viernes, 11 de julio de 2014

BAÑO Y BODRIO



 Las semifinales del Mundial

Los dioses del fútbol lloran sobre Brasil. El mismo día en que se enterraba a la Saeta Rubia, sus compatriotas se arrastraban penosamente por el césped, magníficamente secundados por sus contrarios los tulipanes, o la ya mal llamada Naranja Mecánica, en todo un partido de semifinales que quedará en la historia para el olvido. Si algunos lo recuerdan, muy parecido a aquel que, en los mundiales de 1982 celebrados en España, jugaron en El Molinón las selecciones de Alemania y Austria, conchabadas para joder a Argelia y dejarla descolgada en la fase de grupos. Parece que en ambos encuentros ninguno de los contendientes quería acercarse a la puerta del contrario y marcar. Sin más importancia en el de Gijón, puesto que no habría prórroga, pero vergonzoso en el de Sao Paulo bajo una fina lluvia que talmente parecían las lágrimas de Don Alfredo derramándose sobre el Coliseo del Corinthians viendo la inutilidad y la impotencia de los compañeros de la Pulga Cósmica hacer poco menos que el gili. Lágrimas que seguramente se juntaron con las de Johan viendo a los de Robben hacer lo propio. Mientras que  Franck Beckenbäuer, otro dios, se frotaba las manos viendo a sus posibles rivales en la final. Como si juegan los veintidós, pensaría para sí. Porque el día anterior, en la primera semifinal, los de Klose y Kross dieron una lección de fútbol a los cariocas que  pasará también a la historia de los mundiales y metiéndoles un baño que talmente parecía que el Amazonas entero se había caído sobre sus cabezas. Todo un bodrio y todo un baño en cada uno de los casos. Sin más apelativos.

Antes del comienzo del partido de Sao Paulo, el mi amigu, Antón, pidió a Duke un pronóstico y yo mismo le contesté que el mi platerín no sabía d’esto, que era yo el entendíu. Y lo cierto es que no le conté toda la verdad porque resulta que yo veo lo que pronostica una amiga que tengo en Mieres que no acierta una y luego yo auguro todo lo contrario. Y me había resultado hasta ayer, así que le dije que ganaba Holanda en la prórroga por un miserable gol. Ni miserable, ni gol, ni hosties. Menudo coñazo que nos brindaron los chés y los tulipas. Así que ¿vosotros creéis que merez la pena quedase levantáu hasta la una pa ver esta vergüenza?,  a que no. Por eso marché pa la cama, y la mi amiga Susana púsose a ver a Sissí Emperatriz. Ahí ganaron los buenos.

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