En su cumpleaños
Se
muy bien donde estás y también que en ese lugar tan cercano donde todos
terminaremos me estarás leyendo emocionado. Nunca, desde entonces, habíamos celebrado
tu cumpleaños y hoy, después de tanto tiempo, quiero recordarte como siempre lo
hice en esta fecha. Porque a lo largo de tu vida te lo has merecido. Tu corta
vida, llena de humildad, de amor y respeto por los demás que te correspondieron
siempre y aún te recuerdan con enorme cariño. Tus amigos, los clientes de la
entidad donde siempre trabajaste y que vio truncada una brillante y prometedora
carrera y, cómo no, todos aquellos que te conocieron. Yo estuve contigo minutos
antes de que te fueras para siempre y, con tus manos entre las mías, te
imploraba que no lo hicieras, pero no me escuchabas. Sí recordarás que unas
semanas antes de aquel fatídico día, sin ni siquiera sospecharlo, nos dimos
nuestro último adiós en el aeropuerto. Tengo esa imagen grabada. Viajabas una
vez más hacia tu trabajo y hacia tu esposa y tu hijo, aún tan pequeñito. Tus
viajes de siempre. La primera vez que lo hiciste con tu esposa a Asturias
nuestros padres prepararon un festejo a lo grande, ¿recuerdas? Una fabada
olímpica que a ella no le debió de sentar muy bien porque poco después de
aquella opípara comida nos fuimos a Oviedo los tres. Conducías tú y decidiste
hacerlo por la vieja carretera de Entrepeñas. Ibas rápido al tiempo que le
explicabas los lugares y los paisajes. Veguín y el Nalón, allá abajo, y San
Esteban de las Cruces donde, ya en lo alto, le indicaste “ahí tienes la capital
desde donde mejor puede verse. Por eso hemos venido por aquí”. Y ella,
visiblemente incómoda, te respondió “pues a ver si llegamos de una vez, que con
estas curvas y las putas fabes de tu madre voy a terminar por echar hasta mi
primera papilla”. Desde aquel día vinisteis alguna vez más ya acompañados de
vuestro hijo, mi sobrino, que ha seguido tu ejemplo y viaja constantemente. A
mí me encantaría volver a Las Palmas y a Lanzarote para otra cosa que no sea la
triste despedida, y pasear por Playa Blanca que tanto te gustaba y donde dos
amigos de Sama pasan largas temporadas, pero será en otra ocasión. Hoy sólo
quiero felicitarte y recordaros con música de Carlos Goñi: “Por fin unieron sus
vidas, juntando las dos maletas sobre su mar a la vez. Una historia como
tantas, de amor y de mala suerte y de un destino traidor. Pero en el Faro en
Lisboa, cuando la luna te aplasta, alguien canta esta canción…”. ¡Felicidades,
querido hermano!
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