sábado, 31 de julio de 2010

DESNUDAR EL ALMA


Duke pregoneru, lo que nos faltaba ¿Quién me lo iba a decir a mí? El caso es, que hace más de un año, las buenas gentes del Nalón de Lada me pidieron que pronunciara el Pregón de las Fiestas de San Román que empiezan hoy. Halagado por la oferta, no me resistí a aceptarla y de inmediato puse a Duke a pensar para ver que es lo que ambos podíamos pregonar. Y aunque, desde el principio, en su cabeza bullía una idea bastante clara, no fue hasta hace poco más de un mes que terminó por perfilarse definitivamente y la llevamos al papel, que es el que hoy leeré si los nervios no me traicionan.

La verdad es que ni Duke ni quien suscribe fuimos nunca muy partidarios de estos protocolos tan nuestros, tan de aquí. Hasta tal punto que el primero al que asistimos fue tan solo hace unos años. Sin embargo hemos descubierto que estos actos tienen su encanto, su magia. Rememorar tiempos pasados que no siempre tuvieron que ser mejores que los presentes y hacerlo desde un punto de vista estrictamente subjetivo nos convierte en narradores de la historia, aunque sea por unos minutos, de forma que en esa narración siempre se encuentra algo nuevo, algo olvidado, inapreciado o que en aquellos tiempos pudo parecernos inane (¿qué significará eso?). Y es que las pequeñas cosas, aquéllas que parecen no tener importancia, son las que el paso del tiempo convierte en algo inolvidable, en la sustancia y el espíritu de un pueblo.

Uno que ya está acostumbrado a desnudar su alma ante la gente con sus habituales artículos de LA NUEVA ESPAÑA, de algún modo siente cierto pudor al tener que hacer lo propio en vivo y en directo ante un auditorio que estudia hasta tu menor movimiento, que examina tu indumentaria, tus gestos, si engordaste y lo mayor que estás, para en algún caso no atender a lo que estás diciendo que, al fin y al cabo, es lo único importante. El mensaje, que no el mensajero, es lo que define un pregón. La carta, y no el cartero, contiene la noticia, independientemente de que esta sea buena o mala.

Mi único temor, antes de comparecer ante los asistentes, es que les desagrade el mensaje que les llevo y no que mi corbata combine o no con el resto de mi atuendo. Y también que, en su consecuencia, me corran a gorrazos o me arrojen una tomatina como la de Buñol. Por eso esta columna de hoy no supone el anuncio de mi espectáculo particular -no tengo tal presunción-, sino el ruego de que aprovechen su tiempo en otra cosa mejor que en ir a escuchar las tonterías que voy a contarles. Aunque bien pensado, mayores tonterías se escuchan en otros foros (bien saben a qué foros me refiero) y las gentes siguen acudiendo a ellos provistos de lemas y pancartas. En fin, hagan ustedes lo que consideren oportuno. Sea como fuere les quedaré agradecido. Una vez más.

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jueves, 29 de julio de 2010

NI PÍO


Resulta ya un poco cansino este culebrón del regreso a la política activa de Francisco Alvarez Cascos. Él, que aún no se ha manifestado al respecto, cuanto menos públicamente, se estará descojonando de risa con tantos dimes y diretes, tantas idas y vueltas y tanta literatura especulativa. Piensen ustedes por solo un momento que Pacocascos no tenga ninguna intención de ser candidato a la presidencia del Principado, que la Junta General se la traiga al pairo y que lo que realmente desee es sentarse en la bancada azul del palacio de la Carrera de San Jerónimo y esta vez en el primer asiento. Porque tal y como van las cosas, y viendo la desastrosa oposición de Don Mariano en esta legislatura de crisis, no sería extraño que para las próximas elecciones de 2012 -que, no lo duden, serán en esas fechas- el gallego no repita so pena de descalabro. Y si Rajoy no llegase a ser el próximo candidato a la Moncloa, no creemos que vaya a serlo ninguno de los que colaboraron en el desastre. A lo mejor la formación conservadora consideraría oportuno reverdecer viejos laureles.

Duke ve a Cascos agazapado, observando en silencio y con prudencia las maniobras de unos y otros. Sin decir “ni pío” y preparado para, en cualquier momento, saltar a la arena y hacer una faena digna de José Tomás aunque, como en el caso del diestro, termine revolcado y ensangrentado por los empellones de la política. De hecho ya está sufriendo algún revolcón que otro por parte de los suyos, aún sin haberse vestido de luces. Ya lo dijo el poeta Luis Rosales, “¡al suelo, que vienen los nuestros!”. Pío Cabanillas primero, y después Alfonso Guerra suscribieron la célebre y acertada frase. Y es que no hay peor cuña que la de la misma madera, ni peor enemigo que alguno de tus amigos.

Elegir un candidato para repetir resultados, para perder las elecciones, lo hace cualquiera, y también cualquiera puede resultar válido para ser el elegido y perderlas. Otra cuestión es que, entre media docena de posibles, se escoja al que mejor pueda pilotar la nave y al que realmente desee tener la marinería. A poco que se pulse la opinión de la calle se podría concluir que la gente considera a Cascos como el único de entre las filas populares capaz de ganar unas elecciones autonómicas y gobernar esta región sin sometimiento a las directrices del gobierno central, como viene ocurriendo en la mayoría de las autonomías. Otra cosa es lo que piensan los que manipulan los destinos conservadores en Asturias que temen que el eventual desembarco del Ex Secretario General suponga el fin de sus prebendas y regalías. En cualquier caso mucho nos tememos que el culebrón continuará durante algún tiempo y, mientras tanto, partidarios y detractores seguirán tirándose los trastos a la cabeza. Podían aprovechar su tiempo en cosas más productivas.

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miércoles, 28 de julio de 2010

LOS CHICOS DEL CORO


Esas fotos oficiales de los gobiernos formados delante del Palacio de la Moncloa con el Presidente en cabeza siempre me recuerdan a los grupos corales, y viceversa. El otro día en el Pregón de Santiago presenciaba la actuación del “Laureado” y no podía menos que imaginarme a Pepiño Blanco cantando “Soy de Langreo” y al resto de sus colegas ministeriales replicando “Esi mandilín que me diste ayer, ya lu recosí, ya lu remendé”, todos ellos bajo la batuta del maestro Zapatero. Y observando, en mi ensimismamiento, al coro langreano no dejaba de hacerme algunas preguntas. El libro ese que lleva cada miembro (y miembra, en su caso) y que mantienen abierto ante sus ojos durante la actuación ¿pa qué sirve? Estoy en la duda porque ye que ninguno mira pa él, así que debe de traer algo así como el menú o la carta de los restaurantes, pa ir después a comer, o a cenar. Así ya van eligiendo. De hecho, cuando yo era un neñu, un día que fui con mi padre a un restaurante, cuando el maitre (o como se llame esi de la tarabica que pon una mano atrás como si quisiera guardar algo) nos ofreció dos libros de esos, la carta, dijé-i yo “y usté ¿dónde canta?”. Claro no taba yo muy acostumbráu a eso de andar por los restaurantes.

Y el director (o directora) ¿pa qué sirve?, porque tampoco mira nadie pa él, o pa ella. Esi sí que debe de ser un adornu. O a lo mejor sirve solo pa llevar les hosties de la crítica si alguien desafina o los bajos tan muy altos. Eso sí, cuando terminen la canción ye cuando da la vuelta y to los del público y puén ver el careto. Así ye que los chicos del coro no miren ni p’al libru ni pal dirigidor. De hecho no miren pa ningún lao. Tienen la vista como perdía en un puntu del horizonte indefiníu. Tan todos como poseíos por un espíritu líricu. Claro, como canten les mismes siempre, saben to les canciones de carretilla. Puén cantales hasta durmiendo, o borrachos. ¿No ven como, después del acto, van a tomar sidra y no lleven libru ni director, canten otres canciones y hacénlo como los ángeles? Pues la respuesta ye esa: que son unos profesionales. Igual que el cocineru del restaurante, que pa hacer la fabada no necesita del libru de Maria Luisa ni del chef pa que-i salgan como a mi güela.

Duke piensa que con los chicos del gobierno pasa otro tanto de lo mismo. No necesiten el libru de instrucciones ni el director, porque son unos profesionales del cante. Aunque, en esti casu, ye él, el Presidente, el que lleva les de perder, porque mira que haylos (as) que desafinen. Luego la actuación ye un desastre, merecedora de una buena tomatina, y el baranda diz que la culpa tiénla el repertorio que no ye el apropiáu y ta obsoletu. Que van a incorporar uno nuevu, cuando lo que teníen que hacer era cambiar los músicos y poner un nuevu director. Canten muy mal, cada vez peor. Hacíayos falta un buen Voncarayan y algunes voces nueves.

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martes, 27 de julio de 2010

HISTORIA Y EXPERIENCIA


José Antonio Fernández-Carabín y González es un veterano abogado de la Cuenca del Nalón. Natural del Valle del Nalón, como él dice, casado y con tres hijos, fué profesor de Francés en el Instituto del Entrego y de Derecho Mercantil en la Universidad de Oviedo. Carabín, como le llaman sus amigos, es comprometido, luchador, culto, cordial y de una vehemencia fuera de lo común. Pocos conocen nuestra historia como él.

Como jurista piensa que la sociedad no es justa. Nunca lo fue y esto no tiene remedio, porque para que haya una justicia, que es un ideal inalcanzable, haría falta que el ser humano no tuviera defectos, que no hubiera ambiciones. Hay gente que está en la sociedad y no tiene guía moral ni de ningún género, gente que se aprovecha explotando a los demás, como ocurrió en algún caso con la gente que emigró a América. A la vista de la magnitud de algunos capitales que trajeron, sabemos que fueron obtenidos con opresión y, a todas luces, sin empleo de la justicia. Se piensa mucho en uno mismo, eso nos lleva a rodearnos de comodidades a buscar la riqueza como único objetivo y vemos que ni aquéllos que son primera fila en lo económico tienen felicidad porque la ambición los corroe.

Sobre el papel de la mujer en nuestra sociedad cree que la mujer tiene que emerger en razón de sus méritos, pero hay que darle espacio y no tenerla como algo raro que haya que soportar porque la ley lo diga; esto tiene que ser un convencimiento. Ocurre lo mismo en los matrimonios, o en las uniones a ellos asimilables, en que las mujeres son una especie de víctimas, aunque. Excepcionalmente, también hay hombres que lo son. Las mujeres están, hoy día, equilibrando una injusticia histórica que se hizo con ellas.

Cree que la educación en el conocimiento de las religiones es fundamental. “Jean Jaurés fue fundador del Partido Socialista Francés y del diario L'Humanité y, sin tener ninguna creencia religiosa escribía a su hijo una carta en contestación a una petición que éste le había hecho para que le enviara un justificante que le eximiera de la asistencia a sus clases de la asignatura de Religión. La carta es todo un tratado y es aleccionadora, con todo un recorrido histórico. Jaurés le dijo a su hijo que estudiara la historia de las religiones y que cuando fuera un hombre, cuanto menos, mayor de edad y con conocimientos sobre el tema, tomara su decisión, pero lo que él quería jamás se lo daría como justificante para apartarle de tales conocimientos”.

Es partidario y defensor a ultranza del ayuntamiento único. “Ahora en un cuarto de hora se va desde La Felguera hasta Laviana y cuando estamos enlazados por razones diversas, vínculos matrimoniales, de amistad, laborales y empresariales, somos todos uno. No hace falta borrar la identidad de cada población, ni su propia cultura, pero creo con toda convicción en ello, y estoy dispuesto a arrimar el hombro y luchar defendiendo esta idea, que es una necesidad, porque esto se está arrugando y la gente se va de aquí. Esto debería de encabezarlo gente joven, pero es que la gente joven, en cuanto se prepara, se marcha”.


Dice no ser el único que cree que el alcanzar la felicidad se consigue intentando, dentro de lo posible, hacer felices a los demás, a quienes viven dentro del mismo entorno. Cree que uno tiene que empezar defendiendo su feudo, su propia familia, sus hijos, pero que tenemos que dar mucho a los demás, el sentimiento, la simpatía, algo que no cuesta nada, la sonrisa y la ayuda en lo que se pueda. Hay que ayudar a los demás y darles buen ejemplo porque no valen solo bonitas palabras.

Créanme que José Antonio predica con el ejemplo.

sábado, 24 de julio de 2010

SANTIAGO CABALGA DE NUEVO



Luchando contra la crisis y todos los elementos. Esos elementos que, de una u otra forma, quieren impedir que se hagan las cosas que merecen la pena: las críticas siempre provenientes de la envidia o la rivalidad mal entendida, las dificultades económicas, los escollos administrativos, la dejadez, o la mera situación del evento en el corazón del verano. Cuando hace tres años se morían las Fiestas de Santiago porque nadie quería hacerse cargo de ellas, llegó un hombre serio, con las ideas claras, y se rodeó de un grupo de jóvenes, como él, que revitalizó toda la actividad que la Sociedad de Festejos patrocinaba hasta entonces. En silencio, sin apariencias interesadas…, como se deben de hacer las cosas. Sin esperar nada a cambio, lo han logrado. Han conseguido que después de una década de inestabilidad, de vengo, voy, me marcho y lo dejo…, Sama cuente con un futuro en lo que se refiera a los acontecimientos culturales y de ocio.

No solo son valientes en la empresa que acometieron en su día y hoy está definitivamente asentada, también lo son en la forma de afrontarla. En año de crisis han reducido los gastos imperceptiblemente. Nadie pensará que en Sama no hay fiestas. Pero no es solo eso, han tenido la osadía de propugnar a un hombre con noventa y dos años para ser Pregonero del ceremonial de su inicio y a una niña de poco más de veinte para presentarlo. Ceferino Sanfrechoso e Irma Fombella Coto. Sin duda el futuro nos sorprenderá con noticias sobre esta guapa chica que fue Reina en las Fiestas de 2008, pero nos interesa hablar de un pregonero excepcional, como no lo ha habido, ni lo habrá.

Observador y casi siempre protagonista de la historia de Langreo en general y de Sama en particular, Sanfrechoso se ha atrevido con algo con lo que muy pocos se han atrevido y se atreven, por desconocimiento, timidez o falta del compromiso. Y hablo de compromiso porque, pese al reciente fallecimiento de su amada esposa María Josefa, pese a su edad provecta y pese a lo lúdico del acto, Ceferino no ha perdido ese compromiso que siempre tuvo con Sama. Ayer tuvo oportunidad de demostrarlo con un mensaje colmado de historia, de anécdotas y de recuerdos que muy pocos guardarán en la memoria, si es que a alguien le queda. Él, que habiendo conocido a todos los ilustres y los menos ilustres, sigue convencido de que Jerónimo González fue el langreano más importante -además, siendo muy joven tuvo la oportunidad de conocerle- ha tenido que dar su mensaje en el Parque Dorado pese a que su alcalde predilecto haya sido Joaquín Miranda, fallecido el mismo día que su esposa Josefina. El año pasado por estas fechas habíamos pedido “un recinto para Sama donde puedan celebrarse actos multitudinarios, como el reciente Pregón, sin que los asistentes tengan que morirse de frío, ni agudizar el oído para poder escuchar la disertación de los intervinientes”. Y este año decimos que Ceferino hubiera merecido dar su pregón en el Teatro de Langreo, en el Jerónimo González. Paradojas que tiene la vida.

viernes, 23 de julio de 2010

LA MISMA DE SIEMPRE, UNA CHICA SENCILLA


Todos los ciudadanos conocen a Cristina Fanjul (La Felguera, 1977) y lo que le sucedió hace poco más de nueve años, hechos que no van a reletarse de nuevo. Siempre acompañada de su fiel Cracker (un Labrador Retriever adiestrado para ella), siempre sonriente y dicharachera. Cris, como la llaman sus amigos, es una mujer práctica, valiente, optimista, con mucho carácter que no elude ninguna conversación, por mucho que pueda evocar aquellos sucesos. Sin embargo este es un momento en que interesa la persona, su vida y sus proyectos.

Desde que le ocurrió aquello hay gente que no la saluda y debe de ser porque no saben cómo comportarse ante una situación de esa índole. Les cuesta mirarla a los ojos. Por ejemplo, al padre de una amiga le da cosa, “me ve y no se dirige a mí, y la hija le dice “salúdala que es Cristina, es la de siempre. No te ve, pero...”. Hay gente que sí se pone nerviosa al principio. Luego, poco a poco, va pasándoles. De todas formas es distinto ser ciego de nacimiento -como es el caso de su marido- que volverse ciego ya de mayor, como es el suyo. Ahora, pasado el tiempo, parece ser que la gente se comporta con más naturalidad. Lo que le molesta es cuando llega alguien y dice “¿quien soy?”, y dice “soy ciega, pero no adivina”, o, cuando tiene una visita, y su madre dice “mira quien está aquí, ¿a que no sabes quién ye?”. Evidentemente no lo sabe y pregunta quién es. “Lo que se debe de hacer es llegar y decir “Hola Cris, soy fulanito”, y punto”.

Dice ser feliz, como cualquier otra persona que es feliz. Tiene días bajísimos como los tiene todo el mundo pero ésta es su forma de ser. Tiene menos amigos que cuando le ocurrió aquello. Al principio iban a verla al hospital treinta, cuarenta personas..., y todas el mismo día. Y luego nada, luego fueron desapareciendo y quedaron cuatro. Los del Grupo Reija y cuatro amigos más. Ahora son muy pocos los que la llaman para salir a tomar un café, antes era muy distinto, había un poco de morbo con su situación. El médico en el hospital llegó a decírselo, “hay que bajar a la tierra, porque cuando llegues a casa los primeros días seguirá siendo igual, pero luego te vas a encontrar sola”. Es creyente, pero no practicante. “Toda la vida me educaron con la religión. Cuando estrené el piso mi madre pidió al cura que fuera a bendecirlo y lo hizo. Yo no dije nada, pero me daba igual”. Pero sus circunstancias no influyeron para nada en su concepto acerca de la religión, en eso sigue igual que antes.

Está continuamente pendiente de Cracker, le acaricia, le ajusta la correa…”Yo creo que habla más mi marido con él que yo. Deben de hablar de fútbol. Este lo entiende todo, sobre todo cuando me enfado con él. Cuando le castigo en una esquina ni se mueve, aunque le levante el castigo sigue en sus trece, es muy cabezón”.

Aunque es difícil hacerlo, continúa con sus aficiones. “Gústenme muches coses, pero creo que bailar es con la que más disfruto. El baile regional, el baile de salón...”. También le gusta montar a caballo. Y como puede observarse es optimista, siempre sonríe. “Creo que la vida es maravillosa y merece la pena ser vivida. Aunque te encuentras con todo... gente buena y gente mala pero a éstos últimos hay que dejarlos afuera y seguir”. Un ejemplo para todos.

jueves, 22 de julio de 2010

VIAJAR Y VESTIR



Decía un medio de prensa hace unos días que el Ministro de Exteriores se adapta a las costumbres locales en sus viajes, así que le hemos visto en una “jirga” (asamblea) en Afganistán ataviado con “longui” y “chapán”, o lo que es lo mismo un tocado típico afgano compuesto de turbante y pañuelo caído al hombro a modo de ínfula. Estaba guapísimo el Ministro, oye. Con esa cara de pan que tiene el bueno de Miguel Algel y el tocado musulmán, tenía unes pintes que ¿pa que voy contate? Mejor verlo en la Red. Y es que si estos señores y señoras que se dedican a la política ya causan hilaridad, cuando no cachondeo, disfrazados de lo que son, imagínense lo que puede pasar cuando se visten de lo que no son y además esas indumentarias no tienen nada que ver con las propias de nuestra cultura occidental. La repanocha.

¿Se acuerdan de Aznar caracterizado como Doctor Honoris Causa por la Universidad de Valencia con un birrete rojo sobre su cabeza que talmente parecía la guinda del pastel?, ¿o este mismo personaje de Swartzennegger mostrando la tableta de chocolate en las vacaciones del verano pasado?, o alguien que nos pilla más cerca, ¿nuestro presidente, por poco tiempo, Areces ante el mausoleo del Mahatma en su reciente viaje a la India vestido de no se qué…? Lo que hay que ver. A Tini y Miguel Angel solo les queda ponerse el taparrabos para bailar el Haka, la célebre danza de guerra maorí con la que los neozelandeses inician sus partidos de rugby para meter a sus rivales el miedo en el cuerpo. Serían dos buenos fichajes, tienen el tipo para ello y estarían en su salsa.

Los que no terminan por adaptarse a las costumbres de los indígenas son Rajoy y Zapatero. Claro que el primero no viaja mucho fuera de España, salvo a Cataluña y el País Vasco (¿?). Pero el segundo está todo el día de aquí para allá, y aunque ya se le haya acabado el caramelo de la Presidencia Europea tan pronto se va a desayunar a Washington y ver a su idolatrado Barack, como a Montreal a una cumbre de esas donde despacha dos minutos y medio con su admirado Obama, o incluso a alguna ciudad europea donde encontrarse con el Presidente de los Estados Unidos, aprovechando que está allí para ver a la Merkel, a Sarkozy o a Cameron, y de paso hacerse una foto con el baranda mundial. Y es que nuestro Presidente que inventó aquello de la “Alianza de Civilizaciones”, y desde su irreverencia y falta de respeto a la bandera del Tío Sam -y ya han pasado unos cuantos años- aún no se ha dado cuenta de que los refranes han de cumplirse al pie de la letra. “Allá donde fueres haz lo que vieres”. Eso la sabía bien José María que soñaba en catalán, y que nada más aterrizar en el rancho de Bush ya hablaba tejano. Y lo saben aún mejor el ministro Moratinos y nuestro presidente Areces. A lo mejor es que las ropas flojas y sueltas disimulan mejor la tripa. Vaya usted a saber.

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martes, 20 de julio de 2010

LA POMADA


Hay personas que no se resignan a pasar desapercibidas. Hubo un día en que fueron próceres de algo, se retiraron, o las retiraron, y no soportan apartarse de la vida social. Quieren seguir estando en todos los actos y en todos los saraos, que se las reconozca y se las rinda la correspondiente pleitesía. Están encantadas de haberse conocido. Siguen creyéndose el ombligo de la sociedad o el centro de un pequeño universo cuajado de estrellas ya apagadas o a punto de desaparecer. Es el Crepúsculo de los Dioses, la Caida del Imperio Romano, el Regreso de la Momia o algo muy parecido a este cinematográfico ejemplo.

¿Les suena de algo un tal Michael Schumacher o Lance Armstrong? Son los casos más recientes de dos deportistas de élite que habiéndolo ganado todo en su vida profesional y habiendo sido los paradigmas de sus deportes respectivos, tras unos años en el dique seco decidieron volver para reverdecer viejos laureles. Volvieron y no lo hicieron en olor de multitudes, como reza la expresión popular (loor sería la correcta), sino que su aura ya estaba oscurecida por la de otros que vinieron a ocupar su lugar: léase Alonso y Hamilton o Corredor y Schleck. Y la triste consecuencia de esa reentrada -por la puerta de atrás- es un discurrir sin pena ni gloria por las colas de las formaciones, viéndose adelantar por otros y con la lengua fuera porque uno ya no es el que era. Ninguno de los dos citados tomó ejemplo de un Caballero del Deporte: un tal Don Miguel Induraín que, cuando comprobó que su gran corazón ya no soportaba aquel esfuerzo, puso pie en tierra y terminó su vida profesional justo un año después de haber ganado su último Tour. Y qué decir de los últimos años del Pelusa que, después de arrastrase por juzgados y calabozos, de igual forma lo hizo por los campos con obscena ostentación de sus kilos y de su indignidad. La misma que arrastra ahora desde el banquillo.

Son estos simples y flagrantes ejemplos de lo que ocurre en la vida cotidiana con tanta gente que, habiéndoseles pasado el arroz hace tiempo, persisten en el empeño de continuar en la pomada cuando ya no tienen nada que decir y menos que aportar o aquellos otros que deciden volver porque no se resisten a permanecer en el anonimato, tan cruel para ellos. Son los Marujita Diaz o Sara Montiel de nuestra sociedad, aquellos que tras presidir cualquier entidad de medio pelo se ven sustituidos por nuevas personas, nuevas ideas y no soportan permanecer callados y dejarles trabajar sin tener que alzar la voz y dar la nota discordante. Es una pena que estas personas no dejen a la sociedad renovarse y seguir creciendo con nuevos criterios. Quizás hasta que no les pongan una calle o les hagan un monumento no se den por satisfechos. Su ego les apodera, su falta de humildad les delata.

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viernes, 16 de julio de 2010

GOL DE IKER


Toda la prensa coincide en valorar la unión y el espíritu de grupo de nuestra Selección como lo más positivo de lo que hemos visto este último mes y, asimismo, al tiempo que califica a los jugadores como “buena gente”, algo que también ha dicho el Presidente, reflexiona sobre lo bueno que sería que los españoles tomáramos de ello la debida nota, y que esos chicos excepcionales son un ejemplo para el país. No estaría de más que esa misma prensa -la que representa el señor González Urbaneja- valorase también los méritos y la profesionalidad de sus miembros que, como en el caso de Sara Carbonero, no hacen más que cumplir con su trabajo para mantenernos informados. Alinearse con las manifestaciones de The Thimes que culpaban a la periodista de la pérdida del partido con Suiza, como hizo este señor al calificar como una vergüenza la ubicación de la Carbonero detrás de la portería, es un exabrupto del que, cuanto menos, debería de retractarse. Por lo pronto Duke está convencido de que el beso del portero estaba pensado y fue un acto de desagravio a la periodista. También cree que, si hubieran perdido, habría hecho lo mismo.

Iker Casillas ha sentado un precedente peligroso con ese desagravio. Por muy santo que sea, uno no puede dar un beso de tornillo a quien te entrevista, a traición y ante millones de espectadores, para luego marcharte sin dar más explicaciones. Ser campeón del mundo no te da derecho a eso. Hay que avisar, porque el mejor gol del mundial quedó sin ser retransmitido en directo por los especialistas en ello. Allí deberían de haber estado J.J. Santos, Paco González y Camacho que, emocionados, habrían narrado la jugada: “Gol de Iker, Gol de España. Gol de Iker, Gol de España… Gooool”. Habría sido antológico. En esta ocasión Camacho se hubiera comido el micrófono. ¿Se imaginan? Y aunque es cierto eso de que una imagen vale más que mil palabras, no es lo mismo si falta esa narración vibrante de los expertos. Si no prueben a quitar el volumen de la tele cuando marcan Villa o Iniesta. ¿A que no es lo mismo? Pues eso.

Pero no solo la ausencia de voz es lo que sienta el precedente, sino el beso en sí. Piensen que a partir de ahora, por ejemplo, Fernando Alonso de un ósculo de esos a Antonio Lobato cada vez que éste le pone la alcachofa delante, o que sea Zapatero el que haga lo propio a Angels Barceló o a Matías Prats. No estaría bien que todos anduviéramos por ahí besando a los entrevistadores y entrevistadoras. Los del micro no son de piedra. Además, ¿qué dirían Raquel del Rosario, en el primer caso, o Sonsoles Espinosa, en el segundo, cuando vieran a sus respectivos en la tele osculando al personal de los medios? No les gustaría, y con razón. Cuando saliesen de casa al trabajo les dirían: “que tengas buen día, cariño. Y no oscules a nadie como si fueses un Casillas cualquiera”. ¿Quién se hubiera resistido a hacerlo?

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jueves, 15 de julio de 2010

SI ME MOJO, YE QUE LLUEVE


Singular y extraordinario personaje. Asturiano por los cuatro costados, ocurrente, campechano, inteligente y ameno conversador. Juan Jerónimo Granda nació en Oviedo, cuando tocaban las campanadas del año 44 para el 45 y, hoy día, él mismo se pregunta en qué año nació. Aún era un chaval cuando empezó de batería en esto de la música con el grupo ovetense “Los 106”, pero poco le duró esta incursión porque, como el mismo dice: “pa solu soy buenu”. En 1967 comenzó su carrera musical como solista y, desde 1977 hasta hoy, publicó ocho trabajos. “La mina y el mar”, “Pescadores” o “Las coplas del carnaval”, por citar algunas de sus canciones más destacadas, las que su público siempre le pide, son temas conocidos y cantados por jóvenes y viejos y que revisten de asturianía a este genial canta-pensador.

Pero lo que realmente define a JJero, como firma, es su socarrona ironía y su originalidad. Veamos lo que piensa sobre algunos temas. Sobre la política: “Ye to falso. Vivimos con un lavao de cerebro desde que terminó la II Guerra Mundial. Entonces los americanos se quedaron con la tienda de Berlín pa acá, y de Berlín pa allá los rusos. Ambos quemaron el sistema capitalista y eso no tien sentidu. Fabricar cada vez más pa consumir cada vez más no tien sentidu... Ganar to los años el diez o el veinte por ciento más que el añu anterior... no tien sentidu. Ahora quién poner a la gente a trabayar dieciseis hores, quién mantener la esclavitud. Nosotros queremos vivir bien, tar aquí muy guapos, atechaos con calefacción tomando un cafetín, mientras millones de persones trabajen por respirar, pa traenos aquí les patates, el arroz... Y eso, claro, ye la esclavitud moderna. Pero ye así, seguimos en la época imperial”. Sobre las noticias de prensa dice “Pa mí lo verdadero ye salir a la calle y si me mojo ye que llueve. Miro pa'rriba, y si no ta alguno meando o regando les plantes, ye que está lloviendo, esa ye la noticia mía. Pero si alguien me diz que está lloviendo en Luarca, o que va a llover, o que llovió, no lo creo. Puedo suponer que será verdá pero, no, no lo creo.

También está convencido que la igualdad no existe: “Una igualdad, ¿no son dos rallines?, (“=”). Eso, en un sicólogo, dos ralles, una encima de otra, puen ser dos jodiendo, él arriba y ella abajo, o al revés. La igualdad no existe, es una cosa matemática, abstracta: Dos igual a dos..., bueno, depende de lo que quieras decir con esti dos y con el otru dos. Pero no hay dos iguales ni por el forro los cojones, vamos, ni los gemelos. Lo que tenía que haber dicho la ministra del ramu ye que todos tenemos los mismos derechos, les mismes oportunidades. Los trabajos tién que hacelos el que los sabe hacer, ye igual que sea altu que baju, que hombre o muyer, que turco que albanés. En España somos iguales ante la ley, menos Uno. Ahora, eso ye una fórmula matemática”. En su día le hizo una canción al anterior Papa: “¿dónde vas Woytila, donde vas con mantón de manila…?” y con referencia a Razzinger dice “A Benedito no-i la hice. Esti ye mas teatral, más listu. Ye de los de por atrás... Anda un poco más azorronáu, que diría mi guela. Ye listu, como to los papas. A Papa no lleguen los tontos nunca, siempre lleguen los listos”. Sobre los adelantos tecnológicos y las estrellas que pueden haber desaparecido y aún las vemos dice: “Eso ta claro. Ye que la luz tarda en llegar; tú ves el fogonazu del volador pero el sonidu óyeslu unos segundos después. Claro, si esi fogonazu lu ves de aquí a casa su madre tarda en llegar..., dicen ellos, pero eso hay que demostralo también, eh? Tovía no conocen lo que ye el sol, porque conócenlu como los indios: saben que sale po la mañana y calienta. Ahora midiéronlu un poco más..., acercáronse un poco más..., que si tien hidrógeno y oxígeno... No saben lo que tien porque nadie metió el deu allá. Pero si la ciencia ye empírica, porque lo dicen ellos, hay que meter el deu. No, ye que mandamos una sonda, dicen ellos. Ya, pero la sonda ¿cómo quedó? Son to suposiciones. Esto ye como los chiquillos cuando tienen una caja de cartón enganchá con una cuerda, y dicen que ye un camión. ¿Y quién diz a esi chiquillo que eso no ye un camión?, nadie. Pues los científicos igual, son rapacinos..., los científicos no crecen. Tienen mucha imaginación y jueguen. Y como son listos y saben física, química y to eso, y biología y tienen paratos pa ver les molécules...” Y sobre la religión y las creencias asegura: Yo creo en lo me da la gana. Creo en lo que me parez a mí que tengo que creer. Pero también creo que no estoy capacitáu -ni creo que nadie lo esté- pa expresar esa creencia. Yo ahí no llego. Ye que la palabra “creer” ye la hostia. Eso de creer, tener fe, son palabres que son domesticaes, inventaes por los administradores de la fe, -que hay que echa-i cojones pa administrar la fe de los demás sin saber cuál ye-. Pero, bueno, pa mí estes son coses que se me hacen intangibles, no puedo con elles. Ye eso de ¿qué ves?, -una cosa, - ¿de qué color?,... y ye que si das con el daltónicu..., claro, hasta que no se descubrió la enfermedá fíjate en la pila de hosties que y cayeron...”

No se rían. Todas estas afirmaciones las hace sin inmutase lo más mínimo. Es a lo que él llama “Logomonos” (por monólogos), el título de su reciente libro. Una joya. El libro y su autor.

martes, 13 de julio de 2010

UN MUNDIAL PARA EL MEJOR



Hoy no podría hablar de otra cosa. En consonancia con las predicciones del pulpo “Paul”, este sábado y el domingo pasados la gente me preguntaba por la calle qué es lo opinaba Duke sobre quien ganaría la final del Mundial. Mi respuesta fue que a Duke no le gustaban los mejillones, así que había permaneció indeciso y sin tocarlos ante la oferta de dos hermosos moluscos. El partido estaba al 50 % y había que jugarlo. Y cómo sufrimos durante los 120 minutos que duró, cuánta leña nos dieron y cuántas veces nos acordamos de las madres del árbitro Webb, y de los tulipanes Van Bommel, Haitinga, De Jong y alguno más. Daba toda la impresión de que los holandeses aún no se habían olvidado de lo de la humillante entrega de las llaves de la ciudad de Breda. Pero ningún triunfo se obtiene sin sufrimiento y sacrificio, así que, al final, de tanto ir el cántaro a la fuente…, ya saben. La roja es campeona del mundo, pese a Webb, Haintinga…, y también pese al gilipollas de la barretina que, antes de la entrega del trofeo, tuvo que salir a hacer lo de siempre: el payaso. A este tipo debería de juzgársele en España y, cuanto menos, quitarle el pasaporte y darle un par de hostias. Pa que espabile.

Fue un encuentro tenso y muy emocionante que terminó como deberían de terminar todos los partidos, con la victoria del mejor. De eso se encargó un tímido chico de Fuentealbilla que tuvo mareados a los holandeses durante más de la mitad del e
ncuentro y también nuestro cancerbero que hará soñar a Robben el resto de su vida, sin que nos debamos de olvidar de todo el grupo, sin excepciones, incluido sobre todo “El hombre tranquilo”.

Y los que vimos el partido por televisión (casi toda España) y luego disfrutamos durante unas horas de la celebración para ir a acostarnos más tarde de lo habitual y dormirnos más tarde aún por las bocinas y vuvuzelas de la calle que no pararon durante buena parte de la madrugada, guardaremos en nuestras retinas algunas imágenes que difícilmente se borraran de ella: la salida de Nelson Mandela al terreno de juego, las cómplices caricias entre los Príncipes de Asturias, la indumentaria de Rafa Nadal que talmente parecía al indio Jerónimo, la patada en el pecho a Xabi Alonso, el gol de Iniesta y el entrañable recuerdo para su amigo Dani Jarque, la bufanda del Guaje recordando a Tuilla, las lágrimas de Iker, y sobre todo “El Beso”.

El de Casillas a la Carbonero fue un beso en directo, inesperado y glorioso. Nada que ver con el de Bogart a Bergman, el de Gable a Leight o el de Mastronniani a la Loren, nada que ver. Nunca un beso provocó tantos aplausos. Fue un magnífico colofón a un hermoso día en que, por fín, fuimos Campeones del Mundo. Que se repita, el beso y también la gloria.

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domingo, 11 de julio de 2010

SI GANAMOS...


Los que saben algo de economía dicen que si nuestra selección vence hoy y se hace con la Jules Rimet el P.I.B. crecerá hasta en siete décimas. Sin embargo si perdemos puede caer en tres. Es algo que tienen contrastado con la última final entre franceses y trasalpinos porque los primeros llegaron a perder seis décimas y los campeones crecieron en cinco. Fíjense ustedes lo que trajo consigo el cabezazo de Zidane a Matterazzi. Pues nuestros chicos tendrán que atarse bien los machos e ir pensando que en sus botas está el futuro de nuestra economía. Y para comprobar que manejen bien la técnica, la táctica y la estrategia tendrán a alguien más que a su buen entrenador, a un refuerzo que les vigilará desde el Palacio de la Moncloa, que controlará sus evoluciones y que, desde la lejanía, les estará recordando con su etérea presencia que su propio culo depende de ellos. Así es que, si ganamos, escucharemos cosas como estas: “El juego de la Roja no es más que la manifestación práctica de la pujanza de nuestro país en el entorno de los países de Occidente”, o “Nuestra victoria demuestra que el mundo ha de contar con España” …, y poco menos que se apropiará del triunfo justificándolo en el hecho de su presencia en el gobierno.

Si ganamos se acabará la crisis. Al menos durante unos cuantos días. Las teles, las radios y los periódicos no hablarán de otra cosa, como llevan haciendo desde el pasado miércoles. Los políticos podrán descansar unos días. Aunque, bien pensado, nos extrañaría mucho que los que nos representan estén callados ante una oportunidad única como esta. Sin duda aprovecharán para coger su parte del botín y, a su vez, reclamar su pequeña o gran contribución en la gloria alcanzada por nuestro entorchado. ¿Y qué decir de los catalanes? El hecho de que la base de nuestra selección esté formada por siete jugadores del Barcelona ya les ha puesto cachondos. De manera que reivindicarán el triunfo como el del País Catalá, como autodefinen a su autonomía. Ya lo están haciendo.

Pero no duden que, si ganamos, el triunfo será debido al esfuerzo y el trabajo serio y bien programado de un equipo humano a lo largo de estos últimos años. A la honestidad y la profesionalidad del “hombre tranquilo” que ha recogido el testigo de su cascarrabias antecesor y ha sabido dar continuidad, mejorar y dar un sello de calidad y excelencia al juego practicado por veintitrés excepcionales futbolistas que se han dejado la piel en el campo en estos siete partidos surafricanos: Del Bosque, sus ayudantes y veintitrés jugadores de leyenda. La Selección Española. Si ganamos, nada habrá tenido que ver el superpulpo Paul, ni el Gobierno socialista, ni la Oposicición popular; ni que los jugadores sean de Sevilla, de Tarrasa o de Tuilla. El triunfo será de España entera, sin políticos ni nacionalismos. Y si perdemos… Eso no pasa por nuestra imaginación. ¡A por ellos!

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sábado, 10 de julio de 2010

BESANDO SU TIERRA



Lleva Asturias y Langreo por bandera. Productora, guionista y directora de cine, trabaja en Telemadrid desde hace 24 años. Lucinda Torre Cañal (Sama de Langreo, 1965) fue nominada en 2000 al Goya al Mejor Cortometraje de Ficción por “El Beso de la Tierra”, ha estado presente y fue premiada en multitud de certámenes cinematográficos dentro y fuera del país. En 2005 dirige la película “Resistencia”, largometraje documental filmado en Langreo que, en su momento levantó algún resquemor y aún a día de hoy sigue haciéndolo. Procedente de una conocida familia de Sama, lleva más de media vida en Madrid pero se siente arraigada en el Valle del Nalón y en Asturias, donde vuelve a rodar su última obra “Alegría”, de la que es guionista y directora. Es algo tímida, pero siempre meditada y muy expresiva.

Estudió Musicología en la Universidad de Oviedo, licenciándose en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid. Es Productora, Guionista y Directora de cine y compagina estas actividades con su labor en TV formando parte desde el año 93 del equipo de Programación de Cine y Documentales de Telemadrid

Lucinda nació encima de “Casa Ramiro”, el bar que tenía su familia en Sama. Recuerda que era un sitio que tenía el suelo de tierra, con el serrín para recoger la sidra, a su padre y su tío detrás de la barra, y a su madre y las mujeres de la familia en la cocina. Recuerda esa actividad pero también la confianza y la relajación entre los parroquianos. Aquello era como una familia, un lugar de encuentro y de referencia. Se sentía como hija y sobrina de personas que favorecían eso, como miembro de algo muy importante por la calidad humana que allí se respiraba. Allí aprendió a ver lo que significaba el trabajo, el sacrificio y el esfuerzo. Quizás por eso tiene mucha fe en los seres humanos, en la capacidad que tenemos de hacer frente a los retos y a las dificultades. Concibe la vida como un río que, a medida que discurre, se alimenta de sus afluentes y adquiere caudal. Pero reconoce que ella aún no tiene mucho de ese caudal.

Considera que en Asturias hay dos realidades. “La gente en Madrid, y creo que en toda España, quiere mucho a Asturias y considera a los asturianos como gente muy abierta, honesta. Admiran profundamente la tierra que tenemos, su belleza y la calidad de vida que hay aquí. Pero, desde el punto de vista político, ha perdido peso y predicamento. El peso específico que tuvo con la minería y la siderurgia en el sitio donde hay que tener una voz, para mí ahora está un poco perdido. En ese sentido se oye poco hablar de Asturias. Yo reivindico ese retorno a la conciencia de asturianía, a que volvamos a tener aquel peso específico que un día tuvimos”.

No es dogmática ni le gusta elucubrar, pero sí le gustaría saber qué es lo que puede hacer por los demás, por esta sociedad, por las cosas que no nos gustan, y hacerlo. Cree que, como cineasta, tiene en sus manos un instrumento poderosísimo para intentar cambiar las cosas, cuanto menos lo que pueda estar en sus manos.

Le gustaría tener una larga trayectoria de películas que queden para la reflexión y ser recordada como una persona que siempre hizo las cosas con el corazón y con respeto a los demás. También le gustaría ser recordada como ella recuerda a las gentes que fueron importantes en su vida, como una persona buena, honesta y siempre positiva.

El 8 de septiembre de 2009, día de Asturias, Lucinda Torre fue distinguida como “Langreana de Honor” y este año será pregonera de la Fiesta del Carbayu. Será un nuevo beso a su tierra. Uno más.

jueves, 8 de julio de 2010

INTELIGENCIA


La verdad es que uno se entera de las cosas que pasan por los periódicos. Al menos yo así funciono, porque como no estoy en todos lados, no soy ubícuo, por algún medio me tengo que enterar. Si me los quitan no me entero de nada. Además, ¿cómo iban ustedes a saber la cantidad de tonterías que se le ocurren a Duke, y a mí -por qué no decirlo- si no fuera por La Nueva España? Pues eso. ¿Cómo si no iba a saber que el señor Areces (Presidente de esto) ha apelado a la inteligencia para superar la crisis? Pues, según parece, eso ha dicho, a no ser que la gente de este periódico lo haya soñado. Mira tú que nos han dado que pensar esas manifestaciones presidenciales. Y tras ello, hemos llegado a una conclusión muy sencilla: Don Tini se cree que los asturianos somos tontos.

Lo cierto es que desconozco a qué inteligencia se refiere. Si lo hace a la suya, está bien ese reconocimiento de no haberla utilizado durante tantos años. Como ahora estamos jodidos es hora de utilizarla, como si fuera la célebre navaja de McGyver. La inteligencia solo está para usarla en casos de apuro, como este por el que pasamos. Mientras tanto, que salga el sol por Antequera, o por Pola del Tordillo. ¡Qué más da! Pero, ojo, si ha pensado en la inteligencia de los asturianos la cosa ya adquiere una mayor gravedad. No se puede tildar de imbéciles a más de un millón de ciudadanos y quedarse tan pancho. Porque los asturianos no son imbéciles, aunque haberlos haylos. Si acaso, solo un poco confiados. Sí, confiados en que los políticos a quienes eligen a través de las urnas apliquen todo su esfuerzo y conocimientos en la gestión pública y en aras de la prosperidad de su pueblo y confiados en que, al menos, no se les cuenten milongas y se les engañe como al de la estampita.

Y eso de “conducir el déficit público a una senda de estabilidad y que la economía funcione” nos suena de algo. Nos suena a frase prefabricada e inextricable, de esas que tanto manejan los políticos y que ni ellos mismos saben lo que significan. Soltar una frase de esas, fumarse un puro y dejar al respetable rendido ante la evidencia, eso es lo que hacen. Hay que joderse. Si el señor Areces aplicase un poco de esa inteligencia a la que apela se percataría que es el déficit público el que actualmente conduce y desestabiliza la economía. Y eso significa que se gasta más de lo que se ingresa, y supone que debe de gastarse menos. Eso es ser inteligente y para ello no hace falta saber resolver la integral de Riemann ni descifrar a James Joyce. Sin embargo no es la solución ingresar más para gastar aún más de lo que antes se gastaba, incluyendo en esos gastos ciertos viajes a ciertos países exóticos acompañado de un séquito de ciertos caras y paniaguados que aprovechan para tomarse unas vacaciones a cuerpo de rey bajo el pretexto de ir a buscar inversión o colocar nuestros productos, o la música en Pravia. A eso no se le llama ser inteligentes. Duke le llama ser listos. A lo mejor el presidente se refería a eso.
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miércoles, 7 de julio de 2010

TIEMPO DE POESÍA


Escribe como quien habla. Su prosa y sus poemas son tan consustanciales a él como lo es su propio sombrero. Lo hace desde su juventud de forma autodidacta. Observador de la vida cotidiana y de las circunstancias sociales del momento es autor de más de medio centenar de libros donde predomina el ripio, no desprovisto de sorna y acidez. Al tiempo que se publica este perfil que ustedes tienen en sus manos, también ve la luz su último libro “La fuente de los cuentos”, de temas astures, leyendas y romances. Es el mejor conocedor de la figura y la obra del poeta gijonés Alfonso Camín. Nacido y residente en Pola de Laviana, a pocos de ustedes les pasará desapercibido este hombre conversador e ingenioso que es Albino Suárez Cortina.

Aún no tenía dieciséis años cuando tuvo que cambiar su fecha de nacimiento para poder entrar en la mina, Pero ya estaba trabajando desde los doce machacando grava con los pies en la carretera de La Faya los Llobos. No tenía calzado y utilizaba trapos y sacos atados a los pies con un alambre. No tuvo ni tiempo ni posibilidades de ir a la escuela y eso hace impensable que, ya desde muy joven, adquiriera una gran pasión por la lectura: Bécquer, Espronceda, Campoamor…, hasta que siendo un chaval fornido conoció a Alfonso Camín a través de Emilio Martínez que le había conocido en Cuba. Le escribió y no había pasado un mes cuando recibió una carta certificada donde le contestaba y le anunciaba la llegada, en correo aparte, de una serie de números de la Revista Norte y algunos libros. Ahí ya notó un rasgo de desprendimiento en este personaje al que llegó a descubrir, más tarde, como el poeta más grande de la lengua castellana en el siglo XX. “Si Alarcón de Icaza tiene un monumento en Granada sólo por aquellos versos de “dale limosna mujer que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada”, Camín debería de tener uno en cada esquina, en cada plaza de Asturias”. Luego le conoció personalmente y tuvo una gran relación con él. Hoy lamenta no haber grabado ninguna de las muchas conversaciones que mantuvo con Camín.

Albino se autoedita, es decir paga de su bolsillo la edición y publicación de sus obras. Tiene un libro del que se habría hablado si hubiera sido publicado en otro lugar. “La pena es que cuando se habla del Nalón o del Caudal la gente se cree que solo se trata de Langreo o de Mieres, y no es así”. Se siente socialista, republicano y desconfía de la Iglesia y, sobre todo, de la clase clerical. “Yo quiero que Monseñor Camino me excomulgue, porque estoy de acuerdo con el aborto. Lo que pasa es que no te dejan ni apostatar, apartarte de la Iglesia, porque al final todo son problemas. Tienen demasiado poder, pero que dependan de sí mismos y que nos dejen en paz a los demás, a los que no creemos como ellos dicen que creen, que yo lo dudo algunas veces. El mundo tiene un montón de millones de años y Jesucristo sólo dos mil. ¿Dónde estaba antes?”. Cree que la memoria histórica no debe de permanecer enterrada e ignorada en tanto que otras memorias están honradas y enterradas y que desenterrar esta memoria es homenajear la vida de nuestros antepasados que fueron, muchas veces, víctimas injustas, sin más delito que tener un sentimiento político. “Si unos, habiendo sido vencedores, están identificados y con todos los honores, ¿por qué muchos de los vencidos no gozan de ese derecho? Ahora hay un disparate tremendo con Lorca. Pero bueno, ¿qué familiares son esos que no permiten su identificación? Lorca es ya un mito. No es patrimonio de sus familiares sino de la cultura universal que quiere saber si está ahí, o dónde está”.

Se siente realizado con lo que hace, orgulloso con dejar algo escrito y por ello le gustaría ser recordado: “Y como el ayer pasó/y el ahora pasa, siento/que lo que ardía…quemó/y que alguno como yo/ya lo está llevando el viento. /Pero no importa, la fe/de la juventud primera/sigue y late y lo que fue/yo no se de qué manera/pero se conserva en pie…” (Albino Suarez).

martes, 6 de julio de 2010

UN PASEO JUNTO AL RÍO


El Nalón baja espléndido. Su cauce ha quedado limpio gracias a la riada de hace veinte días. Limpio de los lodos naturales que el río va acumulando con el tiempo y limpio de las basuras que nosotros, los ciudadanos, arrojamos a sus riberas. La cantidad de agua caída y la fuerza con la que acometió su discurrir hacia el mar fue un auténtico espectáculo que solo los mas viejos recordaban, de forma que aquel miércoles de hace tres semanas también resultaba espectacular ver a las gentes apostarse en sus inmediaciones para contemplar la voracidad de las aguas. Hoy bajan limpias y cristalinas, aún con un aceptable caudal que, como en años anteriores, pronto se verá disminuido y cubierto de ese manto verde que denota la escasez de oxígeno. Pero no es todo belleza en el cauce del Nalón. La misma impetuosidad de sus aguas que propició el efímero esplendor de que hoy disfrutamos también trajo consigo una multitud de árboles que quedaron enganchados en las escolleras y en los pilares de los puentes que lo cruzan. Y allí siguen, en espera de que alguien los retire o a que dentro de veinte años vuelva a diluviar y se los lleve. El río, como las calles, como los edificios o como las personas, necesita un cuidado y un mantenimiento y el responsable de ello es la Confederación Hidrográfica, y quienes deben de exigírselo son los ciudadanos o, lo que es lo mismo, los ayuntamientos de los municipios afectados.

Es reconfortante el paseo por sus riberas. Además de su actual belleza, el río aporta frescura a este ya caluroso estío, y también nos trae sosiego y descanso. De manera que pocas veces se ha visto tan concurrido el nuevo paseo fluvial que lo flanquea y que discurre entre Sama y Lada. Paseo que se ve repleto de ciclistas, corredores y caminantes, más o menos apresurados en su camino, y que no disponen de lugares donde reposar de la caminata o de fuentes donde hidratarse y refrescarse. ¿Es posible que en toda la longitud del paseo, en el tramo a que me he referido, no haya más de una docena de bancos? De igual forma ¿por qué no hay dos o tres fuentes a lo largo de su itinerario?, ¿no será por falta de agua?

Sí se observa que en la margen derecha, junto al Polideportivo, hay un enorme recinto vallado que dispone de media docena de bancos donde nadie se sienta, y también de hermosas sombras de las que nadie disfruta. Es el recinto de la Pinacoteca Municipal de Langreo, solitario en plena ciudad, sin visitas, sin actividad. Muerto recién inaugurado. Qué bueno sería dar accesibilidad desde el paseo fluvial a esas instalaciones para que, cuanto menos, el ciudadano disfrute de ellas. Porque si el contenido del Museo Pictórico no interesa, y eso parece, al menos la pradera, las sombras y los bancos podrían ser aprovechados. A lo mejor, tras su uso la gente se animaría a visitar la Pinacoteca de la que volveremos a hablar algún día.

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sábado, 3 de julio de 2010

GLORIOSO TROPEZÓN



Ocurrió hace unos años. Fue una de esas anécdotas que hacen sonrojar hasta la suela de los zapatos y, evidentemente tenía que pasarme a mí. Lo contaré en tiempo real, tal y como sucedió. Créanme que no me invento nada. Es invierno y acaba de finalizar la primera edición de Operación Triunfo que gana aquella chica gordita de Graná que posteriormente nos deleita con aquello de Yurop Livin of Celebreison, o como coño se diga. Y viene a una gran superficie la finalista más aclamada de todos los concursantes a presentar y firmar su primer disco, su ópera prima donde estaba aquella de “Atrévete”. Mi hija quinceañera tiene una especial predilección por ella y, como no, por su romance con el otro finalista. El de los rizos. Insiste y me ruega que la lleve a verla. “Papi, llévame a ver a Chenoa”. ¿Qué es lo que un padre no está dispuesto a hacer con tal de ver feliz a su hija? Pues eso, que me atrevo -como dice su canción- y para allá me voy con mi hija y una amiguita, ilusionadas por ver a su estrella favorita. Para inmortalizar el histórico momento pido una cámara digital porque tengo la mía algo chunga y con toda seguridad no sacará nada del evento. Su dueño me recomienda que tenga mucho cuidado con ella. “Descuida, la trataré con delicadeza”, le aseguro.

Ya en el Centro, mientras dejo a las niñas aguardando en la cola ya provistas con el disco de la cantante, doy unas vueltas, miro distraídamente alguna tienda y tomo un café. Pasa cerca de una hora, y aburrido, decido acercarme para ver que ya están cerca de la cabecera de la cola, a punto de subir al escenario, donde veo a Chenoa dando besos a sus fans y soportando sonriente los flash de un sinfín de cámaras que disparan desde todos lados. Mi hija, nerviosa -con el corazón desbocado-, me pide la cámara. “Ni hablar, no es nuestra y solo la uso yo. Os acompaño”, le digo. Hablo con el guarda de seguridad que, a pie de la tarima, da paso a la gente para acceder a la firma y me permite subir con las dos niñas para hacerles las fotos. Tres escalones, tres. Subo tras ellas cámara en mano y cuando llegó al último peldaño tropiezo en él y me voy de morros contra el entarimado, justo delante de la cantante. La cámara a tomar por saco, a seis metros de mí. Chenoa y su manager salen detrás de la mesa para ayudar a levantarme, junto al guarda que me había franqueado el paso. “¿Se ha hecho usted daño?”, me dice Chenoa preocupada, al tiempo que el otro guarda, una chica, me entrega la cámara. “No ha sido nada”, le contesto mientras pienso en el ridículo que acabo de hacer. Pero ya que estoy allí, y en esas circunstancias, le pido un beso y una foto, como no podía ser de otra forma, y le doy la puñetera cámara a la chica de seguridad que me la había devuelto para que me haga la foto con la diva. En ese preciso instante alguien entre el público preguntó: “¿Quién es esa chica tan guapa que está con Duke?”. Aunque solo haya sido por unos segundos, me convertí en una celebridad. Y alcancé la gloria.

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viernes, 2 de julio de 2010

UNA MENTE PRODIGIOSA


Mientras va y viene calcula la extensión del infinito. Su vida discurre entre las salas de conferencias, el cielo y el mar. Viaja compulsivamente: América latina, Centroeuropa... En México es una celebridad, tiene más predicamento que el propio Presidente de la República. Alberto Coto (Lada-Langreo, 1970) es seis veces Campeón Mundial de Cálculo Mental, ganador en la Olimpíada de Deporte Mental celebrada en Istambul en 2008 y, solo en trece ocasiones, Record Guinnes de Cálculo. Casi nada. Es Licenciado en Ciencias del Trabajo y ha dedicado su vida al estudio de técnicas de fortalecimiento mental y de métodos pedagógicos para el aprendizaje del cálculo y la matemática. Autodidacta, Alberto es hombre entregado a los números. Son su vida, que dedica a impartir charlas y conferencias en institutos, universidades, empresas. Acude raudo allí donde se le requiere. Serio, sencillo, de aspecto tímido, no evita conversar con nadie que a él se dirija. Marhatoniano, puede vérsele habitualmente corriendo entre Lada -donde sigue viviendo- y los Llerones. Mientras corre, suma matrículas de coches y cuando vuela cuenta estrellas y ejercita su mente que nunca descansa.

Como puede resultar evidente, es un hombre práctico. Piensa que, desde cualquier punto de vista y aunque alguien pueda pensar lo contrario, dos más dos siempre son cuatro. Para él, los números tienen su propia personalidad y vida propia, y piensa que las operaciones aritméticas son de una belleza singular. Austera, como diría Bertrad Russel –su autor favorito- pero belleza, al fin y al cabo. En tiempos de crisis, como éstos por los que pasamos, piensa que el mundo lo gobiernan los números, la economía y los recursos naturales. Que la política está supeditada a la economía, detrás de la que siempre hay personas que manipulan las finanzas, hacen que la bolsa suba o baje, venden armas o provocan guerras. Alberto no se siente profeta en su tierra, es más, piensa que si su nombre fuera Zú-Yan-Guá, o algo por el estilo, estaría más valorado en su Langreo natal y su Asturias del alma. “Aquí es una utopía pretender algo así, entonces te das cuenta que realmente tienes que salir fuera para que se valoren tus méritos”. Es lo que ocurriría si en lugar de dedicarse a los números se ocupase de dar patadas al balón. De todas formas es un deportista nato y, como tal, partidario de la máxima del poeta Juvenal “Mens sana in corpore sano”.

Las cualidades que admira en las personas son la sencillez, la constancia y el tesón, la fuerza de voluntad de mucha gente que ha llegado muy lejos partiendo de una situación no privilegiada. No le atraen las mujeres sofisticadas y si tuviera un hijo lo educaría aprendiéndole a valorar las cosas, porque cree que en nuestra sociedad los chicos no valoran nada. En sus viajes por Hispanoamérica, ha podido ver cómo los niños dan a las cosas la importancia que tienen, hasta el más simple trozo de pan, que aquí se tira.

Su meta es superarse, mejorar día a día. Comienza a hacer incursiones en el mundo del póquer, sobre el que recientemente ha dado una conferencia en la Politécnica de Madrid. Están ya empezando a llamarle desde diversos países. Está a punto de irse a la República Dominicana donde impartirá unas charlas y aprovechará para tomarse un descanso. Se lo merece. Lo mismo que se merece que, de una vez por todas, se reconozcan sus méritos y sus logros en esta región, y concretamente en estas Cuencas. Que así sea.

jueves, 1 de julio de 2010

ESTAS COSAS SOLO ME PASAN A MÍ


No se crean ustedes que uno, porque escriba en estos lugares, es el no va más o la monda lironda o…, ¿qué se yo? Lo cierto es que, en ocasiones, soy un desastre y me ocurren cosas como las que les cuento.

UN SIMPLE YOGUR
Terminaba de cenar un yogur y, unos minutos mas tarde, vi un anuncio en la tele que proclamaba sus beneficios: “ayuda a mejorar el tránsito intestinal...”, decía; “y tan solo en catorce días”. Regresé a la nevera y me comí el contenido de los cinco envases que quedaban en ella. Me hubiera comido catorce pero desgraciadamente mi esposa ignoraba el estado de mis tripas cuando fue al supermercado. Total que al día siguiente, aún me quedaban tres días para salir de dudas y desentrañar la certeza de esa panacea de yogur, se me declara una gastroenteritis. Me puse diarréico perdido, vamos. “Pero bueno, ¿haces caso a todo lo que ponen en la tele?”, me dice mi médico de cabecera. Avergonzado, me voy del dispensario con una dieta a base de arroz hervido y unos polvos que tengo que tomar con no sé cuantos litros de agua. “Y nada de yogures”, me dijo el galeno antes de irme. El caso es que llevo dos días comiendo arroz como si fuera un chino y bebiendo una pócima que sabe a rayos, amén de mis visitas al excusado. ¡Malditos bífidus!

Pero es que ahora me doy cuenta que, desde hace ya dos meses, estaba tomando una margarina o mantequilla, o lo que diablos sea eso que se unta que, también según la tele, ayuda a eliminar el colesterol, y me planteo si no habrá sido ese “pringue” lo que me provocó la cagalera. Voy de nuevo al baúl del frío y, cabreado, cojo el tarro de la dichosa mantequilla y lo tiro a la basura, y con él un envase de jamón york contra los triglicéridos, una botella de vino sin alcohol y unos botes de crema catalana “sin azúcar”, entre otros productos estrella que mi mujer siempre tiene en la nevera. Satisfecho por mi hazaña abro una lata de callos de esas que traen todas las bendiciones y, olvidándome de las prescripciones médicas, me la meto entre pecho y espalda con un buen trozo de pan y media botella de rioja. Pasan tres horas y, ¡válgame el cielo!, ¡qué retortijones! ¡Ay, qué dolor de tripa! Otra vez al váter, vómitos y más diarrea. Para mas INRI, mi mujer pica en la puerta y me pregunta dónde está la puñetera margarina. “La tiré a la m..”, le contesto. La santa se va a la nevera de investigación y, cuando salgo del cuarto de baño, me monta un pollo que no les quiero ni contar. “Yes un burru, ¿pienses que vives solu en esta casa'”. Total que llevamos dos días enfadados y no me cuece ni el arroz. Y mis hijos partiéndose el culo de risa. Papá, ¿quiés esti chorizu baju en grasa y colesterol?, me dijeron todavía hoy.

Y entre el enfado con mi Santa y los problemas intestinales, estoy que no quepo en mí, así que he vuelto a fumar. Fíjense cómo estaré que esta tarde subí a un tren de cercanías con un cigarrillo entre los labios y el revisor, inspector o como se llame, me indicó con signos ostensibles que estaba prohibido. Fuera de mí, le llamo “pringao” y le digo a gritos que si voy a hacer caso de todos los carteles y anuncios que veo a lo largo del día, estoy “arregláu”. El resultado es que, dos estaciones mas allá, sube al tren un señor con aspecto serio que, tras identificarse, me hace bajar del tren y me lleva a un cuartelillo. En estas estoy mientras espero por un abogado. ¡Maldita sea mi suerte!

NO SIRVO PARA FONTANERO
He de reconocer que no soy un hombre paciente. Eso no quiere decir que sea impaciente, que va. Soy capaz de pasarme horas, días…, semanas enteras confeccionando una maqueta en papel de los Picos de Europa o de la capilla del Carbayu, a rigurosa escala milimétrica. Sin embargo hay cosas que no soporto como es irme un fin de semana a cualquier sitio cuando se que en el primer cruce se liará tal pifostio que se montarán caravanas de tres, cuatro o la de dios de kilómetros. Así es que me quedo en casa y veo los atascos esos por la tele o los escucho por la radio y pienso que “quien por su gusto corre, jamás en la vida cansa”, de tal manera que el que se va para dos días y se echa uno de ellos en el coche parado, contemplando el absurdo paisaje de la carretera y aguantando a su santa y a sus causahabientes, pues eso, que se joda. Al menos eso es lo que pensaba hasta el otro día en que padecí tal atasco que dejé de pensar eso de los pobres conductores, sufridos y ejemplares padres de familia.

Me avisa la mandakari que uno de los fregaderos de la cocina no traga el agua, que no evacúa vamos. Me uniformo al efecto y saco mi caja de herramientas donde no falta de nada, como en los programas esos de Patxi donde se lo pone todo a güevo el tal Merlín y, en poco menos de media hora, se hace una librería digna de la biblioteca nacional. Retiro todos los productos que hay bajo el fregadero y me dispongo a la faena. Desenrosco por aquí, desmonto por allá y, al poco tiempo descubro que la obstrucción está en la bajante. Hasta aquí todo normal y muy profesional. Introduzco instrumentos alargados por ella y compruebo con agua a presión que no desatasca. Ello me supone una pequeña inundación que limpio con rapidez. Mientras pienso en la estrategia fumo un cigarrillo y me planteo que si lo que obstruye no va para abajo deberá de salir, es decir, ir para arriba, así es que me voy por la aspiradora que mi mujer utiliza para las alfombras. Introduzco su bocal y le doy al interruptor. Chispazo, olor a chamusquina y el automático a tomar por culo. Subo la tecla, retiro el electrodoméstico, y decido irme en busca de ayuda. Tanta herramienta y lo que realmente necesito es un desatascador. En la tienda planteo mi problema y salgo de allí provisto de un muelle de esos que penetran en los lugares más recónditos y de un producto que, parece ser, limpia hasta el honor de Luis Roldán. “Manténgase fuera del alcance de los niños”, dice, además de traer un montón de pictogramas -cruces, calaveras, etc.-. Total que me dejé en la tienda treinta pavos. De nuevo en casa, echo el producto en la bajante y espero quince minutos a que haga efecto, como si fuera una aspirina. De repente aquello empieza a echar humo y me aparto de allí temiendo una explosión o algo similar. Acojonado, salgo a la terraza y, desde allí veo que aquello sigue humeando como una fumarola y produciendo unos chisporroteos infernales. ¡Vaya la que armé, cuando llegue la Jefa me corta los güevos”, digo para mis adentros. Al cabo de media hora cesan los síntomas y, con precaución, me acerco, introduzco el muelle, luego de nuevo la manguera y compruebo que el agua circula por la bajante. “Lo que hacemos los técnicos.”

Llega la dueña de la casa y, ufano, le digo que todo está arreglado, y la cocina inmaculada como si por ella hubiera pasado una brigada entera de limpieza. Recibo un beso como premio y me voy a mis asuntos. Cuando, al cabo de dos horas, regreso a casa me encuentro con mi Santa cabreada y, de nuevo, con la cocina patas arriba. “Ahora no funciona la aspiradora”, me espeta. Total, que al final solucioné el dichoso atasco con trescientos cincuenta pavos más. Desde entonces prefiero los atascos de carretera. ¡Qué remedio!

TAMPOCO PARA MÚSICO
Tengo un amigu que ye músicu, o al menos parezlo. Digo que lo parez porque, a veces, cuéntame coses en “do”, yo entiéndoles en “re”, ármase la de dios y dizme que soy un burro musical. Ye el dirigidor de un grupo coral. La verdad es que yo no sé por qué llamen “coral” a unos cuantos paisanos que se junten pa cantar tonaes que ya sabemos todos, como aquella de “Axuntábense”, o aquella otra de “Vas por agua a la fuente de la aurora”, o la de “Fuiste al Carmín de la Pola”, les de chigre, pa que me entiendan. Ahora como en los chigres no dejen cantar porque piensen que estás borrachu, si estás en una coral y vas encorbatáu, entonces sí. Sí pués cantar, y además invítente. Por eso se debe de llamar así, porque viste. Debe ser la hostia cantar en una coral de eses, y si yes el diretor, la rehostia. A lo que iba, esti amigu míu debe de ser músicu porque sabe leer los papeles que yos ponen delante. La partitura, me parez que-y llamen los entendíos. Pero tengo otru amigu que toca la guitarra sin que lu dirija nadie. Él dirígese solu. Y toca bien, tién gusto el cabrón.

Esti verano llamáronlos pa tocar en la romería de una aldea del monte y marcharon p’allá acompañaos de un órgano, esi instrumento diabólicu que lo toca tó, y una guitarra. Esuvieron tres hores cantando por habaneres, rumbes, cumbies, jotes, sevillanes, asturianes y tordillenses. Y los del pueblu encantaos. Quedaron tan contentos que el alcalde invitolos a cenar. A cuerpo de rey los trató la muyer. Pa entrar en materia, y mientras terminaba de preparar la cena, algo pa picar, media docena de chorizos de casa de esos picantinos, tortos con picadillo, mediu quesu cabrales ya untáu, tacos de casín, jamón…, y un vino cosecheru pa moríse. Llegó el primer platu, una fabada como pa ocho. Chorizos, morcilla, llacón, uñes…, el gochu casi enteru. Los mis amigos flipaben. Segundu platu, pitu caleya. Solo y faltaba el pescuezu. Con patatinos, arbeyos y pimientos. Riquísimo. Postre, arroz con leche en platu hondu, frixuelos rellenos de avellanes, bartolos de la casa, casadielles y tarta de manzana. La muyer ni se sentó a la mesa, no paraba de traer y llevar platos pa la cocina. “¿Quedasteis con fame, fíos?”, decía. “No cociné más. ¿Fríovos un par de güevos y unes rajes de adobu pa caún?”. Los mis amigos miráronse uno a otru con cara de pijos. “No señora, quedamos bien, todo estaba riquísimo”, dijeron al unísono. “¿Dónde está el servicio?”, preguntó el de la coral. “Aquí no tenemos”, dice la alcaldesa, “hacémoslo detrás de casa, en el monte”. “Pues con su permiso, señora”. Y se van los dos apretando las nalgas. Ya afuera, se agachan ambos entre los matorrales a diez metros uno de otro, y allí permanecen durante más de quince minutos haciendo los honores a la opípara cena de sus anfitriones. Pasado ese tiempo el director, que siempre lleva la batuta, dice al guitarrista “¿Trajiste papel?”. Y, en un postrero esfuerzo, éste contesta: “No. Yo cago de oídu”.

Entre los músicos llaman papel a la partitura, y entre los paisanos normales a esto que les acabo de relatar llamámoslo “fartura”. No volvieron a comer en dos días y eliminaron del mapa aquella aldea.

Y MENOS PARA HACER RECADOS
Lo que nos pasa a nosotros no le ocurría ni a La Pantera Rosa en sus mejores tiempos. Queremos creer que son cosas del azar o del destino, aunque casi todas las semanas nos pasa algo por el estilo. ¿Nos habrá mirado un tuerto? Mi mujer ultimaba los preparativos de la comida. Garigolos, decía el cartel del menú o, lo que es lo mismo y en cristiano, pote de garbanzos. Esto es lo que ocurrió, en tiempo real: entra en mi leonera y me dice que se ha quedado sin sal y que debo de ir al super. De paso me traes aceite, detergente y galletas, me ordena. Sin rechistar, porque se como se las gastan las que más mandan, me voy no sin antes hacer una lista del recado, no sea que vuelva a casa sin algo y me caiga el gran chorreo. Son las dos de la tarde y el super hierve de gente, muchos de ellos pringaos como yo a cuya patrona también se le ha olvidado alguna cosa. Todos lista en mano. Se dónde están las cosas y siempre procuro hacer la compra con la máxima rapidez de la que soy capaz. Hay pocos, y pocas, más rápidos que yo. Como son cuatro cosas no cojo trasporte, ni carrito ni cestita, todo en la mano. Craso error.

Con todos los encargos en una brazada, me dirijo a la caja, cuando, al girar en un pasillo, me doy de frente contra el carro de una señora y se me van al suelo galletas, sal y aceite. ¡Toma rapidez! El detergente lo llevo agarrado por el asa y se libra de la quema. Y menuda quema. Sofrito, diría yo. Allí queda todo, roto y amalgamado, ocupando el pasillo y pasando bajo las estanterías. Un verdadero desastre, y yo como un tomate sin saber que hacer. Inmediatamente llega la encargada y llama a una compañera que provista de cubo y fregona se dispone a limpiar el estropiciu. No se preocupe y siga con su compra, me espeta con cara de pocos amigos. Lo siento, he tropezado, le contesto. Cuando me dispongo a irme piso unas gotas de aceite y me caigo de culo contra el calderu de agua que también de derrama junto al detergente que llevo en la mano. Faena completa. La mitad de las empleadas de limpieza, y mis pantalones empapados de aquella mezcla indescriptible. Y la gente, descojonándose de mí, poco menos que me echó de aquel fatídico pasillo. Al final, entafarrado y humillado, sin saber dónde meterme, cojo de nuevo las cuatro cosas y logro llegar a la caja sano y salvo, esta vez valiéndome de una cesta. Espero a la cola durante unos diez interminables minutos, cuando llega mi turno. Doy mi tarjeta para pagar la compra, y la cajera, mirándome de soslayo por encima de sus gafas, me dice que el plástico no pasa. Inténtelo otra vez, por favor, le pido sonrojado. Lo que me faltaba, además no llevo dinero encima. Pues lo siento pero no la admite, ¿no tiene otra tarjeta? Ni perres, le contesto. Dejo esto aquí y voy por elles a casa, vuelvo ahora. Y para allá me voy avergonzado, pringado y de vacío. Había pasado casi media hora desde que me había ido a comprar.

Nada más abrir la puerta oigo que, desde la cocina, mi mujer me dice cabreada: “ya fuiste a tomar algo, eh. No se te pué mandar ná”. Cuando ve el penoso estado en que llego me pregunta que si vengo de la guerra. ¿Dónde está la compra?, me grita. En el suelu del super esparcía, y la tarjeta no tien saldo, le grito yo. Hay que ir a pagar y recoger les coses. Pues vas tú, dice ella, no pensarás que voy vestíme ahora solo pa eso. Así es que me desnudo, tomo una ducha, pongo ropa limpia, cojo les perres y vuelvo para el dichoso supermercado. Nada más entrar en él me encuentro con un recibimiento digno del Majarajá de Kapurtala, pero al revés y sin alfombra. El pasillo en cuestión está todavía lleno de espuma y todos me miran como queriendo descifrar en mi persona si soy tan torpe como realmente acababa de demostrar. Pago y a la salida me encuentro con un amigo que me dice: “Esto seguro que no lo cuentas en los periódicos”. Pues, antes de comerme los garigolos, es lo que acabo de hacer. Aunque me pese, y a mucha honra.

QUÉ TIEMPOS AQUELLOS
Entra el verano, los chicos han terminado la selectividad y esperan ansiosos la respuesta al interrogante que a muchos de ellos les ha atormentado a lo largo de todo el curso: ¿serán admitidos en la carrera y facultad que han solicitado?, ¿habrá sido suficiente la nota que han obtenido? Ya casi ni recuerdo aquéllos años en que yo estaba en su mismo lugar, expectante y nervioso de irme por fin a la Universidad, de liberarme definitivamente del yugo familiar. Y como yo todos mis amigos y compañeros, los que se quedaban en Oviedo, como fue mi caso, y los que se marchaban a Salamanca, Burgos, Madrid o cualquier otra ciudad. ¡Qué experiencias tan extraordinarias estábamos a punto de vivir!

Y ahora que han pasado los años puedo decir que, efectivamente, viví en la Universidad maravillosas experiencias, pero también puedo afirmar que otros abandonaron o no conservan buenos recuerdos, y que algunos, los menos, vivieron años sabáticos a cuerpo de rey, sin dar un palo al agua y, en consecuencia, perdieron uno o más años, por no decir la carrera y su futuro. Este es el caso de un amigo de la infancia (del que excuso mencionar su nombre) de familia acomodada que había decidido estudiar marketing e idiomas. Era imaginativo y muy inteligente, así es que como éstas eran disciplinas extrañas en este país y, además, en su casa había dinero, sus padres decidieron enviarle a cursar sus estudios a Oxford. ¡Casi nada, por aquellos años!, aún vivía el más general de todos los generales.

Se fue al Reino Unido bien equipado, con una jugosa dote estudiantil y un afán casi enfermizo por quemar Picadilly Circus, Buckingham Palace y, por supuesto, a todas las londinenses que se le pusieran por delante. Y a fe mía que debió de conseguirlo. Cuanto menos quemó otra cosa, porque no habían pasado dos meses de su aterrizaje en la City cuando se quedó sin dinero. Pensó qué hacer y decidió hablar con su padre: “Papá, le dijo, aquí han descubierto un novedoso sistema para aprender a los loros a hablar en tan solo un mes, y he pensado que como Pancho ya tiene tres años y no dice ni “pío” me lo puedes mandar para matricularle en esa escuela. Es un poco cara pero los resultados están garantizados”. Pancho, era un loro gris africano, un yaco, que vivía con la familia desde polluelo y aún no decía palabra alguna pese a ser una de las especies más inteligentes, así es que el padre le envió al loro acompañado de mil libras. Llegó la primavera y mi amigo había dilapidado la pequeña fortuna que su padre le había mandado para educar al loro. Siguiendo la estrategia diseñada en un principio llamó a su progenitor y le dijo: “Papá, Pancho ya habla perfectamente inglés. Ahora han sacado un curso de español, si quieres le inscribo. Cuesta mil quinientas libras”. El padre le envió el dinero.

Terminó el curso y mi amigo regresó de Inglaterra. Su padre le había ido a recoger al aeropuerto, se abrazaron y aguardaron la salida de equipajes. Cuando éstos salieron por la cinta se extrañó de la ausencia de la jaula y preguntó a su hijo: “¿Y Pancho…?”. “Verás Papá, Pancho aprendía rápido, y al poco de empezar su clases de español, un día me preguntó si seguías liado con la vecina del chalet de enfrente…”. El padre, sonrojado, explotó y dijo: “¿Y no has retorcido el pescuezo a ese hijo de…?”. “Sí Papá, eso es lo que hice, no fuese a contárselo a Mamá”.

Mi amigo recuperó el año perdido y ahora está en Dubai, forrado y con una enorme tripa. Por cierto, Pancho ya habla árabe.

¿LO HAN OÍDO?
Paseaba por zona rural, a castañes, y revolviendo entre orizos y hojas, me encuentro una oreja. Como lo oyen, más bien como leen, una oreja que, en algún momento, había sido de alguien y que ahora tenía vida propia, yo diría muerte propia, independiente de la vida o la muerte de su dueño. Digo dueño porque no tenía agujero. Tampoco tenía lápiz, luego, aparentemente, tampoco podía pertenecer a un carpintero. La envolví en mi pañuelo y regresé a los pueblos por los que acababa de pasar donde pregunté a las gentes si reconocían aquel apéndice auricular. Nadie mostró interés alguno por la oreja amputada y perdida, quizás fuera porque todos tenían las suyas en su lugar. ¿Y qué hago yo con esto?, me pregunté. Yo tengo las mías. Pero, de alguna forma, no me podía desprender de ella, ni siquiera dejarla donde la había encontrado, porque algo me decía que aquella oreja había sido receptora de secretos importantes, había oído secretos inconfesables, o escuchado músicas celestiales o relatos maravillosos. De pronto aquella oreja se convirtió en el asunto más importante de mi existencia. La examiné por todos lados y de todas las formas. Su morfología me indicaba que era oreja izquierda, pero estaba claro que no podía ser la de Van Gogh. No me interesaba desde el punto de vista forense sino desde el sociológico. Anhelaba más saber qué es lo que había oído y sabía, que la identidad de su propietario. Sin embargo, ineludiblemente, la primera cuestión nos llevaría a la segunda, o al revés. Me planteé dos alternativas. La primera era dar por supuesto que lo había oído absolutamente todo, que estaba repleta de sonidos e información como un disco duro lleno y no reutilizable, en cuyo caso su dueño hubiera optado por prescindir de ella y procurarse una nueva, y virgen. La segunda alternativa consistía en que a su portador no le gustase lo que por ella escuchaba y habría decidido cambiarla, como quien cambia de emisora de radio o de televisión. Instintivamente la puse sobre la mía. Solamente se oían interferencias. La deposité en un paño de terciopelo azul y seguí pensando. Volví a probar, pero en esta ocasión la coloqué sobre mi oreja izquierda, donde realmente debería de ir si hubiera sido mía.

Claramente se oían voces anónimas, de todo tipo. De hombres y mujeres, viejos y jóvenes. Voces que pedían, otras se lamentaban, algunas rogaban, pero todas clamaban por algo que aparentemente se les debía y llevaban tiempo sin obtener. Eran todas voces reivindicativas, angustiadas y llenas de premura. Desconcertado, volví a depositar la oreja con toda su información encima del paño. Faltó poco para volverme loco. Por fin sabía qué es lo que aquella oreja había oído, pero dudaba de si aquello había sido realmente escuchado con una mínima atención. Esta conclusión me llevó a pensar y a hacer una investigación introspectiva acerca de la titularidad del miembro auditivo. No tardé en darme cuenta de que aquello pertenecía a la clase política, a toda. A quién si no podrían ir dirigidas tantas demandas urgentes de justicia, de solidaridad, de equidad… ¿Quién tenía competencia para acallar aquellos lamentos anónimos? ¿Ante quién o quiénes clama el pueblo?

Ante este clamor dudaba si merecía la pena devolverla porque, al fin y al cabo, no les habría de servir de nada. Volverían a dejarla abandonada en cualquier sitio sin temor a que alguien como yo volviera a encontrarla y a desentrañar su preocupante contenido. Así es que decidí conservarla envuelta en aquel paño de terciopelo. De vez en cuando la saco de allí y la escucho con atención. Luego les cuento a ustedes lo que me cuenta y voy descubriendo. De todas formas la tengo a disposición de sus dueños por si, al fin, se deciden a utilizarla.

P.D.: Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia

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