viernes, 22 de julio de 2011

SI NO VAS, NO HAS IDO

Alberto Dominguez Barreiro, el reto del emprendedor


Nació el 9 de junio de 1987, el mismo día en que su madre también cumplía años. “Escuché fiesta y salí. Yo no nací, resbalé. A lo seis meses de embarazo”, me dice. Tras dos meses en la incubadora nació definitivamente. Alberto Domínguez Barreiro es un hombre muy peculiar, yo diría que descatalogado. De hecho pocos chicos de su edad han llegado a tener tantas vivencias como él. Cursó el bachiller tecnológico en el colegio Santa Bárbara. “La enseñanza pública te hace buscarte la vida, es la selva y ahí aprendes a sobrevivir. Sin embargo en los colegios privados, familia y profesorado, te lo dan todo más hecho, te acomodas”. Su padre quería un idioma y música, así que con cinco años empezó a estudiar piano e inglés. Al poco tiempo dejó el piano porque no había empezado por voluntad propia, “pero llegó un día en que fui a Avilés a un concierto de la coral donde estaba mi padre, interpretaban un par de obras con una pianista y había unos espejos en la parte superior del escenario, inclinados sobre él, que reflejaban justamente las manos de la pianista”. “Eso quiero hacerlo yo”, dijo para sí. Volvió con su antigua profesora, que exclamó: “Aquí vuelve el niño pródigo”. Retomó sus estudios, haciendo dos años en uno en dos ocasiones y recuperando el tiempo perdido. A los quince años empezó con dirección coral y canto en FECORA. El Palacio de Granda, Madrid, Segovia fueron testigos de los cursos que siguió en estas disciplinas, tras los cuales se inició en la Coral Maestro Lozano, supliendo en ocasiones la dirección y como jefe de cuerda de tenores y sopranos. Con dieciocho años abrió una academia en Sama que aún funciona. Quiso sacar provecho de lo aprendido “por una necesidad cultural que había en Langreo”. A la par comenzó a estudiar Ingeniero Técnico de Informática, carrera de la que le resta un año.

Estando en la Universidad sintió la llamada del mundo comercial. “Vas en coche y llevas traje y corbata, es lo primero que te atrae”, afirma convencido. Inició su andadura en una conocida editorial, le llamaron al día siguiente de la entrevista y siguió un curso intensivo de siete días. “Puedo decir que el trabajo de vendedor de libros, a puerta fría o con visita preconcertada, es un trabajo complicado pero es una escuela comercial impresionante. El método te lo meten por vena. Te crea una constancia en el trabajo y un saber hacer. En la editorial no solo aprendí a vender libros, sino cualquier producto. Y aprendí, como decía un monitor, que “si no vas, no has ido”, que un cliente lo encuentras donde menos te lo esperas. Por eso, hoy por hoy, estoy muy orgulloso de haber trabajado en esa editorial. Trabajar por objetivos supone empezar todos los meses de cero y no relajarte nunca. Ello hace que crezcas en la profesión”. Para Alberto encerrarse en una oficina, tras una mesa, aún ganando mucho dinero, supondría un ataúd en vida. Le gusta la calle y el contacto con la gente, la relación con el cliente y la negociación pura y dura.

Deja la editora y tras un tiempo de relax, un excompañero lo llama y le habla de un puesto que hay libre en una empresa eléctrica a la que le habían hablado del índice de ventas de Alberto. Empieza en esa vía y ve que funciona, que es un boom impresionante, y entra de lleno cambiando de alguna manera la táctica. Ahora son servicios lo que ofrece a sus clientes. “Es un punto a favor en la venta porque, en los tiempos que corren, no está la cosa para vender nada a cambio de dinero, está para dar y prestar servicios. En esa Task Force (Fuerza de ventas), no fructificó el trabajo y, después de pensármelo y comentarlo con mi padre -las cosas de trabajo siempre las hablo con él-, me instalo por mi cuenta. Me tiro a la piscina sin tener en cuenta el agua que hay. Siempre me gusta iniciar algo, me atrae el mundo comercial porque cada día es una aventura”. A día de hoy Alberto ha asentado su empresa y trabaja supervisando la labor de seis comerciales.

Alberto fue y es precoz en todo cuanto hace. Habla inglés con fluidez, domina la informática, sabe todo acerca de los buenos coches, los buenos perfumes, los mejores relojes y la ropa selecta. Viajó y conoce mundo. Pocos, sobre todo a su edad, habrán estado en Bosnia Herzegovina. Poco después de la guerra de los Balcanes se fue en coche en compañía de sus padres para ver el lugar de procedencia de un chico que tenían en casa durante el verano. “Estuvimos allí siete u ocho días en una aventura total en un país casi tercermundista. Saliendo de Croacia y pasando por Eslovenia, entras en Bosnia y sufres un choque espectacular. Recuerdo que mi madre y otra compañera pararon a llorar viendo dónde estaban metidos aquellos niños. En la Avenida del Mariscal Tito en Sarajevo se podían ver aún las marcas de proyectiles y los residuos de la guerra”. También estuvo en Alemania con un amigo, a buscarse la vida, y volvió a casa con coche cuando se había ido volando.

Este chico repleto de dinamismo e iniciativa, lleno de argumentos, se expresa con pasión y rapidez. Habla claro y alto. Te mira a los ojos. “Un comercial lo primero que tiene que hacer es venderse a sí mismo, creerse su propio producto”. Para terminar, y ya que hemos estado hablando de trabajo, le pregunto por la situación económica y política del país. “Yo creo en las personas y no en los colores, lo mismo me da quien gobierne. Quisiera listas abiertas porque yo voto a la persona y su planteamiento no a la posición del grupo que puede no coincidir con el de la mayoría de la población, porque al final hacen lo que quieren. Con referencia a la crisis puedo decir que yo, que soy autónomo, veo mucha gente acomodada que no lucha por ello. Sin embargo me gratifica ver a gente trabajando a altas horas, pese a esa crisis. Trabajando por la empresa, implicados en el proyecto. Lo que tiene que tener presente un trabajador es que la empresa es él y él mismo es la empresa.”

Las chicas, algo consustancial a un hombre de su edad, es algo que le preocupa en la justa medida. “Sinceramente. Me gustan casi todas las mujeres, pero aunque se dejan mal alguna vez tengo que apartármelas (echa una sonora carcajada). Ahí tengo que reconocer mi buena técnica de ventas”. Estos son los motivos por los que al principio decía que Alberto está descatalogado. Es un chico distinto a los demás. Le auguro un progreso exponencial. Aunque eso de las mujeres es otro cantar. Charme, Alberto. Encanto personal, es lo que no sobra a nadie.

Cuadernos estivales-III

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