miércoles, 3 de mayo de 2017

CARTA A UNA TUERTA

De agosto de 2013.

Distinguida señora: No se si es usted asturiana o no porque en estos tiempos estivales en la playa de Luanco tanto puede encontrarse a alguien de la tierra como a un madrileño, un bilbaíno o un candasín, por no hablar de muchos langreanos que andan por ahí. Sea de aquí o de allá y con todos mis respetos, permítame que me dirija a usted en mi asturiano, el que hablo con mis amigos y con mi familia, y tantas veces en estas páginas. Mire usté, cuando el otru día oí por lo megafonía que se había perdío en la playa un güeyu de cristal y que si alguien lu encontraba que lu entregase a los de salvamento, quedé medio apijotáu. Porque, vamos a ver, en la playa de Luanco y en to les playes piérdanse muches coses. Relojes, pulseres, anillos… Fíjate tú (voy tuteate, que ye más íntimo), fíjate tú que piérdense hasta los guajes y, aunque también lo anuncien los socorristas esos que siempre anden con trajebañu coloráu, siempre aparecen sin que se monte el pifostio que se armó con esi güeyu tuyu. De hecho yo encontré una vez un guaje que se había perdío porque la madre taba dale que te pego con el móvil y cuando-i lu llevé poco más y méteme el móvil en el espacio intercostal, y el guaje también. Desde entós no volví a la playa. Piérdense muches coses en la playa, sí. Pero un ojo de cristal marrón, pa más señes, no se pierde to los días. Seguro que ye el únicu güeyu que se perdió en una playa mundial en tol verano, y si hubo más seguro que ye el únicu que apareció. Aquí en Asturias somos así de solidarios. Tú pierdes un guaje o un ojo de cristal y ponse to dios a buscalos porque, al fin y al cabu, pa qué quier nadie un neñu o un güeyu que no son d’él. Pa ná, pa devolvelu a su procedencia. Ahora, no se te ocurra perder un Rolex o un bolsu de Carolina Herrera que esos no los encuentra nadie. Créeme amiga, aquí somos muy así. Eses menudencias no nos preocupen un pijo. Si Fulanito perdió el Rolex que se joda y compre otru, sino pa qué quier les perres. Además esí reló ta mejor en la mi muñeca que ye más fuerte, varonil y delicá. Pero un ojo no ye lo mismo, así que tol mundo se puso a buscalu y a escargatar la arena hasta que apareciese, como si llegaben a Australia. Y, evidentemente, apareció y, supongo que, después de la oportuna limpieza y desinfección volvió a su sitio que es donde tenía que estar, no como el Rolex. Por eso te digo que tuviste suerte de perder el güeyu, porque si llegues a perder el reló o el marido igual no te los devuelven. Que hay muches tigreses por les playes. Felicidades y hasta la vista.

Marcelino M. González

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