miércoles, 30 de julio de 2014

TIEMPO DE CANTAR

Por no llorar

Hasta hace escasamente diez días todos estábamos hartos del tiempo que veníamos sufriendo los últimos meses. Tuvimos un crudo invierno y apena vimos asomar la primavera. Ni los más viejos recordaban que a mediados de junio e incluso, ya entrado el verano, por las fiestas de San Juan todos anduviéramos aún provistos de ropa de abrigo y paraguas. Nos quejábamos, no sin razón, y augurábamos un verano similar sin tiempo para ir a la yerba, ni a la playa, ni la más mínima oportunidad de ponernos en chanclas y bañador. Y ahora resulta que, desde hace esos diez días, nos quejamos del calor, de los 27 ó 28 grados de temperatura que tenemos en las horas más sofocantes del día.
Se preguntarán ustedes que a qué viene esto. Pues muy sencillo, Duke tenía que hacer una columna para mañana y como anda asfixiado de la caló, y cuando no hay otra cosa de qué hablar -como en los ascensores- se habla del tiempo, puesto a darle a la tecla se dijo, pues hablemos del tiempo. Pero es que, aunque no se lo crean, hay más tiempos que los puramente meteorológicos. Hay tiempos políticos y hay tiempos económicos. Hay tiempos de bonanza y hay tiempos de ruina. Hay tiempos de juventud y tiempos de vejez. Hay un tiempo para cada cosa. Y para todos esos tiempos, y para cada cosa, tenemos una queja. Siempre nos hemos lamentado de nuestra política y nuestros políticos, gobierne quien gobierne; de nuestra economía, administre quien administre; de nuestra juventud porque queremos ser algo mayores y de nuestra madurez porque ya nos vamos sintiendo viejos y decrépitos y somos todo achaque y goteras. En fin, y en resumidas cuentas, que nunca estamos conforme con nada de lo que tenemos. Todos, menos mi querido amigo Silvino. En estos mismos mismos momentos, en la silenciosa mañana de domingo, cuando de nuevo apunta un día soleado y de calor, le siento pasar bajo mi ventana y se que es él sin asomarme a élla. Porque pasa cantando, casi a pleno pulmón. Porque es que Silvino canta a todas horas, llueva o haga sol, esté triste o alegre, o le duela el espinazo. Canta hasta cuando duerme y tiene un repertorio que te rilas, oye. Sábeles tóes y, a sus años, entónales bien. El condenáu. El caso es que nunca estuvo en ningún coro, sólo en el del chigre donde hace ya tiempo que estaba mal considerado que alguien cantara (se pensaba que ya estaba mamado). Hoy, por suerte, volvemos a aquella tradición que buena falta nos hace. Cantamos por no llorar.

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