lunes, 28 de agosto de 2017

RÍO NALÓN



Y su entorno.



Van años que la sufrida ciudadanía langreana viene reclamando una limpieza a fondo de nuestro río y sus riberas, tantos como los que llevan las autoridades del ramo sin hacer puñetero caso de las reclamaciones del pueblo. Esa confusión existente desde siempre sobre lo que son los bienes demaniales de titularidad municipal o de la Confederación Hidrográfica, en cualquier caso de titularidad pública, ha originado que ante esa duda de si es mío o tuyo la casa esté sin barrer y hecha un verdadero asco. El Nalón no trae el caudal mínimo comprometido por las autoridades de ambas instituciones por lo que acumula suciedad y proliferación de algas, consecuencia de la escasez y falta de oxigenación de sus aguas, y lo que es un dolor es el estado de abandono de sus riberas con matorrales y plantas invasivas a ambos lados, árboles que han crecido de forma espontánea a lo largo de los años y han quedado sin podar, y, lo que aún es peor, zonas que se han convertido en vertederos donde las ratas campan a sus anchas merced al estado de abandono en primer lugar y a la falta de civismo de algunos en segundo.
Esta pasada semana los servicios municipales de limpieza han desbrozado las praderías que circundan  el paseo peatonal a Lada y, en estos trabajos, hemos observado como los operarios han obviado meterse más allá de la separación de madera que delimita río y camino. Por cierto, nos preguntamos a quién pertenecen esas estaqueras, ¿al Ayuntamiento o a la Confederación?, porque la triste realidad es que donde nos las hay -porque se han llevado las maderas- el estado de las que permanecen es penoso. Podridas o tumbadas. Todo ello sin hacer mención específica del estado de los dos puentes que salvan la vía de Renfe y el atirantado que se estrella con el Polideportivo con tablones sueltos y arrancada la conducción eléctrica que es otro cantar. Falta de iluminación, de papeleras y, en definitiva, la más completa ausencia de cuidados y mantenimiento.

EL BÉNDIX Y EL ARREGLO DE LA MOTO



¿Por qué a mí?



Tuvieron que verme la cara, no hay duda, y debo de tenerla de gilipollas o algo así. Debe de ser por eso de escribir en el periódico que la gente te cuenta cosas con la inconfesada intención de que hagas la función de vocero de sus problemas y sus males. Te preguntan por tu padre y sin dejarte abrir la boca empiezan a contarte milongas con pelos y señales, algo que en la mayoría de los casos te importa un carajo. De manera que, casi siempre, sin prestar la más mínima atención a lo que hablan estás pensando para tus adentros de dónde habrá salido este satélite y si tendrá para mucho tiempo. En fin, que debo de tener todo el aspecto de un libre oyente cualquiera.
Resulta que el otro día estaba con Duke en una terraza en nuestro ensimismamiento echando uno de los últimos pitinos que nos queden y se sienta a nuestro lado un pavo a hacer lo propio. Al cabo de dos minutos se dirige a nosotros  y dice “parez que anuncien mal tiempu pa esta semana, díjolo la TPA. Y a mí quédame por recoger tovía la yerba de dos praos”. Yo que, como les dije, estoy acostumbrado a estas cosas y a que no me dejen ni pensar, le repondí con un lacónico “ya” (te vale, pensé), y el tío siguió con su historia, “menos mal que tengo buenos vecinos que me ayuden cuando lo necesito. Bueno, ye lo mismo que hago siempre con ellos. El otru día… ¿conoces a Manolo el de Trapa? Ni idea, contesto. “Joder, el suegru de Juanín que tuvo un bar en Les Pieces y traspasóilu a un rapaz de Tuilla que ye íntimu amigu de Luisinacio… ¡Tienes que conocelu!”. Sí, hó, a esi conózcolu bien, ¿y qué?, le digo. “Pues a Manolo averioséi la moto cerca de mi casa y taba peleáu con ella, cuando llegué de trabayar. Miré la moto y en diez minutos taba arreglá. ¿a qué no sabes qué era?” Negué con la cabeza y seguro que con cara pijo. “El bendix. Conecteí un cable que taba sueltu y asuntu solucionáu”. ¡Ya!, dije. Y el pavo se marchó sin decir adiós, convencido de que había hecho el discurso del año. Lo dicho, que me vió la cara. Y quedé esperando al siguiente.


sábado, 26 de agosto de 2017

DE ENTRE LAS BRUMAS



Valle del Samuño.



En el momento que me dispongo a escribir lo que ahora leen, frente a esta pantalla en blanco, miro por a la ventana y a lo lejos tan solo veo la falda de las montañas, las cumbres están cubiertas de esa espesa neblina tan típica de Asturias y tan reiterada a lo largo de este mes de agosto, y me imagino el resto del paisaje, lo que hay bajo la niebla: El Valle del Samuño. Sembrado de pequeñas aldeas, de una casa aquí y otra allá, un pequeño núcleo rural al frente y otro más a muy poca distancia, pero se que más allá el Valle continúa alrededor de ese río y de la carretera que sube y serpentea en dirección al vecino concejo de Aller. También me imagino a sus habitantes, los que quedan, ocupados tan temprano en las pequeñas faenas de la huerta, del poco ganado que queda, de acicalar sus casas, muchas de ellas centenarias, y de todas las labores propias de un lugar que ha cambiado a lo largo de los años. Desde cuando estaba salpicado de bocaminas, de chamizos, los Pozos San Luis y Samuño y más tarde las explotaciones de carbón a cielo abierto, hasta hoy en día en que no queda nada de aquello, salvo parte de su paisanaje: hombres curtidos en el duro trabajo minero y mujeres marcadas por lo rural, por la huerta, la siega, los pastos, el ganado y la familia.
Todos ellos han logrado una reconversión que resultó fracasada en muchos otros lugares de las Cuencas, desde que a principios de los años 80 se anunció el fin del negro mineral y se empezaron a acometer proyectos, en algunos casos faraónicos, que no llegaron a ningún lado. Sin embargo los hombres y mujeres de este Valle, con trabajo y tesón, lograron que su proyecto sea merecedor del elogio y a través del  Ecomuseo, de ese tren que circula por la fronda y parece sacado de un cuento infantil, y del cuidado y embellecimiento de sus casas, sus praderías, caminos y caleyas, el Valle del Samuño se haya tornado en un sitio para vivir y digno de visitar, en un lugar merecedor de reconocimiento en toda la región. Algo que ha propuesto a la Fundación Princesa de Asturias la Asociación de Langreanos en el Mundo y que Duke suscribe y apoya. Porque lo han trabajado.



jueves, 24 de agosto de 2017

EL CAMIÓN DEL BUTANO



Hace falta algo más.



Desde hace cuatro años pesaba sobre él una orden de expulsión del territorio nacional, orden incumplida de una parte y no ejecutada de otra. En resumidas cuentas el imán de Ripoll, instigador de los atentados del pasado jueves, 17, y aleccionador y lava cerebros de los terroristas que en ellos participaron, debería de estar fuera España una vez dictada la orden, bien de forma voluntaria, bien obligada. Sin embargo permaneció en nuestro país conspirando y reclutando a jóvenes que, en un principio, estaban integrados pero que acabaron con el cerebro corrompido en un procedimiento medido y bien planificado por la Yihad. Un primer fallo de los responsables de la Justicia que inmediatamente deberían de haber cursado la oportuna ejecutoria.
Por otro lado, más de cien bombonas de butano que fueron suministradas en el chalet que explotó la semana anterior, cuanto menos deberían de haber despertado alguna sospecha en el butanero que debería de haber informado a las autoridades policiales, máxime teniendo en cuenta la fisonomía y el aspecto de sus clientes. Son demasiadas bombonas para cocinar y ducharse, como también son demasiadas para manipularlas e introducirlas en vehículos que, sin duda, habrían provocado resultados mucho más devastadores y trágicos que los que al final consiguieron.
Todo ello nos hace  pensar que, pese a que nuestros cuerpos antiterroristas son de los mejores del mundo y que precisamente en España es donde más células yihadistas se han desarticulado, sería necesario revisar métodos, arbitrar nuevos protocolos, concienciar aún más a todos los ciudadanos de que nadie está libre de ser asesinado por alguno de estos malnacidos y, en definitiva, abundar en las tareas de vigilancia sobre todo aquél y aquello que pueda inducir a la mínima sospecha, porque piensen ustedes que el camión del butano pudo llegar a causar en distintos puntos de Cataluña una tragedia superior a la de Madrid. 


martes, 22 de agosto de 2017

BARBARIE



Hablar por hablar.



El horror corre por toda Europa como reguero de pólvora desde las Ramblas de Barcelona. Allí han sido vilmente masacrados ciudadanos de todo el continente, incluidos españoles -también algún catalán, puestos a hacer diferencias- e incluso un estadounidense y un australiano (no especifican si éstos últimos son de Oklahoma o de Queensland). Lo importante a resaltar es que La Ciudad Condal sólo ha sido el escenario de esta absurda ceremonia de terror mientras que los infortunados protagonistas han sido inocentes personas de decenas de nacionalidades (incluida la catalana, como no podía ser de otra forma) que dedicaban la tarde del aciago jueves de agosto a pasear y distraerse por la calle más emblemática de la ciudad. España y el mundo entero enmudecieron e inmediatamente los medios echaron chispas dedicando toda su programación al trágico suceso, y las redes destilaron odios y rencores, aunque también algunas palabras sensatas.
Y muchos sacaron la lengua a “pacer” (como decimos aquí), diciendo barbaridades y argumentando con razonamientos interesados y espurios para llegar a conclusiones que no dejan de ser auténticas desmesuras. Culpando a no se qué poderes ocultos, a no se quiénes personajes maquiavélicos, e interpretando la ya larga historia de este bárbaro terrorismo a su antojo o al del grupo a que pertenecen o con el que simpatizan. Nada que ver con lo acaecido, mucho que ver con radicalismos y con programas inventados al efecto. La culpa no la tienen la generalidad de los musulmanes, ni el gobierno español, ni el francés, ni el catalán, la culpa no la tiene Ada Coláu por no querer colocar unos bolardos. Una pequeña parte de la culpa es de algunos que, bajo el pretexto de su solidaridad con las víctimas, con Barcelona y el pueblo español, quieren llegar a extremos insostenibles y, en cierta forma, desestabilizadores. Pero la gran culpa de la barbarie es de los bárbaros, de los descerebrados que asesinan y se inmolan obedeciendo las consignas del Estado Islámico. No den más vueltas.