Aunque ya haya pasado la Semana Santa y lleguemos un poco tarde hemos de confesar un grave pecado. Una ofensa contra la todopoderosa Sociedad General de Autores y Editores y contra su Gran Gurú en el noroeste peninsular, Don Javier Vidal. Resulta que en estos días de asueto hemos ido a una espicha un tanto sosa porque no había música que animara el condumio y la ingesta. A Duke se le ocurrió animar la fiesta y me sugirió proveernos de nuestra guitarra. Así lo hicimos junto a otros dos amigos que nos acompañaban. Cuando apenas llevábamos diez minutos tocando los tres -la verdad es que no lo hacemos mal- comenzaron a acercarse algunos parroquianos y a sumarse a la fiesta acompañándonos de voces y palmas. Como en los viejos guateques, como las sabemos todas, cantamos por rumbas, boleros, baladas, habaneras, fandangos y fandanguillos, hasta el punto de que “…y nos dieron las diez y las once, las doce y la una, las dos y las tres/y llegó el amanecer y se acabó la sidra”. Y el del bar, encantáu. De manera que nos invitó a la espicha del día siguiente. “Podéis comer y beber lo que queráis”, nos dijo. Volvimos al día siguiente y al estribillo. Así estuvimos desde el Jueves Santo hasta el Domingo de Resurrección -también cantamos alguna saeta-, de forma que estamos perjudicados y, al menos nosotros, tardaremos algo más en resucitar. El caso es que cuando hoy lunes que le doy a la tecla leemos en LNE que los “Vigilantes del Copirrí” han creado en Asturias una red de espías para controlar la aplicación de sus “tarifas”, nos ha entrado el canguelo porque, con todo lo que cantamos durante cuatro días y sus noches, vamos a tener que hipotecar la chabola de Pola del Tordillo para pagar a estos tíos de la SGAE. Seguro que alguno de ellos pasaba por allí. Así que un día de éstos nos llegará el temido burofax. Ya tenemos la sidra, los pinchos de bacalao y los güevos revueltos del acojone, valga la expresión.
Estos sujetos ya han alcanzado tanto poder que, al igual que la CÍA. y el CNI, aquí en Asturias tienen espías para delatar a los que, como Duke, mis amigos y yo, nos saltamos a la torera la correspondiente solicitud de autorización artístico-musical. Si ya le han metido el palo a los de Fuenteovejuna y Zalamea por representar sus propias obras y en su propia casa, no tardarán en metérnoslo a nosotros que estuvimos cantando por Manolo Escobar, Los Brincos y la madre que lo parió. Además, ahora que lo pienso, por allí había gentes sospechosas y otras que desentonaban ostensiblemente, seguro que eran los Yeinsbón de Vidal, con licencia para denunciar. Pues bueno, ya nos hemos confesado. Ahora a esperar que nos impongan la penitencia.
Esto es increíble amigos. Una vergüenza nacional. Hasta tal extremo ha llegado el afán recaudador de la depredadora Sociedad de Autores que contratan o subcontratan -o como coño lo hagan- a autónomos avisadores, a través seguramente de una de sus sociedades limitadas, para que hagan de Judas y señalen con el dedo a todos aquellos que no saben, o no quieren saber, nada de sus “tarifas”. Si efectivamente quieren descubrir a aquellos que tienen música o alguna obra protegida en sus despachos, consultas o negocios, deberían de amarrarse bien los machos no sea que les corran a gorrazos o algún odontólogo -que también a ellos les buscan, según dice este diario- no les deje salir de su consulta sin antes haberles sacado dos o tres dientes. Y sin anestesia.
Imágenes obtenidas de Google
Estos sujetos ya han alcanzado tanto poder que, al igual que la CÍA. y el CNI, aquí en Asturias tienen espías para delatar a los que, como Duke, mis amigos y yo, nos saltamos a la torera la correspondiente solicitud de autorización artístico-musical. Si ya le han metido el palo a los de Fuenteovejuna y Zalamea por representar sus propias obras y en su propia casa, no tardarán en metérnoslo a nosotros que estuvimos cantando por Manolo Escobar, Los Brincos y la madre que lo parió. Además, ahora que lo pienso, por allí había gentes sospechosas y otras que desentonaban ostensiblemente, seguro que eran los Yeinsbón de Vidal, con licencia para denunciar. Pues bueno, ya nos hemos confesado. Ahora a esperar que nos impongan la penitencia.
Esto es increíble amigos. Una vergüenza nacional. Hasta tal extremo ha llegado el afán recaudador de la depredadora Sociedad de Autores que contratan o subcontratan -o como coño lo hagan- a autónomos avisadores, a través seguramente de una de sus sociedades limitadas, para que hagan de Judas y señalen con el dedo a todos aquellos que no saben, o no quieren saber, nada de sus “tarifas”. Si efectivamente quieren descubrir a aquellos que tienen música o alguna obra protegida en sus despachos, consultas o negocios, deberían de amarrarse bien los machos no sea que les corran a gorrazos o algún odontólogo -que también a ellos les buscan, según dice este diario- no les deje salir de su consulta sin antes haberles sacado dos o tres dientes. Y sin anestesia.
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