sábado, 17 de enero de 2015

SIN SOBRESALTOS



En Navidad, salud



Pasado ya el evento de salud que es el principio de estas fiestas sin que haya dejado ni un pellizco como es habitual desde tiempos inmemoriales toca ahora lo de siempre, aquello de ¡Feliz Navidad!, ¡Felices Fiestas!, y aquello otro de “¿cenáis en casa?”, “¿estáis todos…?”. Y en éstas nos vienen a la memoria todos aquellos que llenan las páginas finales de éste y otros diarios con sus nombres destacados en grandes tipos, acompañados de los de su familia en caracteres con menor realce. Los que se han ido en estas fechas y quienes quedan, llorando su ausencia, sin malditas ganas de ser felicitados ni de observar las calles y comercios engalanados al efecto. También nos acordamos de los que sufren en centros sanitarios y quienes les cuidan, los que hacen lo propio en sus domicilios y quienes les cuidan, los que están solos sin nadie que les cuide o les brinde una sonrisa y, en definitiva, de todos aquellos para quienes estas celebraciones navideñas, sobre todo, y de año nuevo no dejan de ser más que un motivo de tristeza y sana envidia de los que las conceptúan de forma contraria. Benditos sean, porque es una enorme suerte que tienen. También nos acordamos de “Manolo” que no nos guardó el décimo premiado. Y de todos sus muertos, con perdón.
No es la primera vez que nos sucede por estas fechas, porque este último fin de semana nosotros hemos perdido a un primo muy querido. Un hermano. Joven, vigoroso, feliz con su esposa y dos hijos aún en edad escolar. Un hombre que aguardaba ansioso el fin del trimestre para descansar de su tarea docente y reunirse con sus hermanos y sus amigos, y celebrar las fiestas como todo bicho viviente. O casi todo. Pero no, sin apenas darse cuenta, un maldito viernes la muerte se lo llevó a la oscuridad eterna, donde no hay guirnaldas, ni luces, ni villancicos, ni siquiera un resquicio para la esperanza. Juan Ramón se fue sólo, al lado del Jefe y con cincuenta céntimos que su hija de once años introdujo en la urna de sus cenizas al tiempo que decía: “Esto es por si necesitas algo, Papá”.
Por esto no nos gusta la Navidad y como decía Florín -que fue muy célebre en Langreo- todavía no marché y ya tengo ganas de volver, es decir no han empezado y deseamos que terminen pronto. De manera que nos acordamos de los que se van, de los que sufren y de los que están solos. Aún así les deseamos lo mejor. Sin sobresaltos.   

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