jueves, 11 de marzo de 2010

PERLESÍA


Dos amigos. Uno tartamudo y el otro parkinsoniano. Hacen una apuesta de cien zapateuros para ver quién tiene mejor puntería. Se trata de tirar al plato diez tiros cada uno. Empieza el tartamudo. Un equipo del copón, una escopeta de última generación, se sitúa y pide: “Pla…, pla…, plato”. Vuela el plato, dispara y falla. Así lo repite hasta el décimo. Acierta a seis. Le toca el turno al perlésico que va provisto de tejanos, chubasquero y de la escopeta de su abuelo. Tembloroso, sin poderse saber si la escopeta apunta al cielo o a Pola del Tordillo, pide: “Plato”. Vuela el plato, dispara y lo rompe. Así lo repite hasta el décimo con idéntico resultado. El tartamudo, alucinado con lo que ha visto, le dice: “Cla…, claro, ap… apuntes a to los laos. Así cual…, cualquiera”.

Pues éste, que no es tartamudo -eso sí que no-, y tampoco tiene perlesía que yo sepa, ni apuntando a to los laos. No da ni una, oiga. Y créanme que, como el del chiste, apunta a todos los sitios menos a donde tiene que apuntar. Está tan convencido de que es el mejor tirador del mundo mundial que lleva hasta la escopeta descargada. Pa chulo yo, dice para su mismísimo “ego”. Claro, al final, teniendo en cuenta su destreza incontestable, su equipo incuestionable, su talante y su talento, cuando observa los resultados obtenidos todos tiene la culpa del desastre, menos él y su equipo. La culpa fue del chá, chá, chá… Ahora va y reconoce que tuvo el plato ante sus narices, cuando estaba mirando a Pola del Tordillo. Pero ni más ni menos que otros tiradores, ¡cuidado! Sin embargo, cuando el resto de los competidores ya saben de donde sale el plato, éste sigue mirando hacia el mismo lugar ignoto. Autista que es él. Y empecinado, igual que el Juan Martín de Perez Galdós. Lo mismo da que le pregunten sobre matemáticas, economía -que al fin y al cabo es lo mismo (debe y haber, o debe haber)-, química, filosofía o física cuántica. La respuesta es siempre la misma: “el gobierno está trabajando y haciendo todo lo posible y lo imposible para…, bla, bla y bla”. Estamos convencidos que, cada vez más, los españoles piensan que lo que está haciendo es justamente lo segundo, lo imposible, porque además de ser así (imposible), es una verdadera barbaridad. Vamos a ver: si a ustedes les suben el precio de sus vacaciones, aunque sea a través de impuestos, ¿qué hacen, quedarse más días o menos días? Bueno pues éste se queda más porque así va a pagar un pequeño sustento de aquéllos que no pueden irse de vacaciones, que son más de cinco millones. ¡Hay que joderse! Otra: si se ha demostrado por activa y pasiva que lo de la construcción ya tocó fondo desde hace más de dos años, ¿para qué vuelve a lo mismo y ahora va a subvencionar a quienes quieran arreglar sus casas? Sobre todo en lo tendente al ahorro de energía, afirmó ufano y plenamente convencido. Dice Duke si no será mejor atornillar a las eléctricas para que dejen de tocarnos los… radiadores.

El caso es que, el pasado lunes, este listo -listu pa más señes (como decimos los asturianos)- compareció ante las cámaras de la televisión pública y, ante las complacientes -en algunos casos, que no en todos- preguntas de Pepa Bueno, Juan José Lucas y Ana Blanco, contestó como si le hubieran preguntado por el sacrificio que le habían costado las medallas recién obtenidas en la Olimpiada del saber socioeconómico. Y lo cierto es que no le preguntaron por eso. Así tenían la cara de cachondeo que ustedes pudieron ver. No era para menos. ¿Se puede hacer peor?

Imágenes obtenidas de Google

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