Un
equipo de investigadores coreanos se ha dedicado a medir la pilila a
más de un centenar de coreanitos y han descubierto que su longitud
es inversamente proporcional a la relación entre las longitudes de
los dedos índice y anular. Esto es, si el dedo índice es más
largo, el sujeto la tendrá más pequeña y si es el anular el de
mayor longitud, que se preparen las coreanitas. No se si me
entienden. Ellos dividen los centímetros del índice entre los del
anular y al resultado le llaman ratio. Cuanto menor es la ratio,
mayor es el instrumento. El estudio, publicado en una revista
andrológica (¿qué diablos querrá de decir eso?), no dice si eso
también vale para los occidentales y especialmente para los
asturianos, que son los que nos interesan. Por lo pronto, desde que
la noticia se ha publicado en un breve de LA NUEVA ESPAÑA, unos
andan por ahí exhibiendo sus alianzas y otros con las manos en los
bolsillos y el puño cerrado, mientras las féminas ya no miran la
entrepierna de los varones, sino sus manos. Es más fácil y más
seguro. A ver que ye lo que haces tú marcando paquete si en el deu
del anillo no te entra ni una arandela, que parez que solo tienes
uña, tío. Vas tener que hacer un alargamientu de deu, al menos pa
dar el pegu.
Esto
de los tamaños ye la pera. Burro grande, ande o no ande, diz el
refraneru. Pues ahora eso ya no vale. La mayoría de les coses
grandes pa lo único que sirven ye pa estorbar. No creo yo que hayas
visto alguna vez a un corredor de futing con un radiocassette al
hombro corriendo por Los Llerones, que va. Antes no podíen correr y
oir música a la vez, sin embargo ahora tol mundo lleva un aparatín
de esos que se mete en una oreya, corren tranquilos y de pasu
entérense de les noticias, escuchen el últimu hitparade o hablen
por teléfono con la mandakari, que aprovecha pa encargái los recáos
o echái la bronca por dejar la cama sin hacer. Y ye que lo que se
lleva ahora son les coses piquiñines, cuanto más pequeñes mejor.
Lo que pasa ye que no tás acostumbráu. Por ejemplo, la última vez
que saliste a comer fuera pusiéronte una ración de costilles de la
virgen y comístelo to, porque yes un fartón. Si fueses un poco más
finu y educáu iríes a uno de esos restaurantes que te ponen un
platu como el tapacubos de una rueda, y dentro d’él una gamba, una
almeja y una flor, bañáos con un chorrín de salsa de perejil pa
adornar. Eso ye una ratio, como la de los coreanos, no una ración a
lo bestia como les que tú comes. Animal.
Tú
haces como los coreanos, divides el pesu de la comida por el del
platu en el que te la ponen y cuánto más pequeña sea la ratio
mejor ye el restaurante. Seguro que hasta tién tres o cuatro
estrelles michelín. Tú hazme casu a mí. Que después llegues pa
casa y tienes que freir un güevu, dos chorizos y un balagar de
patates… Pues háceslo, pero que vean que tienes clase y yes
frugal. Y ya está bien de enseñar tanto eses manos, que pareces una
modelo de L’Oreal.
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