Agosto de 2013.
Sorpresa
morrocotuda se llevaron los noruegos usuarios de los taxis de la
ciudad de Oslo al comprobar que el Primer Ministro, Jens Stoltenberg,
se había enfundado el uniforme de la profesión y, como un taxista
más, ofertaba sus servicios a todo aquel que los requiriera. El fin:
comprobar en su propia piel y con sus propios ojos y oídos lo que
pensaban los ciudadanos de todo lo público y de la gestión de su
Gobierno. Los motivos: hacer campaña porque, salvo los ciegos, -como
es natural, que diría Paco Ibañez- al pollo le reconocía todo
quisque. Además taba allí la tele, hó y los noruegos no son
tontos. No van a reconocer a quien los fríe a impuestos. Faltaría
más.
Eso
sólo lo puén hacer los vikingos esos, subise a un taxi, ver que el
conductor ye el Premier y no parti-í la cara a hosties o cagase en
toes sus mueles. Y sólo lo puén hacer ellos porque son más educáos
que nosotros, y tan más civilizáos. Ahora imagínate tú que a
quien se-i ocurre la idea ye a Rajoy o a Rubalcaba, y en plena
campaña pónense de taxistas en Madrid pa ver qué ye lo que piensen
los españoles del Gobierno y de la Oposición. Tendríen que poner
un cristal blindáu y hablar por un interfono porque, de no ser así,
podíen correlos a gorrazos y quemayos el taxi. Seguro. Y hablando de
quemar, ¿qué pasaría si en vez de taxistas se disfrazaran de
bomberos? Pues que, a pesar del cascu, el uniforme y la manguera,
también los reconocerían porque, en muchos casos, son ellos los que
inicien los incendios, no los que los apaguen. Lo que yo vos diga, la
gente no traga así de fácil. Duke no ve a Fredy y a Mariano d’eses
pintes, de bomberos o taxistas. Qué va.
Önde
sí los ubica el mi amigu ye en un mercáo cualquiera. Los lunes en
Sama, los sábados en La Felguera o los domingos en Ciañu. Detrás
de un puestu de verdures que ye onde más gente va. Además, como
hablen tanto pa no decir ná, ye lo más normal. Pues eso, en la
próxima campaña, que hagan de verduleros, con mandil y sin corbata.
Verás la que se monta. No queda ni un tomate sanu en t’ol mercáo,
ni en les neveres de les cases. Así que va a ser mejor que sigan
haciéndolo como hasta ahora, en los mítines y rodeáos de
guardaespaldas, por si a alguno se-í ocurre lo del tomate. Y ná de
taxis. Atrás, en coche oficial con lunes tintáes y conductor con
gorra platu. Que se enteren los noruegos de que esto no ye Oslo.
Marcelino
M. González
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