jueves, 22 de junio de 2017

EL MORENO

No vamos a referirnos al magnate del espectáculo que hace poco fue agredido en su mansión madrileña, no. Ya que estamos en verano y, presumiblemente, relajados, hoy vamos a olvidarnos de penas y crisis para hablarles de algo consustancial a esta estación, algo que nos preocupa gravemente: el bronceado. Resulta que estos tiempos modernos que nos ha tocado vivir traen consigo nuevos males a los que, evidentemente, los especialistas deben de ponerles un nombre. Así la “Tanorexia” es un término de nuevo cuño que viene a definir el afán de muchas personas por adquirir en todo su cuerpo un color cada vez mas bronceado merced a su exposición al sol, a los rayos UVA, o a lo que pinte, de tal forma que son individuos que nunca se ven a sí mismos lo bastante morenos y continúan febril e insistentemente exponiéndose al sol y, como no, a las consecuencias adversas que el astro rey puede producir en sus pieles. Hoy día el mundo está al revés: quien tiene un “haiga” quiere comprarse una moto y el que tiene un ciclomotor quiere un Ferrari; la mujer que tiene poco pecho quiere ponerse mas, la que tiene mucho quiere quitárselo y, de igual forma, los blancos quieren ser negros y los negros quieren ser blancos, sino vean lo que ya ha conseguido Michael Jackson que ha eliminado quirúrgicamente su color originario y, con él, todos los rasgos propios de su raza, o aquel otro que queriendo matricularse en la universidad, cuando le preguntaron en qué rama quería hacerlo contestó que él quería en pupitre, como los blancos.

Buscando el sol y en ese ansia del bronceado los españoles sacrifican su tiempo y su dinero pasando agobios en los atascos y caravanas para llegar a otro atasco aún mas grande en las playas de las ciudades veraniegas donde habrán de soportar temperaturas insospechadas, bañarse en aguas caldosas y alimentarse con comida basura. Todo en pro de un buen bronceado, cuanto mas mejor, que a la vuelta, tras sufrir nuevamente los agobios pertinentes, ante las amistades acredite que han estado en Benidorm, Marbella o Salou y que su grado de moreno en la escala cromática es equivalente a lo bien que lo han pasado y, a su vez, les sirva de pretexto para mostrar la colección de fotografías que se han traído y milonguearlas con las graciosas anécdotas de la tourné. Y es que esta estación es la mas apropiada y recurrente para la expresión mas habitual: “¿No vas de vacaciones?”. Evidentemente es la pregunta de los que ya han ido, que esperan, como contrapartida, que su interlocutor les interrogue sobre el tema y deje constancia de la envidia que les causa el bronceado que lucen orgullosos.

Todos tenemos amigos y conocidos que cuando llegan estas fechas, tras unos días de ausencia, aparecen con un moreno “espectacular” y, aún ya de vuelta, buscan cualquier resquicio para continuar dorando su cuerpo en El Rinconín, Rodiles, Vega o Torimbia. Claro que, ya que hablamos de estos hermosos arenales asturianos, el moreno integral tiene peligros añadidos de los que yo advierto a algunos de mis amigos que, ocasionalmente, los frecuentan. Efectivamente, tomar el sol con el traje de Eva o de Adán, es reconfortante y satisfactorio para aquellos a quienes ese traje sienta bien y mas para quienes los observan, pero una quemadura en la minga o en las domingas debe de doler la hostia y, por otro lado, se arriesga uno a que culos monumentabilis como los de Úrculo les priven de parte de la energía solar que ansían y a la que tienen derecho.
Duke y un servidor somos soleilmaníacos. Es mas, estamos convencidos de que la palidez o la tez blanca son signos de distinción, y así cuando, a regañadientes, vamos a la playa lo hacemos con todo el equipo incluida crema protectora del doscientos y pico y sombrilla. Yo me apoltrono debajo de ella y él bajo mi hamaca y, desde esa privilegiada y cómoda posición observamos a los morenos y morenas, los quemados y los tiznados. Tenemos el moreno de terraza nocturna típico de los vampiros.

Pero resulta que, aún resguardados del sol, y de esta guisa, acabamos negros y pensamos que Bibiana Aído debería de proponer al Consejo de Ministros que Agosto caiga en verano una vez cada cuatro años, cuando el Año Santo de Compostela. Los tres años restantes caería en cada una de las estaciones para que todo sea “igual” y repartido. Así todos estaríamos contentos. No abusen del sol y ¡felices vacaciones!.


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