domingo, 26 de febrero de 2012

CUANDO LOS MARIDOS IBAN A LA GUERRA

 
El trabajo de antes y su ausencia de ahora
 
En la baja edad media no había seguridad social, ni planes de jubilación y pensiones, ni tampoco paro. Quienes no disponían de una pequeña parcela para el cultivo y alguna cabeza de ganado que permitieran alimentar a su prole, tenían que cultivar las tierras del noble de la comarca y cuidar su ganado por unos mendrugos de pan o sumarse a sus huestes armadas para guerrear contra las del noble de al lado en disputa por el territorio o por alguna doncella de buen ver. Era la principal ocupación de los varones de entonces, servir a los otros barones, condes, duques y marqueses. En el campo o en la batalla. Duke también estuvo allí y, de aquella experiencia en tiempos tan lejanos, me contó que las cosas eran casi igual que lo son ahora, solo que sin fútbol ni Belén Esteban. Una gozada fueron aquellos tiempos. Los machos a trabajar dedicándose al degüello, el destripe y la rapiña, y las hembras en casa a cuidar la prole y a esperar el regreso de su paladín que era el poseedor de la llave que abría el cinturón que guardaba la flor de su secreto. Y entre campaña y campaña fabricaban un soldadito más, o una damisela que pronto heredaría el famoso cinturón, si antes no sucumbían ante alguna epidemia de las de entonces, la peste, el tifus o la madre que los parió. En aquellos tiempos no había gripe ni sarampión, y si los había aún no lo habían descubierto. Inocentes.

El caso es que cuando el marido volvía de la guerra debía de rendir cuentas a la mandakari, como ahora. Entregarle hasta el último vellón de su soldada y contarle con pelos y señales a quiénes y cuántos de sus enemigos había mandado al otro mundo o había dejado mancos, cojos o ciegos. Otra cosa era lo obtenido como producto del saqueo, y la enumeración de las doncellas violadas en tal menester. Eso eran los chollos que, como ahora, se guardaba para su peculio particular, sustrayéndolo así del férreo control de su santa que, sabedora de ello, otorgaba generosamente para que el guerrero tuviese sus pequeños caprichos, y caprichas. Lo que se dio en llamar “el descanso del guerrero”.

Por eso, lo que Duke decía, las cosas nos han cambiado en gran medida. Lo que pasa es que en los tiempos que corren ya hay cinco millones de guerreros -y más que habrá- que no matan ni hieren. No pueden, pero ganas no les faltan. Y cada vez hay más que, a falta de batallas, se dedican a esos chollos y, en su caso, al saqueo y la rapiña, como hace mil años. Son soldados que prematuramente han pasado a la reserva, sin la más mínima esperanza de volver a entrar en liza, de ser llamados al destripe y al despanzurre. Son soldados sin escudo y sin espada, pero soldados al fin y al cabo. Ahora ya no hay descanso para el guerrero, y ellas, que se han sumado a las batallas no hace mucho, están en las mismas. Ya no son necesarias las trincheras, tenemos socavones. Hoy día las batallas las libran otros, lejos de estas tierras. Allende los mares.

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viernes, 17 de febrero de 2012

UNA DIETA EQUILIBRADA

El estricto régimen de la U.E.

Tengo en recesión un brazu, un cadril, mediu hígado y el bandullu intestinal, y está a puntu de entrame en el resto de coses y órganos de la persona humana propia, hasta les neurones me van a entrar en recesión. Toy muy perjudicáu, muncho. Y voy a explicame. Cada seis meses hago una analítica completa, por aquello de don colesterol, doña glucosa y los señores triglicéridos y transaminasas, y la señora madre que los parió -trátolos de usté porque yos tengo muchu respeto-, y cuando haz dos meses fui a por los resultáos el médicu díjome que tenía que poneme a dieta. Que si cien gramos de esto, cincuenta de lo otro, una cuchará de aceite al día, na de azúcar, pan integral, infusiones de eses y la música en Pravia. ¡Ah!, y caminar como un descosíu. Una hora to los días y sin parase a hablar con la peña. Dijei yo, ¿y no puedo hacer la dieta Ducan esa que te quita quince o veinte kilos al mes?, así a lo bestia. Y el galeno me contestó que tenía que hacer un régimen equilibrado, pobre en grasas e hidratos y rica en no se qué histories. ¿Y que vas facer?, pues hacéi casu al médicu, que ye el que sabe d’esto. Y no ye que tuviese gordu, que va, taba rellenín, de buen ver. Así que, siguiendo las prescripciones facultativas, hace un mes me puse a ello y ya adelgacé la mitá del cuartu. Y nótolo la de dios: ando con una fame de la virgen.

Esto debe ser como lo de la crisis europea. La mayoría de los miembros de la UE taben jodíos y “Bruselas”, que ye el médicu, púsolos a dieta. Dijeron ellos, que había que reducir “el déficit” que, en esti casu, son los kilos de más. Y to los países pusiéronse como llocos a reducilu, pero resulta que debieron elegir una dieta equivocá porque no adelgacen un pijo y además anden afamiaos, como yo. Menos los alemanes. Los teutones ya lucen tipo. Claro, son los que manden y tienen enchufe de la UE. A mi parezme que tan haciéndolo mal porque tan empeñándose en el miembru más gordu que ye Grecia y no hay manera, cada día ta peor y van tener que amputaí algo. Lleva en la UCI más de dos años, con respiración asistida y les costantes vitales muy chungues, y con un peligru grave de irse al carajo. Al final la gravedá de esi miembru afecta al resto del cuerpo, como si fuese la metástasis esa. Ye lo mismo que si yo quiero bajar solo los kilos de la barriga. No pue ser, la dieta ye pa to los laos del cuerpo. Pa los brazos, la papada, los cadriles y el culo. Pa la cabeza no, como Alemania. Por eso decía el médicu que la dieta tien que ser equilibrá, que hay que rebajar sostenidamente por todos los miembros corporales y no solo en un sitiu.

Es lo que deberían de haber hecho hace tiempo desde la UE, aplicar las mismas medidas de reducción y ajuste en todos los países miembros. Con una única directriz y progresivamente, no en cortos y perentorios plazos que ahogan a la tropa y la sitúan cada vez ante perspectivas más desalentadoras. Los griegos lo saben bien, aunque nos parece que se han enterado tarde. Mientras tanto nosotros seguimos con nuestra dieta.

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miércoles, 15 de febrero de 2012

DESOLACIÓN

La soledad y el abandono de Sama
Me apeteció sentarme solo un rato después de un largo paseo por la vera del río y por nuestras calles. Lo hice en un banco de la Plaza de España. ¡Qué hermoso nombre! Suena a recinto porticado, a ciudad castellana, a lugar de terrazas, mercadillos y algarabía ciudadana. A grandeza. Sin embargo nuestra pequeña plaza no tiene nada de eso, nada que se le parezca. Más bien, no tiene. Carece de movimiento, de vida. Es una plaza sin esperanza, como la población entera. Con Duke sentado a mis pies, mirándome, como queriendo decirme: estás pensando lo mismo que yo, observo el edificio del ayuntamiento, justo frente a mí. Su reloj señala las siete, y tañen las campanas que resuenan nítidas ante la ausencia de otros ruidos. Miro hacia atrás y no veo tráfico en la calle Constitución, pese a la hora. Hasta donde alcanza mi vista, tan solo veo tres comercios abiertos, iluminados sus escaparates con una luz mortecina. Dos de ellos flanquean la Casa Consistorial, el tercero queda a mi izquierda. Es un bazar chino de los que proliferan, cada vez más, en nuestra población. Y en todas. Miro hacia la derecha del consistorio y, en un tramo aproximado de cien metros a partir de un establecimiento señero, hasta la esquina de la calle La Industria cuento hasta ocho bajos contiguos y cerrados, con sus respectivos carteles de “Se vende”, “Se alquila”. En pleno centro de la ciudad. Se apagan las únicas luces que permanecían encendidas en la casa municipal y, al poco, por su gran puerta salen seis o siete personas entre las que acierto a distinguir a la Alcaldesa y a dos o tres concejales. Han terminado su jornada y quedan departiendo cinco minutos en el soportal mientras alguien cierra el edificio. Luego se despiden y cada uno toma un rumbo diferente. Duke vuelve a mirarme. “Se van todos, ¿y nosotros qué hacemos aquí?”. Vuelvo a mirar el gran reloj. Son las siete y veinte minutos. De pronto, justo bajo él y la franja de piedra que anuncia la Casa Consistorial, reparo en un pequeña ventana del segundo piso que está empapelada literalmente con lo que parecen carteles, pasquines, o algo similar. Supongo que corresponderán al despacho de algún grupo municipal. Pero, ¿cómo es posible?, ¿no tendrán armarios, archivos o algo donde colocar tanto papel?, ¿no hay paredes?, ¿o es que, al igual que los comercios de la calle, lo tienen en traspaso?, porque es que también están pegados por fuera. Desconozco si esas dependencia están o no ocupadas, y caso de estarlo a quién o quiénes pertenecen, pero la verdad es que da imagen de suciedad y dejadez. Una estampa que desentona con la belleza del impoluto conjunto del edificio.

Nos vamos de allí, de la plaza de nombre majestuoso, pensando en qué futuro aguarda a una ciudad en franco declive, con edificios públicos en la ruina más absoluta mientras el repuesto no termina de ser entregado, con un enorme socavón que ahí quedará después de que haya costado un riñón hacerlo, con tantos comercios cerrados y tantos otros a punto de hacerlo, o cuanto menos pasándolas canutas, y hasta con un Ayuntamiento, el nuestro, que empieza a dar la misma sensación que la ciudad. Desolación, abandono, tristeza… Alguien podría retirar los papeles de esa ventana, el ayuntamiento es de todos, no solo de quienes ocupan esa dependencia.

lunes, 13 de febrero de 2012

COMPARTIENDO PISTOLA

La Guardia Civil de Langreo sin cuartel
Pues sí que tiene guasa lo de las entidades y organismos públicos. Ha transcurrido más de un año desde que se finalizasen las obras del nuevo Cuartel de la Guardia civil en Langreo y, pese a que el Ayuntamiento ha reclamado su entrega por activa, pasiva y neutra, estamos peor que al principio, las nuevas instalaciones permanecen muertas de risa en espera de ser ocupadas y, mientras tanto, el viejo cuartel, que ya se caía, ha quedado definitivamente inhabitable y ruinoso por las lluvias de estos últimos días. De manera que sus ocupantes, los veinte miembros de la dotación langreana, tienen que trasladarse a las dependencias de la Policía Local. Tiene güevos la cosa. Los mismos que ha demostrado tener nuestra Alcaldesa al tomar esa determinación el pasado martes. En mono y catiuscas ha estado toda la mañana coordinando a los suyos y a los ajenos en la batalla contra el temporal, el río y la madre que los parió. Y aún ha tenido tiempo para atender otros asuntos de menor importancia y que podían haber esperado a otro momento. Las cosas hay que ponerlas en valor cuando se hacen bien. También a las personas, aunque sean políticos y siempre descarguemos contra ellos las culpas de nuestros males o infortunios.

El caso es que hay divergencias de criterio sobre quién tiene que pagar el I.V.A. Si ha de hacerlo Interior o Sogepsa. Pero, vamos a ver. ¿Quién tiene que pagar esa factura? Pues el que lo tenga que hacer que pague el impuesto. ¿O no?, vamos digo yo. No se qué culpa tienen los langreanos y sus fuerzas y cuerpos de seguridad de que los barandas estos no se pongan de acuerdo, porque es que entre lo que dicen unos y lo que responden los otros el tiempo ha pasado y nos han comido los mosquitos que ha traído la lluvia pertinaz. Y no será Duke quien dirima el desacuerdo y diga quién ha de pagar porque, entre otras cosas, le importa un carajo. Lo que sí piensa es que hágalo quien lo haga -o aunque no lo haga ninguno (no hay un duru)- el nuevo cuartel debe de ser entregado sin más demora, porque si no va a terminar cayendo como el viejo. O va a llenarse de ocupas, que está la cosa muy malita. Ahora queda por ver cómo se las arreglarán los locales y los del tricornio para compartir oficinas, vestuarios y pistola. Y a ver quién ye el guapu que deja el coche mal aparcáu en la calle La Unión y adyacentes. Pa que te caigan les multes en estéreo. Lo seguro es que los vecinos de esa calle van a dormir tranquilos con tanta seguridad. Valga la redundancia. Ahora y cuando les entreguen el nuevo cuartel, si es que no se cae de aburrimiento.

Y digo yo que tendrán que declarar en ruina el edificio del viejo y proceder a su demolición inmediata, algo ya previsto hace tiempo según creo, no sea que se vaya a mancar algún guaje o algún paisanín al pasar por la acera. En resumen, que los que ahora mandan -que no se qué coño es lo que mandan-, salvo honrosas excepciones, nos están dejando esto como un erial. Con un socavón tremendu, cascotes por to los laos y, pa más recochineo, la menetérica de posadera. Probes.

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miércoles, 8 de febrero de 2012

VUELTA A LO DE ENTONCES

A lo que nos empuja la crisis

Acuérdome, cuando era un neñu, ya haz muchos años -casi tantos como los del principio de los cuentos-, tenía que hacer recáos -como to los neños de entonces (los de ahora no saben)- y recuerdo muy bien los de la carnicería: “un cuartu de chamón, la mitá del cuartu de ternilla y un güesu, pa la sopa”. Alguna vez también tenía que pedir mediu kilo de “rajes” (filetes de ternera), “pero que te les de curioses, eh”, me encamentaba mi madre. Hasta el punto que llegué a ser un experto en aquello de salir a comprar. Con cinco duros hacía maravilles. Por entonces no existían los supermercados ni eso de sírvase usted mismo, que va. Era todo más doméstico, con un trato personalizado. La tendera, o el tendero, te lo servía todo. Lo mismo te pesaba les patates, los garbanzos y les fabes que les teníen en sacos a granel, que te cortaba unes loches de chorizu p’al bocadillo del guaje. También te cobraba élla, o él. O apuntábenlo en una libreta que teníen llena de anotaciones y de cruces: “Mari Puri, 12,50; Ernestina 10 pesetes; Maribel, un cascu de sifón…; traer sardines salones”. Aquella libreta era entonces como los ordenadores de ahora, pero sin scáner. Y valía pa to, pa les deudes de los que no llegaben a fin de mes, pa los pedidos, pa apuntar algún número de teléfono -que aquí siempre empezaba por 68, sin el 985-, en fin que la libreta era el archivu permanente del tenderu, y de la tendera. Les cuentes haciénles en papel de estraza con unos números grandes que solo entendían ellos. Luego en esi mismu papel envolviénte los chorizos, el tocín y la morcilla, to junto. Claro, luego llegabes pa casa y la cuenta no se podía ver porque taba llena grasa. Y mi madre mandábame volver a la tienda pa que pusieran les cuentes clares. Y si no lo estaben, ponía una chaqueta encima los hombros y, en mandil y zapatilles, marchaba p’allá a ponéi les peres al cuartu a la pesetera de la tienda.

Eren otros tiempos, boba. Ya casi haz mediu siglo de aquello y parezme a mí que, con esto de la crisis, los políticos, los banqueros y los mercáos financieros esos, vamos tener que volver a lo de entonces. A tener una güertina en la terraza y plantar ajos, cebolles y arbeyos, y a criar un gochín en el cuartu bañu que no se usa, donde el bidé. Porque, mira tú como ta el panorama, que les pensiones y los sueldos bajen y les coses suben, y eso no hay cristianu que pueda soportalo. El otru día quedeme en casa sin papel higiénico y tuve que ir a la tienda de aquí al láo y pedir metro y mediu de lo más barato, de lo de capa sencilla. De pasu, llevé una taza pa que me la llenasen de lentejes p’al pucheru. Después dije-i a Conchi, la de la tienda, que me lo apuntase en la libreta y díjome que allí no había libreta, que pagase a tocateja o llamaba a la menetérica. Devolvióme 30 céntimos de los dos euros que me quedaben pa terminar el mes. Ta la cosa imposible. Y por si fuera poco ahora jeringóseme la tele de plasma esa y tengo que ver a Jorge Javier por la de cuernos, en blanco y negro. ¿Pues sabes, qué?, emigro pa un país emergente de esos, que esto se hunde. Si el Presidente vive en un lío, imagínate lo que nos queda a nosotros.

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martes, 7 de febrero de 2012

AL SUR DEL NORTE

Sobre los que no saben orientarse
Perdona si insisto, amigu, pero ye que tiénesme muy preocupáu. Muncho. Tas tol día de Ibiza pa Jerez, a recáos de acá p’allá y con lo de la mudanza la to fía, y ya perdiste el Norte. Ya te lo decía yo, hazte respetar, que te traten de usté o, si me apures, de vuecencia; que te manden demasiao y acabes -como acabaste- como un pitu sin cabeza, corriendo pa to los laos sin saber a dónde vas. Ya ni sabes si el norte ta en Gijón, en Pola del Tordillo o en el botelleru del bar. El norte ta p’arriba, amigu, onde la cafetera. Y el sur pa bajo. El este a la derecha y el otru -el oeste- en América del Norte, donde Jerónimo. Granda no, el indio. Que no te enteres. A tí pásate lo mismo que a los yankis que piensen que España ta pa bajo, en Méjico. Y ye mentira, pa bajo solo está Torremolinos, África y el Polo Sur. No hay más.

Yes igual que los diputáos que solo saben dónde ta el Congreso, los restaurantes y el aeropuerto, pero no saben por ónde caen porque llévenlos en taxi. Tú, que yes prejubiláu, sabes muy bien ónde ta tu casa, el súper y el chigre, porque tan al láo, sin falta de taxi. Pero al final sois iguales, teniendo la manduca arreglá pa qué redios os haz falta saber ónde ta el norte y el sur, y la madre que los parió. ¡Tenía que davos vergüenza! Luego pasa lo que pasa, que como pienses que el norte ta dónde nun ta, marches pa Ribadesella y acabes en Guadalajara. Y como no te fíes de los tus amigos, que te quieren y te aprecien de verdá, dices que tienes razón y que los que estamos como burros (de aquí p’arriba) somos nosotros, y pa demostralo llegues con un parato que-i salió al tu nietu en un paquete de gusanitos, que dices que ye una brújula, y quiés que apunte p’al putu botelleru y, claro, como no apunta cámbieste de sitiu pa que apunte. Por si fueran poque les artimañes que emplees, empéñeste en que el chigreru firme una servilleta diciéndo pa ónde apunta el chisme esi que trajiste. ¡Hay que tener cara! El chigreru estudió hostelería, o como se llame eso del descorche, no hizo notarías ni derecho. Él ye muy torcíu.

Ahora vas y dícesilo a la mandakari. Que si Marce esto, y Duke lo otro. Mandil, que yes un mandil. La tú parienta sabe muy bien dónde ta el Norte, y por ónde andes tú. Yes tú el que no sabe por ónde anda, ni ónde ta el norte ni el sur. Solo sabes que el botelleru ta allí porque güeléslu, como la aguja del parato esi que-i llames brújula. Voy coger esi armario de botelles y ponelu en el Cabu Peñes, pa que lo señale bien, a ver si aprendes, que yes un ignorante geográficu. Lo que teníes era que hacer casu a los que sabemos de esto, y te apreciamos -como sigas empeñáu, por pocu tiempu-, y comprar un atlas o un GPS o un mapa de carreteres, y olvidate del botelleru. Documéntate chaval. No estés ahí tiráu como los parlamentarios, esperando que hable el jefe y yos diga lo que tienen que hacer. Mira que yo no voy a vivir siempre, y la to moyer tampoco. Mandilón. 

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sábado, 4 de febrero de 2012

F.A.C., EL EFÍMERO

Elecciones innecesarias
Para esto es para lo que Asturias lo necesitaba, para echar todo por la borda a las primeras de cambio cuando el mar está revuelto, arrecia la tormenta y la pesca se ha acabado. Seis meses, seis, poco más de los cien días de rigor que suelen concederse a un nuevo gobierno para que acredite su buen hacer y ponga en valor su programa, días en los que ha entrado como un mamut en la porcelanera, arrasando todo lo que encontró a su paso. El Jovellanos redivivo, el salvador de la patria querida, el creador de un partido a su medida en tiempo récord, el redactor de un programa al efecto que batió el récord anterior, quien destroza las cosas de la región cada vez que las toca, en definitiva, Francisco Álvarez Cascos, el deseado y el odiado. El breve, el efímero.

Asturias fue su cuna política y será su tumba definitiva. Aquí creció como concejal y diputado, a la sombra de Don Manuel. Con el de Villalba se hizo poderoso en la sede central del partido, y con Aznar acrecentó ese poder accediendo a la Secretaría General, a la Vicepresidencia del Gobierno y al Ministerio de Fomento. Se acostumbró a mandar sin replicantes que pusieran en tela de juicio sus órdenes, se creyó omnipotente, y después, cuando por su propia voluntad se fue de la vida pública, quiso regresar en olor de multitudes y le pararon los pies: “Cuidado Francisco, las cosas ya no son como eran, y usted tampoco”. Y enrabietado quiso vengarse de aquellos que habían despreciado su reconocida valía y su histórica figura. Se dejó querer por sus amigos y por algunos desahuciados del partido y fundó otro con sus iniciales. ¿Pura coincidencia?, estoy convencido que pocos lo creen así. Foro Asturias de Ciudadanos, algo creado para lucimiento personal y mayor gloria de su única cabeza visible, pensante y actuante. Y alrededor de esa cabeza toda una pléyade de desencantados, advenedizos de la cosa pública y disidentes del viejo partido.

Seis meses han transcurrido desde su toma de posesión, sin que se haya visto ni se haya notado su presencia en el Principado. Algo insólito en su figura. Refugiado tras su mesa del despacho de la ovetense calle Fruela, rodeado de un gobierno de inexpertos, tecnócratas en su mayoría, y autoconvencido de estar gobernando en mayoría sin dar ni un resquicio de posibilidad al diálogo y a la negociación, cuando es lo que tiene que haber en los difíciles tiempos que vivimos y en los que se avecinan, máxime si ha de tenerse en cuenta lo exiguo de su mayoría parlamentaria. Siendo cuña de la misma madera, es inconcebible que no haya pactado un acuerdo presupuestario, un pacto para administrar la miseria, con sus homólogos populares. Y si esto no es lógico, aún lo es menos que, en su discurso de disolución del parlamento asturiano y convocatoria de elecciones, cargue las culpas de la involución que ello supone a los partidos de la oposición y, especialmente, al que fue su partido, al que abandonó con un puñetazo en la mesa. El que ahora se frota las manos en espera de tocar poder. Los asturianos no se merecen esto, tampoco el resto del país. Es más de un año perdido entre idas y vueltas.

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