sábado, 19 de julio de 2014

VAJILLAS

 Las consecuencias de un accidente doméstico

Hoy a mediudía rompí un platu. Fue un accidente domésticu d’esos que ocurren a diario. Gunsumadre, la que se armó con la mandakari. Yes un manazas, non atiendes a lo que tas faciendo, mejor fregabes camiones o la carretera…, y lindeces por el estilo. “Cariño, resbalome”, dije yo, mientras Duke, que la veía venir, taba acojonáu en una esquina. ¿Resbalote?, a esti pasu vas terminar con el ajuar de la familia, diz ella. Haz dos meses que rompiste el últimu vasu sidra. Pero bueno, cariño, estes coses tienen que renovase. No está bien que tengamos siempre la misma vajilla. Además era un platu de IKEA y yo no quiero ná con los suecos, ¿vale? Ya empezaba yo a calentame p’ol putu platu. Pues compres otru juegu igual, arréglateles como quieras, y esta vez que sea en verde que toy yo muy convencía de lo que dicen esos. ¿Quién diz eso, vida? Los Verdes, joder. Que no te enteres. Vale, en verde. ¿Cómo lu quiés, pistachu, botella o prau? Menuda hice: tirome el resto la vajilla a la cabeza. O intentolo. Volaben los platos por la cocina, y yo como si fuera Pedro Carrasco (d.e.p.) esquivando les acometides agresores del utensilio esi mientras decía tóu nerviosu, “Churri, eso ye pa echar los filetes. Menos mal que no rompí un cuchillu”. Aquello fue el acabose. Montó en cólera, cogió la escoba, la fregona y el calderu y… yo pensé que llegaben los cuatro jinetes del Apocalipsis. Púsose a limpiar la cocina con una mala leche de la virgen. Nunca quedó tan limpia, de verdá. Desde esi momento, rompo un platu cada semana. Aunque tenga que ir al sitiu esi que si no sigues les fleches del suelu acabes en Pola del Tordillo. A comprar vajilles de to los colores.
Y ye que les muyeres -les nuestres- son muy eso, muy así… No hay dios que les entienda. Un día suben y otru día bajen. Deben ser tóes gallegues, como Julio Iglesias. Por eso se despepiten con Güendoline. Y a nosotros -a Duke y a mí- que nos gusta más Nat King Cole, o como se diga, que estamos más out, eso jódemos mucho. Claro, al final, el problema no ye culinariu, ye musical. Igual que en el Festival de Eurovisión. Los que peor cocinen son los que ganen siempre. Y a nosotros que nos gustaba la Raquel del Rosario, igual que-í gustó a Fernando Alonso, en su día, -aunque, la verdá, ye que no lo hizo muy bien que digamos-, a nosotros quédanos la impresión de que tó esto de los Festivales y la madre que los parió ye cosa de platos, vajilles y colores. ¡Hayquejodese!


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