martes, 31 de julio de 2012

PECAR TODAVÍA

Lo que las cosas han cambiado
Antes, en los tiempos de mi güela, cuando yo era piquiñín y Duke no era ni un esperematoizoide d’esos, cualquier cosa era un pecáo. De aquella había unes coles de la virgen en los confesionarios y los curas iben p’ol libru. Repasábenlo tó. La Biblia, los Diez Mandamientos, el Catecismo y hasta la tabla de multiplicar. No podíes decir “que se joda” porque eso era desear el mal de tu prójimo, o prójima; no podíes mirar p’al escote de una moza porque eso era cometer actos impuros; tampoco podíes protestar en casa porque entonces no honrabas a tus padres, y llegar fuera de la hora señalada por el jefe ya era la de dios. En fin, que pa no tener pecáos había que tar medio apijotáu. De manera que, cuando éramos unos mocosos de diez o doce años y nos llevaban a confesarnos, echábamos en ello la mañana o la tarde, o el día enteru. Claro, había guajes muy malos que tardaben un verano en confesase y los demás que iben detrás teníen que esperar. Eso sí, con recogimientu porque si no caíate una hostia del maestro, que debía ser el guarda juráo del paisano de la garita. Luego venía la otra cola que consistía en esperar a que el que había ido delante de ti hiciese la penitencia: diez padrenuesuestros, veinte avemarías, cincuenta credos y recitar les primeres estrofes del duelo entre el Tenorio y Luis Mejía (Zorrilla, ¡manda güevos!). Otru verano de espera. Así que cuando terminaba el procedimientu tabes tan cansáu que no tenés ni ganes de jugar al balón. Y tabes arrepentíu. Muncho. No se de qué, pero no te quedaben ganes de volver a pecar. Hasta la semana siguiente, “gun su madre”. 

Ahora, en los tiempos de Duke, les coses son muy distintes. Ya no hay confesionarios, y si los hay úsense pa guardar el calderu y la fregona. Por no haber, ya casi no hay ni curas, así que como quieras confesate tienes que pedir fecha y hora, como en la Seguridá Social, pa que te den un volante y vayas dentro de tres o cuatro meses a decir aquello de “Ave Maripuri”. Y ye que con esto de los recortes ya quitaron hasta los pecáos. “Que se jodan”, ye un deseo de amor y fraternidá; mirar un escote ye obligáo y de lo más normal -entós, ¿pa qué lu ponen? Pa que lu miremos, claro-, y lo que sí ye pecáo ye volver antes de las diez. De la mañana, porque si te ven entrar en casa a las nueve ya piensen que no yes normal. ¡Hay que jodese! 

Pues, eso. Que ahora ya no hay pecáos. Lo que sí hay son faltes y delitos, pero no ye lo mismo porque esos puén recurrise tres o cuatro veces. En cascada. Vete tú, en aquellos tiempos, a recurrir una penitencia. Caíate una hostia como un templo y luego teníes que rezar cincuenta rosarios. Si no queríes taza, taza y media. Por recurrente. 

¿Tengo o no tengo razón? Por eso ahora ya no se peca ná. Ya no se lleva, boba. Tá anticuáo. Ahora lo que tá de moda ye manifestase na calle por lo que sea. Porque nos quiten la paga de Navidá o el vale del carbón, porque tenemos que pagar les medicines (que no se yo pa qué nos ponemos malos -no val la pena-), o porque los neños no puén ir a la escuela porque los maestros tan en otra manifestación. Así que, resumiendo -que ye lo que me manda el editor: “Tú resume”-, que ya no queden confesionarios ni curas, pero sí hay quien reparta hosties. Ahora, en lugar de bonete y sotana, lleven cascu y chaleco. ¡Toma penitencia!

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