viernes, 31 de julio de 2015

MANERAS DE LLOVER



Cosas del tiempo



Decía Halbert Hammond haz muchos años que “Nunca llueve al sur de California”, ¿acordáisvos? Sin embargo Duke piensa que alguna vez llovería. Aunque fuese en seco. Y el mi amigu Jero comentábame haz menos tiempu que “…pa mí lo de los pronósticos meteorológicos ye to mentira. Pa mí lo verdadero ye salir a la calle y si me mojo ye que llueve. Miro p’arriba y si no ta alguno meando o regando les plantes ye que ta lloviendo. Esa ye la mi noticia. Pero si alguien me diz que ta lloviendo en Luarca, o que llovió, no, no lo creo”. Pero ye que nosotros tamos convencíos que todo ye relativo, incluso la lluvia. Por mucho que digan Alberto y Jerónimo. Hay maneres y maneres de llover, y depende de quién te lo diga o te lo cuente. Hoy que-í doy a la tecla, después de unos días de sol y bochornu, paez que sí llueve. Lo que pasa ye que mientras no salga a la calle pa velo y sentilo no deja de ser una ilusión visual. Porque a ver, ¿ta lloviendo, orpinando, orbayando o haciendo el pijo? Hay que especificar les coses, boba.
Pa los asturianos el orpín ye una mariconá. Eso no vale pa les lechugues ni les fabes de la granja. Ye como esi agua en aspersión que suelten en algunes terraces de por ahí abajo pa refrescar a la tropa. Alivia la caló pero no moja na. Sin embargo el orbayu ye una cosa más seria. El orbayu refresca también, pero moja de cojón de pato. Y eso sí que vale pa los repollos y les remolaches. Si en les terraces del sur ponen un orbayu decente como el asturianu, los clientes iben a acordase de to los muertos del hosteleru que tuvo la idea y cagase en la madre que lu parió. El chirimiri, que llamen los vascos. Que mira tú que ocurrencies tienen los de la chapela y el Guguenheim esi.
Ahora que lo gordo ye la lluvia. Cuando llueve de verdá el hosteleru quita la terraza y los clientes métense dentro el chigre o marchen pa casa. Por si arrecia, que esa ye otra. Llover ye lo que hizo aquí en Sama haz un añu, el sábado 2 de agosto. Y luego también arreció como un cinco en la escala del pluviómetro. El agua saliose de los sumideros y les alcantarilles y empezó a correr po les places y les calles, como si el Nalón hubiera escapáo del cauce. Y los paisanos y muyeres con escobes echando el agua fuera les tiendes y los portales. Gunsumadre, eso sí que era llover, no lo de California y les meáes y regáes del mi amigu.

jueves, 30 de julio de 2015

ELLA Y ÉL



Sobre la igualdad de sexos



Cuando hablamos en plural se entiende que nos referimos a ambos géneros, a ellos y a ellas. Que luego llega la Aído y nos tilda de machistas. ¿Vale? Dicho lo cual, puedo afirmar y afirmo que los hombres no somos igual que las mujeres por mucho que diga la Constitución y nombren ministros, consejeros y concejales del ramo, y la rama. ¿Ónde vas a parar? Empezando por los mis amigos  Maripuri y Luisinacio. Ya vos dije un día que él ye medio gilipollas, que entra en los sitios y hasta come con el sombreru puestu. Claro, compró un Panamá -o eso diz él que ye- en la plaza y tien que enseñalu como tos esos finolis que van a Roland Garros, que en vez de un Grand Slam parez un pase se gafes de sol y sombreros de la plaza. Y Maripuri ta tol día diciendo-í que lu quite, que en la misa de Santiago no pinta na con sombreru, porque ye irreverente y además ye igual que si al Santu y pusieran dos pistoles en vez de una espada de matar y destripar. “No pue ser, cariño. Tú lo que tienes que poner pa cubrir les poques neurones que te queden ye una boina o una visera d’eses que dan en la Feria Xixón. El sombreru tápate enteru. No se te ven ni les alpargates d’esparto”. Y ye que Luisinacio ye un tapón como el actor esi, Dany de Vito. Imaginate tú a esti actor con un sombreru de ala ancha como el que traía Clinisgud.
Sin embargo Maripuri ye un monumento, un cachu muyer de la virgen. Saca-i a él cuarta y media, o dos cuartes. Anda siempre bien vestía, con unes faldes y unos escotes d’esos que provoquen los choques de la tropa contra les faroles y trae unos tacones del diez. La verdá ye que Maripuri quita el hipo. Así que cuando van juntos ni dios se fija en Luisinacio, por muchu Panamá que traiga en la quijotera. Y él tan contentu, presumiendo como un gochu con tirantes. Convencíu de que ye igual que Bradpit, pero en langreano. Ya vos dije que era gilipollas. En cambio ella va a lo suyo, tiesa como una vela. Orgullosa, pero sin demostralo. No mira pa ningún lao porque sabe que no pasa desapercibía pa nadie.
De manera que fíjate tú si los paisanos vamos a ser igual que les muyeres. ¡Qué va, hó!, ni por asomu. Porque, además, ella sabe hablar de política y eses coses. Y ye muy culta. Pero él, sacándolu del futbol y el su Madrid, caya como un afogáu. El probe.

miércoles, 29 de julio de 2015

JIRA CAMPESTRE



Una tarde de pic-nic





Han terminado las fiestas del Patrón y, como preveía en mi artículo del pasado domingo, han resultado todo un éxito. Salvo la lluvia de la tarde del viernes, hasta el tiempo acompañó. Mientras tanto un Juzgado de lo Mercantil de Oviedo declaraba en Concurso de acreedores a la Sociedad de Festejos de Santiago, con lo que parece que la entidad centenaria también ha fenecido. RIP, caput, d.e.p. Pero de los acontecimientos por los que pase desde ahora serán cosa de quienes fueron sus dirigentes y del propio Juzgado. Aunque tenemos nuestro propio criterio no es momento para hablar de ello, sino de reiterar nuestros parabienes a los hosteleros organizadores, y creemos que los de todo el pueblo. A falta de entidad hubo un colectivo que la suplió con creces. Ojalá se repita en próximas ediciones, a ello les animo desde estas líneas.
Pues el caso es que, para terminar, Duke y yo nos fuimos de jira. Como casi todos los samenses y muchos foráneos de afuera y de más lejos tovía, pero solos. Porque nunca fuimos muy partidarios de andar en procesión y pa solos somos únicos, aunque sea pa comer empaná, tortilla de patata, y tal. Con alpargates, camiseta al efeto y el pañuelu al pescuezu rememoramos las viejas jiras campestres en las que los romeros merendaban tumbados en el suelo provistos de todo lo necesario para el ágape. Lo primero, la esterilla y lo segundo, aquella cesta de mimbre prismática invertida, o echada (como quieran), con un asa en el centro y una tapa a cada lado que abría contra el asa y donde entraba de todo. Carne, chorizos, empanada, el bollu preñáu y el güevu cocíu de rigor -¿qué iba a ser de una jira o una espicha sin güevos?-, y pa beber cava (pese a Mas) con to y copa, que nosotros somos muy finos. Pero además, como íbamos solos, llevamos un cojín pa cada uno, un libru trascendental de Milan Kundera pa mí (esi de la insoportable no se qué) y la consola p’al mi colega, que ta envizcáu con el Mario Bross esi. Y allí, en un prau que tenemos detrás de la que fue nuestra casa de Lada, merendamos tranquilinos sin que nadie nos mojara ni oyéramos el chis-pun, chin-pon de les orquestes y la música de terraza, ni a los Chichos, ni les sevillanes de María del Monte. Luego volvimos pa casa fartucos, furando entre les procesiones y multitudes que había p’ol pueblu. Y hasta el añu que vien. Si llegamos.

martes, 28 de julio de 2015

ESENCIA NATURAL



Los limpios y los guarros


Estoy convencido de que los humanos tenemos memoria olfativa, todos sabemos a qué huele una rosa aunque no sepamos describirlo, y también todos tenemos muchos recuerdos olfativos que nos transportan a nuestra niñez y, casi siempre, rememoran tiempos pasados: el olor a hierba, a café recién tostado, a lluvia, a pan de pueblo. Vienen a mi mente muchas: la de un coche nuevo, la de aquellos lápices de colores y gomas de borrar que utilizábamos en la escuela, la de la leche en polvo que nos daban y la recién ordeñada, el regaliz, el cuero, las tiendas de ultramarinos de antes. Nuestra madre también tenía su fragancia que nos ha quedado guardada en la memoria. Hay olores que no están al alcance de todo el mundo, por precio, como es el No.I Imperial Majesty creado por pedido de la Reina Victoria de Inglaterra y puesto a disposición de los pasajeros de primera clase del  Titanic, perfume del que tan solo medio litro hoy cuesta la friolera de 260.000 dólares (más de treinta millones de pelas); o inalcanzables por ubicación como pueda ser el olor a acetilsalicílico que desprende la planta Bayer de Lada cuando descargan los camiones cisterna, se lo recomiendo a quienes padezcan dolor de cabeza. Se les quita para seis meses. Sin embargo hay fragancias que, por desgracia, sí están al alcance de todos. Es el olor de quienes no se lavan, de aquellos que no practican con regularidad el aseo diario. Es el conocido “eau de sobac”, el perfume preferido por los guarros(as) que pululan por ahí y, en ocasiones, se meten por nosotros ufanándose del extraordinario desodorante que se ponen. Seguro que a todos nos ha tocado gozar de la incomparable compañía de alguno de estos individuos molestos, insalubres, nocivos y peligrosos. En el autobús, en el súper, en las salas de espera…, generalmente en lugares de los que no puedes huir y en los que, inevitablemente, todos se miran entre sí a fin de descubrir al portador de la esencia de los limones salvajes del Caribe, algo muy parecido a lo que ocurre cuando alguien se tira un pedo en el ascensor. Lo que ocurre es que un pedo no es más que una manifestación de protesta y, hay veces que aún siendo muy estentórea también lo es pacífica. Al contrario, las esencias naturales de estos personajes no avisan, sino que se desploman como una losa sobre tu pituitaria y te ahogan, te asfixian y te destrozan los sentidos. Todos, incluido el sentido común.