jueves, 4 de mayo de 2017

DISFRACES

Agosto de 2013.



Sorpresa morrocotuda se llevaron los noruegos usuarios de los taxis de la ciudad de Oslo al comprobar que el Primer Ministro, Jens Stoltenberg, se había enfundado el uniforme de la profesión y, como un taxista más, ofertaba sus servicios a todo aquel que los requiriera. El fin: comprobar en su propia piel y con sus propios ojos y oídos lo que pensaban los ciudadanos de todo lo público y de la gestión de su Gobierno. Los motivos: hacer campaña porque, salvo los ciegos, -como es natural, que diría Paco Ibañez- al pollo le reconocía todo quisque. Además taba allí la tele, hó y los noruegos no son tontos. No van a reconocer a quien los fríe a impuestos. Faltaría más.
Eso sólo lo puén hacer los vikingos esos, subise a un taxi, ver que el conductor ye el Premier y no parti-í la cara a hosties o cagase en toes sus mueles. Y sólo lo puén hacer ellos porque son más educáos que nosotros, y tan más civilizáos. Ahora imagínate tú que a quien se-i ocurre la idea ye a Rajoy o a Rubalcaba, y en plena campaña pónense de taxistas en Madrid pa ver qué ye lo que piensen los españoles del Gobierno y de la Oposición. Tendríen que poner un cristal blindáu y hablar por un interfono porque, de no ser así, podíen correlos a gorrazos y quemayos el taxi. Seguro. Y hablando de quemar, ¿qué pasaría si en vez de taxistas se disfrazaran de bomberos? Pues que, a pesar del cascu, el uniforme y la manguera, también los reconocerían porque, en muchos casos, son ellos los que inicien los incendios, no los que los apaguen. Lo que yo vos diga, la gente no traga así de fácil. Duke no ve a Fredy y a Mariano d’eses pintes, de bomberos o taxistas. Qué va.
Önde sí los ubica el mi amigu ye en un mercáo cualquiera. Los lunes en Sama, los sábados en La Felguera o los domingos en Ciañu. Detrás de un puestu de verdures que ye onde más gente va. Además, como hablen tanto pa no decir ná, ye lo más normal. Pues eso, en la próxima campaña, que hagan de verduleros, con mandil y sin corbata. Verás la que se monta. No queda ni un tomate sanu en t’ol mercáo, ni en les neveres de les cases. Así que va a ser mejor que sigan haciéndolo como hasta ahora, en los mítines y rodeáos de guardaespaldas, por si a alguno se-í ocurre lo del tomate. Y ná de taxis. Atrás, en coche oficial con lunes tintáes y conductor con gorra platu. Que se enteren los noruegos de que esto no ye Oslo.


Marcelino M. González


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