martes, 7 de agosto de 2012

NOMBRES Y APELLIDOS


 La importancia de cómo te llamen
Ya que estamos en agosto y los mineros han vuelto al tajo, vamos a serenar los ánimos y hablar de algo más intranscendente de lo que habitualmente hacemos. ¿A ustedes les gustaría llamarse Tiburcio, Ponciano o Críspulo? A mí no, de verdad. A mí me gustaría llamarme Ernesto por aquello de la importancia de la que habló Oscar Wilde en su comedia. Yo tengo una amiga que tién un gatu que se llama así, Ernesto -bueno, llámalu ella de esa manera. Él tovía no habla- que ye tan blancu y listu como el mi Platerín, pero en felino. Ye un gatu importante, y no ye de Lada, mira tú por dónde. A lo que iba, tener un nombre que aporte aplomo y personalidad a su dueño es algo fundamental. No es lo mismo que a uno le llamen Don José, que Pepe o Pepito. Respeto, camaradería o confianza, o ninguneo. No es lo mismo. Como tampoco da igual tener por nombre Antonio, que a uno le llamen Antón. Esta contracción (o como se llame) describe a un personaje serio, grande, con mucho “peso”; y si lleva boina, aún más. Nadie le tose a Antón tocado con boina. Si además está togado te vas tóa por la pata abajo. Como no es lo mismo llamarse Dolores, que llamarse Lola o Loli. Con Loli pasa lo mismo que con Pepito. Nadie los toma en serio. Con perdón de Lolas y Pepes. 

Pero si el nombre es importante no lo es menos el apellido. ¿Qué pasaría si tuviéramos un presidente de gobierno que se llamara Mariano Romerales? Pues que nadie miraría para él, seguro. En cambio si se apellida Rajoy míralu to dios, aunque sea pa acordase de sus ancestros. Después están los nombres extranjeros como, por ejemplo, Winston Churchill. Eso ya ye el no va más de los novamases. Tener nombre de rubio americano y apellido de puro habano da vitola. ¡Sí, ho! Fíjate si la da que te ponen hasta en los sellos de tol mundo. Y si no que-í pregunten al mi amigu Altable, que ye el que más sabe de esto. 

A ver si nos vamos dando cuenta de la importancia del nombre y los apellidos y empezamos a llamar a los neños y a les neñes con nombres serios y europeos como Cameron, Angela, Katherine o John, o la madre que los parió. Va a ser la única manera de entrar en el mudo de una puta vez, de que nos tomen en serio y acabar con la crisis de deuda. Por lo pronto Duke no se queja del nombre que tién. Ta buscando un apellidu que lo vista bien vestíu.

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