martes, 21 de octubre de 2014

CONFUNDIDOS



Lo fácil que es olvidarse de las cosas

Esto me recuerda a aquel cubanito que hace unos años estuvo liado con Marujita Díaz, ¿recuerdan? Cuando el pollo se pasaba con el alcohol y la farlopa y armaba algún que otro desaguisado afirmaba en su descargo y con cara de no haber roto un plato que “la noche le confundía”. Y es que vivía en una confusión permanente. Algo similar a lo que le sucede al de Tuilla, aunque por motivos bien distintos, si bien, en su actual situación de salud -por lo que cuentan los medios-, no va a ser Duke quien se meta en los entresijos del mayor escándalo habido en la historia más reciente de Asturias, y en la más antigua si me apuran, al menos por ahora. La historia futura se encargará de poner las cosas en su lugar, y también a las personas que puedan estar implicadas. A día de hoy ya muchos, por no decir casi todos, se han encargado de juzgarle. Y de condenarle. A nosotros lo que más nos ofende de todo este asunto, desde que salió a la luz pública, es el fariseísmo de aquellos que, habiendo sido sus compañeros de partido y sindicato -e incluso algunos de sus enemigos y opositores- se han rasgado las vestiduras a las primeras de cambio, echando las manos a la cabeza cuando, a lo largo de cuatro décadas, fueron conocedores de las actividades del exlíder sindical. Fueron los primeros en condenarle, mirando hacia el cielo y silbando como hacían los legionarios romanos cuando pedían voluntarios para luchar contra los galos de Astérix.
Este es un país de confusos desde los Bárcenas, Blesas, Ratos y muchos etcéteras más. Y estamos seguros de que aparecerá otra multitud que tampoco se acordará de nada. Mas centenares de confundidos. Es por eso que creemos que el mal no está fundamentalmente en las personas, políticos, empresarios y sindicalistas, sino en un sistema enquistado desde hace mucho tiempo que impide que quien entra en estas actividades lo haga para servir. Esas personas que van con su honestidad por delante y a cara descubierta no interesan a las organizaciones, son peligrosos. Lo que necesitan son lacayos que asientan a todo y cierren la boca. Necesitan confusos, cuando todos deberían de tomar ejemplo del reciente caso de Francisco Sosa Wagner que, cuando es apartado de su labor como portavoz de UPyD en el Europarlamento y se le pone la mordaza, coge sus cosas y se va como el señor que es. Lo tiene todo claro y no se olvida de las cosas.

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