viernes, 23 de enero de 2015

A MI HERMANO



En su cumpleaños

Se muy bien donde estás y también que en ese lugar tan cercano donde todos terminaremos me estarás leyendo emocionado. Nunca, desde entonces, habíamos celebrado tu cumpleaños y hoy, después de tanto tiempo, quiero recordarte como siempre lo hice en esta fecha. Porque a lo largo de tu vida te lo has merecido. Tu corta vida, llena de humildad, de amor y respeto por los demás que te correspondieron siempre y aún te recuerdan con enorme cariño. Tus amigos, los clientes de la entidad donde siempre trabajaste y que vio truncada una brillante y prometedora carrera y, cómo no, todos aquellos que te conocieron. Yo estuve contigo minutos antes de que te fueras para siempre y, con tus manos entre las mías, te imploraba que no lo hicieras, pero no me escuchabas. Sí recordarás que unas semanas antes de aquel fatídico día, sin ni siquiera sospecharlo, nos dimos nuestro último adiós en el aeropuerto. Tengo esa imagen grabada. Viajabas una vez más hacia tu trabajo y hacia tu esposa y tu hijo, aún tan pequeñito. Tus viajes de siempre. La primera vez que lo hiciste con tu esposa a Asturias nuestros padres prepararon un festejo a lo grande, ¿recuerdas? Una fabada olímpica que a ella no le debió de sentar muy bien porque poco después de aquella opípara comida nos fuimos a Oviedo los tres. Conducías tú y decidiste hacerlo por la vieja carretera de Entrepeñas. Ibas rápido al tiempo que le explicabas los lugares y los paisajes. Veguín y el Nalón, allá abajo, y San Esteban de las Cruces donde, ya en lo alto, le indicaste “ahí tienes la capital desde donde mejor puede verse. Por eso hemos venido por aquí”. Y ella, visiblemente incómoda, te respondió “pues a ver si llegamos de una vez, que con estas curvas y las putas fabes de tu madre voy a terminar por echar hasta mi primera papilla”. Desde aquel día vinisteis alguna vez más ya acompañados de vuestro hijo, mi sobrino, que ha seguido tu ejemplo y viaja constantemente. A mí me encantaría volver a Las Palmas y a Lanzarote para otra cosa que no sea la triste despedida, y pasear por Playa Blanca que tanto te gustaba y donde dos amigos de Sama pasan largas temporadas, pero será en otra ocasión. Hoy sólo quiero felicitarte y recordaros con música de Carlos Goñi: “Por fin unieron sus vidas, juntando las dos maletas sobre su mar a la vez. Una historia como tantas, de amor y de mala suerte y de un destino traidor. Pero en el Faro en Lisboa, cuando la luna te aplasta, alguien canta esta canción…”. ¡Felicidades, querido hermano!

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