sábado, 17 de enero de 2015

GARABATOS



Las formas de escribir

Estos técnicos que tienen los laboratorios
farmacéuticos dedicados a ponerle el nombre comercial a los medicamentos tienen que ser la bomba. Muy listos, macho. La verdá ye que yo no se qué ye lo que hay que estudiar pa hacer eso, pero debe ser química, farmacia, medicina y hasta ingeniería de telecomunicaciones y filologías variadas. Muches coses. Por ejemplo, el laboratorio haz una pomada de uso cutáneo que se llama “Metilprednisolona aceponato”, llamen al experto en marketing y el tío va y la bautiza como “Adventan” de 1 gramo. ¡Ya hay que saber, tío! El casu ye que el principio activo de la pomada esa, que ye el aceponato, sólo tién un miligramu o, lo que ye lo mismo, la milésima parte del mejunje. El resto son excipientes, parafina, cera y agua. Otra, “Ciprofloxacino” que son unes gotes pa los oídos, lo convierten en Septocipro Ótico. Y como lo anterior tién poco lerele y muchu larala. Lo que cura, si ye que cura, ye de lo que menos hay. Además de la bomba, estos del márqueting farmacéuticu son muy listos, aparte de inteligentes. Como to los de la profesión.
Hoy en día el médicu, después de auscultate y mandate sacar la lengua y decir “A”, te receta lo que proceda para lo que sea y te da una receta que sale de la impresora y lo único que haz ye firmala con un garabatu. No gasta ni mediu segundu. Luego vas a la farmacia y un parato muy modernu con una luz roja lee la receta, o el código de barras esi -que tovía no se cómo ye eso-, date la medecina, pagues y ya ta. Y ahora con eso de la receta electrónica va a ser la pera, porque van calcular si tomes de más, de menos o lo vendes en el mercáo de Sama. Pero, si vos acordáis, haz unos cuantos años, después del ausculte y el exámen médicu, el galeno escribíalo to a mano, de manera que salíes de la consulta con cara pijo, sin saber si te había dáo aspirina o arsénico porque no se entendía na de los garabatos que había escrito. Eso sí, llegabes a la farmacia y el Licenciado (a) leía la receta (no se cómo), iba al cajón, sacaba una caja y ¡hala!, “tómelo cada ocho hores con un vasu de agua”. Y tú seguíes en la misma, con cara de jilipollas. Y tomábeslo, pa eso ibes al médicu. Los farmas entendiénlo tó, como los del laboratorio. Y hoy entiéndenlo mucho mejor porque ya van de frente a la maquinina esa láser que lo lee y lo memoriza. Y de pasu cobra y date la vuelta.



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