martes, 21 de julio de 2015

EMPANADA



En busca del Panamá perdido

Desde que perdimos Cuba y Filipinas nunca había llevado un disgusto como esti. En serio. Empiezo bien la semana, ¡cagondiez! Resulta que salí de casa temprano a comprar el pan y, de pasu, tomar el periódicu y leer un café. No llevaba sombreru ni paragües. Ye raro que salga de casa sin el mi Panamá con estos calores veraniegos. Además al salir dijéronmelo varios conocíos que me vieron pasar con la quijotera al aire: “¿ónde dejaste a Marce, Duke?, ¿y el sombreru?”. El sombreru ya salió por la fresca y  Duke olvidóseme, contesté. Y no se de qué se reíen, como si tuviera cares en el mono, ¡redios! El casu ye que, después de hacer los recáos, los leíos y los tomáos, volví pa casa tranquilu, pensando en no se qué, y na más llegar recibiome Duke con la cara entorná y les orejes eniestes como queriendo pregúntame algo. Debía de veme raru. “¿Y a ti que pulga te picó, amigu?, ¿tú también me ves raru?”. Díjome un lacónicu “guau”, y ahí quedó la cosa. A mediu día tenía que ir a la farmacia a por eses coses de la receta letrónica y un frascu de aspirines porque dolíame un poco la cabeza, así que fui a coger el sombreru que siempre lu dejo encima de les carpetes donde guardo les pijáes que vos cuento en LA NUEVA ESPAÑA, y resulta que no taba. Eché les manos a la cabeza, y tampoco taba. ¡Qué raro!, ¿ónde dejé el Panamá? Y empecé a buscar por to la casa: en los cajones, debajo les cames, en el armario del bañu, debajo el fregaderu, en la bolsa la basura y hasta en la funda de les Rayban. Y nada. Así que dije pa mis mismos adentros: “Tranquilu, da marcha atrás y empieza por lo que hiciste na más levántate po la mañana”.
Saqué a Duke veinte minutos por el mismu sitiu, llevelu pa casa, fui otra vez p’ol pan y, antes, fui a leer otra vez el café con leche y tomar el periódicu. Volvieron a parame en la calle y a reise de mí porque además pregunteyos si habíen encontráo algún sombreru po la calle. Volví pa casa mareáu de tanto buscar y Duke volvió a mírame igual que la primera vez. Esta vez díjome “Guau, guau”, moviendo el ráu pa que lu siguiese. Fui detrás d’él hasta el cuartu de bañu y quedose mirando pal teléfono de la ducha al tiempo que dijo el últimu guau. Rotundu y definitivu. Allí taba el Panamá colgáu y pingando, llenu espuma. Había ducháome con él y por eso no aparecía. Cogilu y metilu en la secadora. Y secó, pero quedó perjudicáu. Como les mis neurones.

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