Yo desautorizo, tú desautorizas…y ellos desautorizan. Porque es que desde que en la noche se hace la redacción de noticias, pasando por la madrugada en que LA NUEVA ESPAÑA llega a los quioscos, y llegando hasta la hora en que los más retrasados la leen y empiezan a aparecer primicias o nuevas noticias en la edición digital, el gobierno, a través de alguno de sus miembros o miembras, ha dicho, asegurado y confirmado; ha desdicho lo que previamente había afirmado y prometido; y, poco más tarde, ha vuelto a decir que desdice los anteriormente desdicho y que, sobre lo dicho en un primer momento, no tiene nada que decir, máxime si se tiene en cuenta lo anteriormente dicho por el susodicho. Claro, al final, los que nos dedicamos a esto de contar tonterías en el periódico acabamos metiendo la gamba hasta el bigote, y de tonterías pasan a ser barbaridades. Así es que me desdigo de lo dicho en mi columna del sábado pasado, donde decía que el Secretario de Estado había dicho que se iban a congelar los salarios de los funcionarios por dos años. Llegó la Vicepresidenta Salgado, que ahora es miembra de la trilateral -o como se llame la comisión esa que creó su jefe para marear la perdíz-, y dijo que lo del Secretario de Hacienda está mal dicho, que él lo que quería decir era que, visto el frío que hacía, aquí no se congelaba nada. ¡Queda dicho, para que se enteren!, aseguró. Y Duke sigue en que se criogenicen. Pa conservar el talante.
Al mismo tiempo que sucedían estos decires y desdecires, la otra Vicepresidenta -la De La Vogue, que le llama Federico- anuncia que España está en alerta naranja, amarilla, roja o la madre que lo parió, porque está entrando por Ayamonte la Ciclogénesis Explosiva (hay que tocarse los chirimbolos). “Se han tomado todas las medidas de prevención previstas” (sic), y dijo -porque aquí de lo que se trata es de decir- que estuviésemos tranquilos que estaba todo controlado. Y de tranquilos nada. Al menos Duke y yo teníamos un acojone del copón. Cerramos persianas y ventanas, aseguramos techos y canalones, amarramos las macetas contra la pared, la pared contra el edificio y el edificio contra el otro edificio, y éste contra una farola. Temíamos que la Tormenta Ferpecta -que también la llamaron así- nos mandase a todos y todas, por lo menos, hasta Pola del Tordillo. Pensábamos que aquí no procedía sacar a la calle a los agentes de la menetérica para multar a todo lo que se moviese a más de cien por hora, y para encima hacerle soplar. “¿Más tovía?”, como diría el mi amigu Juan. Pero al final resultó que, hasta con todas las medidas de prevención previstas, la Ciclogénesis esa debió de ser tan fuerte que se llevó consigo hasta a la Tormenta Ferpecta de los co..., digo del gobierno.
Eso es lo que, al menos, vimos en Langreo. A no ser que Esther, la Mandakari de aquí, haya desautorizado a la otra, a Maritere. Vete tú a saber. Igual quedó escamá del último fin de semana que se armó una y dijo: “hay que echar sal”. Echóla y ni ciclogénesis, ni explosiones, ni hosties. Una desautorización más. Así que en Madrid deben de estar que trinen. “A ver quién son las langreanas para llevarnos la contraria a las del Gobierno”. Lo cierto es que aquí la dichosa tormenta quedó desautorizada y cuando estábamos preparando una columna para poner a chupa de domine a la alcaldesa y al ayuntamiento en pleno por no tomar les medides de prevención previstes, resulta que poco más y nos la tenemos que envainar por atrevíos. Y ye que hasta que no lo diga el que manda, o la que manda, tá tó en el aire. La respuesta está en el viento, como dijo Bob Dylan.
Imágenes tomadas de Google
Al mismo tiempo que sucedían estos decires y desdecires, la otra Vicepresidenta -la De La Vogue, que le llama Federico- anuncia que España está en alerta naranja, amarilla, roja o la madre que lo parió, porque está entrando por Ayamonte la Ciclogénesis Explosiva (hay que tocarse los chirimbolos). “Se han tomado todas las medidas de prevención previstas” (sic), y dijo -porque aquí de lo que se trata es de decir- que estuviésemos tranquilos que estaba todo controlado. Y de tranquilos nada. Al menos Duke y yo teníamos un acojone del copón. Cerramos persianas y ventanas, aseguramos techos y canalones, amarramos las macetas contra la pared, la pared contra el edificio y el edificio contra el otro edificio, y éste contra una farola. Temíamos que la Tormenta Ferpecta -que también la llamaron así- nos mandase a todos y todas, por lo menos, hasta Pola del Tordillo. Pensábamos que aquí no procedía sacar a la calle a los agentes de la menetérica para multar a todo lo que se moviese a más de cien por hora, y para encima hacerle soplar. “¿Más tovía?”, como diría el mi amigu Juan. Pero al final resultó que, hasta con todas las medidas de prevención previstas, la Ciclogénesis esa debió de ser tan fuerte que se llevó consigo hasta a la Tormenta Ferpecta de los co..., digo del gobierno.
Eso es lo que, al menos, vimos en Langreo. A no ser que Esther, la Mandakari de aquí, haya desautorizado a la otra, a Maritere. Vete tú a saber. Igual quedó escamá del último fin de semana que se armó una y dijo: “hay que echar sal”. Echóla y ni ciclogénesis, ni explosiones, ni hosties. Una desautorización más. Así que en Madrid deben de estar que trinen. “A ver quién son las langreanas para llevarnos la contraria a las del Gobierno”. Lo cierto es que aquí la dichosa tormenta quedó desautorizada y cuando estábamos preparando una columna para poner a chupa de domine a la alcaldesa y al ayuntamiento en pleno por no tomar les medides de prevención previstes, resulta que poco más y nos la tenemos que envainar por atrevíos. Y ye que hasta que no lo diga el que manda, o la que manda, tá tó en el aire. La respuesta está en el viento, como dijo Bob Dylan.
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