viernes, 31 de agosto de 2012

"CARLOS", EN SU SALSA

Las ocurrencias de mi amigo
Tengo un amigu que ye escritor, ya vos lo conté una vez. Llámase Carlos. El célebre Carlinos. Pero no ye un escritor cualquiera como Duke o como yo, no. Carlos ye de los buenos, de esos que rompen moldes, que componen una estrofa, un poema o una epopeya en menos de un “Ay”, igual que Lope de Vega. Hay que reconocelo, ye muy buenu. Como Camilo José en “La Colmena” cuando decía que era inventor de palabras y se las regalaba a quienes le caían bien, Carlos no solo inventa palabras, sino que es un creador del idioma. Ahí le duele a mi amigo, porque en su labor creativa, inmensa y prolífica, no sigue ni respeta las normas gramaticales, sintácticas o fonéticas, ni siquiera las de circulación. Carlos circula por el lenguaje como él sabe, por la izquierda, por la derecha o el centro, y si le hace falta por los arcenes. Ye metafóricu, hiperbólicu, epitéticu, redundáncicu, perifrásicu y eufemísticu. To junto. Sobre tó, ye surrealista que lo flipas, colega. Además tá muy morenu y ye buen rapaz. Y aunque haz poco que empezó en esto de dái a la tecla ya tién un montón de fieles seguidores y, sobre todo, seguidoras. Como no podría ser de otra forma. 

Para que vean ustedes que no les engaño, he aquí uno de sus últimos “bet seller’s”. Cada uno que lo titule como le salga de sus partes pudendas. Yo lo titulo “La molinera”. No se lo pierdan, tiene su “copirrí”: 

“cuando yo vivia en el pueblu "frieres" siempe taba voluntariu pa llevar el maiz a moler pues yo era un chavalucu y ya me gustaven les neñes y mi madre menuda neña que tenia la molinera yo faciane el interesau de to aquel funcionamientu pero claro era pa estar toltiempu que pudiera biendo la neña, un dia boy deci que si quier dar un paseo pero claro tengo que llebar el maiz en la vespa de mi guelu, que se que me la deja, haver si impresiono los paisanos y puedo day una vuelta, pa que se agarre a la mio cintura pues yo con to la picardia quitey donde se tenia que agarrar ella, jajaja ya de pequeñu era un poco cabroncete pa estes cuestiones de neñes, y fuy creciendo con ella.........” (sic). 

Aún no está en las librerías pero, como diría Ánsar, “estamos trabajando en ello”. Queda solo descolocar puntos, comas, y colocar algunas faltas ortográficas en el lugar apropiado para darle un toque de frescura. Sigue así, Carlos. Las chicas te adoran.

martes, 28 de agosto de 2012

CURAR A OSCURAS

El apagón del Hospital General
Hacer una radiografía con una lupa y una vela o un candil tién que ser muy difícil. Si no imposible. Ahora, si de lo que se trata ye operar de urgencies un apéndice o trasplantar un reñón con esa luminaria, la cosa ya se nos antoja muy jodiá, con perdón. Porque con esa iluminación pués extirpar otra cosa que tá muy cerca, si se trata de un paisano, o ponéi el reñón donde van les aldabes o les mollejes, si me apures. No yos arriendo yo la ganancia a los pacientes que tuvieron que ser interveníos el martes pasáu en el HUCA durante les trece interminables hores que faltó el suministro eléctricu. Ya se que los grupos electrógenos suplen el suministro cuando marcha, al menos en los quirófanos. Pero eso que dicen de que hubo casos en los que se operó por los métodos tradicionales, ¿qué significa?, ¿lingotazos de cazalla como anestésicu y serruchu y cuchillu jamoneru pa los cortes, les amputaciones y la madre que los parió? A mí que me lo expliquen. Luego tá lo de los traslados de aquí p’allá. Porque a los pacientes además de intervenilos -como van a hacer con nosotros- hay que haceyos pruebes, ecografíes, impedancies y resonancias d’eses, con máquines diabóliques que necesiten corriente pa funcionar. Y, aunque pa eso están los grupos esos, los que no furrulen son los ascensores. No creo yo que hayan tiráo a los pacientes en paracaídas de planta a planta o movíolos con un güinchi como si fuesen un palé de ladrillos. 

Después vién lo de la alimentación de la tropa. Eso ye muy gordo. Cadenes humanes de trescientos o mil empleáos -LNE puso les afotos-, parécenme munches cadenes. Cuando la bandeja de la pitanza llegó al destinatariu, el caldo ya taba fríu, el yogur caducáu, y cuayáronse les fariñes. Así que no se yo qué alimentación ye esa. Sana no pué ser, ¡que va! 

Y ye que un hospital no pué funcionar sin luz. Ye imposible, tía. Sobre to si son trece hores. ¡Home, no me jodas!, ¡hasta ónde llega la crisis, macho! Así que un consejo al Consejeru y al SESPA: “Equipen rápidamente el nuevu hospital, aunque tengan que sacar la viruta de una serrería porque hasta que no té funcionando no pienso poneme malu”. Aunque lo más seguro ye que eso sea lo que quién los políticos: que no enfermemos y palmemos de frente. Sin anestesia, ni ná.

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sábado, 25 de agosto de 2012

MATAR POR HABLAR

Chismes acerca de los accidentes
Esto de los suicidios que se asemejan a un accidente o, a la inversa, accidentes que parecen un suicidio da mucho de sí. Cuando ocurre cualquiera de uno de estos casos la gente no hace más que hablar y especular acerca de las circunstancias que rodearon el suceso, la identidad del finado, si fumaba, si bebía, o si el padre tenía una bicicleta negra. Somos muy cotillas. Claro, luego de tantos chismes y parloteo, muchas veces nos equivocamos, porque las noticias se distorsionan a medida que pasan de boca a oreja, y así sucesivamente, para, al final, lo que parece un hecho incontrovertible resulte ser más falso que un billete de mil mortadelos. Esto es lo que sucedió una plácida tarde veraniega de hace apenas dos semanas cuando un convoy de Renfe arrolló a un hombre cerca del túnel que va por detrás de la calle La Nalona en Sama. De inmediato todo dios comenzó a interesarse por la filiación del muerto, hasta que alguien dijo que si un policía local le había comentado que oyó decir a un compañero que había estado ayudando a hacer las diligencias del levantamiento, que de lejos se veía que tenía el pelo pincho y color paja, y bla, bla… La cosa quedó clarísima. Cristalina. Le adjudicaron el R.I.P. a uno de los muchos inmigrantes que viven con nosotros. A uno en concreto que vivía encima de no se qué bar, que su mujer era así y asá y andaba acompañada de un perro grande, y que le gustaba el tinto de verano. Después resultó que el arrollado era otro que no tenía nada que ver con este retrato, mientras que el infeliz andaba por ahí tan tranquilo, sin saber que lo había pillado el tren y estaba muerto. ¡El probe! Y su mujer sin saber tampoco de su estado de viudez. ¡La bendita! 
 
Esto ye lo que pasa por no asegurase de estes coses, que son muy series, por dar pábulo a lo que te diz el primeru que llega -el enteráu- y por no leer les esqueles de La Nueva España y los artículos de Duke. Digo bien, porque un día una moza de por aquí matóme a mí. Y yo, sin saber que taba muertu, seguía escribiendo artículos y los de LNE publicándolos, ignorantes del importante óbito (ejem…). Menos mal que la susodicha dama, cuando pasó la noticia, habló de que se trataba de un rapaz muy saláu que paseaba con un perrín blancu. Eso que gané, a parte de tar vivu al tiempu que-í doy a la tecla. Cuando vaya a suicidame aviso pa que no me confundan con otru. Además hasta igual me mato. 

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jueves, 23 de agosto de 2012

OBSOLOCESCENCIA PROGRAMADA


Los que saben de estas cosas afirman que un frigorífico podría durar al pleno rendimiento cerca de cincuenta años y un secador de pelo alrededor de los treinta, sin embargo los primeros no aguantan los diez y los segundos casi no llegan a los cinco. Y como con estos electrodomésticos ocurre con todos los aparatos en los que interviene la técnica, la ingeniería y la mano del hombre. Con los coches, los ordenadores, los teléfonos móviles y la madre que los parió. Todavía circulan por ahí Seat 600 como nuevos y con una frescura inusitada. Andan todavía que se las pelan, como antes. Esto es lo que ha venido a denominarse “Obsolescencia programada” que para los que no entendemos de técnica, ni de ingeniería, quiere decir que estos estudíáos, y quienes les mandan, diseñan y fabrican las cosas de modo que no duren más de un número determinado de años. Todo en aras del marketing, las ventas y la rapiña comercial. Ya no se trata de aportar novedad y nueva tecnología, que lo hacen -ahí están los smarth phones esos, que poco más y te sacan la ropa de la lavadora-, sino que la cosa consiste en que esos paratos tengan uno o más componentes diseñados y fabricados para que duren poco. Con fecha de caducidad, vamos. Como los yogures. Así vemos que a la mayoría de los jóvenes ya no les basta con un móvil de esos de trescientas teclas y pico, sino que además tiene que navegar. Tiene que ser un móvil fuera borda y con velas. 

Con esto de la obsolescencia programada, tal y como andan las cosas con los recortes, el copago sanitario y todo lo que ustedes ya saben sobradamente, dentro de poco nacerán bebés con fecha de caducidad. Hasta los 67 años. A esa edad cascarían sin remisión, por obsoletos. De forma que, como les lates de bonito, todos sabrán su fecha de obsoleta jubilación. Si no casquen antes, claro. Como con los frigoríficos, los coches y los móviles, acabarán manipulándonos genéticamente para jubilarnos de forma definitiva cuando necesariamente dejemos de contribuir al sostenimiento de las cargas públicas. También de los cargos públicos. 

Ye el últimu inventu de la ténica, colega. La obsolescencia programada. ¡Hay que tocarse las gónadas! Ya me parecía a mí que ahora los paisanos y les paisanes venimos aguantando peor. Andamos echando-i la culpa a la pila (de años) y la pila no tién ninguna culpa. Ye que tamos obsoletos. 

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lunes, 20 de agosto de 2012

SOY PLATA, O BRONCE

 O vete tú a saber. A lo mejor ni soy diploma y quizás tampoco sea olímpicu, ni ná que se-í parezca. Porque ye que, míreslo por dónde lo mires, siempre hay alguien que ye mejor que tú. En lo que sea. Da igual que seas ingeniero, que médicu o arquitecto. Ye lo mismo que pongas ladrillos, que pintes o faigas lanches. Aunque solo te dediques a hacer el pijo, como nosotros, siempre hay alguien que te supera. Siempre los hay mejores. No sé dónde, pero haylos. Si no, mirá-i lo de los JJ.OO. Tú yes Blake, el jamaicanu esi, o la Selección Española de Baloncesto, y yes la pera, el mejor de los mejores. Pero, ¡ay amigu!, aparezte un extratosféricu que se llama Usáin, el otru jamaicanu, o los esos de la NBA y apabúllente enteru. Quédate una cara de pijo que ni te cuento, pero vese en la tele. ¡Sí, ho! Y, ¿qué me contáis de los fuboleros?, ¿Mata y compañía? Pensaben que iben a llevalo de arréo, por aquello del mundial y del europeo, y cagáronla bien cagá. No metieron ni uno, y pa casa a les primeres. Con el chándal esi tan horrorosu que parecía sacáu de un episodio de Mazinger-Z. ¡Hay que jodese! Con esa ropa no ganamos a ná de ná. Ni a recoger pesetes, si me apures. Ahora voy a lo nuestro. A Duke y un servidor paráisnos en la calle o en el parque, o en casa su madre, y siempre -o casi siempre- nos decís que somos la bomba, la repanocha y la virgen de la xielá. Y ye mentira. Duke ye noble, pero ye un perrín normal. Ye muy guapu y muy buenu -eso ye verdá-, y dame idées. Munches. Pero ye un perro. ¿O pensabéis que era un filósofo como Kant o Hegel? ¡Táis muy equivocáos! Y lo mío… Cagon diez, lo mío ye otru cantar. No soy guapu, ni buenu, ni listu como él. Ya quisiera yo. Lo que pasa ye que téngolu pa dame importancia. De hecho, si alguien me conoz ye porque conoz a Duke que ye el famosu, y decís “esi paisano que va con Duke ye el de la foto”. Lo que pasa ye que por culpa de Duke acabo creyendo que soy la de dios. Un Campmany, un Umbral o un Pérez Reverte. ¡Qué más quisiera yo, amiguinos!, que tener el repertorio y la maestría de todos estos ilustres columnistas. Por eso vos digo que yo, como mucho, plata o bronce…, o ná de ná. Haylos que son tremendos: corren más, salten más, naden más, y métenla mucho mejor. La pelota.

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sábado, 18 de agosto de 2012

PUNTO MUERTO



La Lomana hízose pupa
Era yo un chaval, recién salido de la adolescencia, cuando saqué el carné de conducir y empecé mis estudios en Oviedo. Un día mi hermano mayor me dejó su coche para ir a la capital con dos compañeros de aquí que de vez en cuando también llevaban el de sus padres o hermanos, en precario. Ya en la capital no hubo forma de encontrar aparcamiento en las inmediaciones de la Universidad. Dí vueltas y más vueltas buscando sitio infructuosamente. Sin embargo había un pequeño espacio en batería frente a la catedral. El coche entraba pero, una vez aparcado, las puertas no podían abrirse. Así que, cuando ya se nos hacía tarde para entrar en clase, opté por una aventurada maniobra. Enfoqué el coche al reducido espacio, nos apeamos los tres y lo empujamos hasta dejarlo encajado en el sitio. Evidentemente no pude acceder a su interior para poner una velocidad y/o echar el freno de mano. Sí pude echar la llave y cerrarlo. Y así quedó, en punto muerto. 

Cuando salimos de clase, cuatro horas más tarde, nos encontramos el utilitario justo a las puertas de la catedral con una nota de la Policía Local que decía: “Hay que poner el freno de mano y meter una velocidad”. Así, escuetamente. No había sanción y tampoco presencia policial. El coche, al desplazarse para atrás hacia la Seo, no se había llevado por delante a ningún otro vehículo, y tampoco a ningún feligrés. Gracias a Dios, que allí estaba presente.

 Igual que lo estaba el jueves pasado en la playa de la Palombina, en el llanisco pueblo de Celorio, cuando el coche de la televisiva Carmen Lomana irrumpió en el arenal, sin famosa adentro, haciendo poner pies en polvorosa a bañistas y bañistos. “Es que en el aeropuerto me lo dieron manual y no me indicaron dónde estaba la marcha atrás”, se justificó ante LA NUEVA ESPAÑA, como si la culpa del percance fuera de la agencia que se lo alquiló. “Creo no tener nada roto, aunque sí algún tejido dañado”, prosiguió. Y ante tanta presunción y gilipollez, Duke cree que se ha hecho un jirón en los tejanos de Chanel de seiscientos mortadelos y también que deberían de hacerle una reválida del carné. Por lista, y por torpe. Y por pija, debería de volverse a Marbella a jugar a las palas. En Celorio será el hazmerreír de la tropa. Ya que quiere un automático que tome un avión y le pongan el piloto. O la pilota. O sea, ¿no? 

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miércoles, 15 de agosto de 2012

COLADURA

¡Qué apuro!
Si Duke se calla revienta. Por eso tiene que contarlo. ¿Por qué no? Y es que hay días en los que uno no está para nada, mete la pata una vez, y otra también, hasta las mismas trancas y tiene unas coladuras gloriosas, como ésta que les cuento. 

Paseábamos distraídamente por una calle de Sama cualquiera un domingo por la tarde. Apenas hay gente. Estarán en la Feria o en su casa viendo los Juegos. Quizás ni estén, que es lo más probable. De pronto, al girar una esquina, me encuentro de sopetón con una vieja compañera de Facultad que vive y trabaja en la capital. Hace mucho que no nos vemos. Va acompañada de un monumento, de una beldad. Nos saludamos con un par de besos, muack, muack… Mientras ella va vestida de manera informal -tejanos, sandalias y camiseta-, su compañera va de pasarela. Vestido corto, un poquito encima de las rodillas, zapatos de tacón de vértigo y un profundo escote que deja adivinar unas poderosas razones de convicción hacia nuestro sexo, y también al otro -¡qué diantres!-. La belleza no entiende de genéticas. Rubia, piernas bien torneadas, con un bronceado discreto. Una preciosidad de unos treinta y tantos, calculo. A hurtadillas no puedo dejar de contemplar aquel magnífico escote, y mi amiga, que no es tonta y se percata de la maniobra visual, hace la presentación oportuna. “Te presento a Marce. Marce, esta belleza es mi sobrina “A”, la hija de mi hermano, ¿te acuerdas?”. “Claro que me acuerdo. El arquitecto. Pues ha diseñado una hermosa obra…”. Y me acerco a ella para darle el saludo de rigor, sin perder de vista su espléndido escote, al tiempo que digo: “Mucho busto, “A””. Muack, muack. Y ella, con una encantadora sonrisa me responde divertida y con una voz serena y modulada: “El busto es mío, Marce. Encantada de conocerte”. Cuando me percato de mí exabrupto me debí de poner de todos los colores, porque me entró un sofocón de aúpa. Ni se me ocurrió pedir disculpas. Quedé mudo como una tumba hasta que, viendo mi apuro, mi amiga rompió el hielo, tras una sonora carcajada. “¿Qué os parece si tomamos algo?”. Y no sentamos los tres en una terraza, acompañados de Duke, y charlamos durante una larga hora, en un rato agradable y distendido. Eso sí, de vez en cuando, mi mirada recorría los contornos de aquella magnífica anatomía femenina. Y ye que no somos de piedra, boba.

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martes, 14 de agosto de 2012

YUSPIKINGLIS

Hablar para no entenderse
Una de dos, o Rajoy sabe inglés y Obama gallego -porque el otru día vilos yo por la tele hablando sin intérprete de por medio, y parez que se entendíen (los muy jodíos)-, o los dos hablen el “farfullo” que, como todos sabéis, es la lengua internacional de los que hablan y no escuchan. A estos dos debe de pasarles lo mismo que ocurrió hace unos años en Pola del Tordillo donde se incendió un edificio de ocho plantas. Alguien estaba en la azotea tan tranquilo, ajeno a lo que aconteciá bajo sus piés, al humo las llamas y la de su madre. A toda pastilla y haciendo sonar sus sirenas llegaron los bomberos y prepararon todo para el sofoco de las llamas y la extinción del incendio. Estando el apague en marcha, se percataron de la presencia del despistado en lo alto del edificio, y dos bomberos, megáfono en mano, le avisaron de que tenía que desalojar. “El de arriba, abandone el edificio que se va a quedar chicharrón”, gritaron una y otra vez sin que el osado visitante se enterara del ripio. En estas estaban cuando llegó el jefe de los valientes y abnegados apagantes. “¿Qué sucede?, ¿por qué está esa persona ahí arriba?”, pregunta a los del megáfono. “Nada, mi capitán, ya le hemos avisado y parece que no nos entiende. Debe de ser un turista”, contesta uno de ellos. El jefe arrebata el parato de la mano a su subordinado y grita por él: “¡Eh, Mister!, el de ahí arriba”… El interpelado, enfocando sus prismáticos hacia el suelo, contesta: “What?”. “Yuspikinglis?”, dice el capitán. “Yes”, contesta el empanáo. “Entonces, ¿qué haces que no bajas, gilipollas?”. Preparáu y multilingüe que era el jefe bombero del Tordillo. Y con una autoridá incuestionable.

 Volviendo a lo de Bark y Mariano. El caso es que dicen que el presidente americano llamó al nuestro por teléfono esta semana a su residencia veraniega de Sanxenxo (o como se diga). Yo no se qué-i dijo, pero llamolu. Esa es la crónica de los medios de información. Supongo que sería para preguntarle por los precios del pulpo, la vieira y el centollu. “Tan muy caros, Presidente. Además, ahora que subieron el IVA, tá imposible. No hay viruta. Andamos a bocatas de gusanitos”, sería la réplica del gallego. “Entonces, ¿por qué no pides el rescate, colega?”. “Ya te mando la quinta flota. Mientras tanto, prepara una buena mariscada. Pago yo”.

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domingo, 12 de agosto de 2012

ESCABECHE

Quienes pagan la crisis
Dicen los expertos que en esto de la crisis económica ya hemos hecho los deberes. Los mismos que han impuesto a los helenos cuando los rescataron hace ya más de un año. Es decir que se han ajustado todas las partidas económicas y sociales habidas y por haber antes de la que la Merkel llegue con su rebaja. Es aquello de las barbas de tu vecino, ya saben. En España no hemos puesto nuestras barbas en remojo sino que nos hemos depilado a lo brasileño. Sin embargo, con los deberes hechos y los recortes más duros que nadie recuerde, la prima de riesgo crece un día sí y otro también -ye una prima muy grande- y está a punto de desbordarse, abocándonos a pedir el puñetero rescate, a ajustar aún más los ajustes y a recortar más aún los recortes. Y no es que lo diga Duke, ya lo ha anunciado Montoro para el año que viene. Y, ¿a dónde va a parar toda esa pasta? 

A estas alturas de la película a nadie le es ajeno que la viruta que ahora ya no se gasta -la que se recorta y la que se depreda- va a enjuagar los intereses de la deuda. Y merced a la famosa prima los intereses cada vez son más elevados, convirtiendo nuestra situación en el paradigma de lo de la pescadilla que se muerde la cola, en un círculo vicioso, de tal forma que tarde o temprano nos rescatarán, aunque sea levemente -como ya se dice por ahí- y ya no se podrá emitir más deuda soberana. Se acabó lo que se daba. La soberanía la tendrán otros. Así de fácil y así de crudo. 

En otros tiempos históricos las crisis se solucionaban con guerras. Con bombas, tiros y puñaladas. Sobraba gente y la población se autorregulaba con el degüello y el exterminio. Soldados y población civil eran quienes pagaban el precio. Pocos generales y menos gobernantes sucumbían al escabeche. En cambio hoy solucionan estos conflictos subiendo la prima (más tovía), obligando a los ajustes y a los recortes, y los escabechados siguen siendo los mismos. Los ciudadanos de a pie. Parados, pensionistas, funcionarios y demás trabajadores de lo privado. Ningún político, ni banquero, ni famosillo de “Sálvame”, ningún futbolista o piloto de esos que cobran lo que no está escrito. La misma gente: los justos por los pecadores. Pero tengamos confianza: si Obama llamó a Mariano sería para algo. Lo mismo nos manda al Séptimo de Caballería, aunque estemos destinados a morir con las botas puestas. Y la boina calada. 

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sábado, 11 de agosto de 2012

UNOS PIQUEN Y OTROS NON

Las tapas de los bares en verano
Esta semana hizo un calor de la virgen. Un chornu importante. Y los que nos quedamos aquí, a la vera del alto Nalón, tuvimos que jodenos y aguantanos (ajo y agua, que se diz), puesto que no fue posible pasear a las orillas del Cantábrico (en otru mar ye imposible en agosto) me fui a refrescarme con unas cañas bien frías a uno de los escasos lugares que permanecen abiertos en estas fechas. El barman que to la vida fue un cabrón, muy atentu él, me obsequió con una de las tapas de su “Nouvelle cousine”: dos pimientos como de mediu metro. Parecíen del Fresno dela Vega, oye. ¡Qué ricos! Tras el primer sorbo de birra muerdo uno de ellos y ¡gunsumadre!, inmediatamente se me empañaron las gafas y empecé a sudar como si hubiera descargáo un camión de ladrillos. Y el tío descojonándose. “¡Joputa!, ¿qué coño me pusiste aquí?, esto ye pólvora enlatá”, exclamo sin parar de sudar y jadeando como Duke cuando está acaloráu. “Pues son de Padrón, auténticos, y vendiéronmelos por dulces”, me dice con una sonrisa burlona. “Podíes haber puéstome una milhoja, Bartolo”, respondo apurando la cerveza. “Ya pués meter los putos pimientos por donde tú ya sabes, traidor”. Y me fui sin pagar, con la lengua fuera, aspirando con avidez aire caliente. Tenía que encontrar alivio en algún lado. ¿un heláo?, ¿un polo?... No, otra birra. Entro en otru bar, pido una “nosequé Dam”, me la sirven, y con ella una cazuela de lo que parecen champiñones al ajillo. “Menos mal”, me digo para mis mismos adentros… “esto promete”. Nada más que mastico y engullo el primer bocáu se me erizan los vellos, vuelven a empañase les gafes y por poco se me caen los pantalones. “Cagon el champiñón, la madre que lu parió y tós sus muertos”, “¡Chaval, ¿tú quiés matame?, ¿Qué os hice hoy a los hosteleros?!”. “Se habrá comido la guindilla, señor”. “¿La guindilla?, tú dísteme los pimientos que-í dejé al otru caradura. Quiero el libru de reclamaciones”. Me lo da. “Y, ¿ahora qué pongo?”. Al final escribí: “en agosto hay que poner de tapa tortillita de patates o boquerones a la vinagreta, al menos pa Duke. ¡No te jode con los pimientos de Padrón!”. Pero no firmé. 

A partir de hoy cafetinos y mantecáes de Astorga. O pulpo de Badalona. 

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miércoles, 8 de agosto de 2012

EL MICROONDAS


Con los libros pasa lo mismo que con les muyeres. Tú no pués dejá-i la mandakari a nadie porque luego no te la devuelve. Como ella no vuelva sola tás arregláu. Pero ye que los libros no vuelven solos, que va. No tienen pates. Yo tenía un libru que apreciaba de manera especial -casi tanto como a la santa- y un día dejéilu a no se quién, o quiena, (no me acuerdo) y no me lu devolvió, el muy cabrón. Titulábase “Toda la belleza del mundo” del nóbel Jaroslav Sheiffert,y era muy guapu y muy profundu. Alguna vez vos hablé de él, o hice alguna cita. Hacíate pensar muncho. Duke leyolu dos o tres veces y no para, colega. Fueron mis padres quienes me lu regalaron cuando cumplí no se cuántos. Dedicáu. Y resulta que puedo comprar otru, que los hay, pero no me da la gana porque quiero el míu, el que me regalaron mis progenitores con tantu cariño. El que Duke leyó, subrayó y marcó. El vieyu. El dedicáu por ellos, con fecha y firma. 

Ahora supón tú que dejaste la muyer a otru cabrón como el del libru, y quedose con ella. ¿Vas comprar otra? No, porque, además de que no vas a encontrala, también ta usá por tí y dedicá pa ti. Por otru lao, les muyeres no se compren, no son nuestres. Además, no hay tiendes ni economatos que les vendan, y seguro que el otru no-í cogió el cariño que tu i tienes, como en el casu del libru. Por eso dije al principio que ye lo mismo. 

Otra cosa ye que, como no me acuerdo, haya perdío el libru o no sepa dónde rediós lu puse -ya busqué hasta en el microondas esi-, en cuyu casu o ye que soy un abandonáu o un poco gilipollas. Justo lo mismo que si no hubiera prestáo a la santa, sino que no supiera por ónde anda. Si táo no tá. Porque en el parato esi no tá, que ya miré. Además no entra por la puerta y tien claustrofobia. Así que tará en la calle. Perdía. Lo dicho, un abandonáu y un gilipollas que debo ser. También con alguna protuberancia frontal d’eses, seguramente. 

Así que una de dos: si tenéis muyer y también tenéis algún libru no los dejéis a naide. Guardalos bien pa tenelos siempre localizáos y saber ónde tán. Pero no los metáis en el microondas, y si lo hacéis ponelu a la máxima potencia. Porque ye que hay libros muy malos, y muyeres peores. Además ni libros ni mandakaris pinten na en el microondas. Pa eso están les libreríes y les pasareles. ¿O no?

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martes, 7 de agosto de 2012

NOMBRES Y APELLIDOS


 La importancia de cómo te llamen
Ya que estamos en agosto y los mineros han vuelto al tajo, vamos a serenar los ánimos y hablar de algo más intranscendente de lo que habitualmente hacemos. ¿A ustedes les gustaría llamarse Tiburcio, Ponciano o Críspulo? A mí no, de verdad. A mí me gustaría llamarme Ernesto por aquello de la importancia de la que habló Oscar Wilde en su comedia. Yo tengo una amiga que tién un gatu que se llama así, Ernesto -bueno, llámalu ella de esa manera. Él tovía no habla- que ye tan blancu y listu como el mi Platerín, pero en felino. Ye un gatu importante, y no ye de Lada, mira tú por dónde. A lo que iba, tener un nombre que aporte aplomo y personalidad a su dueño es algo fundamental. No es lo mismo que a uno le llamen Don José, que Pepe o Pepito. Respeto, camaradería o confianza, o ninguneo. No es lo mismo. Como tampoco da igual tener por nombre Antonio, que a uno le llamen Antón. Esta contracción (o como se llame) describe a un personaje serio, grande, con mucho “peso”; y si lleva boina, aún más. Nadie le tose a Antón tocado con boina. Si además está togado te vas tóa por la pata abajo. Como no es lo mismo llamarse Dolores, que llamarse Lola o Loli. Con Loli pasa lo mismo que con Pepito. Nadie los toma en serio. Con perdón de Lolas y Pepes. 

Pero si el nombre es importante no lo es menos el apellido. ¿Qué pasaría si tuviéramos un presidente de gobierno que se llamara Mariano Romerales? Pues que nadie miraría para él, seguro. En cambio si se apellida Rajoy míralu to dios, aunque sea pa acordase de sus ancestros. Después están los nombres extranjeros como, por ejemplo, Winston Churchill. Eso ya ye el no va más de los novamases. Tener nombre de rubio americano y apellido de puro habano da vitola. ¡Sí, ho! Fíjate si la da que te ponen hasta en los sellos de tol mundo. Y si no que-í pregunten al mi amigu Altable, que ye el que más sabe de esto. 

A ver si nos vamos dando cuenta de la importancia del nombre y los apellidos y empezamos a llamar a los neños y a les neñes con nombres serios y europeos como Cameron, Angela, Katherine o John, o la madre que los parió. Va a ser la única manera de entrar en el mudo de una puta vez, de que nos tomen en serio y acabar con la crisis de deuda. Por lo pronto Duke no se queja del nombre que tién. Ta buscando un apellidu que lo vista bien vestíu.

lunes, 6 de agosto de 2012

COLECCIONISTA Y CABALLERO


 Duke tenía iniciadas unas líneas sobre la Exposición Filatélica de los Premios Nobel que, su propietario, Manuel Altable tuvo la gentileza de exhibir durante la última quincena de julio en las Escuelas Dorado de Sama, al objeto de animar al público a que la visitaran, pero mi compañero en estas lides Francisco Palacios, más rápido y listo que nosotros, se nos adelantó en un certero artículo, que suscribimos en su totalidad, publicado hace unos días en estas mismas páginas. Por eso hemos obviado lo ya escrito y, sin embargo, además de asistir a la inauguración del evento, hemos vuelto a verla el día de su clausura, con más detenimiento, paciencia e interés. Tranquilamente. Y de ahí surgen estas modestas letras.

 Yo, que no soy ducho en la materia -es más, soy un ignorante filatélico- quedé admirado y sorprendido por la calidad de la muestra. Y, al tiempo que la contemplaba, oía los comentarios que un experto visitante hacía al Presidente de la Sociedad Filatélica del Nalón allí presente. “Excepcional”, “amplia y completa”, “magníficamente pensada y ordenada”, “lo mejor que he visto en Asturias”…, fueron algunas de sus opiniones, entre otras siempre elogiosas. Escuchando estas alabanzas y a medida que recorría la expo pensaba en si algunos de aquellos calificativos no se habrían quedado cortos. Con un método riguroso, Altable comienza por la figura del creador de los premios, Alfred Nobel, ilustrando de forma manuscrita -con una letra clara, precisa y uniforme (su letra)- los datos biográficos del personaje, como lo hace con cada uno de los restantes en una laboriosa y envidiable tarea de investigación y hermenéutica, sin duda producto de centenares de horas de trabajo serio y minucioso. Continúa Manuel con todos los Nobel de Literatura sobre los que en alguna ocasión se emitió algún sello en otra detallada labor de búsqueda, gastos e intercambios. Hasta un total de sesenta y tres premios, entre los que llaman poderosamente mi atención algunos como Sheiffert, Faulkner, Hesse, Kipling, Pasternack y alguno más, por no citar a los nuestros, Echegaray, Benavente, Cela y, cómo no, Juan Ramón Jiménez ante el que me detengo a atender los comentarios que me hace Manuel, por quien me entero de la relación cuasi-tiránica del literato con su esposa Zenobia que, según su opinión, pudo ser la verdadera merecedora del galardón. Dentro de la muestra merece un capítulo aparte su personaje: Sir Winston Churchill que ocupa ocho paneles de la exposición a lo largo de los que Altable hace un detallado recorrido por su vida, sus aficiones y vicios, sus amistades, la II Guerra Mundial, la política y la multitud de homenajes y conmemoraciones a la histórica figura del estadista. 

Lo más especial y admirable de todo ello es otro personaje: el propio autor que ha propiciado esta impresionante exposición, Manuel Altable Vega. Un caballero, todo un señor. Elegante, amable y erudito. Buen conversador y mejor escuchador, Manuel tiene material ordenado para decenas de exposiciones como ésta. Pero no solo de sellos, sino también de monedas, de pipas (de fumar) y, sobre todo, de relojes de bolsillo de los que tiene más de quinientos, de los que más de la mitad son de oro. Joyas que ha ofrecido al Ayuntamiento langreano para su exposición porque, como él mismo afirma, “para cuatro telediarios que me quedan, me gustaría compartirlo con mis conciudadanos”. 

Y Duke cree que nuestros representantes políticos deberían de hacer un esfuerzo y aceptar esta generosa y altruista oferta, poniendo de su parte los medios necesarios para que pueda llevarse a cabo lo antes posible. Porque cuando otos patrimonios se nos van, deberíamos de velar por algunos que, como el de Manuel Altable, permanecen en el anonimato teniendo más valía y valor que otros que están en exposiciones y museos. Gracias, Maestro. Tienes nuestra admiración y respeto. ¡Largos Telediarios!