miércoles, 28 de octubre de 2015

ESTAR EN PROCESIÓN



Los Premios Princesa de Asturias



En estas mismas páginas hemos dicho en varias ocasiones que nos gusta la ceremonia anual de los Premios del Principado de Asturias. Las idas y venidas de los premiados, sus comparecencias ante los medios y la ciudadanía, el acto de entrega en sí con sus prolegómenos y esa fiesta final en el Hotel de la Reconquista para, al día siguiente, empaparnos con los ecos que todo ello ha tenido en prensa. Sin embargo sólo en una ocasión he estado cerca de ese ceremonial por pura casualidad. Fue hace más de diez años en que me pilló cerca la llegada de S.A.R., el Príncipe, la recepción de autoridades y la parada militar realizada en su honor. Lo demás, como siempre lo hago, lo veo por la tele tan tranquilo. Porque he de confesar que siempre fui enemigo de las multitudes. Me marean. Fíjense hasta qué punto que cada vez soporto menos la idea de ir de compras a una gran superficie o la de meterme a tomar el sol en los arenales de San Lorenzo o Benidorm. No me gustan los gentíos ni los barullos. De hecho no me percaté de la existencia de las flechas que existen en el suelo de IKEA para indicar el itinerario del visitante hasta que me un día perdí y no sabía por dónde salir. De manera que nunca me gustó andar de procesión. Aquello de ¿dónde vas Vicente…?
Tampoco me gusta el comportamiento de esos personajes públicos que, inducidos, o no, por sus ocasionales socios de gobierno, se declaran cada vez más antimonárquicos para luego, con una fingida sonrisa, inclinar la cerviz en presencia de quienes la representan cuando, previamente, se ha dado cobijo en la sede de la institución que preside a aquellos que, como él mismo, se han pasado la semana entera despotricando contra la Monarquía y la Fundación que patrocina los Premios. Es lo mismo que poner una vela a dios y otra al diablo. Si quien está ahí para favorecer y promover la convivencia ciudadana se dedica a instigar el enfrentamiento entre quienes piensan de distinta manera, sea por propia convicción o imbuido por otros, nos situaremos en tesituras más propias de aquellas “Dos Españas” de Machado que en la de la España moderna y democrática que hoy tenemos. De momento. Así es que Duke y quien suscribe insistimos en el respeto a la opinión ajena que es la esencia de la democracia. Si tenemos una monarquía constitucional es porque así lo hemos querido. Para los olvidadizos.

lunes, 26 de octubre de 2015

SITIO, POR FAVOR



Aparcar con egoísmo



Vamos a ver amigu, ¿qué te cuesta arrimar el coche un poco más alante, o un poco más atrás? Non te cuesta ná, dejeslu bien aparcáu y de pasu facilites el aparcamientu a otru que vien detrás de ti. Porque ye que si no practiques el arrime, o no tas acostumbráu, dejes metro y mediu pa una moto o una bici y, como el que ta en el otru extremo haz lo mismo (y aunque no lo haga), no hay manera de meter otru coche en un cachín que hay delantre mi casa donde sólo caben tres, y no muy grandes. Pero tú, como no te preocupes un pijo por los demás, llegues cuando hay sitiu y déjeslu ahí en medio pa que vean que tienes un Mercedes o un Cherokke, o la de su madre. Y como yes así, lleguen los conductores normales, de infantería, y no tienen donde aparcar. Ni delante ni detrás. Y Duke que ta observando protesta como buen ciudadanu que ye. A ver, ¿a ti no te jodería que delante tu casa, onde hay dos aparcamientos, llegue un guaperas con un Audi y lu deje en medio, que tienes un sitiu pa la neña que llega de trabayar y non pué aparcar ni delantre ni detrás? Pues, macho, si a ti eso no te haz la puñeta, no entiendo como pués facer eso delante de mi casa, No lo entiendo. Y lo que menos entiendo ye que salgas del coche y mires si tás bien arrimáu a la acera, coges la chaqueta de atrás, das al piticlín pa que cierre y hasta luego Lucas. Y, ¿el sitiu de alante, qué?, o el de atrás. El que vega detrás que arée, ¿o no?
Pues eso. Que hay un montón de ciudadanos que no piensan en los demás y que van a lo suyo. Y eso vale con los aparcamientos, que es lo que hemos contado, y vale con todo. Absolutamente con todo. “Yo a lo mío, que para eso llegué primero”. Y no es así, queridos amigos, o no debería de serlo. Si no cedemos de nuestras posibilidades en la vida a los otros, si no pensamos un poco en los demás que no dejan de ser nuestros vecinos o parientes, o no, pero que son ciudadanos de carne y hueso como nosotros, ¿vamos a esperar que cuando vamos a Valladolid, a Chicago o a Pola del Tordillo hagan con nosotros lo que nosotros no hacemos con ellos cuando vienen aquí?
Por eso, tas muy equivocáu amigu. No sabes cuánto. Tuve a puntu de ponete un nota en el parabrisas pero no tenía muy claro si llámate egoísta o decite que vuelvas a sacar el carné.

sábado, 24 de octubre de 2015

SUPER-KAMIOKANDE



El Nobel de Física





Así se denomina el proyecto en que han trabajado el nipón Kajita y el canadiense McDonalds por el que este año han obtenido el premio Nobel de Física. La palabreja hace referencia a un enorme tanque que contiene 50.000 toneladas de agua requetesuperdepurada donde penetran partículas, llamadas neutrinos, por encima de la velocidad de la luz para hacerse visibles dejando en el agua la estela de su veloz recorrido. El experimento ha tenido lugar como consecuencia de la explosión de una supernova de la que se desprendieron billones de partículas, de las que una infinitésima parte cayeron en el calderu esi y otras tantas, o menos, atraviesan nuestro humano cuerpo sin que nos demos cuenta. Hay que decir que en la Física de Partículas se estudia la masa de estos nanoelementos que carecen de carga eléctrica y son irreductibles a menor tamaño y complejidad. Para esta observación, el Super-K está provisto de 11.000 tubos fotomultiplicadores que son los que detectan el paso de los neutrinos  y miden su masa. ¿Han visto ustedes cómo domino la ciencia?
Pues lo cierto es que Duke no tiene ni la más mínima, ni “particular”, idea de para qué sirve eso, pero tien que ser la de dios pa que yos den esi premiu tan importante. Dicen, además, que el invento va a suponer todo un avance en la materia. De ahí que ya estén trabajando en otro más ambicioso: El Híper-Kamiokande, con una capacidad veinte veces mayor. Esto es un millón de toneladas de agua y un montón de fotomultiplicadores más. Las mismas palabras lo expresan, la diferencia ye la misma que hay entre un supermercáo y un Híper. En el primeru hay muchos produtos, pero en el segundu hay la de su madre. Tienen lavadores, colchones y hasta chopitos. Tienen de to, oiga. De ahí que cuando terminen esti proyeto y hagan l’experimento vamos quedar de paté de fuá. Seguiremos sin saber pa qué sirve, pero seguro que pa to. Hasta pa remendar un calcetu o unos calzoncillos marianos, como los robots esos de cocina que igual te hacen una vichisuá que un cachopu o una tarta de castañes pilongues, ahora que tamos en temporá. Y, viendo lo del premiu d’esti añu, igual hasta ponen el nuevu tanque en Pénjamo onde taben les piscines aquelles a les que íbemos de piquiñinos y en les que aprendimos a nadar. Si se ven los neutrinos, a ver quién ye el guapu que se mea en esa pileta. O la guapa.

viernes, 23 de octubre de 2015

HABÍA UNA VEZ...

Un submarino que no flota

Dicen que es el submarino más avanzado de la historia, lo definitivo, lo último en tecnología. Pero no emerge, oiga. Que non flota, vamos. Ye un sumarino auténticu. Al S-80 le faltan siete metros de eslora, le sobran toneladas de peso o es que los ingenieros esos que lo diseñaron no se dieron cuenta que de vez en cuando tiene que salir a superficie y echar anclas en algún puerto para que sus submarineros puedan tomar una birra e irse de mujeres de mala vida, como siempre ocurrió cuando se habla de marinería. El caso es que, como es habitual en este país, para que el diseño y la posterior fabricación del parato llegue a buen puerto (ye una broma licenciosa) hacen falta doscientos millones de mortadelos, o más. Sobre un presupuesto ya consumido de más de muchoscientosmil millones. O sea que después de sacar a flote a la banca ahora hay que poner más viruta pa reflotar al submarino. ¡Si Peral levantara la cabeza!
No se si recuerdan aquella canción de nuestra infancia que hablaba de un “barquito que no sabía o no podía navegar, pero pasadas un, dos, tres, cuatro, cinco, seis semanas, aquel barquito navegó. Y si esta historia os parece corta volveremos a empezar”. Pues es lo mismo que hacemos aquí, volver a empezar, como Garci en Gijón. Eso sí, poniendo perres, quitando pesu o añadiendo más barcu, lo que llevaría más viruta sin garantía de qu’el barcu emerja y, ni siquiera, de que suba el periscopio. Que esa ye otra. Porque si non pués ver al enemigu pa lanzar el torpedo -“fuego el uno”-, ¿pa qué quiés un sumarino? ¿No vale más tener un cayuco y tirar petardos y restallones? Pues eso.
Y fíjate que en esti país somos de tradición marinera. Mira tú si, cuando lo de Colón, después de ser aprobáu el presupuesto por Isabel, que encamentó a Fernando con males artes (y no de pesca), hacen los barcos pa descubrir les Indies y resulta que les carabeles, ya heches y en el puerto de Palos, bótenles y húndense. Que non floten ni con manguitos. Ármase la de dios. ¡Menudu descubridor de América, que no sabe ni facer una triste carabela. Con lo fácil que ye! Pues esto ye lo mismo que yos pasa a estos listos de A Coruña y Cartagena, que tan gastando un pastón, y más, en un submarino que no flota. Y debe ser porque éstos son ingenieros de profundidades, aunque no tengan conocimientos muy profundos en la materia. Ye lo que están demostrando.

miércoles, 21 de octubre de 2015

DE CABALLERÍA



Mientras se juega al mus



Allí estaban tranquilos, reunidos entorno a la mesa de juego. Callados, serios y cada uno de ellos observando minuciosamente los gestos del rival de su derecha. Unas copas y un gran cenicero sobre la mesa donde está desplegado un tapete verde con unas pequeñas tabletas metálicas y unos naipes. Un papel y un lápiz. “Embido”, dice uno. “Dos más”, dice otro. “Que sean seis”, responde el primero. “Quiero”, replica el segundo. Y, tras la barra, el dueño del establecimiento observa distraídamente el desarrollo de la partida. No sabe nada de mus ni tiene más parroquianos a esa hora de la tarde. Algo bulle en su cabeza siempre dispuesta a argüir una nueva peripecia. En esto entra en el bar un quinto parroquiano que se pone en una esquina y solicita un café. Los jugadores observan al extraño al que nunca habían visto por allí. Sonríen, pensando sin duda que algo se está cociendo y vuelven a lo suyo. “Llevo pares…”. La partida continúa.
Cuando el foráneo está a punto de terminar su café pasa por la calle un jinete a lomos de un jumento digno de Don Quijote. Un Rocinante cualquiera. El hombre se apresura, sale a la puerta del bar y se queda mirando la cabalgadura hasta que desaparece de su vista, y regresa a su lugar murmurando: “qué trote más bonito tiene ese caballo”. Y, sin dar lugar a la espera, el del bar sale de detrás de la barra, pone su mano en el hombro del nuevo cliente y le dice: “¿le gustan los caballos?”, a lo que el otro responde que sí, que le encantan y que él había servido en Caballería. “Qué coincidencia, yo también”. “En el Cuartel de Farnesio yo era el encargado de cuidar los caballos que traían a competir en el Hípico de las fiestas de San Pedro. Eran buenos saltando, pero había uno al que tenía un especial aprecio. Se llamaba Poderoso y tenía algo que le hacía perder pelo”. El extraño le miraba atento y en aquel momento la partida que se jugaba quedó en suspenso. “Cuando vine de permiso, no hacía más que acordarme del caballo y pensé en llevarle algo a mi regreso. Así es que,  esperando el tren, le compré una docena de pasteles. Llegué al cuartel y, antes de cambiarme, se los di, algo que me agradeció con un relincho. Oiga, ¿quiere creer que no habían pasado diez días y dejó de caerle el pelo?”. Y el interpelado dijo, sin más, “adiós, buenas tardes”. Y huyó de la emboscada. Ocurrió en Lada hace muchos años.