miércoles, 28 de junio de 2017

VUELTA A LAS ANDADAS



El nuevo PSOE.



No es el nuevo Secretario General del Partido Socialista, no. Es el de antes, el mismo. Si acaso aún más empecinado en las estrategias que ocasionaron su dimisión en octubre del año pasado. Pero ahora se ha rodeado de los suyos en la Ejecutiva y en el Comité Federal, y en esta ocasión el Comité no podrá echar atrás sus proyectos. Con el apoyo mayoritario del Congreso Federal de hace dos fines de semana, regresa con los mismos planteamientos de desalojar a los populares del Gobierno para lo que vuelve a proponer el pacto a tres bandas con Podemos y C,s., algo que se nos antoja irrealizable, en esta ocasión merced a la negativa de los de Albert Rivera. Pedro Sánchez renunció a su acta de diputado y, por tanto, entendemos que no puede ser considerado como Jefe de la Oposición, de ahí que no sea de extrañar que Rajoy aún no le haya llamado para mantener la entrevista solicitada, máxime cuando también ha vuelto a las andadas hablando de “indecencia”, aunque en esta ocasión no se lo haya dicho a la cara. Algo similar ocurre con Ciudadanos a quienes tilda de ser el bastón del gobierno.
Persiste en sus viejas pretensiones de trazar rayas rojas que impidan acuerdos con otros grupos y, sin embargo, está ansioso por obtenerlos porque está obsesionado con ocupar el Palacio de La Moncloa. Y Rivera se lo ha dicho, “vuelve a ser usted el de 2016”. Si tenemos en cuenta que es más que improbable que él mismo patrocine una nueva moción de censura, es lógico también pensar que deberá de esperar a que se convoquen nuevas elecciones y, mientras tanto, continúe con la recomposición de su partido que, aunque lo parezca, aún no lo está. Muchos varones sí han sido desalojados de los privilegios que siempre han tenido y seguro que no permanecerán quietos ante una más que posible podemización del partido, que sigue dividido también como antes. ¡Vaya sin pausa, señor Sánchez. Pero también sin prisas! 

lunes, 26 de junio de 2017

GUARDAR LA ROPA

A uno le van cayendo años encima y esto de la memoria le trae a mal traer. El caso es que en estas últimas fiestas me fui unos días con mi mujer al sur a disfrutar un poco del sol, dado que por estos lugares se prodiga escasamente. Llamé a un amigo que reside allí para vernos y tomar un café, mientras mi esposa se iba a la playa. Quedamos en un bar del centro al que llegué cinco minutos antes de la cita. Pedí mi consumición y esperé. Habían pasado quince minutos, mi amigo aún no había llegado y, como conocía su puntualidad habitual, tiré de móvil y le llamé. Efectivamente me había confundido de lugar y el caso es que aquel sitio al que había ido por error me trajo a la memoria un viejo recuerdo. Nada más llegar al lugar correcto donde me esperaba, tras el abrazo y las disculpas de rigor, le conté la anécdota.

De aquello habían pasado más de dos décadas, Duke no había nacido. Era yo un pimpollo de poco más de veinte años, recién casado, que había recalado allí en viaje de novios. Una mañana, mi mujer decidió que, visto el calor reinante, tenía que cortarse el pelo, así es que se tomó la mañana para ello. Date un paseo o vete a la playa, nos vemos en el Bar “X” a la hora de comer, me dijo. Provisto tan solo del bañador y un libro la acompañé hasta la pelu y, sin muchas ganas de bajar a la playa, comencé a caminar distraídamente por el paseo marítimo echando un vistazo de vez en cuando al arenal cuando, en uno de ellos, veo a una chica que me hace señas ostensibles desde su hamaca. Bajé a la playa. Era una amiga de Langreo que pasaba allí sus vacaciones en compañía de su novio, pero él había ido al banco y a la agencia de viajes a hacer unas gestiones y habían quedado en un bar cercano. Le expliqué lo del pelo de mi costilla y que no sabía lo que hacer hasta que ella saliese de la peluquería. Ya veo que traes bañador, póntelo y quédate conmigo, me ofreció con una sonrisa. Sin dar importancia a lo que nadie pudiera pensar o decir, ya que estábamos lejos y nada malo hacíamos, le pedí una toalla para cambiarme y me puse el traje de baño, uno de aquellos que parecía una estampa floreá. Debí de ruborizarme al encontrarme con los calzoncillos en la mano sin saber dónde meterlos, cuando acudió en mi ayuda y me los pidió de forma displicente. Yo te los guardo, y los metió bien doblados en su bolsa de playa. Allí estuvimos charlando un largo rato hasta que llegó para los dos la hora en que habíamos quedado con nuestras respectivas parejas. Nos vestimos y nos fuimos juntos.

Resultó una coincidencia que ambos hubiéramos quedado en el mismo bar. Allí nos esperaban y, tras las presentaciones, charlamos animadamente y tomamos unas cañas de manera que terminamos comiendo allí. A mitad de comida me excuso y voy al servicio. Cuando me dispongo al “descargue” me percato de que aún llevo el bañador puesto y que los calzones están en el bolso de mi amiga. El corazón empieza a golpearme el pecho con fuerza. ¿Qué hago ahora?, ¿cómo se los pido delante de mi mujer y de su novio?, ¡vaya marrón! Salgo del servicio rojo como un tomate y me encuentro con mi amiga que, sonriente, me da los calzoncillos envueltos en un papel.

“Viniendo para aquí me acordé. Era el bar en el que estuve esperándote hasta ahora”, le dije a mi amigo. El libro era de autoayuda: “Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo”.

DE VUELTA AL ARMARIO

No logro salir de mi asombro. El reino de los cielos cada vez está más restringido. Entrar en él ya se está poniendo más difícil que encontrar aparcamiento en Sama o La Felguera un día de mercado. Debe de estar ya petado, con overbooking, y en consecuencia San Pedro sólo deja pasar a quienes lleven recomendación vaticana o dispensa papal. Ya lo tienen vedado casi todos los socialistas, y ahora también lo tienen prohibido los homosexuales y transexuales. Al menos, si no he entendido mal, eso ha dicho recientemente Su Eminencia el Cardenal mejicano Javier Lozano Barragán, (ahora siéntense y tómenlo con paciencia) Presidente Emérito del Consejo Pontificio para los Operadores Sanitarios del Vaticano (¿cómo les ha quedado el cuerpo?). Pues bien, el mitrado ha especificado que quienes tengan esa orientación sexual nunca entrarán en el Reino de los Cielos. Díjolo San Pablo, concluyó. Y se quedó tan “pancho”. También dijo Jesucristo aquello de “amaros los unos a los otros” y, que yo sepa, no se refirió a “las otras”. A no ser que Pablo de Tarso venga ahora para decirme lo contrario. Porque, vamos a ver, ¿quién mandaba más El Mesías o el ex perseguidor de cristianos? Siempre oí decir que donde hay patrón no manda marinero.

Y no logro salir de mi asombro porque ya no sé si escucho más barbaridades de los representantes de la política -de casi todos- que de los de la Iglesia. Los primeros ya ni nos dejan fumar y los últimos no quieren que nos incineremos. Los unos cada vez nos proponen más inventos para solucionar este desastre, pese a lo que diga su nuevo best-seller que es La Ley de Economía Sostenible, y los otros…, bueno, los otros ya no tienen más best-seller después de los Evangelios, así es que, cada poco, sacan un remake para estar al día y tener sometida a la tropa. Pues va a ser que, después de esta sentencia cardenalicia, volverán a llenarse los armarios. Cuanto menos tendrán que volver a entrar en ellos todos los que no quieran arder en el fuego eterno. ¡Y eso quema! El gran problema es que, además de en el cielo, también hay overbooking en los armarios y, por tanto, pronto lo habrá en el infierno. Así es que nuestra recomendación para gays, socialistas, transexuales y lesbianas (con mis respetos para todos ellos) es que se hagan cardenales o cardenalas. Es una forma de obtener la bula celestial sin tener que andar abriendo y cerrando puertas de armarios, cielos e infiernos.

Yo no se lo que dirá de esto mi admirado obispo auxiliar de Oviedo, Don Raúl Berzosa. Seguro que, al igual que respondió a nuestra columna de 7 de noviembre “Quemar después de quemar”, dirá que en estas cuestiones no se puede andar con bromas o con chistes fáciles. Para humildes columnistas como Duke y quien suscribe estas páginas son nuestro púlpito, y los temas de que hablamos son tan serios que no se nos ocurre bromear con ellos. Me refiero a los temas de la orientación sexual que cada uno haya elegido o cómo queremos ser sepeliados, porque en eso estriba el libre albedrío con el que todos nacemos. Sin embargo, sí nos parece una broma de pésimo gusto que los purpurados se entrometan de forma continua y persistente en cuestiones políticas, sociológicas o sexológicas, como en este caso. Hablando de la resurrección de los trasplantados, que me digan que “El cuerpo resucitado, tanto del donante como del receptor, serán cuerpos transfigurados o espiritualizados como el de Jesucristo (sic)” me produce hilaridad. O eres cuerpo, o eres espíritu. Las dos cosas a un tiempo son como la suma de peras y manzanas de Ana Botella. Pero no nos hagan mucho caso porque, al fin y al cabo, ésta no es más que nuestra humilde y profana opinión.

A propósito, ¿alguno de ustedes sabe si en el cielo se puede fumar? Porque al paso que vamos solo podremos hacerlo en el Averno. De todas formas no está mal, allí solo tendremos que poner el tabaco.

COPIRRÍ

Hoy en día se vende todo, sea lo que sea y venga de donde venga. Las cosas mas insospechadas adquieren valores estratosféricos cuando se trata de algo que ha sido propiedad de un personaje importante o que ha estado en algún lugar determinado en momentos históricos. Es el caso del célebre Muro de Berlín: el 9 de noviembre de 1989, los berlineses llevaron a cabo la destrucción del muro, que separó a Alemania en dos, con todos los medios que tenían a su disposición animados por el virtuoso violonchelista, íntimo de nuestra Reina Doña Sofía, Mstislav Rostropovitch que había tenido que exilarse al Oeste. Los escombros resultantes de la demolición fueron guardados como reliquias y, en muchos casos, vendidos o subastados como si de obras de arte se tratara. Vemos alguna de aquellas piedras y, al carecer del sello de “denominación de origen”, no podemos menos que pensar que bien podrían proceder del antiguo Carlos Tartiere o de la casa de mi abuela. Otro tanto ocurre con la parisina Torre Eiffel: Hace unos años se remodeló uno de sus tramos con el objeto de instalar los elevadores, y de tal desguace quedó un trozo de unos tres metros de longitud que, esta semana, fue subastado y alcanzó un valor, creo recordar, de veinte mil euros. Tampoco llevaba denominación de origen por lo que bien podría proceder de los Talleres del Conde. Mucho mas alto fue el precio alcanzado por cinco vigas de madera de la Alhambra, desaparecidas hace decenas de años. Lo mismo ocurre con los efectos personales. Hemos sabido que un baúl rescatado del hundimiento del Titanic fue subastado en Cristie's en mas de doscientas mil libras. Su británica propietaria, única superviviente aún viva del naufragio, necesitada de dinero, esperaba obtener unas diez mil. ¡Menudo pelotazo!. Con estos antecedentes Duke se pregunta cuánto podría valer hoy el condón utilizado por Idi Amín Dadá, el pelo extraviado de Yul Brynner o el primer diente de leche de Rin-Tin-Tín.

Esto ocurre con objetos que deberán de haber pasado por un laborioso proceso de autenticación para asegurarse de la originalidad de su procedencia, pero pasa exactamente igual con las obras de arte (cuadros, esculturas, obras literarias). Actualmente los llamados “Derechos de Autor” (Copyright) suponen una protección hasta el “Mas allá” de los derechos patrimoniales y morales de aquéllos que han dejado alguna obra artística, o algún bodrio, en muchos casos. Efectivamente, hasta que no se alcancen los setenta años después del fallecimiento del autor, sus herederos y caushabientes siguen “chupando del bote” y de parte de las percepciones dinerarias que produce la venta de la obra en cuestión. Hay obras con Copyright, representado por una “C” inscrita dentro de un círculo, verdaderas obras de arte, y las hay con Copirrí, representado de idéntica forma, que son auténticas “cacas” (es una “C” ambivalente) y, aún así, la gente las valora y, por supuesto, las compra.

Como dice mi musa, hay gente “pa to”. Los que leen los diarios deportivos habrán observado que en las páginas de alguno de ellos figura la publicidad de la “Sandwichera oficial” (copirrí) de los dos equipos de futbol madrileños. Coleccionando unos cuantos cupones y por un módico precio (¿?) puedes comerte un sabroso sandwich del Real o del Atlético de Madrid. Da igual lo que lleve dentro, lo importante es el “escudo”. Y es que esto del Merchandising es la hostia: El reloj oficial del Real Madrid, la toalla oficial del Barcelona, la gorra oficial del Valencia..., y la música en Pravia. Como decía al principio todo se compra y se vende, y mejor si tiene “copirrí”.Tengo un amigo comerciante a quien le ha quedado en almacén una partida considerable de bragas, de las de cuello alto, y me dice que, como ahora lo que se lleva es el tanga, no ve manera de buscarles salida en el mercado. En aplicación de mis escasos conocimientos de Marketing avanzado, le he sugerido que les serigrafíe un símbolo acuático y las anuncie como la braga oficial del equipo nacional de natación sincronizada, por ejemplo. Como diría el ínclito ex-presidente: “Está trabajando en ello”.

El Culo de Silveira sí tiene Copyright, amigo Montoto, al igual que lo tiene el Culo Monumentabilis de Úr-culo. Sin embargo hay muchísimos otros que no merecen el oficial calificativo, como muy acertadamente opinas. Felicidades por ello. Y con todo esto mi amigo me pregunta: ¿lo mío qué es, pedigrí o copirrí?. - Lo tuyo es “muy grave” Duke, ¿a quién se le ocurre esta columna, sino a tí?.


Marcelino M. González

BURRO GRANDE

Un equipo de investigadores coreanos se ha dedicado a medir la pilila a más de un centenar de coreanitos y han descubierto que su longitud es inversamente proporcional a la relación entre las longitudes de los dedos índice y anular. Esto es, si el dedo índice es más largo, el sujeto la tendrá más pequeña y si es el anular el de mayor longitud, que se preparen las coreanitas. No se si me entienden. Ellos dividen los centímetros del índice entre los del anular y al resultado le llaman ratio. Cuanto menor es la ratio, mayor es el instrumento. El estudio, publicado en una revista andrológica (¿qué diablos querrá de decir eso?), no dice si eso también vale para los occidentales y especialmente para los asturianos, que son los que nos interesan. Por lo pronto, desde que la noticia se ha publicado en un breve de LA NUEVA ESPAÑA, unos andan por ahí exhibiendo sus alianzas y otros con las manos en los bolsillos y el puño cerrado, mientras las féminas ya no miran la entrepierna de los varones, sino sus manos. Es más fácil y más seguro. A ver que ye lo que haces tú marcando paquete si en el deu del anillo no te entra ni una arandela, que parez que solo tienes uña, tío. Vas tener que hacer un alargamientu de deu, al menos pa dar el pegu.

Esto de los tamaños ye la pera. Burro grande, ande o no ande, diz el refraneru. Pues ahora eso ya no vale. La mayoría de les coses grandes pa lo único que sirven ye pa estorbar. No creo yo que hayas visto alguna vez a un corredor de futing con un radiocassette al hombro corriendo por Los Llerones, que va. Antes no podíen correr y oir música a la vez, sin embargo ahora tol mundo lleva un aparatín de esos que se mete en una oreya, corren tranquilos y de pasu entérense de les noticias, escuchen el últimu hitparade o hablen por teléfono con la mandakari, que aprovecha pa encargái los recáos o echái la bronca por dejar la cama sin hacer. Y ye que lo que se lleva ahora son les coses piquiñines, cuanto más pequeñes mejor. Lo que pasa ye que no tás acostumbráu. Por ejemplo, la última vez que saliste a comer fuera pusiéronte una ración de costilles de la virgen y comístelo to, porque yes un fartón. Si fueses un poco más finu y educáu iríes a uno de esos restaurantes que te ponen un platu como el tapacubos de una rueda, y dentro d’él una gamba, una almeja y una flor, bañáos con un chorrín de salsa de perejil pa adornar. Eso ye una ratio, como la de los coreanos, no una ración a lo bestia como les que tú comes. Animal.

Tú haces como los coreanos, divides el pesu de la comida por el del platu en el que te la ponen y cuánto más pequeña sea la ratio mejor ye el restaurante. Seguro que hasta tién tres o cuatro estrelles michelín. Tú hazme casu a mí. Que después llegues pa casa y tienes que freir un güevu, dos chorizos y un balagar de patates… Pues háceslo, pero que vean que tienes clase y yes frugal. Y ya está bien de enseñar tanto eses manos, que pareces una modelo de L’Oreal.

BUENAS VIBRACIONES

“Buenas Vibraciones”?. Yo diría que lo hacemos para expresar una intuición positiva o la esperanza de que algo que acometemos, o va a suceder próximamente, va a ser bueno porque, de alguna manera, va a darnos sensación de binestar, dicho sea en el mas amplio sentido de la palabra. Naturalmente poco tiene que ver este enunciado con aquella famosa canción de principios de los sesenta (Good Vibrations) que coreaban “Los chicos de la playa” (Beach Boys), aunque sí tiene cierta consustancialidad con lo que hoy quiero contarles. Pero a ello me referiré más adelante.
¿A qué nos referimos cuando empleamos la frase

Desde hace ya algunos años, todos los segundos sábados del mes de mayo (en este toca el día 12) en las dependencias de los Padres Dominicos de La Felguera, por Ellos auspiciado y por Otros instigado, tiene lugar un acontecimiento único y extraordinario: Un hecho tópico, y casi siempre utópico, se convierte en realidad. Si ustedes me lo permiten les explico esta frase inexplicable Digo “tópico” porque es habitual que cuando coincidimos con personas a las que no vemos desde hace mucho tiempo expresemos mutuamente el deseo de vernos mas a menudo: “Oye, a ver si nos vemos para charlar y tomar una café”, y en relación a mi exposición, eso solemos decir todos. Y digo “utópico”, al mismo respecto, porque en el fondo, al expresar ese deseo y a pesar de él, estamos pensando que será tanto como imposible que se cumpla pues salvo, desgraciadamente, en acontecimientos extraordinarios, valga el eufemismo, no veremos a esas personas con toda seguridad porque, entre otras razones, no vivimos ni trabajamos en la misma ciudad, no participamos de las mismas aficiones ni de las mismas amistades y, en la mayoría de los casos, tenemos la mas completa ignorancia sobre su vida y la de su entorno. En muchos casos nos hemos olvidado hasta de su nombre, cuando han sido antiguos compañeros de colegio, de armas, o del Servicio Social (Nótese que también hablo de las chicas). Pues bien, díganme si no es verdad que cultivada una relación de este tipo, de la que todos tenemos ejemplos, no se convierte en placentera y reconfortante. Cuántos recuerdos y cuántas aventuras perdidas en el olvido.

¡Y cómo pasa el tiempo!:
-¿Viste a Manolín ya calvu y con barriga?. ¿Y el culo que echó Mariló, con lo buena que taba?. *

* Que naide se de por aludiu. Haylos que además ya tienen que poner les gafes de ver..

Los Dominicos se convertirá ese día (recuerden: próximo sábado, 12 de mayo), en la exaltación de la intemporalidad, entendida ésta como una navegación por el tiempo sin movernos del espacio, casi igual que Internet, pero en pobre, como diría Gila. Gran parte de las conversaciones de este día girarán, no entorno a la actualidad política, social o deportiva de ahora, sino a las de hace décadas, cuando éramos niños o chavales cargados de inocencia e ilusiones. Y es aquí donde me toca volver al principio cuando hablaba de los Beach Boys. Como Los Chicos de la playa, de The Mamas & The Papas y Simon & Gartfunkel; o Mary Trini, Cecilia y Nino Bravo, o Los Brincos, Los Bravos y Los Pekeniques, o tantos otros. ¿No les suena esto a Güateque?. Toda esta gente es mi recurrencia y la de nuestra juventud, de nuestras ilusiones y desdichas, de nuestros amores y fracasos. La memoria me trae la música y ésta me suscita los recuerdos. ¿Y a quién no?. Magia solo existe en el pasado.
Hoy que somos cincuentones es una delicia que, al menos una vez al año, volvamos al güateque de entones, a nuestra juventud y hablemos de ellos; que entre los presentes busquemos el misterio de las relaciones imprecisas siempre deseadas y nunca mantenidas, la incógnita del “¿por qué?” en aquella ocasión me dijiste esto, o no hiciste lo otro; y los amores inconfesables e inconfesados.
“ -¡Qué guapa eras!. -¿Sabes que estuve enamorada de ti durante mucho tiempo!. -¡Cuánto me hiciste sufrir con aquel tío del Lacós verde!.”
Cuanto menos, todo esto me hará volver a esta celebración. Y como siempre fue muy hermosa, o al menos así me lo dice la memoria, no veo el tiempo que falta para que llegue. En mi mente tengo una canción, siempre hay alguna que es recurrente cuando escribo (lo llamo literatura musical, permítanme mi habitual egolicencia), que en esta ocasión es “California Girls” de los mismos que me sugieren el título y que me llevan a tiempos pasados que fueron, o no, mejores. En cualquier caso, las chicas siempre estuvieron, y están, presentes y siempre fueron las mas importantes.
Y los que allí estarán pertenecen a todos los estratos de nuestra sociedad. Haylos galgos y podencos. Mas y menos ilustrados. Hipotecados, acomodados y subvencionados. Padres, hijos, nietos y cuñaos... ¡De to, oiga!.

Un año más he de volver. Y ya, cuando escribo estas letras, tengo “Buenas Vibraciones”. Presiento que van a ser, como en años anteriores, unos momentos novedosos, instantes insospechados y vibrantes (valga la reiteración), alegres y sorprendentes, y, en definitiva, inolvidables. Nada que se parezca al “Deja vu” o “Esta experiencia la he vivido con anterioridad”. Y a modo de ilustración, porque no voy a contarles más, les diré que esi día “Orbayen Estrelles”, y eses estrelles no formen parte de la Vía Láctea sino que son, y ta claro, estrelles locales (Pepu, Puri, Paco, Pili ...., y Ana, Frany, Los Manolinos y un servidor que, humildemente, cantamos de vez en cuando, pero bien y por el libru). Habrá de todo. Y todo será documentado y, por tanto, recordado.

Duke me sugiere que proponga a esos “instigadores” que mencioné que promuevan para próximas ediciones la confección de un boletín, a modo de portfolio (habitual por estos lares), para que los presentes y ausentes en el evento manifiesten lo que a su derecho e imaginación convenga.

Desde estas páginas quiero transmitirles mis “Buenas vibraciones”.. Vuelvan a su juventud y acudan “Libres, como el viento”. Allí les veré.
Marcelino M. González



BALDOSAS ASESINAS

Igual que un pincel salía yo para el Pregón de las Fiestas de San Pedro. Zapatos nuevos, traje y corbata, y colonia de esas que una gota te vale más que una botella de Dom Perignon. Mi mujer al lado, guapa, elegante… ¿Qué voy a decir de cómo iba la mandakari?, a tono conmigo y con olor a jazmín. No podíamos ir de otra manera ya que estaríamos con la flor y nata de la sociedad langreana. Ya íbamos algo apurados por aquello del último retoque de labios y la raya del ojo cuando poco antes de llegar al salón de la solemne ceremonia mi insensato pie derecho se posa sobre una baldosa mal asentada y despegada con el catastrófico resultado que excuso mencionar. Al tiempo que recibía la salpicadura de agua y barro en mis zapatos y pantalones, también sentí en mis carnes una bofetada como un estallido. ¿Por qué no mires dónde pises?, mira cómo acabes de ponéme. Cago en tó. Pero mujer ¿qué culpa tengo yo, no ves que la baldosa está suelta? Pues ahora a ver qué hacemos. ¿No pensarás ir ahí con estes pintes?, me dice encolerizada. Entramos en alguna cafetería a limpianos, le respondo. Tú estás mal del tarro, ¿qué pienses que vamos a limpiar con les trazes que tengo? Llévame pa casa. Pero cariño, que no nos da tiempo, que falten diez minutos pa que empiece. Pues que esperen, dice sin posibilidad de réplica.

Volvemos a nuestra casa y nos cambiamos de ropa. Otro traje, otros zapatos, otras medias, otro vestido… Pasan veinte minutos y estoy listo y dispuesto a irme. Ella sigue en el cuarto de baño. Churri, ¿fáltate mucho?, venga que eso ya debió de empezar. Un cuarto de hora más, y no sale. Pero bueno, ¿no me dirás que estás pintándote otra vez? Pues claro, ¿no ves que el maquillaje de antes no me va con esti vestidu, el bolsu y los zapatos? Vale, vale, pero date prisa. Mientras la espero y echo un pitu, Duke, maquiavélico, me pregunta si la alcaldesa no habrá pisado también esa baldosa. No estaría nada mal.

Llegamos al Pregón una hora después de haber empezado. El salón repleto de gente engalanada nos mira, susurrando y comentando nuestra descortesía. Ante el atril, el Pregonero interrumpe su disquisición y espera a que hayamos tomado asiento para reanudarla. Como un tomate estaba yo, se me había acalorado hasta el paladar. Mi mujer, con la cabeza bien alta, me dice: “Y esos, ¿qué miren?, ¿tenemos monos en la cara o qué?”. Termina el acto y, ya más tranquilos, salimos al exterior de la sala. Tocan los saludos y reverencias. En ello estamos cuando, sonriente, se acerca a nosotros un viejo amigo. Mi mujer se pone pálida. “Os presento a mi esposa…”, nos dice. Incrédulo, al tiempo que la saludo, veo que lleva un vestido igual que el de la mía, que ha jurado no volver a más pregones. Todo por culpa de una baldosa. Le he puesto una cruz, procuren no pisarla.

Marcelino M. González


ASEOS, O SEA...

Una empresa neerlandesa ha instalado recientemente en la madrileña estación de Atocha unos lavabos de lujo de última generación que deben de ser la pera limonera porque, para hacer pis o caca, o simplemente lavarte las manos -cosa que deberías de efectuar cuando haces lo primero, ¡so guarro!-, tienes que introducir en la ranura 60 céntimos. No valen cien pelas. Tiene que ser un negocio del copón, tía. Tú imagínate los miles de personas, y personos (que diría la Aído), que pasan, esperan, embarcan, desembarcan, suben y bajan, o simplemente van a mirar, que de pronto les entra el apurón y se encuentran con que por la módica cantidad de 0,60 € pueden desahogar como si lo hicieran en el Palace o en el Hilton. Eso es mear a gusto. Con todo limpio y en su sitio. Con jabón y toallitas, higiénico papel y escobilla, con grifos que abren y cierran y, sobre todo, con un empleado (a) que está a pie de obra y cada poco va, limpia y si procede recauda. Porque las cajas tienen que llenarse, oiga. Somos un país prostático. Estamos atascados desde hace ocho años, así que tenemos unas ganas de cagarnos en todo que no veas, y si es de lujo la cosa mejor que mejor.
Con esto no debo de contarles nada nuevo porque lo verían en las teles. Lo que seguro que no dieron ninguna de ellas, de entre las 10.000 que hay (ahora 9.999), es que en el centro del parque Dorado de Sama también tenemos una hermosa caseta con aseos, o sea para damas y caballeros, con graffittis de diseño en exterior e interior, donde no se necesita pagar nada para hacer aguas mayores o menores y, como es de rigor, luego lavarte las manos. Pero hay un pequeño inconveniente: por ahora el de los paisanos está cerrado a cal y canto porque, según me cuentan los que normalmente andan por allí cerca por si las ganas, los cacos han arramplado con todo. Más que cacos, les llamaríamos vándalos: destruir por joder a la peña. Y han pasado unos cuantos días sin que el ayuntamiento haya tenido la diligencia de reponer lo que falta, reparar lo estropeado y adecentar el cubículo (el cubo del trasero). Pues dice Duke que no estaría de más que siguieran el ejemplo de los madrileños, que cierren los dos servicios y pongan un fielato electrónico para usarlos. No tanto como en la capital, que aquí la tropa anda mal de pelas y de próstata, con un poco menos sería suficiente. Daría para pagar el salario de una limpiadora, y los ancianos y damas mayores tan contentos.

Marcelino M. González


AL DIABLO CON LA CORBATA

Hubo tiempos en que mi corbata fue mas importante que mi propia persona. Cada noche, con mi examen de conciencia y mis previsiones para el día próximo a manecer, el lugar introspectivo mas importante lo ocupaba la toma de decisión acerca del modelo que adornaría mi camisa: Azul o roja; lunares, lisa o rayas; ¿discreta?; nudo windsor; ¿ocultará el último botón?...Todo dependía de mi estado de ánimo y mis proyectos del día siguiente. De nada servían mis peleas nocturnas porque la decisión siempre se tomaba tras el desayuno. Con el tiempo simpre usé corbatas discretas con doble nudo, nunca lisas y siempre anudadas de forma que la camisa no mostrara sus botones. Al fin y al cabo es para lo que sirve una corbata. Había analizado minuciosamente las corbatas de quienes habitualmente las utilizaban: los políticos, presentadores de televisión, actores, S.M. El Rey.... La que a mí me satisfacía era distinta a todas, completamente diferente: sin tener un cuello regio me gustaban sus nudos, no sus colores; no siendo mediterráneo, sino puro celta, me llenaba el porte y los colores de las de Zaplana, pero no sus nudos desalineados. Una simple mirada a la vestimenta de cualquier personaje bastaba para saber cuál era la importancia que éste le daba al complemento, y a sí mismo como personaje. Y así verdaderos profesionales perdían parte de su valor como tales por su dejadez utilizando ese complemento o, al contrario, por sus excesivos escrúpulos y refinamientos en su elección y acicalado. Lo mío fue una obsesión, un verdadero culto a la Corbata. Hasta que, por ello, Duke me perdió el respeto.

Me había resistido a usarla, aún cuando hacía tiempo que había cumplido la mayoría de edad, y pese a las insistencias de mis mayores y de mi círculo de amistades. Llegada esa hora, las chicas ya podían vestirse de largo y, en consecuencia, salir con chicos, y de nosotros no cabía menos que esperar, como signo de madurez, el que anudáramos entorno a nuestro cuello el complemento opresor que certificaría, en adelante, nuestra pertenencia al grupo de los “incipientes hombres del futuro”. Sin embargo, pese a tan halagüeñas perspectivas, las corbatas me daban repelús y grima. Me veía camino del patíbulo, con un pañuelo negro sobre mis ojos, una pesada soga presionando mi yugular y las sienes a punto de reventar. Coceptuaba su uso como el mas claro símbolo del decadente capitalismo, como el mas flagrante emblema de ser miembro del “Grupo”, de la “Manada”...Eso es, “La Manada”. Mi prehistoria fue corbatofóbica.

Y un buen día fijé mis ojos en una hermosa mujer que, habiendo pasado por su puesta de largo, me exigió lo propio. Al tiempo, ya en círculos universitarios, debías uniformarte para no estar marginado. Un examen oral te aportaba parte del aprobado si acudías trajeado. Y así sucesivamente: nada sin corbata. Todas las actividades sociales siempre debía de ir acompañadas de la mas adecuada. Si en un determinado momento te la desanudabas tenías que hacerlo con clase como si fueras un Robert Redford cualquiera en el papel de Woodward en “Todos los hombres del Presidente”, ya saben el asunto del Watergate. Llegué al punto de no permitir que nadie eligiera una corbata para mí y de buscar mis corbatas en lugares remotos y fuera de toda lógica. Sin embargo, pese a su mal gusto, admiraba a J.M. Carrascal por su atrevimiento y desenfado, pese a que siempre supe que nunca desluciría un traje con semejantes horrores. ¿Por qué esa paradoja?.

Tuvo que venir Duke y explicarme el motivo y el porqué me había perdido el respeto. “Mira Jefe, me dijo, tus corbatas no son mas que tus espectativas de triunfo, tus estados de ánimo, tus cacaos mentales, tus presunciones, tus orgullos, tus ambiciones y tus envidias. Salvo esto último, puedes tenerlo absolutamente todo, y mas, sin que para ello debas de emparejarlo con una corbata mas o menos bonita, mejor o peor puesta. Déjate de pasear corbatas y paséame a mí, que soy quien realmente te propongo buenas cosas. Póntela solamente cuando tengas algo muy importante que decir”.

Sepan ustedes que Duke es mi oráculo particular, por eso siempre hago caso de sus proposiciones y, aunque resulte extraño, me permito escribirlas y, ambos, tenemos la enorme suerte de verlas publicadas. De ahí que hoy, dada la suma importancia de lo que tenía que decirles, me vean encorbatado con nudo windsor y sin que se vea un solo botón de mi camisa. Al fin y al cabo es para lo que sirve la corbata.

Marcelino M. González

PANADERÍA



Las cosas que suceden en los establecimientos públicos son para escribir más de un libro. ¿Qué hostelero, tendero, peluquero o cualquier otro profesional que se ocupe de la atención al cliente, no tiene tantas historias y anécdotas para contar que darían para una enciclopedia? En más de una ocasión hemos contado en estas páginas alguna de esas historias, aconteceres que nos han sucedido a Duke y quien suscribe. La que hoy les cuento se ha reiterado en un montón de ocasiones. Ya saben, esos recados de la mandakari que ya se toman como algo tan cotidiano como el pan nuestro de cada día. Pues a por pan, precisamente, vamos todos los días al super con la sana intención de hacer el mandado de forma rápida y expedita, procurando la mínima espera en el puesto y en la caja, y hace unos días nos sucedió lo que tantas otras veces. Entramos en el super raudos como flechas y en el pasillo que nos dirige hacia la panadería, por cierto con mercancías dispuestas para ser colocadas en las estanterías, nos encontramos con una señora oronda que camina lentamente y nos impide el paso. Como somos corteses, y no nos es posible saltarla ni mucho menos rodearla, caminamos tras ella hasta llegar al puesto donde se para y, tras esperar su turno, empieza nuestro calvario. “Fulanita, ¿guardásteme la docena de casadielles que te encargué ayer?, hay fía están buenísimes…” Y la empleada se las envuelve y embolsa. “Oye, eses que tienes ahí donde aquell’otro ¿qué ye de nata o crema?..., pues dame media docena”. De nuevo el embolse. “Ponme ocho palmeres de chocolate y seis normales”. Más embolse. Mientras tanto nosotros impacientes dándole al pie y pensando que todo eso no se lo podía comer ella solita. O sí. Continúa el pedido, “¡ah!, ponme también esas dos espigas de cabello de ángel”. Acabáramos, yo que quería una y me acabo de quedar sin ella. ¡Hay que joderse! Y, luego de escrutar la vitrina y pedir alguna chuche más, por último el pan. Medio bregáo, cuarto de no se qué y seis bollos preñáos. Digo yo que eso será pa to la semana… Todo al carro y se va. Llega mi turno. “¿No te quedan espigas?”. - Se las llevó la señora que iba delante, me contesta la empleada. “Pues dame el pan de siempre, anda. Embolse y me voy corriendo a caja donde me encuentro de nuevo con la gorda descargando en el mostrador el carráu pasteleru de los cojones. Veinte minutos pa comprar una puñetera barra de pan, oiga.

COMO AFOGÁOS



Populares ante el Juez.



No se acuerdan, no les consta, no saben…”, y así una contestación tras otra a preguntas de la fiscalía y acusaciones en sede de Audiencia Nacional. Estos que fueron todo entre los populares y alguno que aún lo es parecen seguir los pasos del de Tuilla, de repente son unos desmemoriados y repiten todos lo mismo como una letanía, todos adoptando una misma postura ante el tribunal, con la misma cara. Con el mismo rostro. Cascos, Rato, Acebes, Arenas y Mayor Oreja no tienen ni pajolera de lo que pasaba ante sus propias narices en los tiempos en que la viruta negra entraba a espuertas en Génova para financiar el partido y engrosar la fortuna de Bárcenas y, según él mismo, de algunos más. Sobres por aquí y mordidas por allá durante años y años, y la cúpula del partido en la inopia. Parece que han levantado un muro infranqueable.
Ahora, el próximo 26 de julio, toca lo propio a quien quizás haya tenido menos que ver con toda esta vergüenza, al propio Presidente del Partido y del Gobierno, Mariano Rajoy. Tras denegarse su comparecencia y declaración mediante videoconferencia, se encuentra ante la humillante tesitura de hacerlo en persona, en vivo y en directo. Y cuando hemos de presumir que será interrogado en los mismos términos que lo hicieron sus cinco antecesores, nos preguntamos si sus contestaciones serán idénticas y si su gestualidad la misma. Poner cara de tonto -y el gallego sabe hacerlo a las mil maravillas-, como preguntándose por qué le llevaron allí si él no se ocupaba de la tesorería y esas bagatelas.
Todo ello nos hace volver a plantearnos una duda que nos atormenta desde hace tiempo: ¿dónde están todos los empresarios, sindicalistas y políticos que se vieron beneficiados por los manejos de Villa, todos los que fueron palmeros del viejo exsindicalista, que parece clonado de los dirigentes populares, y que ahora callan como afogáos?