La acogida de refugiados
Dicen que las comparaciones son odiosas y la que se ha buscado
nuestro ministro del interior, Jorge Fernández Díaz, hace bueno el refrán
popular. Para eximir a España de la aceptación del cupo de concesión de asilo a
refugiados propuesto por la UE no se le ocurre otra cosa que asimilar la
eventual aceptación del número de ellos asignados a nuestro país con un
problema de fontanería. En un tema tan delicado y escabroso que trae a toda
Europa de cabeza en los últimos meses, con Italia y Grecia como países más
perjudicados, el ministro español ha tenido una coladura cum laude. Según él
este problema es lo mismo que una casa donde hay una gran gotera, donde la casa
sería la UE y la gotera el colectivo de refugiados de Siria, Eritrea, Somalia,
etc. Millones de personas sin hogar, desarraigados, perseguidos por razones
políticas y con la muerte en los talones. Una muerte más que segura si
permanecen en sus respectivos países y que quieren evitar huyendo, dejando en
miles de casos su vida en el fondo del Mediterráneo. Millones de goteras que,
siempre a decir del ministro, Europa pretende distribuir en todas las
dependencias de la casa: unos miles en el salón, otros miles en la cocina y así
sucesivamente. De manera que la propuesta europea se hace inaceptable para
España, entre otras razones porque nuestro país ya soporta suficiente
inmigración a través de Ceuta y Melilla, y porque nuestro índice de paro no
permite la acogida de estos parias.
Nos olvidamos, y se olvida el gobierno español, que los miles
de africanos que aguardan la oportunidad para saltar las vallas de nuestras
ciudades autónomas son gentes que quieren irse de sus orígenes en busca de una
vida más digna, y que pocos de estos casos son equiparables a los sesenta
millones de personas que huyen de la muerte. No es comparable un inmigrante a
un refugiado, como tampoco lo es el tocino y la velocidad. Ni la tragedia de
los refugiados lo es a las goteras del señor ministro. Desconozco si la
brillante idea salió de sus neuronas o de los fontaneros de Moncloa, lo que sí
es cierto es que ha resultado ser muy desafortunada. Esos millones de gentes
necesitan que, cuanto menos, se les facilite un tránsito hacia la libertad y
que, en lo poco que nos toca, España y otros países con goteras acepten las
cuotas que se les propone desde la UE. Ayudemos a los refugiados sin excusas
necias. Tienen derecho al asilo.
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