y Tino Cordeles, el pueblo que me vio nacer y, en consecuencia, adoptó a Duke desde un principio.
Nacido en el seno de una familia humilde en la aldea de San Juan del Coto, popularmente conocida como “El Cutu de Areñes”, su vocación sacerdotal le llevó al Monasterio de Valdedios donde con once años de edad inició su formación religiosa y, dado que el Seminario Metropolitano de Oviedo aún no disponía del Pabellón de Humanidades, permaneció durante dos años más en el monasterio de Arbás hasta su definitivo ingreso en el seminario ovetense. Tenía veintidós años cunado fue ordenado sacerdote en Mieres por el entonces Obispo don Segundo de Sierra, oficiando su primera misa solemne dos meses más tarde en la capilla de su pueblín natal, El Cutu. Luego llegaron los destinos, Porceyo y Fresno en Gijón, Poago en Veriña y Sotiello cuando, al poco, fue requerido por el obispado e informado de que sería trasladado a Lada. Habían pasado poco más de tres años, y un joven cura de veintiséis años llegaba con la maleta repleta de ilusión al fabril pueblo langreano, un pueblo de mineros y trabajadores de la industria. Duro Felguera, Proquisa, Derko…, y también de muchos campesinos de la multitud de pueblos que conformaban y, aún lo hacen, la parroquia de San Antonio de Padúa, santo bajo cuya advocación se había construido la iglesia ladense años atrás puesto que la parroquia anterior estaba residenciada en San Miguel, en honor a ese santo. Don Luis sustituía como párroco a un ya anciano Don Román, cuyas ostias fueron célebres y aún lo son entre los más viejos del lugar, que lo primero que hizo fue darle una orden, ir a tocar las campañas de la iglesia. Y, durante diecisiete años, peregrinó por Lada en vespa, quedándose primero en casa de Maruja la de Balán -en cuyo tiempo fuimos vecinos, siendo yo un mocoso- y luego en casa de Violeta la del Chato que, hay que decirlo, es quien amablemente me proporciona gran parte de la información que ustedes están leyendo. Pasados esos años adquirió una vivienda cercana a la iglesia, donde vive, y de la que en multitud de ocasiones ha manifestado que dejará a su sucesor cuando se vaya.
Hombre cercano, tranquilo y bueno donde los haya. De tertulias en el antiguo Recreo (La Pista), en casa Nedino donde hacía sus comidas a diario en los últimos años. Amigo de todos, sin una mala palabra para nadie, y emprendedor. Sus excursiones veraniegas fueron célebres en el contorno. No en vano el pueblo se quedaba casi vacío porque llegaron a fletarse más de treinta autocares que no cabían a lo largo de las calles de Lada, llenaban Arriondas o Llanes o cualquier otra población donde hacían parada para desayunar o merendar. Las excursiones de don Luis fueron célebres y puedo decir que asistí a un sinfín de ellas. Más tarde se tornaron en viajes más largos, de una semana o más de duración y ya fuera de la región e incluso del país. No hace más de diez días regresó de Irlanda con un grupo de ladenses.
Muchas y buenas cosas pueden decirse de este hombre humilde y cordial que ha sido una gran parte de la historia de los últimos cincuenta años de mi pueblo, de Lada. Se que don Luis es poco dado a elogios y agasajos, máxime si ellos giran sobre su persona y, por ello, hoy no habrá ninguna celebración especial que conmemore la efemérides. Sirva este humilde artículo, que escribo a petición de Violeta y Alberto, como homenaje a este entrañable y querido párroco, con mis deseos y los de todo un pueblo de que sea acompañado por la salud y la felicidad en los próximos años, y que sean muchos. Nuestro cariño ya lo tiene.

CONFUNDIDOS



Lo fácil que es olvidarse de las cosas

Esto me recuerda a aquel cubanito que hace unos años estuvo liado con Marujita Díaz, ¿recuerdan? Cuando el pollo se pasaba con el alcohol y la farlopa y armaba algún que otro desaguisado afirmaba en su descargo y con cara de no haber roto un plato que “la noche le confundía”. Y es que vivía en una confusión permanente. Algo similar a lo que le sucede al de Tuilla, aunque por motivos bien distintos, si bien, en su actual situación de salud -por lo que cuentan los medios-, no va a ser Duke quien se meta en los entresijos del mayor escándalo habido en la historia más reciente de Asturias, y en la más antigua si me apuran, al menos por ahora. La historia futura se encargará de poner las cosas en su lugar, y también a las personas que puedan estar implicadas. A día de hoy ya muchos, por no decir casi todos, se han encargado de juzgarle. Y de condenarle. A nosotros lo que más nos ofende de todo este asunto, desde que salió a la luz pública, es el fariseísmo de aquellos que, habiendo sido sus compañeros de partido y sindicato -e incluso algunos de sus enemigos y opositores- se han rasgado las vestiduras a las primeras de cambio, echando las manos a la cabeza cuando, a lo largo de cuatro décadas, fueron conocedores de las actividades del exlíder sindical. Fueron los primeros en condenarle, mirando hacia el cielo y silbando como hacían los legionarios romanos cuando pedían voluntarios para luchar contra los galos de Astérix.
Este es un país de confusos desde los Bárcenas, Blesas, Ratos y muchos etcéteras más. Y estamos seguros de que aparecerá otra multitud que tampoco se acordará de nada. Mas centenares de confundidos. Es por eso que creemos que el mal no está fundamentalmente en las personas, políticos, empresarios y sindicalistas, sino en un sistema enquistado desde hace mucho tiempo que impide que quien entra en estas actividades lo haga para servir. Esas personas que van con su honestidad por delante y a cara descubierta no interesan a las organizaciones, son peligrosos. Lo que necesitan son lacayos que asientan a todo y cierren la boca. Necesitan confusos, cuando todos deberían de tomar ejemplo del reciente caso de Francisco Sosa Wagner que, cuando es apartado de su labor como portavoz de UPyD en el Europarlamento y se le pone la mordaza, coge sus cosas y se va como el señor que es. Lo tiene todo claro y no se olvida de las cosas.

domingo, 19 de octubre de 2014

ELLAS SON ASÍ



Dos mujeres al volante

Y es que en cuanto ven un espejo retrovisor, si es que lo ven, echan mano del bolso para sacar la barra de labios, el lápiz de ojos y, de paso, los utensilios para empolvarse la nariz. Son así, macho. El caso es que Duke no sabe muy bien cómo contar esta sin correr el riesgo de que nos corran a gorrazos. Harían falta videos, aparatos topográficos o, cuanto menos, un esquema. Pero aquí no contamos con esas facilidades, así que vamos a ello. Vean ustedes a dos damas de edad similar que conducen sendos coches pequeños y buscan aparcamiento. Las llamaremos “A” y “B” para abreviar. Delante de mi casa hay un aparcamiento para tres y dos plazas ocupadas, la segunda y la tercera en orden de la marcha. Sin embargo otra dama está entrando en su vehículo. A se coloca en paralelo al bolardo que limita el párking  y comienza la maniobra de marcha atrás para estacionar sin esperar, o sin percatarse, de que la dama de atrás va a salir, de manera que ya medio introducida en el sitio libre impide que el coche de atrás salga libremente y tenga que maniobrar para ello. Al final lo consigue y se va al mismo tiempo que llega la dama B, que coloca su vehículo en paralelo junto al de A e inicia la maniobra de aparcamiento. Las tres plazas están limitadas por bolardos, la acera y ocho líneas discontinuas que limitan el estacionamiento, de manera que A, cuando cree que ya lo ha logrado, echa el freno de mano, coge sus cosas y sale del coche, mientras B sigue atrás y adelante, volante a izquierda y derecha, intentando ocupar correctamente el poco sitio que le ha dejado A que, cuando se baja comprueba que el coche ha quedado muy separado de la acera y supera las líneas. Vuelve a entrar en su coche y, de nuevo, atrás, adelante, izquierda y derecha. Tres o cuatro maniobras idénticas. Igual que la dama B. A saca la cabeza por la ventanilla para comprobar si se ha acercado a la acera. Parece que sí. Freno de mano, bolso y a la calle, mientas B suda gasolina entre sus dificultades con la estrechez y las molestias de A de tanto para adelante y atrás. Duke y yo lo vemos todo, alucinados.  Al final, después de quince o veinte minutos de maniobras de ambas, como en un acuerdo tácito, A y B echan sus frenos de mano, cogen sus bolsos, salen de sus respectivos bugas y examinan el resultado que es el mismo que al principio. Las dos se van juntas charlando. La dama B vuelve y pliega el retrovisor derecho. Eso explica lo dicho al principio.

viernes, 17 de octubre de 2014

EVANESCENCIA

El sueño de una ciudad utópica

Viernes, 28 de Diciembre, aún no ha amanecido. He pasado la noche en vela, nervioso, como si algo fuera a suceder de forma inminente e irremediable. Duke duerme plácidamente, nada perturba su sueño, ni siquiera mis preocupaciones. Tras reiteradas vueltas decido que es momento de salir a la calle. Apenas son las cuatro de la madrugada, y así lo hago, en silencio, como si tuviera la experiencia de un viaje astral. Ingreso en el exterior como quien entra en un hormiguero en plena actividad. La calle hierve, unos van cargados con bolsas de compra, otros forman tertulias en las esquinas. Las tiendas están ya abiertas con gentes que compran y curiosean. Los escaparates lucen con todo su esplendor. Hay tanta luz que parece una espléndida mañana de primavera. Muchos niños juegan en la calle, su jolgorio realerta mis sentidos. Quiero absorberlo todo y comienzo a caminar, sin prisas, con promesa de eternidad. Mi presencia en la ciudad pasa inadvertida; nadie me sigue, nadie me ve..., pero todos me sienten. Como casi siempre comienzo por el parque Dorado: Sus enormes árboles ya se han desprendido de sus ocres ropajes, sin embargo el suelo no muestra el más mínimo resto de las hojas muertas. No se ven papeles, colillas...,  no hay vestigios de suciedad. Las pintadas y los graffittis han desaparecido del quiosco de la música y de los servicios públicos. Al final del campo, donde la depuradora del Triana, huele a invierno, y no a cloaca. Desde allí observo a un Policía local que, amable, asiste a una anciana a cruzar la calle y, cuando lo ha hecho, caballeroso, saluda al modo militar. Me he percatado de que no lleva arma alguna. Paso hacia el paseo del río y observo que las abundantes aguas bajan limpias, como lo está el fondo. Las isletas y la vegetación que la avulsión a provocado con el tiempo ha desaparecido. Y sus riberas, inmaculadas, resaltan la incomparable belleza del cauce. He llegado a una altura del paseo donde habitualmente hay un par de losetas sueltas que siempre esquivo porque tras la lluvia en más de una ocasión he acabado con los pantalones pingando, y las he visto asentadas. Incrédulo las tanteo para comprobar que, efectivamente, lo están. Prosigo mi camino y, entre otras cosas, observo que las farolas están limpias y, todas, con luz; el césped recién segado y primorosas las flores de temporada. Las papeleras vaciadas, los bancos de piedra limpios y en su sitio, las barandillas del paseo recién pintadas. Continúo mi camino y, a cada paso, no dejo de salir de mi asombro: La nueva pasarela ya no tiene tablones sueltos y las telas de araña de los puntos luminiscentes se han marchado con sus fabricadoras. Los bancos de madera han sido barnizados, al igual que los pasamanos de la pasarela. Salgo de los paseos para entrar en la carretera. El abundante tráfico discurre tranquilo, no se oye un claxon, ni un escape libre. Los peatones se saludan cordialmente. Todo es placidez, nada enturbia la tranquilidad de la mañana navideña, salvo mis dudas. Compro el periódico y, perplejo, leo en primera página: "Zapatero y Rajoy, junto a sus esposas, sorprendidos de copas en Madrid La Nuit".  Vuelvo a casa con la esperanza de dormir un rato y todo está como cuando la abandoné dos horas antes. Sin embargo Duke, aunque dormido, parece desasosegado. Por cierto, pienso, en mi tourné no he visto ningún animal, mejorando lo presente. Me acuesto y al poco, rendido, me duermo profundamente.

Antes de que suene el despertador, Duke comienza a gruñir y  a darme en la cara con su pata. Son poco más de las siete y me incorporo. Duke, despeinado, me mira con reprobación y me dice: "¿Pero es que aún no te has dado cuenta de qué día es hoy?".

Ves cosas y dices, "¿por qué?". Pero yo sueño cosas que nunca fueron y digo "¿por qué no?"
George Bernard Shaw