sábado, 26 de agosto de 2017

DE ENTRE LAS BRUMAS



Valle del Samuño.



En el momento que me dispongo a escribir lo que ahora leen, frente a esta pantalla en blanco, miro por a la ventana y a lo lejos tan solo veo la falda de las montañas, las cumbres están cubiertas de esa espesa neblina tan típica de Asturias y tan reiterada a lo largo de este mes de agosto, y me imagino el resto del paisaje, lo que hay bajo la niebla: El Valle del Samuño. Sembrado de pequeñas aldeas, de una casa aquí y otra allá, un pequeño núcleo rural al frente y otro más a muy poca distancia, pero se que más allá el Valle continúa alrededor de ese río y de la carretera que sube y serpentea en dirección al vecino concejo de Aller. También me imagino a sus habitantes, los que quedan, ocupados tan temprano en las pequeñas faenas de la huerta, del poco ganado que queda, de acicalar sus casas, muchas de ellas centenarias, y de todas las labores propias de un lugar que ha cambiado a lo largo de los años. Desde cuando estaba salpicado de bocaminas, de chamizos, los Pozos San Luis y Samuño y más tarde las explotaciones de carbón a cielo abierto, hasta hoy en día en que no queda nada de aquello, salvo parte de su paisanaje: hombres curtidos en el duro trabajo minero y mujeres marcadas por lo rural, por la huerta, la siega, los pastos, el ganado y la familia.
Todos ellos han logrado una reconversión que resultó fracasada en muchos otros lugares de las Cuencas, desde que a principios de los años 80 se anunció el fin del negro mineral y se empezaron a acometer proyectos, en algunos casos faraónicos, que no llegaron a ningún lado. Sin embargo los hombres y mujeres de este Valle, con trabajo y tesón, lograron que su proyecto sea merecedor del elogio y a través del  Ecomuseo, de ese tren que circula por la fronda y parece sacado de un cuento infantil, y del cuidado y embellecimiento de sus casas, sus praderías, caminos y caleyas, el Valle del Samuño se haya tornado en un sitio para vivir y digno de visitar, en un lugar merecedor de reconocimiento en toda la región. Algo que ha propuesto a la Fundación Princesa de Asturias la Asociación de Langreanos en el Mundo y que Duke suscribe y apoya. Porque lo han trabajado.



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