Hay cosas que lleva el tiempo y se quedan en el olvido, que
sólo permanecen en el recuerdo de algunas gentes. Hoy me refiero muy especialmente
al viejo puente de hierro que unía Lada y La Felguera, o al revés si lo
prefieren porque había que utilizarlo para ir y volver a una u otra villa, a no
ser que quisieras dar el rodeo y pasar por Sama que queda a la misma vera del
río. Construido con vigas de hierro entrecruzadas sólo permitía el paso de
vehículos en una dirección porque no tenía espacio para que pudieran cruzarse,
debido a lo cual los coches debían de esperar a que cruzasen los que venían en
dirección contraria. Estaba flanqueado por sendas pasarelas peatonales que pasé
andando miles de veces en ambas direcciones cuando hice mis estudios de
bachiller en el Frailín, sorprendiéndome siempre la negrura y el olor del
Nalón, las natas y restos procedentes del lavado del carbón.
Y en este caso podríamos decir que aquellos tiempos pasados
sí fueron mejores que los presentes, porque el “negro de minerales” denotaba la
existencia de trabajo para las gentes. Antes de llegar al puente, desde Lada,
estaba Proquisa, hoy Bayer, a la izquierda, y poco después lo que llamábamos
“La Central”, hoy Iberdrola, y frente a ella La Derko, actualmente de la misma
compañía eléctrica. Poco antes de las industrias había bares, comercios y hasta
una farmacia y un campo de fútbol donde iniciaron sus carreras futbolistas como
Nieves, Dolfi, Susi “el negro” o Mortera, entre muchos otros. Lada tenía cine y
pista de baile. Por entonces mi pueblo era próspero y aquel puente era una de
sus referencias, como también lo fue el campo y como lo fueron tantos y tantos
de sus habitantes. Sin embargo desde hace algo más de treinta años se fue
perdiendo todo ello y casi todos ellos. Aquellos hombres y mujeres que fueron
santo y seña del pueblo y que, como yo, cruzaban a diario por aquel coloso de
hierro macizo y oxidado.
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