miércoles, 31 de mayo de 2017

ANDARICAS Y MOSQUITOS

Y centollos.



Llevo dos años queriendo hablar de esti personaje de luenga perilla, pícara sonrisa, negra faltriquera donde mete pesetes, perrones y perrines, y sobre todo sacacorchos. Apuesto algo a que nadie en Langreo saca los corchos como él. Ta t’ol día dale que te pego. Ye igual que sea vino peleón, que blanco, que tinto, que Catedral de León (de pasu hagói publi al mi amigu Mario el del Bodegón, que lo merez). Pues mira que tuve mil oportunidades p’hablar d’él, o doscientes, pero munches porque ye un chigreru de los de antes que, si no ta presu, tan buscándolu. Ye bastante zorro, pero sin acritud. Igual te está mandando a la mierda, pero ponte esa sonrisa tan cinematográfica que pienses que ta diciéndote lo guapu que yes. Duke non se fía d’él, que va. Somos amigos y querémonos muncho, pero tú ahí y yo aquí. ¿Entendeisme? Pues, bueno, el casu ye que ayer por la tarde taba yo tan tranquilu tomando una pinta de les de Mario en la terraza cuando aparez el chigreru con una escoba, ya eniesta, con to la intención de quitar unes teles de araña, de andarica diría yo, que taben prendíes n’el letreru del chigre. “Pero bueno, macho, ¿quiés meteme esos centollos en el vasu. Ye esti el pinchu de hoy. Home no me jodas”. Sin más palabres puso la escoba en posición de descanso y metiose dentro el bar rezongando por lo bajo: “Voy facete casu, porque si no mañana salgo en La Nueva España”. Pero no podía seguir calláu, no. Al poco salió y con esa sonrisa a lo Errolflín díjome que si prefería les andariques a les mosques y mosquitos que pululaben por allí por la tremenda luminaria que tién cuando amanéz y cuando oscuréz, en clara referencia a ese hábito municipal de encender la iluminación pública una o dos horas después de oscurecer y apagarla en el mismo lapso antes de que amanezca, de tal forma que él, que abre su negocio a las siete y media por aquello de los desayunos y to eso, tiene que meter la llave en la cerradura por intuición. A palpu.
Y debo de confesar que, aunque sea un poco cabroncete, en esto no anda nada descaminado. Tanto a la noche como al alba es cuando más gente se mueve, bien de salida, bien de recogida. A las siete de la mañana mucha gente, por desgracia cada vez menos, saca su coche para ir a trabajar a Oviedo, Gijón, o donde pinte y ya no hay luz. Y cuando llega, a las ocho de la tarde, y quiere guardar su coche tampoco la hay. Señora alcaldesa, tome nota por favor. Queremos mosquitos en las farolas públicas. Y tú, amigu, quita eses andariques, hazles picadillo o llévales p’al circo.


Marcelino M. González


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