En Navidad, salud
Pasado ya el evento de salud que es el
principio de estas fiestas sin que haya dejado ni un pellizco como es habitual
desde tiempos inmemoriales toca ahora lo de siempre, aquello de ¡Feliz
Navidad!, ¡Felices Fiestas!, y aquello otro de “¿cenáis en casa?”, “¿estáis
todos…?”. Y en éstas nos vienen a la memoria todos aquellos que llenan las
páginas finales de éste y otros diarios con sus nombres destacados en grandes
tipos, acompañados de los de su familia en caracteres con menor realce. Los que
se han ido en estas fechas y quienes quedan, llorando su ausencia, sin malditas
ganas de ser felicitados ni de observar las calles y comercios engalanados al efecto.
También nos acordamos de los que sufren en centros sanitarios y quienes les
cuidan, los que hacen lo propio en sus domicilios y quienes les cuidan, los que
están solos sin nadie que les cuide o les brinde una sonrisa y, en definitiva,
de todos aquellos para quienes estas celebraciones navideñas, sobre todo, y de
año nuevo no dejan de ser más que un motivo de tristeza y sana envidia de los
que las conceptúan de forma contraria. Benditos sean, porque es una enorme
suerte que tienen. También nos acordamos de “Manolo” que no nos guardó el
décimo premiado. Y de todos sus muertos, con perdón.
No es la primera vez que nos sucede por estas
fechas, porque este último fin de semana nosotros hemos perdido a un primo muy
querido. Un hermano. Joven, vigoroso, feliz con su esposa y dos hijos aún en
edad escolar. Un hombre que aguardaba ansioso el fin del trimestre para
descansar de su tarea docente y reunirse con sus hermanos y sus amigos, y
celebrar las fiestas como todo bicho viviente. O casi todo. Pero no, sin apenas
darse cuenta, un maldito viernes la muerte se lo llevó a la oscuridad eterna,
donde no hay guirnaldas, ni luces, ni villancicos, ni siquiera un resquicio
para la esperanza. Juan Ramón se fue sólo, al lado del Jefe y con cincuenta
céntimos que su hija de once años introdujo en la urna de sus cenizas al tiempo
que decía: “Esto es por si necesitas algo, Papá”.
Por esto no nos gusta la Navidad y como decía
Florín -que fue muy célebre en Langreo- todavía no marché y ya tengo ganas de
volver, es decir no han empezado y deseamos que terminen pronto. De manera que
nos acordamos de los que se van, de los que sufren y de los que están solos.
Aún así les deseamos lo mejor. Sin sobresaltos.
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