miércoles, 16 de julio de 2014

ASEOS, O SEA

 El lamentable estado de los aseos públicos

Una empresa neerlandesa ha instalado recientemente en la madrileña estación de Atocha unos lavabos de lujo de última generación que deben de ser la pera limonera porque, para hacer pis o caca, o simplemente lavarte las manos -cosa que deberías de efectuar cuando haces lo primero, ¡so guarro!-, tienes que introducir en la ranura 60 céntimos. No valen cien pelas. Tiene que ser un negocio del copón, tía. Tú imagínate los miles de personas, y personos (que diría la Aído), que pasan, esperan, embarcan, desembarcan, suben y bajan, o simplemente van a mirar, que de pronto les entra el apurón y se encuentran con que por la módica cantidad de 0,60 € pueden desahogar como si lo hicieran en el Palace o en el Hilton. Eso es mear a gusto. Con todo limpio y en su sitio. Con jabón y toallitas, higiénico papel y escobilla, con grifos que abren y cierran y, sobre todo, con un empleado (a) que está a pie de obra y cada poco va, limpia y si procede recauda. Porque las cajas tienen que llenarse, oiga. Somos un país prostático. Estamos atascados desde hace ocho años, así que tenemos unas ganas de cagarnos en todo que no veas, y si es de lujo la cosa mejor que mejor.
Con esto no debo de contarles nada nuevo porque lo verían en las teles. Lo que seguro que no dieron ninguna de ellas, de entre las 10.000 que hay (ahora 9.999), es que en el centro del parque Dorado de Sama también tenemos una hermosa caseta con aseos, o sea para damas y caballeros, con graffittis de diseño en exterior e interior, donde no se necesita pagar nada para hacer aguas mayores o menores y, como es de rigor, luego lavarte las manos. Pero hay un pequeño inconveniente: por ahora el de los paisanos está cerrado a cal y canto porque, según me cuentan los que normalmente andan por allí cerca por si las ganas, los cacos han arramplado con todo. Más que cacos, les llamaríamos vándalos: destruir por joder a la peña. Y han pasado unos cuantos días sin que el ayuntamiento haya tenido la diligencia de reponer lo que falta, reparar lo estropeado y adecentar el cubículo (el cubo del trasero). Pues dice Duke que no estaría de más que siguieran el ejemplo de los madrileños, que cierren los dos servicios y pongan un fielato electrónico para usarlos. No tanto como en la capital, que aquí la tropa anda mal de pelas y de próstata, con un poco menos sería suficiente. Daría para pagar el salario de una limpiadora, y los ancianos y damas mayores tan contentos.

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