sábado, 17 de enero de 2015

DONDE LA TRADICIÓN



Las navidades de antes

En nuestro paseo de ayer nos cruzamos con una anciana acompañada de un hombre de mediana edad. Muy juntos. Ella le llevaba cogido del brazo y él tenía su mano libre sobre la de ella, que asomaba por su costado. Pensé, sin miedo a equivocarme, que se trataba de madre e hijo y comencé a dar vueltas a la triste situación por la que muchos de nuestros mayores pasan en estas fiestas eminentemente familiares.  Hoy en día se han comercializado de tal forma que han perdido la magia del recogimiento, del calor familiar, del amor por nuestros mayores. De las conversaciones intrascendentes, de los chistes y anecdotario de los concurrentes, nietos, padres, tíos, sobrinos y abuelos. Y cuñaos. En estos tiempos que corren se ha trasmutado la esencia de la navidad y ello nos ha llevado a olvidarnos de los viejos, de los que están solos en casa o en una residencia. En definitiva de quienes se sienten más tristes porque han perdido a su compañero o compañera, o porque están enfermos, o se consideran un estorbo. Nuestros ancianos que han pasado por más navidades que nosotros y nos las han hecho disfrutar sembrando la impronta de la celebración familiar, casi ya olvidada. La bata y las zapatillas, el calor del hogar, aquellas cocinas de carbón, el árbol y el belén, los villancicos… ¿Dónde han quedado los villancicos? Quizás hayan quedado donde la tradición, donde el pavo y el turrón. Tal vez por eso haya perdido apego a estas fiestas, como muchos de los de mi edad. Porque son momentos en que uno recuerda a los que ya no están y siente que no volverá a tener en su alma y su corazón aquella alegría hasta que los niños no vuelvan a llenar la casa con sus juegos y sus risas. Momentos en que la vida se renueva. Los de infantería que ya estamos en primera línea somos los que hemos de luchar por conservar o recuperar las viejas costumbres que hemos heredado de nuestros padres y abuelos. Aquellas entrañables reuniones familiares haciendo sobremesa tras las celebraciones, y trasnochando hasta las tantas sin que se vaya ni el gato. En tiempos en los que todos felicitamos a todos y deseamos y nos desean lo mejor, lo que probablemente no hayamos hecho a lo largo del año que se va, y no haremos en el que llega, Duke quiere recordar la soledad de los abuelos. Y su tristeza. ¡Cuánto los necesitamos! Vaya para todos ellos nuestro cariño y nuestro mensaje de amor. Alguien nos lo devolverá cuando seamos viejos.

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