miércoles, 28 de abril de 2010

YEINSYOIS JOCUNDO



“La caída de una vez viejo salmonzuelo [par] de wallstreet es recontada temprano en cama y más tarde en vida par’abajo a través de toda la juglaría cristiana. La gran caída de la pared’e lejos [ha] implicado con tan poco plazo la pafcaída de Finnegan, sólido hombre irlandés, que la cabezadehumpty[enla]colina délmismo prontamente envía una buena indagación hacia el oeste en busca de sus dedosdelpiedetumpty[enel]pueblo: y su picarribapuntoysitio [obelisco] está en [el lugar de] el noqueo en el parque donde naranjas han sido puestas par’oxidarse [descansar] sobre el verde desde’l diaublínprimer amado [entre lo] vivo [livia / liffey]”.

Duke se ha rendido ante un texto tan evidentemente claro, ¿y ustedes?, ¿se han enterado de algo? Pues esto es un ensayo de traducción de J.D. Victoria de una pequeña parte de la primera página de “Finnegans Wake”, la última novela del irlandés James Joyce, autor de “El retrato del artista adolescente” (1917) y “Ulises” (1922) y, a juicio de muchos críticos, mejor novelista mundial del siglo pasado junto a William Faulkner. Para que ustedes no investiguen acerca de esta tremenda tomadura de pelo les ilustraré con cuatro datos: Se publicó en 1939 y su autor predecía que no sería descifrada hasta pasados setenta años. Se equivocó en uno. De hecho él mismo decía: “Escribo para mantener ocupados a los profesores por lo menos durante tres siglos”. El caso es que un filólogo y un físico teórico dedicaron treinta años a desentrañar el significado de esta locura valiéndose de ella y de más de treinta mil folios manuscritos, resultando una novela “expurgada” -que dicen- con 120 páginas menos que la original, que a la fecha no ha sido totalmente traducida al español ni, por supuesto, publicada en nuestro idioma. Claro, no la entiende ni Dios. ¿Cómo coño se traduce algo inentendible, indescifrable, que vuelve locos a los críticos y estudiosos, y evidentemente a los traductores que no llegan a tanto.

Pues resulta que en Estados Unidos hay nada menos que seis Congresos anuales sobre esta novela. Digo yo que como a esos congresistas no les eche una mano Mr. Jack Daniels lo tienen más que jodido. Y también resulta que el precio de esta joya de la literatura universal es de trescientos euros en su edición normal, y seiscientos en la edición especial, ambas encuadernadas en piel de borrego, digo de becerro negro. También digo yo que la edición especial será la que va acompañada del famoso bourbon de Kentucky. El caso es que hablando el otro día de este tema con mi querido D.Q., cuando le mencioné lo del precio me dijo: “Que me pongan media docena de ellos de cada”. Seguro que, en su avidez lectora, se los zampa sin bourbon. Eso sí, con una buena jarra de bicarbonato sódico, por aquello de el estómago, los gases, y la madre que lo parió. Lo de los estudiosos de este Joyce de Finnegans Wake, sus Clubes y sus Congresos es igual que lo del Club Social del Folner de Pola del Tordillo. Se pasan las horas, los días…, y la eternidad eterna para interpretar algo que el jocundo autor nunca quiso decir porque, en definitiva -y él mismo lo dijo-, lo que verdaderamente quiso fue tocar los congojos a los tontos (con perdón) que se empeñasen en entenderle. Resulta más barato “El Quijote” y un buen jarrón de vino manchego.
Imágenes obtenidas de Google

1 comentario:

  1. "La caída de un una vez viejo salmonzuelo par de wallstreet es recontada temprano en cama y más tarde en vida para abajo a través de toda la juglaría cristiana. La gran caída de la pared de lejos ha implicado con tan poco plazo la ¡paf! caída de Finnegan, sólido hombre irlandés, que la cabeza de humpty en la colina de él mismo prontamente envía una buena indagación hacia el oeste en busca de sus dedos del pie de tumpty en el pueblo: y su pica arriba punto y sitio del obelisco está en el lugar del noqueo en el parque donde naranjas han sido puestas para oxidarse & descansar sobre el verde pasto desde el diaublín primer amado entre lo vivo."

    ¿En realidad no se entiende? ¿No está en castellano? Me pregunto cuál es mayor pose, la de los exégetas de FW o la de sus detractores, que insisten en que es ilegible: como si uno estuviera atentando contra la inefable Obra de Dios.

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