martes, 24 de julio de 2012

TODO ES POSIBLE EN GRANADA

Esto ye un chaval de Langreo que trabajaba en Baracaldo, y estando con unos compañeros tomando unos chatos en un bar le suena el móvil, descuelga, pone cara de felicidad y, nada más terminada la charla, invita a una ronda a todos los presentes en la taberna. El motivo: “Terminan de comunicarme que mi mujer acaba de dar a luz a un auténticu guaje asturianu”. Todos le felicitan y le preguntan. “La muyer ta bien, el neñu pesó 8 kilos y va a llamase Antón”. Sorprendidos, sobre todo por lo del peso del bebé, lo celebran en sana camaradería. Acto seguido el hombre se viene para acá y luego de pasados unos días vuelve a Vizcaya. Cuando se reune en la misma tasca con sus amigos le preguntan cómo había ido todo y, lo que más les interesaba, cuánto pesaba Antón. “Pues ahora pesa cinco kilos y medio”, contesta. Uno de ellos se atreve a preguntar si se había puesto enfermo. He aquí la respuesta: “Operámoslu de fimosis”. 

Pues resulta que en la ciudad de la Alhambra hace unos días que un andaluz, ya talludito él, dando rienda suelta a sus instintos y fantasías sexuales se le ocurrió introducir su “filtro pecador” en un tubo cilíndrico de metal, sin duda para hacer una “guarrerida zezuá”. Cuál no sería su desagradable sorpresa cuando pudo constatar que no todo lo que entra de alguna manera sale de igual forma. El tubo lo agarró con fuerza por el “pescuezo” y el tío tuvo que acudir a un centro sanitario para que le liberaran de la férrea opresión de sus bajos fondos. Con vergüenza y mucho dolor, tanto como el cachondeo que pasó el personal sanitario que le atendió. Ya saben ustedes que ellos siempre preguntan: “¿Y uzté cómo ze lo hiso?”. El caso es que, de entre todo el instrumental quirúrgico del que se dispone en un quirófano moderno, no había nada apropiado para excarcelar el pito de aquel capullo de su cinturón de castidad, así que llamaron a los bomberos. Los bomberos en un quirófano, ¡manda güevos! Y el glorioso y esforzado cuerpo también carecía de utensilios para el desprepucie. Evidentemente no iban a valerse de una radial. Hasta que uno de ellos se llegó hasta su domicilio a por una minisierra de precisión (o algo así) y con mucho “cuidadín” abrieron el tubo de Pandora de donde surgió una culebra glande a punto del reviente. Le quitaron un gran peso, como el del auténticu guaje asturianu, y cuando se iba le dijeron: “Oye macho, para la próxima utiliza esto”. Y le regalaron una caja de condones como recuerdo.

Imágenes de Google

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