viernes, 24 de julio de 2015

AL OTRO LADO


Sobre nuestras antípodas


Mi amigo Ramón Palicio, profesor y natural de Box (Veguín), como buen intelectual, que lo es, hace un tiempo que se había preguntado cuál sería el lugar más alejado de la tierra con respecto a su propia casa. Se puso a investigar y, para ello, hizo un agujero virtual en la huerta de su casa que, todo recto y pasando por el centro geométrico de nuestro planeta, habría de salir a superficie en algún sitio que sería ese punto que él buscaba. Sus antípodas. Y fora que te fora, cava que te pica, dio con él en un periquete: Agua, la inmensidad del Océano Pacífico, pero tan sólo a unos 80 kilómetros de la costa, en la Bahía de Pegasus y muy cerca de Cristchurch y Port Robinson, en la Isla Sur de Nueva Zelanda. Según escupes a la derecha. O depende, Ramón. Depende. El casu ye que tuvo que poner un tapón al furacu porque por poco se-í inunda la huerta, y el agua salá ye muy mala pa les lechugues.
Fuera de chanzas, lo que hizo mi curioso amigo fue simplemente buscar las coordenadas opuestas a las del centro de su pueblo. ¡Et, voilá!, dio con el lugar más alejado que buscaba, un lugar muy similar a Asturias con verdes praderas, mar y cordilleras. Ganado vacuno, ovino y equino. También con carbón y kiwis, muchos kiwis. De hecho Nueva Zelanda fue el primer país en exportar esa fruta y, desde entonces, se cultivan en Pravia, La Juécara y en to los laos. Fíjate si tenemos el clima apropiado para ello que yo plantelos en una maceta de la mi terraza y ya crecen hasta en los geranios. De forma que también así se denominan los habitantes del país: “Kiwis”.
Sabido esto, le pregunté a Ramón por qué estando boca abajo, al otro lado, los neozelandeses no se caían al espacio y entonces “el profe” (listu que ye él) desplegó su artillería científica y comenzó a explicarme aquello de la gravedad, de que estés donde estés esa fuerza te atrae sin remedio hacia el centro de la tierra. Me puso un ejemplo muy significativo: “Mira, Lino (es como él me llama), si coges un caldero lleno de agua y lo volteas muy rápido con energía, como si fuera una noria, podrás observar que el agua no se cae, aún estando boca abajo. Ahí no opera la gravedad sino la velocidad y otras fuerzas que la evitan. Y tal”. Y, pensativo, le dije: “Tantu tiempu rompiéndome la quijotera y ahora se por qué no caen los aviones”.

1 comentario:

  1. Muy bueno, Lino, muy bueno. Veo que entendiste totalmente aquella elucubración mía y .... ¡qué guapo ye....! que faciendo un buracu veamos que al otru lau son casi idénticos a nosotros : vaques, carbón y verde rabiosu polos praos. Ye lo que me dejó sonau... Un abrazu.

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