jueves, 25 de febrero de 2010

QUE CORRA EL AIRE


“No al pensionazo”, “No al retraso de la jubilación”, “Jubilación a los 67 ni de coña”. Una pancarta que ocupe toda la calle Uría de Oviedo, la Castellana de Madrid o el Paseo de Gracia de Barcelona, diez o doce barandas paniaguados del gobierno que la sujeten y detrás de ella toda la tropa, provista de pitos y cornetas, y portando banderas, emblemas, consignas y a un Cristo crucificado que no sabemos lo que pinta en esta fiesta democrática de los agentes sociales. Desde luego, nosotros no vimos obispos, ni curas detrás de él. Debió de salir por su cuenta, pa ensayar les próximes procesiones de Semana Santa. Quitáronlu de les escueles y ahora quién echalu a trabayar. Que empiece por aprender a manifestase, debieron de pensar los listos a los que se yos ocurrió la idea. Pues bastante i preocupa a Cristo lo del pensionazu. A Él ya lu jubilaron haz casi dos mil años y tienlo to bien amarrao. Claro, no iban a ser tan descarados de sacar una foto de Zapatero, que es el que les mandó salir a la calle: “Lleváis mucho tiempo callados, así que a manifestarse”, “bastó ya de comer la sopa boba en los despachos y de dar conferencias por ahí”. “¡A la calle con talante!”

Porque, no lo duden, este 23-F -fíjense en la fecha elegida- los sindicatos se manifestaron contra el mismo que les dio la orden de manifestarse, y lo hicieron para lavarse la cara y justificar dos legislaturas de inactividad y complacencia para con el que manda. Una manifestación solo convocada en media docena de ciudades del país y con una escasa asistencia que denotó la misma escasez de confianza hacia los convocantes y que, dicho sea de paso, solo mereció media página interior en los periódicos. Una manifestación que urgía terminar con prontitud porque en las teles ponían el partido de la Champion, de mucho más interés, y, en definitiva, en la que muchos de los asistentes aprovecharon para hacerse fotos con Woody Allen que, hoy día, tiene más predicamento que Pablo Iglesias. ¡Díos mío, qué país!

Refiere LA NUEVA ESPAÑA del miércoles que un transeúnte de avanzada edad gritó a los manifestantes algo así como “Nada de procesiones. ¡A la huelga general!” Y uno reflexiona y piensa en cómo es posible que los presidentes anteriores hayan pasado por una o varias huelgas generales cuando llovía bastante menos de lo que lo hace en los tiempos que corren y, sin embargo, éste, que está acabando con lo poco que queda, se está yendo de rositas como si viviéramos en el País de las Maravillas. Lo cierto es que no estamos precisamente para soportar una huelga de ese tipo pero, si no es de esa forma, ¿cómo le contamos los españolitos de a pié al tío de la ceja y la sonrisa bobalicona que no nos creemos nada de lo dice y nada de lo que hace?, ¿cómo le decimos que queremos que se vaya él y sus inventoras de mapas? No vemos la forma, porque quienes pueden hacerlo permanecen callados como putas, permítaseme la expresión. “Tente mientras cobro”, dice el adagio popular. Así lo ven desde Europa y, sin ir más allá como pueda ser en EE.UU. (en todos), el diario londinense The Financial Times, refiriéndose a la pavorosa situación económica española -más preocupante que la griega, afirmaron- proclamaba hace unos días que lo primero que debería de hacerse en España es quitarse de en medio a los sindicatos. Que corra el aire.

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