martes, 21 de octubre de 2014

MEDIO SIGLO DE LADA

In memoriam

Una de las últimas misas de Don Luis en las Fiestas de San Román de Lada. Con el Coro Santiaguín.
Podemos asegurar que hoy Duke escribe para Langreo entero, pero muy especialmente para los que fueron, son y serán vecinos del distrito de Lada, porque hoy lunes, dia 22 de julio, se cumplen cincuenta años de la llegada de Luis Fernández Alonso al pueblo de los gatos y de La Fuente del Güevu, de los ilustrados Sabino Alonso y Tino Cordeles, el pueblo que me vio nacer y, en consecuencia, adoptó a Duke desde un principio.
Nacido en el seno de una familia humilde en la aldea de San Juan del Coto, popularmente conocida como “El Cutu de Areñes”, su vocación sacerdotal le llevó al Monasterio de Valdedios donde con once años de edad inició su formación religiosa y, dado que el Seminario Metropolitano de Oviedo aún no disponía del Pabellón de Humanidades, permaneció durante dos años más en el monasterio de Arbás hasta su definitivo ingreso en el seminario ovetense. Tenía veintidós años cunado fue ordenado sacerdote en Mieres por el entonces Obispo don Segundo de Sierra, oficiando su primera misa solemne dos meses más tarde en la capilla de su pueblín natal, El Cutu. Luego llegaron los destinos, Porceyo y Fresno en Gijón, Poago en Veriña y Sotiello cuando, al poco, fue requerido por el obispado e informado de que sería trasladado a Lada. Habían pasado poco más de tres años, y un joven cura de veintiséis años llegaba con la maleta repleta de ilusión al fabril pueblo langreano, un pueblo de mineros y trabajadores de la industria. Duro Felguera, Proquisa, Derko…, y también de muchos campesinos de la multitud de pueblos que conformaban y, aún lo hacen, la parroquia de San Antonio de Padúa, santo bajo cuya advocación se había construido la iglesia ladense años atrás puesto que la parroquia anterior estaba residenciada en San Miguel, en honor a ese santo. Don Luis sustituía como párroco a un ya anciano Don Román, cuyas ostias fueron célebres y aún lo son entre los más viejos del lugar, que lo primero que hizo fue darle una orden, ir a tocar las campañas de la iglesia. Y, durante diecisiete años, peregrinó por Lada en vespa, quedándose primero en casa de Maruja la de Balán -en cuyo tiempo fuimos vecinos, siendo yo un mocoso- y luego en casa de Violeta la del Chato que, hay que decirlo, es quien amablemente me proporciona gran parte de la información que ustedes están leyendo. Pasados esos años adquirió una vivienda cercana a la iglesia, donde vive, y de la que en multitud de ocasiones ha manifestado que dejará a su sucesor cuando se vaya.
Hombre cercano, tranquilo y bueno donde los haya. De tertulias en el antiguo Recreo (La Pista), en casa Nedino donde hacía sus comidas a diario en los últimos años. Amigo de todos, sin una mala palabra para nadie, y emprendedor. Sus excursiones veraniegas fueron célebres en el contorno. No en vano el pueblo se quedaba casi vacío porque llegaron a fletarse más de treinta autocares que no cabían a lo largo de las calles de Lada, llenaban Arriondas o Llanes o cualquier otra población donde hacían parada para desayunar o merendar. Las excursiones de don Luis fueron célebres y puedo decir que asistí a un sinfín de ellas. Más tarde se tornaron en viajes más largos, de una semana o más de duración y ya fuera de la región e incluso del país. No hace más de diez días regresó de Irlanda con un grupo de ladenses.
Muchas y buenas cosas pueden decirse de este hombre humilde y cordial que ha sido una gran parte de la historia de los últimos cincuenta años de mi pueblo, de Lada. Se que don Luis es poco dado a elogios y agasajos, máxime si ellos giran sobre su persona y, por ello, hoy no habrá ninguna celebración especial que conmemore la efemérides. Sirva este humilde artículo, que escribo a petición de Violeta y Alberto, como homenaje a este entrañable y querido párroco, con mis deseos y los de todo un pueblo de que sea acompañado por la salud y la felicidad en los próximos años, y que sean muchos. Nuestro cariño ya lo tiene.

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