Todo se pega menos lo guapo. Ese es el refrán. Y claro, esos que fumáis, y para hacerlo tenéis que salir a la calle en mangas de camisa, termináis por coger unos constipados del copón que acaban por contagiar a los que fuman y a los que no. Mira chaval, si estás aquí calentín, tomando un vino, ¿pa que quiés salir ahí fuera a coger la muerte? Deja el pitu hombre, gáneslo en salud. Mira que-i lo dije, pues al día siguiente llega con una gripe de la virgen, ponse al mi lao y empieza a estornudar como un descosíu. Ves, animal, ahora vas pegámelo a mí. Eso pásate por ser fumador activu y callejeru. No, eso pásame por respetar les putes normes, achusss…, me contesta. Sale a echar otru pitu y déjame allí pensando si no tendrá razón. El benditu.
Más tarde entro en el super a por unos recaos y encuéntrome con Fer, la mi amiga. Como siempre que la veo, me dirijo a ella con el “sano” propósito de saludarla con el habitual beso -muac, muac- que nos damos de la forma más casta y cariñosa. Cuando estoy a punto del ósculo, pone la mano delante de su boca, se aparta y me dice que tiene gripe. Otra que tal baila. Tengo que decir que Fer es fumadora, aunque ya lo habrán adivinado. Pero ella no sale a echar el pitu fuera del bar, sino que directamente no entra. Quédase fuera, en la terraza. Y allí, toma café, lee el periódicu y fuma los trujas esos que lía previamente, o que-i lía el so hombre. El mi amigu Tista que, dicho sea de pasu, también fuma, pero esti ye de los que sale. Volviendo al super, como les buenes costumbres no se puén perder por mucho que se empeñe la Pajín, le doy a mi amiga el beso de rigor y después de una breve charla vamos a comprar, cada uno por su lado. Y resulta que hoy me levanté con un dolor de cabeza insoportable, tosiendo y con más mocos que los bajos de un banco del parque. Ya está, el putu tabaco. El de los demás, claro. Son las ocho de la mañana y voy a por el pan y el periódico. De camino me encuentro con dos terrazas con gente encogida que charla y fuma. Masocas, pienso para mis mismos adentros. Estos mañana están como Fer y yo. Tien cojones la cosa.
De vuelta en casa abro La Nueva España y leo el siguiente titular: “La ley antitabaco facilita el contacto entre las personas”. En resumen, la noticia venía a decir que el fumar fuera de los establecimientos hosteleros daba lugar a más ligues ocasionales dado que los que lo hacen encuentran la recurrencia en el tabaco para acercarse, conversar y si se tercia… Pues eso, que los que no fuman no tienen la oportunidad del acercamiento amoroso y, por otra parte, son los que tienen que pagar las consumiciones por aquello de que la ley también favorece el “simpa”. Esto es irse sin pagar con la excusa de haber salido a fumar. Así que los hosteleros están que montan en globo por la crisis, la ley Pajín, los fumadores activos, los pasivos, los ligones y los caraduras. Los que fuman, en cambio, han descubierto nuevas formas de relación y de ahorro, de manera que hasta se lo van a agradecer a la ministra. Pa lo que nos queda…
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Más tarde entro en el super a por unos recaos y encuéntrome con Fer, la mi amiga. Como siempre que la veo, me dirijo a ella con el “sano” propósito de saludarla con el habitual beso -muac, muac- que nos damos de la forma más casta y cariñosa. Cuando estoy a punto del ósculo, pone la mano delante de su boca, se aparta y me dice que tiene gripe. Otra que tal baila. Tengo que decir que Fer es fumadora, aunque ya lo habrán adivinado. Pero ella no sale a echar el pitu fuera del bar, sino que directamente no entra. Quédase fuera, en la terraza. Y allí, toma café, lee el periódicu y fuma los trujas esos que lía previamente, o que-i lía el so hombre. El mi amigu Tista que, dicho sea de pasu, también fuma, pero esti ye de los que sale. Volviendo al super, como les buenes costumbres no se puén perder por mucho que se empeñe la Pajín, le doy a mi amiga el beso de rigor y después de una breve charla vamos a comprar, cada uno por su lado. Y resulta que hoy me levanté con un dolor de cabeza insoportable, tosiendo y con más mocos que los bajos de un banco del parque. Ya está, el putu tabaco. El de los demás, claro. Son las ocho de la mañana y voy a por el pan y el periódico. De camino me encuentro con dos terrazas con gente encogida que charla y fuma. Masocas, pienso para mis mismos adentros. Estos mañana están como Fer y yo. Tien cojones la cosa.
De vuelta en casa abro La Nueva España y leo el siguiente titular: “La ley antitabaco facilita el contacto entre las personas”. En resumen, la noticia venía a decir que el fumar fuera de los establecimientos hosteleros daba lugar a más ligues ocasionales dado que los que lo hacen encuentran la recurrencia en el tabaco para acercarse, conversar y si se tercia… Pues eso, que los que no fuman no tienen la oportunidad del acercamiento amoroso y, por otra parte, son los que tienen que pagar las consumiciones por aquello de que la ley también favorece el “simpa”. Esto es irse sin pagar con la excusa de haber salido a fumar. Así que los hosteleros están que montan en globo por la crisis, la ley Pajín, los fumadores activos, los pasivos, los ligones y los caraduras. Los que fuman, en cambio, han descubierto nuevas formas de relación y de ahorro, de manera que hasta se lo van a agradecer a la ministra. Pa lo que nos queda…
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