miércoles, 31 de mayo de 2017

AROMAS Y FLUÍDOS

También fetideces.



La seducción que despliega el olor es implacable: se instala en nosotros y sella su poderío en los tejidos de la memoria (copirrí de Duke).

Lo que se ve se describe con una imagen, lo que se oye con palabras. Aquello que se toca, lo que se paladea y lo que se huele, ¿tiene descripción? ¿Cómo describir un olor? Patrick Süskind, novelista alemán, logró plasmar un sinfín de aromas en las páginas de su obra “El Perfume” de forma que su lectura nos impregna, página tras página, de fragancias y sensaciones olfativas: almizcle, sándalo, pachulí, rosa, jazmín, madera, romero…, y un largísimo etcétera que no tendría cabida en esta breve columna. ¿Se lo imaginan? Claro que no, por eso la dificultad descriptiva de que hablaba al principio. Sin embargo estoy convencido de que los humanos tenemos memoria olfativa, todos sabemos a qué huele una rosa aunque no sepamos describirlo, y también todos tenemos muchos recuerdos olfativos que nos transportan a nuestra niñez y, casi siempre, rememoran tiempos pasados: el olor a hierba, a café recién tostado, a lluvia, a pan de pueblo… ¿Qué fragancias recuerdan ustedes?, a vuelapluma vienen a mi mente muchas: la de un coche nuevo, ¿o no huele a nada?, la de aquellos lápices de colores y gomas de borrar que utilizábamos en la escuela, la de la leche en polvo que nos daban y la recién ordeñada, el regaliz, el cuero, las tiendas de ultramarinos de antes... Nuestra madre también es una fragancia grabada en la memoria.

Hay olores que no están al alcance de todo el mundo, por precio, como es el No.I Imperial Majesty creado por pedido de la Reina Victoria de Inglaterra y puesto a disposición de los pasajeros de primera clase del Titanic, perfume del que tan solo medio litro cuesta la friolera de 260.000 dólares (mas de treinta millones de pelas); o inalcanzables por ubicación como pueda ser el olor a acetilsalicílico que desprende la planta Bayer de Lada cuando descargan los camiones cisterna, se lo recomiendo a quienes padezcan dolor de cabeza. Sin embargo hay fragancias que, por desgracia, sí están al alcance de todos. Es el olor de quienes no se lavan, de aquellos que no practican con regularidad el aseo diario. Es el conocido “eau de sobac”, el perfume preferido por los guarros(as) que pululan por ahí y, en ocasiones, se acercan a nosotros ufanándose del extraordinario desodorante que se ponen. Seguro que a todos nos ha tocado gozar de la incomparable compañía de alguno de estos individuos molestos, insalubres, nocivos y peligrosos. En el autobús, en el super, en las salas de espera…, generalmente en lugares de los que no puedes huir y en los que, inevitablemente, todos se miran entre sí a fin de descubrir al portador de la esencia de los limones salvajes del Caribe, algo muy parecido a lo que ocurre cuando alguien se tira un pedo en el ascensor. Lo que ocurre es que un pedo no es más que una manifestación de protesta y, hay veces que aún siendo muy estentórea también lo es pacífica. Al contrario, los efluvios y fluidos corporales de estos personajes no avisan, sino que se desploman como una losa sobre tu pituitaria y te ahogan, te asfixian y te destrozan los sentidos, todos, incluido el sentido común.

Este humanoide que se aberroncha contra la molicie, el abandono, la suciedad y la inmundicia no es un desconocido para nadie, todo lo contrario, tiene gran notoriedad sin ser anunciado en las campañas publicitarias afrancesadas. ¡Aquí huele a muerto!, exclama alguien. Y, como quien no quiere la cosa, otro alguien hace mutis por el foro. Deberían de multarle y, sobre todo, exigirle un mínimo de limpieza para vivir en sociedad. Y hablando de memoria olfativa, Duke recuerda a todos los “malolientes”, se aleja de ellos y les tiene fichados. Él ha sido quien me ha propuesto hablar de algo tan indescriptible. ¿Cómo no?

Marcelino M. González


ANDARICAS Y MOSQUITOS

Y centollos.



Llevo dos años queriendo hablar de esti personaje de luenga perilla, pícara sonrisa, negra faltriquera donde mete pesetes, perrones y perrines, y sobre todo sacacorchos. Apuesto algo a que nadie en Langreo saca los corchos como él. Ta t’ol día dale que te pego. Ye igual que sea vino peleón, que blanco, que tinto, que Catedral de León (de pasu hagói publi al mi amigu Mario el del Bodegón, que lo merez). Pues mira que tuve mil oportunidades p’hablar d’él, o doscientes, pero munches porque ye un chigreru de los de antes que, si no ta presu, tan buscándolu. Ye bastante zorro, pero sin acritud. Igual te está mandando a la mierda, pero ponte esa sonrisa tan cinematográfica que pienses que ta diciéndote lo guapu que yes. Duke non se fía d’él, que va. Somos amigos y querémonos muncho, pero tú ahí y yo aquí. ¿Entendeisme? Pues, bueno, el casu ye que ayer por la tarde taba yo tan tranquilu tomando una pinta de les de Mario en la terraza cuando aparez el chigreru con una escoba, ya eniesta, con to la intención de quitar unes teles de araña, de andarica diría yo, que taben prendíes n’el letreru del chigre. “Pero bueno, macho, ¿quiés meteme esos centollos en el vasu. Ye esti el pinchu de hoy. Home no me jodas”. Sin más palabres puso la escoba en posición de descanso y metiose dentro el bar rezongando por lo bajo: “Voy facete casu, porque si no mañana salgo en La Nueva España”. Pero no podía seguir calláu, no. Al poco salió y con esa sonrisa a lo Errolflín díjome que si prefería les andariques a les mosques y mosquitos que pululaben por allí por la tremenda luminaria que tién cuando amanéz y cuando oscuréz, en clara referencia a ese hábito municipal de encender la iluminación pública una o dos horas después de oscurecer y apagarla en el mismo lapso antes de que amanezca, de tal forma que él, que abre su negocio a las siete y media por aquello de los desayunos y to eso, tiene que meter la llave en la cerradura por intuición. A palpu.
Y debo de confesar que, aunque sea un poco cabroncete, en esto no anda nada descaminado. Tanto a la noche como al alba es cuando más gente se mueve, bien de salida, bien de recogida. A las siete de la mañana mucha gente, por desgracia cada vez menos, saca su coche para ir a trabajar a Oviedo, Gijón, o donde pinte y ya no hay luz. Y cuando llega, a las ocho de la tarde, y quiere guardar su coche tampoco la hay. Señora alcaldesa, tome nota por favor. Queremos mosquitos en las farolas públicas. Y tú, amigu, quita eses andariques, hazles picadillo o llévales p’al circo.


Marcelino M. González


ALERGOFOBIA

Estornudos y arrasques.



Después de un invierno crítico -a éste pasado también le afectó la crisis (como a todo y a todos)- por fin despunta la primavera. Ya saben esa de las espichas, de los campos salteados de florecillas, el trinar de los pajaritos y para muchos, entre los que nos encontramos Duke y quien suscribe, el tiempo de las alergias, por aquello de que “la primavera la sangre altera”. No está falto de razón el adagio popular porque quien más quien menos tiene alergia a algo. De hecho tengo un amigo que se la tiene a todo, al polen, al polvo, al acetilsalicílico, a las lentejas con chorizo y hasta al vino peleón. Así es que desde marzo hasta junio el pobre hombre tiene unas erupciones cutáneas del copón y no para de arrascarse a todas horas. Le he dicho en muchas ocasiones que deje de tomar “matarratas” y se pase al “rioja” o al “ribera”, pero no me hace caso y sigue con el morapio empolvado, quiero decir con el vino hecho a base de polvos y, claro, las alergias insisten igual que él insiste. Dice que es el mejor desinfectante, y a lo mejor tiene razón.

Con motivo de uno de esos episodios en que te salen ronchas hasta en los dientes, hace años consulté a un especialista. Después de ponerme no sé cuántas gotas paralelas sacadas de frascos diminutos a lo largo del antebrazo me dijo que no padecía enfermedad alérgica alguna, al menos de las conocidas. Por las gotas y el dictamen del galeno pagué tropecientasmil, todo para permanecer en la más absoluta ignorancia del verdadero origen de aquellos insoportables picores. Un día me enteré de las fechorías de Roldán y empezaron otra vez; otro día supe de lo de Vera, y lo de De La Rosa y de lo Mariano Rubio, y siguieron; y otro de lo de Camps y Matas, Correa, Bárcenas y la madre que lo parió, y ya no paro de arrascarme, como mi amigo. A Duke le pasa lo mismo. Así es que con el tiempo fui dándome cuenta de que nosotros solo tenemos alergia a los políticos. No a todos, sino a los corruptos, los trepas y los mentirosos compulsivos. O quizás sí tenga alergia a todos porque no dejo de arrascarme. Será que no hay ni uno que diga la verdad, aunque sea una sola vez en su puñetera vida. Y es que la clase política de este país es distinta a la de los demás países de nuestro entorno geográfico y económico. En ésos te pillan en una y has cavado tu propia tumba, mientras en el nuestro se descubre que un determinado personaje político ha mentido, o ha prevaricado, o se ha dejado sobornar, o ha metido la mano en la saca…, y le ponen una calle, le llaman a televisión para que cuente cómo lo hizo, y al final se edita un best seller con sus gloriosas memorias. Los políticos en nuestro país son más parecidos a los de esas repúblicas bananeras que tanto se critican.

Tenemos fobia a esta alergia. Alergofobia. De manera que nuestro castigo es que estamos arrascándonos durante todo el año, da igual que sea primavera o no. Muchas veces, a parte de esos molestos pruritos, nos entra una risa incontenible, para mearse, y otras, sin embargo, unas ganas de llorar insoportables. Al final nos arrascamos, reímos y lloramos, qué remedio. Solo nos vemos un poco aliviados cuando le damos a la tecla como ahora y contamos a todo el mundo lo mucho que nos escuece, aunque cuando lo hacemos también algunos se piquen. Pues que se arrasquen.


Marcelino M. González


AGUJEROS NEGROS

Los griegos y nosotros.



Termino de leer una noticia que dice textualmente: “Una estrella engullida por un agujero negro”. Parez ser que haz 3.800 años, mes arriba o mes abajo, una estrelluca del tamaño del sol, tonelá arriba o tonelá abajo, pasaba cerca de un bujeru negru de esos y por no mirar por dónde iba cayó dentro d’el. Según la noticia, esi ye el resultáo de una investigación de varios científicos, entre ellos uno andaluz, que dicen que lo vieron el pasau 28 de marzo, por unes radiaciones o no se qué cosa. ¿Tarán seguros o eso de lo que era resultao ye de una tayá de la de su madre?, porque yo no lo creo, oye. A ver, ¿por qué saben estos científicos que la estrellina y el furacu estaben a esa distancia?, ¿acasu lo midiéron? Ahora resulta que no sabemos muches coses de la actualidá y saben lo que pasó allá’lantre en la era del testamentu antigu. Buscaron al Nani y a Roldán que estaben más cerca, no hubo manera y encuentren esto sin buscalo. Y ¿por qué saben que el furacu era negru, eh? si allí en el espacio siempre ye de noche cerrá. El casu ye que debe ser verdá porque dícenlo éstos que son astrofísicos, que saben lo que no está escrito y tienen unos telescopios del copón. Además viéronlo los de la NASA que esos venlo tó, menos los aviones de Bin Laden.
Además dicen que aquí en la nuestra galaxia eso no pué pasar porque el sol ta lejos del furacu central y “no corre el riesgo de ser engullido”. Ya ho. Fíjate tú que Grecia está tovía más lejos que el sol y ya cayó en el furacu, igual que Irlanda y Portugal. Los vecinos europeos ayúdenlos a salir del pozu y al pocu tiempu, ¡zaca!, otra vez que vuelven a caer. Los griegos, porque los otros, viendo lo que yos pasó a los helenos, rodearánlu. Vamos digo yo. Esto no pasaba cuando Platón y Aristóteles. Entonces los griegos eren más espabilaos, habíen aprendío con los filósofos aquellos. Fíjate que inventaron los Juegos Olímpicos y el nudismo. Sí ho, corríen en pelotas. Como están ahora.
El casu ye que los demás no escarmentamos. Primero fueron 90.000 millones de Mortadelos. Como no puén pagalo, ahora vamos a dayos otros tantos. Y después seguro que el doble. Si nos queda. La Merkel, que no ye boba, diz que los bancos europeos son los que tienen que aflojar la viruta y poner el güevu. Y tién razón Gelines, ¿no son los bancos los que tienen les perres? -aunque en el casu de Botín les tenga en uno de Suiza que ye más seguru-, pues que les suelten, que fue por culpa de ellos lo del buracu esi. Tanto especular, tanto especular y tuvieron que ser los erarios nacionales los que fueron a rescatalos. Pues ahora que rescaten ellos, no te jode. Lo que pasa ye que los teutones pa esto son muy suyos. Gústayos ayudar a la gente y total, antes que ir ellos mismos a pedir les perres al banco, que sea el banco el que yos de el préstamo a los helenos. Directamente. Así ganen tiempu y ahorrenyos un pastón en comisiones. Sin embargo los franchutes y nosotros no estamos de acuerdu, no. Ye normal: tamos acostumbráos a poner el cazu.


Marcelino M. González


A LAS COSAS POR SU NOMBRE

Líneas eléctricas.



Estamos hartos de que ciertas cuestiones se disfracen con términos inapropiados con el único objeto de quitarles importancia, o paja -que decimos eufemísticamente-. Después ocurre lo que ocurre, que la gente se confunde, busca las cosas donde no están y, claro, no las encuentran. Por una comparecencia de nuestro Arzobispo, Sanz Montes, ante miembros del Opus Dei, me entero en LNE que el teólogo Diarmid O’Murchu propuso hace años el cambio de definición en los votos religiosos. Así, el de pobreza se llamaría “de administración ecológica”; el de obediencia, “mayordomía de coordinación”; y el de castidad, “voto para la relación”. ¡Hay que joderse con el tío este de la Teología Cuántica!, ahora resulta que al cura de pueblo tenemos que considerarle como un mayordomo coordinador, un administrador ecológico y, además, ¿un relaciones públicas? Con razón dice el Arzobispo que la vida religiosa se está devaluando. Hasta el punto de que hoy los curas ni traen sotana, ni andan en bicicleta. Los Lewis, la Harley y el pendiente en la oreja es lo que se lleva. Curas modernos, como Dios manda (con perdón).

Pero hoy no he venido a hablarles de esto. Valga sólo como ejemplo. Vamos a ver: la línea eléctrica ésa que va a terminar en Velilla (Palencia) y que, desde haz tantu tiempu, está originando tanta literatura en los periódicos y en los demás medios, esa línea ¿cómo se llama?, Lada-Velilla o Sama-Velilla, porque ye que a Duke estos de Red Eléctrica de España ya lu tienen confundíu y no sabe si están hablando de una linea o de dos; una que va desde Lada y otra desde Sama. A nosotros nos importa un carajo por dónde vaya la dichosa línea, sea por Pajares, San Isidro o Pola del Tordillo. Que se arreglen, que ya va siendo hora, porque esto del “polémico trazado” ya está resultando muy cansino. Lo que sí nos importa -y mucho- es la denominación que se le está dando. Si sale de Lada, porque ahí están las instalaciones de la Central Eléctrica, tendrá que denominarse “Lada-Velilla”, como se hizo en un principio que se remonta a 1985 cuando surgió el proyecto y quedó en vía muerta, donde continúa. Sama es otro distrito que, en cuestión de líneas, solo está relacionado con el de Lada a través de la del Recollo, y punto. ¿Qué yos parecería a los salmerones si llevamos el Ayuntamiento pa Lada?, seguro que no yos gusta. Pues la línea es de Lada, y si no quieren llamarle como desde aquí reivindicamos, que la definan como Langreo-Velilla. Eso, una tercera línea para el polémico trazado. A esti pasu a los gatos -los de Lada- van a quitanos hasta “La Fuente del güevu” y decir que está en La Felguera, en Ciañu o en casa su madre. Y eso sí que no, por ahí no pasamos. Ye lo mismo que eso de que la Estación de FEVE de Sama está en La Felguera. Menuda gilipollez. ¿No tienen ya los felguerinos una estación de vía estrecha?, ¿pa qué quién otra? Claro, aquí de lo que se trata ye de acaparar coses. Y estaciones también.

Pues lo dicho. El balón no se llama “esférico”, y si un delantero está en fuera de juego, no ye “orsa”, ni “of side”, o como coño lo llamen. De manera que a esos de REE, Duke les dice que se pongan las pilas y llamen a las cosas por su nombre: “El polémico trazado Lada-Velilla”. Después que lu pasen por donde yos salga de los cataplines, si al final lu pasen por algún lao.


Marcelino M. González


¡AYUDA!

Cuando fuí transgénico.



Terminaba de cenar un yogur y, unos minutos mas tarde, ví un anuncio en la tele que proclamaba sus beneficios: “ayuda a mejorar el tránsito intestinal...”, decía; “y tan solo en catorce días”, concluyó. Regresé a la nevera y, con ansia, me comí el contenido de los cinco envases que quedaban del pack. Me hubiera comido catorce, uno por día, pero desgraciadamente mi esposa ignoraba el estado de mis tripas cuando fue al supermercado. Total que, al día siguiente, aún me quedaban tres días para salir de dudas y desentrañar la certeza de esa panacea de yogur, cuando se me declara una gastroenteritis. Me puse diarréico perdido, vamos. “Pero bueno, ¿haces caso a todo lo que ponen en la tele?”, me dice mi médico de cabecera. Avergonzado, me voy del dispensario con una dieta a base de arroz hervido y unos polvos que tengo que tomar con no sé cuantos litros de agua. “Y nada de yogures”, me dijo el galeno antes de irme. El caso es que llevo dos días comiendo arroz como si fuera un chino y bebiendo una pócima que sabe a rayos, amén de mis visitas al excusado. ¡Malditos bífidus!.
Pero es que ahora me doy cuenta que, desde hace ya dos meses, estaba tomando -también para cenar- una margarina o mantequilla, o lo que diablos sea eso que se unta, que, también según la tele, ayuda a eliminar el colesterol, y me planteo si no habrá sido ese “pringue” lo que me provocó el estreñimiento. Voy de nuevo al baúl del frío y, cabreado, cojo el tarro de la dichosa mantequilla y lo tiro a la basura, y con él un envase de jamón york contra los triglicéridos, una botella de vino sin alcohol y unos botes de crema catalana “sin azúcar”, entre otros productos estrella que mi mujer siempre tiene en la nevera. Satisfecho por mi hazaña alimentaria, abro una lata de callos de esas que traen todas las bendiciones y, olvidándome de las prescripciones médicas, me la meto entre pecho y espalda con un buen trozo de pan y media botella de rioja. Pasan tres horas y, ¡válgame el cielo!, ¡qué retortijones!. ¡Ay, qué dolor de tripa!. Otra vez al váter, vómitos y mas diarrea, y para mas inri mi mujer pica en la puerta y me pregunta dónde está la puñetera margarina. “La tiré a la m..”, le contesto. La santa se va a la nevera de investigación y, cuando salgo del cuarto de baño, me monta un pollo que no les quiero ni contar. “Yes un burru, ¿pienses que vives solu en esta casa'”. Total que llevamos dos días enfadados y no me cuece ni el arroz. Y mis hijos partiéndose el culo de risa. Papá, ¿quies esti chorizu baju en grasa y colesterol?, me dijeron todavía hoy.
Y entre el enfado con mi Santa y los problemas intestinales, estoy que no quepo en mí, así que he vuelto a fumar. Fíjense cómo estaré que esta tarde subí a un tren de cercanías con un cigarrillo entre los labios y el revisor, inspector o como se llame, me indicó con signos ostensibles que estaba prohibido. Fuera de mí, le llamo “pringao” y le digo a gritos que si voy a hacer caso de todos los carteles y anuncios que veo a lo largo del día, estoy “arreglau”. El resultado es que, dos estaciones mas allá, sube al tren un señor con aspecto serio que, tras identificarse, me hace bajar del tren y me lleva a un cuartelillo. En estas estoy mientras espero por un abogado. Duke se queda hoy sin pasear, ¡maldita sea mi suerte!

martes, 30 de mayo de 2017

FRIVOLIDADES



Fuera del tiesto.



“Si quieren conocerse, pongo a su disposición mi despacho”, dijo hace unos meses Pablo Iglesias a los diputados Andrea Levy, una mandamás de los populares, y Miguel Vila, periodista y diputado de Podemos, dirigiéndose de forma vidente a la primera porque parece que por aquellos tiempos ambos tenían un affaire. Una expresión que, al margen de la gracia que pudo causar en sus señorías, estaba fuera de lugar en el santuario de la democracia al igual que otras muchas a que nos tiene acostumbrados el baranda podemita. Pues ahora nos viene con una frivolidad de más calado que las demás por medio de una Moción de Censura al Presidente Rajoy que ya ha sido admitida a trámite y para cuyo debate y votación la presidencia de la Cámara ha señalado el próximo martes, 13 de junio, algo que se nos antoja como otra frivolidad de los populares, como un mensaje directo a los morados diciéndoles “chufla, chufla…”, ya saben.
Lo que pasa es que todas las cosas imposibles pueden llegar a tonarse en realidades merced a un ligero cambio del viento. La victoria de Pedro Sánchez en las primarias es un claro ejemplo de ello, cuando nadie daba un euro por ella. Y parece que en Génova no están muy satisfechos con el Secretario General electo, de hecho Rajoy aún no le felicitó esgrimiendo que “no quería molestarle”. Sin embargo sí colma las expectativas de Pablo Iglesias que ve una pequeña posibilidad de que su moción salga adelante merced a un eventual apoyo de los socialistas. De manera que ya ha planteado a Pedro retirar la moción y que sea él quien la presente, algo que denota que en ese caso contarían con el apoyo de Podemos y sus satélites del Congreso. Ahora sí. Lo cierto es que Duke no ve a Mariano muy contento. Le nota algo enervado y desquiciado, aunque en el fondo esté tranquilo confiando en sus números y previsiones. Como no ganamos para sorpresas, ya veremos, que diría el ciego.

domingo, 28 de mayo de 2017

LA LEYENDA DE POLA DEL TORDILLO



DE OÍDU


Tengo un amigu que ye músicu, o al menos parezlo. Digo que lo parez porque, a veces, cuéntame coses en “do”, yo entiéndoles en “re”, ármase la de dios y dizme que soy un burro musical. Ye el dirigidor de un grupo coral. La verdad es que yo no sé por qué llamen “coral” a unos cuantos paisanos que se junten pa cantar tonaes que ya sabemos todos, como aquella de “Axuntábense”, o aquella otra de “Vas por agua a la fuente de la aurora”, o la de “Fuiste al Carmín de la Pola”, les del chigre, pa que me entiendan. Ahora como en los chigres no dejen cantar porque piensen que estás borrachu, si estás en una coral y vas encorbatáu, entonces sí. Sí pués cantar, y además invítente. Por eso se debe de llamar así, porque viste. Debe ser la hostia cantar en una coral de eses, y si yes el diretor, la rehostia. A lo que iba, esti amigu míu debe de ser músicu de los buenos porque sabe leer los papeles que yos ponen delante. La partitura, me parez que-y llamen los entendíos. Pero tengo otru amigu que toca la guitarra sin que lu dirija nadie. Él dirígese solu. Y toca bien, tien gusto el cabrón. Pues eso, que el profesional y el aficionau son amigos míos de los de la tertulia sidril, con muyeres, güeles y fíos. Y Duke y yo, que no tenemos ni puta idea de música, pero cantamos alguna de vez en cuando, quedamos alucinaos cuando oímos conversar a estos Voncarayans. Que no nos enteramos, vaya, aunque pongamos cara de enteraos.
Esti verano llamáronlos pa tocar en la famosa romería de Pola del Tordillo y marcharon p’allá acompañaos de un órgano, esi instrumento diabólicu que lo toca tó, y una guitarra. Esuvieron tres hores cantando por habaneres, rumbes, cumbies, jotes, sevillanes, asturianes y tordillenses. Y los del pueblu encantaos. Quedaron tan contentos en el pueblu que el alcalde invitolos a cenar. A cuerpo de rey los trató la muyer del alcalde. Pa entrar en materia, y mientras terminaba de preparar la cena, algo pa picar, media docena de chorizos de casa de esos picantinos, tortos con picadillo, mediu quesu cabrales ya untáu, tacos de casín y jamón…, y un vino cosecheru pa moríse. Llegó el primer platu, una fabada como pa ocho. Chorizos, morcilla, llacón, uñes…, el gochu casi enteru. Los mis amigos flipaben. Segundu platu, pitu caleya. Solo y faltaba el pescuezu. Con patatinos, arbeyos y pimientos. Riquísimo. Postre, arroz con leche en platu hondu, frixuelos rellenos de avellanes, bartolos de la casa, casadielles y tarta de manzana. La muyer ni se sentó a la mesa, no paraba de traer y llevar platos pa la cocina. ¿Quedasteis con fame, fíos?. No cociné más. ¿Fríovos un par de güevos y unes rajes de adobu pa caún?. Los mis amigos miráronse uno a otru con cara de pijos. No señora, quedamos bien. Todo estaba riquísimo, dijeron al unísono. ¿Dónde está el servicio?, preguntó el de la coral. Aquí no tenemos, dice la alcaldesa, hacémoslo detrás de casa, en el monte. Pues con su permiso, señora. Y se van los dos apretando las nalgas. Ya afuera, se agachan ambos entre los matorrales a diez metros uno de otro, y allí permanecen durante más de quince minutos haciendo los honores a la opípara cena de sus anfitriones. Pasado ese tiempo el director, que siempre lleva la batuta, dice al guitarrista “¿Trajiste papel?”. Y, en un postrero esfuerzo, éste contesta: “No. Yo cago de oídu”.
Entre los músicos llaman papel a la partitura, y entre los paisanos normales a esto que les acabo de relatar llamámoslo “fartura”. No volvieron a comer en dos días y eliminaron del mapa a Pola del Tordillo. Por eso no está, no se molesten en buscarlo.

POLA DEL TORDILLO CONFIDENCIAL


No hace mucho que les contamos que ciertos músicos, tras una gran comilona, habían borrado del mapa a este pueblo. Pero créanme que existe. Está situado en las estribaciones de la Sierra de la Torda y tiene diez casas, cuatro de ellas deshabitadas. En total viven allí catorce tordillenses, aunque uno de ellos lleva muriéndose más de una década y, como diría el inefable del bigote, aún está trabajando en ello. Seguro que se llevará a los otros por delante. Siendo tan pocos, no necesitan Alcalde, pero lo tienen a perpetuidad, para ser modernos y para que les lleve todos los días el pan y La Nueva España. A Pepe, el alcalde, le llaman Excelencia, como si fuera el embajador de algo. Y él, aún estando orgulloso por el tratamiento, ha decidido que todos le llamen Exce, para abreviar y no dar el cante. Es la primera decisión que tomó al acceder al cargo. Su esposa se llama Lola y es una matrona recién salida de un cuadro de Boticcelli. A Pola del Tordillo no ha llegado la luz, ni el teléfono, ni el agua corriente. Tampoco la carretera, y lo de la crisis se la trae al pairo. Carecen de iglesia y cementerio, no les hacen falta. Son felices a su manera y no les falta tiempo para entretenerse. Viven transgénicamente, sanos y sin problemas.
Una mañana de otoño, hace un año por estas fechas, apareció en el pueblo un hombre menudo, con gafas, traje y corbata, que portaba un abultado maletín. Salvo el opositor a difunto, todos salieron a recibir al forastero que no tardó en presentarse: Buenos días, soy Críspulo Solchaga, subinspector de Hacienda, dijo, y les entregó su tarjeta. Se miraron unos a otros, sin decir ni mú. El funcionario continuó: desde hace cinco años, por estas fechas, ha venido por aquí compañeros de nuestra Delegación con la misión de catastrar sus fincas y sus casas para ultimar el inventario municipal. Es extraño que ninguno de los cinco haya vuelto al trabajo. Parece como si se los hubiera tragado la tierra. Este año me toca a mí esa labor que ya lleva un buen retraso. Sean ustedes tan amables y muéstrenme sus propiedades y las escrituras correspondientes. Antes tendrá que comer algo, intervino el Alcalde, llega de lejos y esa cuesta le habrá dejado muerto. Lola, prepara algo pa esti señor.
Excuso contarles cómo se las gasta Lola cuando de cocinar se trata (“De oídu”. LNE 12-09-09). Dos horas estuvo el bueno de Críspulo haciendo los honores a aquella pantagruélica comida, y media más descargando parte de ella tras la casa. Aunque no sabía nada de música, el inspector sí iba provisto de papel. Había toreado en plazas similares a aquella. Tras la toilette, como dicen los de la capital, el infeliz se quedó transpuesto y mal acomodado en un pequeño pajar. La noche calló sobre Pola del Tordillo. Se oía el canto del cuco, mal presagio.
El del Catastro no despertó hasta poco después de amanecer. Cubierto de paja y con sus ropas arrugadas se encaminó a la casa de Exce y, asombrado, contempló cómo Lola ya le había preparado el desayuno. Cuando terminó con él, dijo en tono jocoso: “Esto es demasiado, señora. Parece como si me estuvieran cebando como a un cerdo”. A la mujer se le escapó una sonrisa ladina. Eso es precisamente lo que estoy haciendo, replicó. En ese mismo instante el pobre infeliz reparó en cinco maletines que reposaban ordenados encima de una alacena y, aterrado, se dio cuenta que el suyo sería el sexto.
Estaba a punto de llegar San Martín. Ahora que lo pienso, ya sé de qué estaban hechos aquellos chorizos picantinos que comieron mis musicales amigos. La vida sigue discurriendo plácidamente en Pola del Tordillo en espera de la séptima visita inspectora.

UN CLUB SOCIAL MUY PECULIAR


Conocí a Tristán y a su esposa Soledad a principios de los años noventa en una célebre cafetería ovetense. Sentados en un rincón de la barra discutían con vehemencia acerca de algo que, por su apariencia, debía de ser muy importante. Yo, cargado de libros, tan solo había entrado a tomar un café y me situé cerca de ellos, pero no logré ni tan siquiera adivinar el tema de debate. Cuando estaba a punto de irme, ella me interpeló y me dijo “disculpe, ¿podría usted dirimir una cuestión? Mi marido y yo estamos hablando de literatura, en concreto de “Santuario” de William Faulkner. ¿Sabe usted si Faulkner fue premio Nobel?”. Creo que sí, contesté, posiblemente a finales de los cuarenta… Sin pretenderlo, entré en la tertulia y durante casi una hora hablamos de su técnica narrativa y de su influencia en los escritores contemporáneos como Onetti o Vargas Llosa. Fue aquélla una conversación pasional y emocionante. Soledad era visceral e intensa, lo contrario de Tristán, más taimado e introvertido. Trabamos una hermosa amistad y volvimos a vernos en multitud de ocasiones, siempre con interesantes temas sobre los que hablar, hasta que un día, hace tres años, ella se enamoró de un poeta y se marchó con él a la India. Tristán no pudo soportarlo y se enrocó en sí mismo para, al cabo de muy poco tiempo, marcharse de Oviedo a Pola del Tordillo, donde nadie supiese más de él. Tanto la quería. Solo nosotros supimos siempre del paradero de Tristán Benítez. Esa es la razón por la que todos los meses voy a este pueblo. Visito a mi querido amigo, le llevo algún libro, como con él y conversamos durante horas. Sólo mis visitas le sacan de esa tremenda soledad en la que Sole le dejó, de esa tristeza que tiene Tristán. Qué bromas gasta el destino, ¿verdad?
Llegó a Pola del Tordillo hace poco más de dos años, y allí se instaló haciéndose pasar por viudo. En el fondo no mentía porque su corazón guardaba la ausencia de su esposa. Podría decirse que con mi amigo llegó un poco de civilización al pueblo cuyos vecinos llevaban años completamente asilvestrados. Fundó el club social en un anexo de su propia casa y, aunque al principio solo lo utilizábamos en mis visitas, poco a poco algunos de los tordillenses fueron entrando por el aro y comenzaron a parar en él. Primero lo hicieron Milagos, la eterna soltera, sin duda con motivos inconfesables y también irrealizables, Angela la hija y enfermera del medio muerto Argán, y también su pretendiente, Perfecto; al poco tiempo entraron Juanito y Juanón, a decir de muchos, una pareja un tanto sospechosa, y al final lo hizo Exce, el alcalde, porque evidentemente no podía quedar al margen de lo que allí pudiera cocerse. Los siete restantes aún se resisten a acercarse un poquito a la cultura, a la escasa cultura que se puede respirar en el Folner, que así se llama el club, en honor a William y a aquel primer encuentro en el café ovetense.
Como único mobiliario, el club dispone de una alargada mesa, catorce sillas, dos arcones, una lámpara de aceite colgada del techo y varias estanterías repletas de libros, la gran mayoría de filosofía y teología. Hasta tal punto había llegado el afán introspectivo de Tristán. La sala, cómo no, está presidida por un gran retrato de W. Faulkner que regalé a mi amigo en mi primera visita. Dentro de unos días, como todos los meses, iré al Tordillo y espero que alguien más se haya incorporado a las tertulias del Folner. En esta ocasión, además de algunas obras de Hesse para Tristán, llevo varias de Estefanía y de Corín Tellado para el resto. A ver si, de una vez por todas, los tordillenses se aficionan a la lectura.
Seguiremos narrándoles los sucedidos de este pueblo, pero -insisto-, no quieran saber dónde está. No lo encontrarán.

CRÓNICA EN ROSA


En Pola del Tordillo no están precisamente muy contentos por haber salido en La Nueva España. Sobre todo después de haberse descubierto dónde habían ido a parar los inspectores del catastro. Así es que, si no fuera porque mis visitas son esporádicas y siempre les llevo algo que les saca de su monotonía rural, estarían más tranquilos si me declararan “persona non grata”. El caso es que hace unos días fui a ver a mi amigo Tristán y las casas estaban cerradas a cal y canto. Sólo estaba abierto el Folner, su club social. Allí estaba él, acompañado tan solo de Juanito. Discutían acaloradamente acerca de la dudosa legalidad que tendría un matrimonio homosexual entre este último y su compañero Juanón que fuese oficiado por Exce, el alcalde. Tristán, el más cultivado de los tordillenses, mantenía que Exce no era competente para la celebración porque no había sido elegido conforme a las normas y su cargo no constaba en Delegación de Gobierno, luego el matrimonio no tendría validez y no podría inscribirse en registro alguno. Juanito, sin embargo, sostenía lo contrario. Exce había sido elegido alcalde por aclamación popular, se había declarado competente y hasta había colocado las proclamas a la puerta de su casa que, a todos los efectos, era el consistorio. Juanón y él se querían y, puesto que el Gobierno Zapatero lo había legalizado, no había impedimento alguno para la celebración nupcial. Al fin y al cabo vivían en un pueblo desconocido, ellos mismos lo eran y no veía a quien o quienes podían perjudicar con el casorio. Por otro lado, su futuro esposo estaba divorciado hacía años, cuando había descubierto que le tiraba más el pescado que la carne, y de aquel matrimonio tenía un hijo, ya talludito, que había seguido su senda. Un día había llegado a casa con un vestido de volantes, diciéndole a su madre que quería ser “bailaora”. Su ex, harta de tener abierta la puerta del armario, decidió cerrarla para siempre y le echó de casa. Con un par de güevos. Así es que Floro, que así se llamaba el zagal, se iría a vivir con Juanón que, por este motivo, quería casarse para darle una madre al “Baras” de su hijo.
Quería intervenir en la disputa pero, en realidad, no sabía qué partido tomar. Por un lado, la prudencia de Tristán aconsejaba no celebrar aquel enlace, no fuese a suceder que un obispo cualquiera se enterase y excomulgara a todo el pueblo. Últimamente los obispos andan muy revueltos pregonando cosas como eso de “estar en pecado público”, como si eso fuese distinto a pecar en privado. Pero por otro lado, la pretensión de los “Juanes” no era para nada desorbitada ya que, además de quererse -que es lo fundamental-, la cuestión era legítima y el oficiante tenía autoridad para ello, al menos en cuanto al Tordillo se refiere. Así lo manifesté, pero mi intervención de poco sirvió en el debate. Eso de no inclinarse por alguna alternativa y permanecer en la ambigüedad nunca solucionó nada.
Al final fue Exce quien determinó que la decisión ya estaba tomada y todos los trámites ultimados para el evento que habría de celebrarse al cabo de un mes. Al alcalde no le convenía perder parroquianos porque si no los casaba él se irían a otro lado. Estaban decididos. La cuestión quedó zanjada durante escasos minutos porque, poco más tarde, se acercaron por el Folner Angela, la hija del mediomuerto, y Milagros la eterna soltera que, plenamente convencidas y con los brazos en jarras, manifestaron a los allí presentes que ellas también querían contraer matrimonio. ¿Estamos en un pueblo de libertades, o no?, concluyeron. Exce, que apareció poco después arrascándose la cabeza, comunicó a todos que las dos bodas se celebrarían en la misma fecha. Ese fue el instante en que Tristán decidió marcharse de Pola del Tordillo. No quería permanecer viviendo en un sitio donde todo parecía almodovariano. Yo le di la razón y aquel día nos fuimos juntos. Pero Pola del Tordillo quedará para siempre grabada en mi memoria.

Publicados en septiembre, octubre y noviembre de 2009


UN PUENTE EN EL TIEMPO



Entre dos distritos.
Foto de María José Cases. Su madre, la tercera por la derecha.

Hay cosas que lleva el tiempo y se quedan en el olvido, que sólo permanecen en el recuerdo de algunas gentes. Hoy me refiero muy especialmente al viejo puente de hierro que unía Lada y La Felguera, o al revés si lo prefieren porque había que utilizarlo para ir y volver a una u otra villa, a no ser que quisieras dar el rodeo y pasar por Sama que queda a la misma vera del río. Construido con vigas de hierro entrecruzadas sólo permitía el paso de vehículos en una dirección porque no tenía espacio para que pudieran cruzarse, debido a lo cual los coches debían de esperar a que cruzasen los que venían en dirección contraria. Estaba flanqueado por sendas pasarelas peatonales que pasé andando miles de veces en ambas direcciones cuando hice mis estudios de bachiller en el Frailín, sorprendiéndome siempre la negrura y el olor del Nalón, las natas y restos procedentes del lavado del carbón.
Y en este caso podríamos decir que aquellos tiempos pasados sí fueron mejores que los presentes, porque el “negro de minerales” denotaba la existencia de trabajo para las gentes. Antes de llegar al puente, desde Lada, estaba Proquisa, hoy Bayer, a la izquierda, y poco después lo que llamábamos “La Central”, hoy Iberdrola, y frente a ella La Derko, actualmente de la misma compañía eléctrica. Poco antes de las industrias había bares, comercios y hasta una farmacia y un campo de fútbol donde iniciaron sus carreras futbolistas como Nieves, Dolfi, Susi “el negro” o Mortera, entre muchos otros. Lada tenía cine y pista de baile. Por entonces mi pueblo era próspero y aquel puente era una de sus referencias, como también lo fue el campo y como lo fueron tantos y tantos de sus habitantes. Sin embargo desde hace algo más de treinta años se fue perdiendo todo ello y casi todos ellos. Aquellos hombres y mujeres que fueron santo y seña del pueblo y que, como yo, cruzaban a diario por aquel coloso de hierro macizo y oxidado.