martes, 8 de agosto de 2017

JAULA DE GRILLOS



Tertulianos.



Debatir sobre ideas, situaciones y proyectos es algo muy habitual en las noches de las radios españolas. En casi todas comparece un miembro más o menos señalado de cada una de las formaciones políticas importantes, de manera que son cinco o seis intervinientes bajo la batuta de un moderador que interviene poco o nada con respecto al asunto del que se discute. Acostumbro a escuchar estos debates en varias emisoras y son, en ocasiones, verdaderos espectáculos. Evidentemente cada uno arrima el ascua a su sardina, expone sus incuestionables motivos y cuestiona furibundamente los de sus antagonistas a quienes, también de forma evidente, no tiene la paciencia de escuchar en gran parte del debate. Todo muy sensato, justo y entendible para el radioyente de infantería por parte de todos ellos, que están convencidos de que su mensaje llega con claridad y poderío a los suyos, claro está. Porque los que no tienen adscripción política o aquellos que persisten en la eterna duda acaban por pensar que todos los tertulianos llevan razón, de forma que la duda se incrementa y su tendencia se emborrona.
Y sucede lo mismo que en los debates televisivos, que siempre hay alguno de ellos que toma la palabra y no la suelta ni apretándole el pescuezo. Luego, cuando es otro el interviniente, le interrumpe de forma constante parapetándose en sus ya expuestos argumentos hasta que el otro le dice aquello de “por favor, déjeme terminar que yo le he escuchado a usted con todo respeto”, y cuando nuestro prota vuelve a tomar la palabra es el primero en no consentir una interrupción valiéndose de la misma frase que le habían soltado. De manera que, a medida que el avanza el debate, todos se interrumpen y todos censuran las interrupciones de idéntica manera hasta convertir el programa en una jaula de grillos. Al final todos se saludan cordialmente y se despiden convencidos de que han ganado el debate. Porque es que, en definitiva, todos dicen lo mismo. 

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