lunes, 26 de junio de 2017

COPIRRÍ

Hoy en día se vende todo, sea lo que sea y venga de donde venga. Las cosas mas insospechadas adquieren valores estratosféricos cuando se trata de algo que ha sido propiedad de un personaje importante o que ha estado en algún lugar determinado en momentos históricos. Es el caso del célebre Muro de Berlín: el 9 de noviembre de 1989, los berlineses llevaron a cabo la destrucción del muro, que separó a Alemania en dos, con todos los medios que tenían a su disposición animados por el virtuoso violonchelista, íntimo de nuestra Reina Doña Sofía, Mstislav Rostropovitch que había tenido que exilarse al Oeste. Los escombros resultantes de la demolición fueron guardados como reliquias y, en muchos casos, vendidos o subastados como si de obras de arte se tratara. Vemos alguna de aquellas piedras y, al carecer del sello de “denominación de origen”, no podemos menos que pensar que bien podrían proceder del antiguo Carlos Tartiere o de la casa de mi abuela. Otro tanto ocurre con la parisina Torre Eiffel: Hace unos años se remodeló uno de sus tramos con el objeto de instalar los elevadores, y de tal desguace quedó un trozo de unos tres metros de longitud que, esta semana, fue subastado y alcanzó un valor, creo recordar, de veinte mil euros. Tampoco llevaba denominación de origen por lo que bien podría proceder de los Talleres del Conde. Mucho mas alto fue el precio alcanzado por cinco vigas de madera de la Alhambra, desaparecidas hace decenas de años. Lo mismo ocurre con los efectos personales. Hemos sabido que un baúl rescatado del hundimiento del Titanic fue subastado en Cristie's en mas de doscientas mil libras. Su británica propietaria, única superviviente aún viva del naufragio, necesitada de dinero, esperaba obtener unas diez mil. ¡Menudo pelotazo!. Con estos antecedentes Duke se pregunta cuánto podría valer hoy el condón utilizado por Idi Amín Dadá, el pelo extraviado de Yul Brynner o el primer diente de leche de Rin-Tin-Tín.

Esto ocurre con objetos que deberán de haber pasado por un laborioso proceso de autenticación para asegurarse de la originalidad de su procedencia, pero pasa exactamente igual con las obras de arte (cuadros, esculturas, obras literarias). Actualmente los llamados “Derechos de Autor” (Copyright) suponen una protección hasta el “Mas allá” de los derechos patrimoniales y morales de aquéllos que han dejado alguna obra artística, o algún bodrio, en muchos casos. Efectivamente, hasta que no se alcancen los setenta años después del fallecimiento del autor, sus herederos y caushabientes siguen “chupando del bote” y de parte de las percepciones dinerarias que produce la venta de la obra en cuestión. Hay obras con Copyright, representado por una “C” inscrita dentro de un círculo, verdaderas obras de arte, y las hay con Copirrí, representado de idéntica forma, que son auténticas “cacas” (es una “C” ambivalente) y, aún así, la gente las valora y, por supuesto, las compra.

Como dice mi musa, hay gente “pa to”. Los que leen los diarios deportivos habrán observado que en las páginas de alguno de ellos figura la publicidad de la “Sandwichera oficial” (copirrí) de los dos equipos de futbol madrileños. Coleccionando unos cuantos cupones y por un módico precio (¿?) puedes comerte un sabroso sandwich del Real o del Atlético de Madrid. Da igual lo que lleve dentro, lo importante es el “escudo”. Y es que esto del Merchandising es la hostia: El reloj oficial del Real Madrid, la toalla oficial del Barcelona, la gorra oficial del Valencia..., y la música en Pravia. Como decía al principio todo se compra y se vende, y mejor si tiene “copirrí”.Tengo un amigo comerciante a quien le ha quedado en almacén una partida considerable de bragas, de las de cuello alto, y me dice que, como ahora lo que se lleva es el tanga, no ve manera de buscarles salida en el mercado. En aplicación de mis escasos conocimientos de Marketing avanzado, le he sugerido que les serigrafíe un símbolo acuático y las anuncie como la braga oficial del equipo nacional de natación sincronizada, por ejemplo. Como diría el ínclito ex-presidente: “Está trabajando en ello”.

El Culo de Silveira sí tiene Copyright, amigo Montoto, al igual que lo tiene el Culo Monumentabilis de Úr-culo. Sin embargo hay muchísimos otros que no merecen el oficial calificativo, como muy acertadamente opinas. Felicidades por ello. Y con todo esto mi amigo me pregunta: ¿lo mío qué es, pedigrí o copirrí?. - Lo tuyo es “muy grave” Duke, ¿a quién se le ocurre esta columna, sino a tí?.


Marcelino M. González

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