lunes, 25 de julio de 2011

VIBRAR AL UNÍSONO

José Ángel Pravos, cura párroco de Sama, en las Fiestas de Santiago Apóstol


A la izquierda de la fachada de la Iglesia de Sama se encuentra el domicilio del párroco al que se accede a través de la puerta de una verja tras la que hay un pequeño prado rectangular con tres o cuatro arbustos ya crecidos que parecen árboles. Al borde del camino que conduce hasta la casa están alineados una veintena de trozos retirados o desprendidos, a modo de exposición y reliquia de lo que fue en estos últimos años, antes de su restauración. El padre José Ángel Pravos Martín sale a recibirme y me muestra algunos de los grandes cascotes caídos, una cruz de hormigón y otra con armazón de hierro, “ésta sostenía el pararrayos, o al revés. Estaba todo suelto”, comenta. Entramos en el despacho de su casa donde conversamos durante más de una hora.

Nació en Ciudad Rodrigo (Salamanca) el 30 de Agosto de 1.954. Con ocho años, y siendo seis hermanos, vino a Avilés cuando toda aquella emigración castellana, extremeña y andaluza. Terminó sus estudios en el seminario en el año 79 siendo destinado a Rengos, cerca de Cangas del Narcea. Desde el 88 hasta el 97 fue Vicario Episcopal del occidente asturiano -vivía en Luarca-, hasta el 99 estuvo con la licenciatura en Salamanca. Luego, hasta el 2003, estuvo en Olloniego, Veguín, Tudela de Agüeria, Anieves…, hasta que en ese año fue destinado a Sama. “Nunca se sabe si esto será lo definitivo, a lo mejor dentro de cuatro o cinco años me envían a otro lugar, siempre estoy a las órdenes de mis superiores, pero de momento, se supone, aquí estaré para finalizar estas obras y su pago”. Salvo en una ocasión que había venido a predicar al Carbayu, siendo Vicario, nunca había estado en Sama así que, cuando Carlos Osoro le destinó, vino por estas fechas a conocerla. “La imagen que recibí de Sama fue un poco triste porque vi varios edificios que estaban muy deteriorados, prácticamente en ruinas y me dio la sensación de que había ciertas zonas en que Sama se estaba perdiendo. Era un signo de abandono, de decadencia o de una impotencia ante las nuevas situaciones. Tampoco observé mucho movimiento. Sí que me impactó la iglesia porque era un edificio muy bonito”. Desconociendo la situación social de la villa, cuando llegó a hacerse cargo de la parroquia se encontró “con una sociedad que, queriendo mantener un status, poco a poco se iba deshaciendo”. No tardó en dase cuenta de que gran parte de la ciudadanía tenía una doble vivienda y, en consecuencia, llegados los fines de semana Sama quedaba desierta. “Da la sensación de soledad”, me dice. “Quizás pueda haberla perjudicado el boom inmobiliario de Langreo Centro, no se. En esa zona se despejaron solares para el crecimiento y, a medida que se construyó, fue absorviendo población y, a lo mejor, las posibilidades que hubiera tenido Sama y, de una época dorada, a falta de gentes que hubieran tenido una visión más de futuro, se anquilosa, no abre puertas al mañana y se corre el riesgo de quedar anclada en el pasado”.

Tomada su posesión como párroco, José Ángel se encuentra con su primer problema que es el estado de la casa parroquial. Limpia, si. Pero en una construcción antigua con cubiertas y solera de madera, todo estaba apolillado y, a día, de hoy continua parte de ello. Y, como no, con su gran problema y también su gran reto. El estado del templo. De ello hablamos una gran parte del tiempo de nuestra conversación. Un resumen de ello puede verse en las últimas páginas del libro de las Fiestas de Santiago de este año. Un gran reto por lo que significa de enorme y excepcional gasto para la parroquia -alrededor de medio millón de euros-, pero que ya en estas Fiestas está a punto de finiquitarse con la próxima retirada del andamiaje lateral, y también abonada buena parte de la deuda contraída, gracias sobre todo a la impagable contribución económica de una buena parte de los samenses.

Para terminar ponemos sobre la mesa la recuperación de la procesión del día de Santiago. “En principio hubo dudas al respecto, pero con el apoyo del vicario y los miembros de Festejos se decidió hacerla. Hace dos años, la primera ocasión, se sacó al Santo y fue la primera vez, y no quiero decir que haya sido la única, que vi a la sociedad, al pueblo de Sama vibrar al unísono. Ese fue un momento importante para la parroquia, para la Sociedad de Festejos, y para todo Sama. Es un signo de identidad, de nuestra historia recuperada. Una forma de integrar las viejas y las nuevas generaciones. A jóvenes y mayores, a todos desde aquí, quiero desearles Felices Fiestas de Santiago”.

Cuadernos estivales-IV

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