No
logro salir de mi asombro. El reino de los cielos cada vez está más
restringido. Entrar en él ya se está poniendo más difícil que
encontrar aparcamiento en Sama o La Felguera un día de mercado. Debe
de estar ya petado, con overbooking, y en consecuencia San Pedro sólo
deja pasar a quienes lleven recomendación vaticana o dispensa papal.
Ya lo tienen vedado casi todos los socialistas, y ahora también lo
tienen prohibido los homosexuales y transexuales. Al menos, si no he
entendido mal, eso ha dicho recientemente Su Eminencia el Cardenal
mejicano Javier Lozano Barragán, (ahora siéntense y tómenlo con
paciencia) Presidente Emérito del Consejo Pontificio para los
Operadores Sanitarios del Vaticano (¿cómo les ha quedado el
cuerpo?). Pues bien, el mitrado ha especificado que quienes tengan
esa orientación sexual nunca entrarán en el Reino de los Cielos.
Díjolo San Pablo, concluyó. Y se quedó tan “pancho”. También
dijo Jesucristo aquello de “amaros los unos a los otros” y, que
yo sepa, no se refirió a “las otras”. A no ser que Pablo de
Tarso venga ahora para decirme lo contrario. Porque, vamos a ver,
¿quién mandaba más El Mesías o el ex perseguidor de cristianos?
Siempre oí decir que donde hay patrón no manda marinero.
Y no
logro salir de mi asombro porque ya no sé si escucho más
barbaridades de los representantes de la política -de casi todos-
que de los de la Iglesia. Los primeros ya ni nos dejan fumar y los
últimos no quieren que nos incineremos. Los unos cada vez nos
proponen más inventos para solucionar este desastre, pese a lo que
diga su nuevo best-seller que es La Ley de Economía Sostenible, y
los otros…, bueno, los otros ya no tienen más best-seller después
de los Evangelios, así es que, cada poco, sacan un remake para estar
al día y tener sometida a la tropa. Pues va a ser que, después de
esta sentencia cardenalicia, volverán a llenarse los armarios.
Cuanto menos tendrán que volver a entrar en ellos todos los que no
quieran arder en el fuego eterno. ¡Y eso quema! El gran problema es
que, además de en el cielo, también hay overbooking en los armarios
y, por tanto, pronto lo habrá en el infierno. Así es que nuestra
recomendación para gays, socialistas, transexuales y lesbianas (con
mis respetos para todos ellos) es que se hagan cardenales o
cardenalas. Es una forma de obtener la bula celestial sin tener que
andar abriendo y cerrando puertas de armarios, cielos e infiernos.
Yo no
se lo que dirá de esto mi admirado obispo auxiliar de Oviedo, Don
Raúl Berzosa. Seguro que, al igual que respondió a nuestra columna
de 7 de noviembre “Quemar después de quemar”, dirá que en estas
cuestiones no se puede andar con bromas o con chistes fáciles. Para
humildes columnistas como Duke y quien suscribe estas páginas son
nuestro púlpito, y los temas de que hablamos son tan serios que no
se nos ocurre bromear con ellos. Me refiero a los temas de la
orientación sexual que cada uno haya elegido o cómo queremos ser
sepeliados, porque en eso estriba el libre albedrío con el que todos
nacemos. Sin embargo, sí nos parece una broma de pésimo gusto que
los purpurados se entrometan de forma continua y persistente en
cuestiones políticas, sociológicas o sexológicas, como en este
caso. Hablando de la resurrección de los trasplantados, que me digan
que “El cuerpo resucitado, tanto del donante como del receptor,
serán cuerpos transfigurados o espiritualizados como el de
Jesucristo (sic)” me produce hilaridad. O eres cuerpo, o eres
espíritu. Las dos cosas a un tiempo son como la suma de peras y
manzanas de Ana Botella. Pero no nos hagan mucho caso porque, al fin
y al cabo, ésta no es más que nuestra humilde y profana opinión.
A
propósito, ¿alguno de ustedes sabe si en el cielo se puede fumar?
Porque al paso que vamos solo podremos hacerlo en el Averno. De todas
formas no está mal, allí solo tendremos que poner el tabaco.
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