Estornudos y arrasques.
Después
de un invierno crítico -a éste pasado también le afectó la crisis
(como a todo y a todos)- por fin despunta la primavera. Ya saben esa
de las espichas, de los campos salteados de florecillas, el trinar de
los pajaritos y para muchos, entre los que nos encontramos Duke y
quien suscribe, el tiempo de las alergias, por aquello de que “la
primavera la sangre altera”. No está falto de razón el adagio
popular porque quien más quien menos tiene alergia a algo. De hecho
tengo un amigo que se la tiene a todo, al polen, al polvo, al
acetilsalicílico, a las lentejas con chorizo y hasta al vino peleón.
Así es que desde marzo hasta junio el pobre hombre tiene unas
erupciones cutáneas del copón y no para de arrascarse a todas
horas. Le he dicho en muchas ocasiones que deje de tomar “matarratas”
y se pase al “rioja” o al “ribera”, pero no me hace caso y
sigue con el morapio empolvado, quiero decir con el vino hecho a base
de polvos y, claro, las alergias insisten igual que él insiste. Dice
que es el mejor desinfectante, y a lo mejor tiene razón.
Con
motivo de uno de esos episodios en que te salen ronchas hasta en los
dientes, hace años consulté a un especialista. Después de ponerme
no sé cuántas gotas paralelas sacadas de frascos diminutos a lo
largo del antebrazo me dijo que no padecía enfermedad alérgica
alguna, al menos de las conocidas. Por las gotas y el dictamen del
galeno pagué tropecientasmil, todo para permanecer en la más
absoluta ignorancia del verdadero origen de aquellos insoportables
picores. Un día me enteré de las fechorías de Roldán y empezaron
otra vez; otro día supe de lo de Vera, y lo de De La Rosa y de lo
Mariano Rubio, y siguieron; y otro de lo de Camps y Matas, Correa,
Bárcenas y la madre que lo parió, y ya no paro de arrascarme, como
mi amigo. A Duke le pasa lo mismo. Así es que con el tiempo fui
dándome cuenta de que nosotros solo tenemos alergia a los políticos.
No a todos, sino a los corruptos, los trepas y los mentirosos
compulsivos. O quizás sí tenga alergia a todos porque no dejo de
arrascarme. Será que no hay ni uno que diga la verdad, aunque sea
una sola vez en su puñetera vida. Y es que la clase política de
este país es distinta a la de los demás países de nuestro entorno
geográfico y económico. En ésos te pillan en una y has cavado tu
propia tumba, mientras en el nuestro se descubre que un determinado
personaje político ha mentido, o ha prevaricado, o se ha dejado
sobornar, o ha metido la mano en la saca…, y le ponen una calle, le
llaman a televisión para que cuente cómo lo hizo, y al final se
edita un best seller con sus gloriosas memorias. Los políticos en
nuestro país son más parecidos a los de esas repúblicas bananeras
que tanto se critican.
Tenemos
fobia a esta alergia. Alergofobia. De manera que nuestro castigo es
que estamos arrascándonos durante todo el año, da igual que sea
primavera o no. Muchas veces, a parte de esos molestos pruritos, nos
entra una risa incontenible, para mearse, y otras, sin embargo, unas
ganas de llorar insoportables. Al final nos arrascamos, reímos y
lloramos, qué remedio. Solo nos vemos un poco aliviados cuando le
damos a la tecla como ahora y contamos a todo el mundo lo mucho que
nos escuece, aunque cuando lo hacemos también algunos se piquen.
Pues que se arrasquen.
Marcelino
M. González
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