Algo debe de pasar en este país para que en tiempos de crisis el gobierno se dedique a arbitrar medidas para tener al personal entretenido, y no nos referimos en esta ocasión a las medidas económicas (de esas no interesa que se hable) sino a otras disposiciones innecesarias que lo único que consiguen es crispar al ciudadano y acabar con las tradiciones. El jueves pasado se celebró el Corpus Christi en un gran número de ciudades españolas en las que es tradición inmemorial el que los cuerpos del ejército rindan homenaje a la Custodia a su paso en procesión por las calles. Pues bien, el nuevo Reglamento de Honores Militares aprobado recientemente por el Gobierno suprime los honores al Santísimo Sacramento por lo que, aún con la presencia de compañías en formación, en ciudades como Toledo o Granada los asistentes se han quedado con las ganas de ver y oir las solemnes interpretaciones del Himno Nacional o de la Marcha Real por parte de las bandas militares, tradición que se pierde en los anales de la historia y que, ahora, han suprimido de un plumazo no se sabe con qué oscura intención. Primero han logrado prescindir de los crucifijos en los colegios, eso sí con gran polémica, y ahora esto. ¿Hay una persecución por parte del gobierno socialista de todo lo que huela a ceremonias y tradiciones católicas inveteradas? Aviso a navegantes.
Próximas las fiestas de San Pedro en La Felguera y cercanas las de Santiago en Sama, cuando en la primera resultaba ya tradicional la presencia del Regimiento Príncipe acompañando al Santo en procesión por las calles, y en la segunda se inició la misma costumbre el año pasado, y en ambos casos desfilaban un grupo de Gastadores provistos de tambores y cornetines, nos preguntamos si ello será posible este año con el nuevo Reglamento. Cierto es que en esta cuenca, y también en la otra, quedan pocas personas que den importancia a estas costumbres. La verdad es que a la mayoría nos importan muy poco y más bien se conceptúan como una parte más del acto lúdico que supone la fiesta en sí, como también sucede en las olvidadas procesiones de Semana Santa que, en muchos lugares, ya no son más que una atracción turística para los foráneos. Sin embargo hay muchos lugares en este país en que las gentes esperan con ansiedad esas celebraciones que para ellos están cargadas de sentimiento, religiosidad y, sobre todo, de tradición. Señoras con mantilla y peineta que aguardan desde primeras horas de la mañana y en primera fila al paso de la Santa Custodia, acompañada como siempre se hizo de la música militar que en cada sitio corresponda.
Si estas medidas son consecuencia de la aconfesionalidad del Estado proclamada en la Constitución, creemos que no tardarán en suprimir también la figura del capellán, las autoridades eclesiásticas castrenses y también los actos religiosos multitudinarios que tienen lugar cuando se rinde homenaje póstumo a los soldados muertos en servicio, hasta terminar con todo lo que huela a reminiscencias del pasado que interesadamente siempre identifican con los tiempos de la Dictadura. Estos espúrios intereses guardan una intencionalidad maquiavélica y, si alguien no lo impide, conseguirán con el tiempo que a este país no se le conozca ni en su propia casa. Quizás lo que pretendan es ir bajo palio ellos mismos. Eso, San ZP, sus discípulos y discípulas, la cabra de la Legión y la madre que lo parió.
Próximas las fiestas de San Pedro en La Felguera y cercanas las de Santiago en Sama, cuando en la primera resultaba ya tradicional la presencia del Regimiento Príncipe acompañando al Santo en procesión por las calles, y en la segunda se inició la misma costumbre el año pasado, y en ambos casos desfilaban un grupo de Gastadores provistos de tambores y cornetines, nos preguntamos si ello será posible este año con el nuevo Reglamento. Cierto es que en esta cuenca, y también en la otra, quedan pocas personas que den importancia a estas costumbres. La verdad es que a la mayoría nos importan muy poco y más bien se conceptúan como una parte más del acto lúdico que supone la fiesta en sí, como también sucede en las olvidadas procesiones de Semana Santa que, en muchos lugares, ya no son más que una atracción turística para los foráneos. Sin embargo hay muchos lugares en este país en que las gentes esperan con ansiedad esas celebraciones que para ellos están cargadas de sentimiento, religiosidad y, sobre todo, de tradición. Señoras con mantilla y peineta que aguardan desde primeras horas de la mañana y en primera fila al paso de la Santa Custodia, acompañada como siempre se hizo de la música militar que en cada sitio corresponda.
Si estas medidas son consecuencia de la aconfesionalidad del Estado proclamada en la Constitución, creemos que no tardarán en suprimir también la figura del capellán, las autoridades eclesiásticas castrenses y también los actos religiosos multitudinarios que tienen lugar cuando se rinde homenaje póstumo a los soldados muertos en servicio, hasta terminar con todo lo que huela a reminiscencias del pasado que interesadamente siempre identifican con los tiempos de la Dictadura. Estos espúrios intereses guardan una intencionalidad maquiavélica y, si alguien no lo impide, conseguirán con el tiempo que a este país no se le conozca ni en su propia casa. Quizás lo que pretendan es ir bajo palio ellos mismos. Eso, San ZP, sus discípulos y discípulas, la cabra de la Legión y la madre que lo parió.
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