Él
elije. Duke es muy mirado para estas cosas. Así es que cuando no
puede acompañarme, que casi siempre lo hace, se queda en casa viendo
la tele o escuchando Radio5, Todo Noticias. Luego, cuando regreso, me
da las novedades que muchas veces aprovecho para contárselas a
ustedes a través de esta columna y desde nuestro particular punto de
vista, como en este caso. “Mira, estos americanos -me cuenta-, han
creado un canal de televisión para mis colegas, para que no se
aburran en casa y les de por destrozar un sofá o mordisquear el
mueble-bar”. De manera que, aunque me fío de mi “Platerín”,
lo compruebo y, efectivamente, veo que en San Diego (California) han
puesto en marcha “Dog TV”, “el primer canal de televisión para
perros”. Sin publicidad, ni siquiera de alimentos para canes,
afirman. Y el caso es que un veterinario de Massachusetts hacía
tiempo que venía recomendándolo como antídoto para superar el
stress y la ansiedad que provoca en los cánidos la separación de
sus dueños, para superar la monotonía de la soledad.
A
nosotros, que nos gusta tanto la historia y las formas de ese gran
país transoceánico, nos da la impresión que debemos de tener algo
de norteamericanos porque nos hemos adelantado a ellos hace ya
bastante tiempo, y ustedes que nos leen lo saben. Duke ve la tele y
escucha la radio desde bien pequeño. No lee el periódico porque le
falta el dedo gordo para pasar hoja, pero lo que son las ondas las
domina a la perfección. Toma nota, filtra las noticias, saca
conclusiones, me lo trasmite y yo no hago más que darle a la tecla y
mandarlo a La Nueva España. Así de sencillo. De manera que tienen
razón aquellos que, cuando paseamos por la calle, dicen “Mira esi
perro ye el que escribe en el periódicu”. Así es que entre los
dos estamos pensando reclamar a los yanquis el copirrí de nuestra
actividad literaria, porque ahora que los californianos o los
sandieguinos, o como rediós se llamen, tienen tele perruna van a
empezar a escribir artículos en el San Diego Herald o el California
Dreaming. Si no, al tiempo.
Ya
en serio. Los hay que ya no saben qué hacer para cuidar a las
mascotas y traerlas, en algunos casos, mejor preparadas que a sus
propios hijos. Ropas de marca, viseras, gafas de sol, collares de
brillantes, peluquerías de alto standing, alimentos de gourmet,
cuidados veterinarios que para sí quisiera la Duquesa de Alba -en su
caso serían médicos, evidentemente- y, en fin, todo lo necesario
para que el can, el minino, el lorito o la mosca cojonera tengan lo
mejor de lo mejor y gocen de buena salud, teniendo en cuenta que esto
de la salud mascotil es más caro que el mantenimiento de un Ferrari
y que para ello no hay seguridad social. Y a mí no me parece mal en
absoluto. No se que haría sin Duke, seguramente dejaría de escribir
y darles la lata en estas páginas. Pero, salvo sus cuidados
alimentarios y sanitarios, él pasa olímpicamente de las otras
cosas. No quiere ropas, ni viseras ni sandalias, ni gafas de sol.
Duke anda desnudo por la calle, tal cual. Así que cuando llueve y
alguno de ustedes me sugiere que le ponga un chubasquero le contesto
que le gusta andar en pelotas. Eso sí, que no le quiten la radio ni
la tele.
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