lunes, 4 de julio de 2011

PENURIAS SIN TAPUJOS


Podría tratarse de cualquier otra persona entre tantas necesitadas que vemos por nuestras calles rogando algo de nuestra compasión y, si puede ser, unas monedas con las que buscar su sustento diario. La crisis que azota nuestro país y Europa entera, que ya dura más de lo soportable, ha hecho que gentes con un trabajo precario, y en ocasiones de temporada, tengan que buscarse la vida a la puerta de las iglesias, de cualquier supermencado o simplemente en plena calle, a la vuelta de una esquina. Este es el caso de Tómas Velázquez Galán, natural del madrileño barrio de Carabanchel que después de trabajar unos años en la hostelería en Palma de Mallorca optó por regresar a la península porque la isla le agobiaba y para estar más cerca de sus tres hijos. De esta forma siguió trabajando en bares, hoteles, restaurantes de toda la costa española, hasta que hace cinco años decidió venir a Asturias. Conocía la región de hacía tiempo y le gustaba. Aquí tuvo diversas ocupaciones ocasionales, casi siempre mal pagadas y, como él mismo dice, “por supuesto, sin asegurar”. La penuria se manifestó en toda su crueldad y se quedó sin empleo. Nadie le llamaba ya. Su estado de ánimo fue decayendo en la medida que lo hicieron sus reservas, y un 23 de noviembre de 2009 se trasladó a Langreo. Desde entonces mendiga en las inmediaciones de un supermercado, provisto de una mochila y alguna bolsa que constituyen todas sus pertenencias.

Dentro de lo penoso de su situación, Tomás es amable y cordial. Educado y conversador, es fácil verle charlando con cualquier cliente del establecimiento o con gentes que pasan por la calle. A muchas los conoce por el nombre de pila. “No me importa que alguien que me vea a menudo no me trate o me mire por encima del hombro. Nadie está obligado a hacerlo y menos a darme una ayuda”, me dice. “Sin embargo, con ayuda o sin ella, hay gente que me da muy buen rollo. Los langreanos me gustan, son gentes cordiales y sin ningún tipo de ánimo discriminatorio con nosotros. Aunque en algunos lugares he pasado verdaderas dificultades, aquí no he pasado la miseria que en otros sitios, pese a que tenga muchas necesidades”. Es evidente que habrá pasado por malos días, como todos, pero lo peor es la noche. “Esa me la como yo solo”, asegura. Por el día se siente más acompañado.

Haga frío o calor se pasa ocho o diez horas en pié frente a la puerta del super y desde hace tres meses duerme a la intemperie. Antes tenía un amigo en Oviedo que le daba cobijo, pero le trasladaron en el trabajo y se ha quedado con las estrellas por techo. “La verdad es que soy un poco dejado porque no voy a los servicios sociales como sería mi derecho y, estando empadronado aquí hace unos meses, tampoco he solicitado el salario social. Quizás sea porque aún no tengo esa resignación y mantengo la esperanza de que algún día encuentre un trabajo. Salvo escanciar sidra, conozco bastante bien la hostelería. No es que sea un fenómeno, pero se cómo trabajar”. Mientras me dice esto no puede contener una lágrima. “Lo que pasa es que a medida que pasa el tiempo mi estado de ánimo va a menos, aunque hay días mejores, evidentemente.” Procura hacer la misma vida que cuando trabajaba. Si un día puede tomar un café o un vivo lo hace como cualquiera, sin guardarse, pero no es de botellón como hay alguno.

Le pregunto por el movimiento 15-M, por los “indignados” y me responde que él también es un indignado, justamente por su situación. “Si de lo que se trata es de reivindicar trabajo, estoy con ellos. Por lo demás no tengo muy claro qué es lo que piden. El movimiento me parece bien, pero no para pedir o hacer locuras.”

Para terminar le ofrezco un espacio para manifestar lo que quiera y me dice: “Lo digo sinceramente, si me dirigiera a los langreanos para pedir algo no sería justo. No me cuadra. Eso sí, solo quiero agradecerles su acogida y su generosidad”.

Cuadernos estivales-I

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