lunes, 4 de agosto de 2014

¡VAYA SED!

Una de triperos

Alguna vez en estas páginas les hablamos de les fartures y de los fartones que los hay, y muchos. Aquí y en toda tierra de garbanzos como Astorga, y Badalona también. Pues resulta que en Murcia se celebró hace unos días un concurso de bebedores de cerveza -y es que hay gente pa to, oye- en el que resultó ganador un chaval que se metió entre pecho y espalda nada más y nada menos que entre seis y siete litros de birra en menos de veinte minutos. Si hacen cálculos verán que el record de la ingestión alcanza bastante más de un cuarto de litro por minuto. Una barbaridá. Es un tercio, lo que aquí denominamos media cerveza que, evidentemente es más de un quinto. Pues el pollo se metió media cada minuto. Con el resultado de que se quedó sin plumas, algo lógico hasta cierto punto porque el bandullu no da pa tanto. Lo que no sabemos es la marca del líquido. Sí dicen las crónicas que el murciano se murió en su heroicidad y, en consecuencia, se declararon tres días de luto oficial. Y esa declaración la hacen precisamente quienes autorizan tamaño disparate. Es lo mismo que si hacen un concurso de salto en paracaídas sin paracaídas. ¡Hay que joderse!
En este país somos muy dados a los excesos como éste, pero es que, además, presumimos de ello. Un amigu míu (y de muchos de ustedes) me contaba no hace mucho tiempo una aventura acaecida hace años en compañía de otros, también muy conocidos. Después de una caminata, recalaron en un pueblo donde preguntaron dónde podían comer algo. El interpelado les indicó que allí sólo podía darles de comer una señora que tenía una pequeña tienda de esas que venden de todo, lo mismo azúcar que aceite o madreñes. En fin, que allí fueron. La señora les dijo que sólo podía ofrecerles patatas, güevos y chorizos. “Pues póngalo abundante”, le dijeron. Así lo hizo la mujer varias veces, asombrada del “saque” de aquella gente. Porque, según contó mi amigo -que come como Obelix, más o menos- uno de ellos se comió doce chorizos, seis güevos fritos y un balagar de patates frites. Como pa un regimiento. Y el narrador concluyó su historia, real como la misma vida, afirmando asustado que él mismo sólo se había zampado la mitad que el otro, es decir seis chorizos y algo menos de lo otro. “Nunca ví a nadie comer tanto”, dijo. Para morirse, como lo del finado murciano.
A Duke le recuerda esto aquella peli, “La Leyenda del Indomable”, en la que Polniuman apostaba a que se comía sesenta huevos cocidos, o algo así. Y ganó la apuesta, pero terminó con el buche como el de una embarazada de quintillizos. Malito, malito…

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