lunes, 6 de agosto de 2012

COLECCIONISTA Y CABALLERO


 Duke tenía iniciadas unas líneas sobre la Exposición Filatélica de los Premios Nobel que, su propietario, Manuel Altable tuvo la gentileza de exhibir durante la última quincena de julio en las Escuelas Dorado de Sama, al objeto de animar al público a que la visitaran, pero mi compañero en estas lides Francisco Palacios, más rápido y listo que nosotros, se nos adelantó en un certero artículo, que suscribimos en su totalidad, publicado hace unos días en estas mismas páginas. Por eso hemos obviado lo ya escrito y, sin embargo, además de asistir a la inauguración del evento, hemos vuelto a verla el día de su clausura, con más detenimiento, paciencia e interés. Tranquilamente. Y de ahí surgen estas modestas letras.

 Yo, que no soy ducho en la materia -es más, soy un ignorante filatélico- quedé admirado y sorprendido por la calidad de la muestra. Y, al tiempo que la contemplaba, oía los comentarios que un experto visitante hacía al Presidente de la Sociedad Filatélica del Nalón allí presente. “Excepcional”, “amplia y completa”, “magníficamente pensada y ordenada”, “lo mejor que he visto en Asturias”…, fueron algunas de sus opiniones, entre otras siempre elogiosas. Escuchando estas alabanzas y a medida que recorría la expo pensaba en si algunos de aquellos calificativos no se habrían quedado cortos. Con un método riguroso, Altable comienza por la figura del creador de los premios, Alfred Nobel, ilustrando de forma manuscrita -con una letra clara, precisa y uniforme (su letra)- los datos biográficos del personaje, como lo hace con cada uno de los restantes en una laboriosa y envidiable tarea de investigación y hermenéutica, sin duda producto de centenares de horas de trabajo serio y minucioso. Continúa Manuel con todos los Nobel de Literatura sobre los que en alguna ocasión se emitió algún sello en otra detallada labor de búsqueda, gastos e intercambios. Hasta un total de sesenta y tres premios, entre los que llaman poderosamente mi atención algunos como Sheiffert, Faulkner, Hesse, Kipling, Pasternack y alguno más, por no citar a los nuestros, Echegaray, Benavente, Cela y, cómo no, Juan Ramón Jiménez ante el que me detengo a atender los comentarios que me hace Manuel, por quien me entero de la relación cuasi-tiránica del literato con su esposa Zenobia que, según su opinión, pudo ser la verdadera merecedora del galardón. Dentro de la muestra merece un capítulo aparte su personaje: Sir Winston Churchill que ocupa ocho paneles de la exposición a lo largo de los que Altable hace un detallado recorrido por su vida, sus aficiones y vicios, sus amistades, la II Guerra Mundial, la política y la multitud de homenajes y conmemoraciones a la histórica figura del estadista. 

Lo más especial y admirable de todo ello es otro personaje: el propio autor que ha propiciado esta impresionante exposición, Manuel Altable Vega. Un caballero, todo un señor. Elegante, amable y erudito. Buen conversador y mejor escuchador, Manuel tiene material ordenado para decenas de exposiciones como ésta. Pero no solo de sellos, sino también de monedas, de pipas (de fumar) y, sobre todo, de relojes de bolsillo de los que tiene más de quinientos, de los que más de la mitad son de oro. Joyas que ha ofrecido al Ayuntamiento langreano para su exposición porque, como él mismo afirma, “para cuatro telediarios que me quedan, me gustaría compartirlo con mis conciudadanos”. 

Y Duke cree que nuestros representantes políticos deberían de hacer un esfuerzo y aceptar esta generosa y altruista oferta, poniendo de su parte los medios necesarios para que pueda llevarse a cabo lo antes posible. Porque cuando otos patrimonios se nos van, deberíamos de velar por algunos que, como el de Manuel Altable, permanecen en el anonimato teniendo más valía y valor que otros que están en exposiciones y museos. Gracias, Maestro. Tienes nuestra admiración y respeto. ¡Largos Telediarios!

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